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50 AÑOS (1 DE 4)

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 24/07/2017. Lecturas: 5179

etiquetas relato 50 AÑOS (1 DE 4)   General .
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Resumen

Imaginen la situación, podría decir que toda mi vida estuve unido a Laura, mi única y amada mujer.
Nos conocimos en el colegio, en el jardín de infantes, fue mi compañerita de banco, con sus ojazos verdes y sus largos cabellos rubios que su madre trenzaba día a día con paciencia, me da risa recordar que solía andar con los mocos colgando.



Relato
50 AÑOS
Parte 1 de 4



Imaginen la situación, podría decir que toda mi vida estuve unido a Laura, mi única y amada mujer.
Nos conocimos en el colegio, en el jardín de infantes, fue mi compañerita de banco, con sus ojazos verdes y sus largos cabellos rubios que su madre trenzaba día a día con paciencia, me da risa recordar que solía andar con los mocos colgando.
Siempre me sentía a gusto con ella, y ella conmigo, nos hicimos ‘amiguitos’ como solía decir mi mamá y en verdad todo empezó como una relación de amistad, no entendíamos mucho más a esa edad.

Ya con diez años las cosas cambiaron, seguía siendo un tonto nene, pero ella ya se empezaba a desarrollar, al menos en su cabecita, le llevo seis meses de diferencia de edad, pero en ese momento ella había pegado el primer estirón y estaba bastante más alta que yo.
Mi mundo eran los autitos de juguete, la bici y la pelota de fútbol, pero ella le decía a quien quisiera escucharlo que yo era su novio, cosa que me avergonzaba.
Una mañana de invierno, antes de entrar a clases, en un lugar un tanto apartado, me empujó contra una columna de cemento y a la fuerza me dio el primer beso, fue un beso tonto y simple, apenas labios contra labios, pero lo suficientemente efusivo para sorprenderme y aterrorizarme, ella reía con picardía por su atrevimiento y me sentí rojo como un tomate.

Algunos años después las cosas habían cambiado un poco, ahora había sido mi turno de crecer y la había superado en altura y empecé a ser yo quien llevaba el control, ahora entendía lo que ella ya sentía, el juego de niños empezaba a cambiar por la atracción de los sexos, en Laura empezaban a asomar dos pequeñas protuberancias en sus pechos, sus caderas se ensanchaban con premura y sus piernas se estilizaban, su rubio cabello de la infancia se había oscurecido a un castaño claro con el correr de los años, y antes de cumplir los quince teníamos nuestro primer e improvisado encuentro íntimo, con más dudas que certezas, con más premura que paciencia, con un amor adolescente que crecía en nuestro interior.
Y fuimos locos novios, fue mi primera y única mujer, fui su primer y único hombre, mientras mis amigos y sus amigas solo querían fiestas y más fiestas, Laura y yo solo queríamos vivir el uno para el otro, no había nadie más en el mundo…

Terminamos los estudios secundarios y empezamos la facultad, nuestros caminos se distanciaron un poco porque yo seguí ingeniería y ella abogacía, pero en los pocos momentos libres que teníamos nos amábamos con locura.
A los veinte ella quedó embarazada, no lo habíamos programado y nos tomó por sorpresa, fue el momento cuando terminaron nuestros estudios y la peleamos codo a codo para salir adelante, alquilamos un departamento y empezamos a convivir, mi padre, a través de unos amigos me consiguió mi primer trabajo y ella se dedicó entonces al hogar y hacer en sus tiempos libres algunas cosas de tejidos que luego vendía a sus amigas y conocidas.

Y los años pasaron, poco a poco, casi sin darnos cuentas, como giran las agujas de un reloj de pared, en silencio, pero implacables, imparables.
A nuestra primera hija cinco años después le llegó la hermanita, y casi sin darnos tiempo, sobre el filo mismo, el tercero, el malcriado varoncito.
Y esa es mi familia, siempre fui todo para ella y ella fue todo para mí, la conozco mejor que mí mismo, sé que le encantan los atardeceres de primavera, sé que odia levantarse temprano, sé qué daría la vida por sus hijos, sé que la atormenta la soledad, sé cuándo está de mal humor con solo ver su rostro, sé que llora con una película de amor, sé de su canción favorita, sé… solo sé…

Y conozco cada pliegue de su cuerpo, puedo contar de memoria el mapa de lunares de su espalda como un astrólogo conoce la posición de cada estrella, conozco el ruido de su rodilla, después de la lesión de vóley de la adolescencia, conozco su manía por comerse las uñas, conozco su obsesión por la limpieza y lo mal que maneja el coche al que siempre adorna con un rayón, todo lo bueno, y todo lo malo…

Y conozco lo buena que es en la cama, sus gustos, sus placeres, las cosas que hace por mi placer, más allá del suyo propio, lo puta que puede ser en la intimidad, que en mi caso es sinónimo de hembra, de mujer.

Promediaba el año dos mil quince, el año siguiente cumpliría cincuenta años, y de alguna manera sería algo especial, medio siglo de vida!
Y en esos tiempos empecé a bromear con ella acerca de un regalo especial, algo sexual, algo loco, algo que nunca hubiéramos hecho antes, llevar a la cama alguna fantasía que todo matrimonio tiene, pero que jamás de anima a llevar a la práctica, pero era solo eso, solo bromas, inocentes bromas de una pareja que se ama y se conoce demasiado.

Laura siempre fue una mujer muy bonita, alta, estilizada, delgada, de pequeños pechos y colita llamativa, bien formada, y siempre se preocupó por mantener su figura y los años parecían no hacer mella en su esculpido cuerpo, de joven era una chica que llamaba la atención, y ahora es una mujer que llama la atención.
Y nada fue gratis, años y años ininterrumpidos de dieta y gimnasio, gimnasio y dieta, poder ver como luce esas calzas ajustadas se me hace irresistible, aun hoy, después de todo lo vivido.

A todo esto, hacía un tiempo había aparecido Rocío, era parte de nuestro día a día, como tanta gente de convivencia de barrio, ella es una mujer que anda en los treintaicinco, una morocha de negros cabellos negros y enrulados, endemoniados, como su mirada, de carnosos labios, una petisa de pechos más que llamativos, de esas que cuando uno le habla se la hace difícil mantenerle la mirada, esas que suelen decir ‘escucha, mis ojos están acá arriba’, simpática, y hasta charlatana, por así decirlo.
Rocío tiene un pequeño negocio con el que se gana la vida y suele ser tema de conversación en casa, por una parte por lo bonita que es, por otra por su vida privada, el barrio le conoció dos parejas y ratos de soledad, pero era sabido que también le gustaban las mujeres y la chusma siempre decía que jugaba para los dos bandos.
Y en la intimidad con Laura solíamos bromear al respecto, yo solía darle celos con ella y ella me respondía con el clásico ‘le gustan las mujeres’, y entrábamos en un sinfín de charlas provocativas y juguetonas, de seducción implícita que nunca llegaban a ninguna parte, solo jugar con fantasías de cosas que nunca sucederían.
Y es que nada era casualidad, éramos clientes del negocio de Rocío y la confianza del tiempo nos había llevado a un trato demasiado sugerente, con palabras en doble sentido y ella se mostraba demasiado exultante al hablar conmigo, pero también al hacerlo con Laura, como dejando obvias demasiadas cosas…

Pero Laura no permitiría algo así, que su hombre estuviera con otra mujer, los juegos siempre serían solo juegos, al menos es lo que siempre había creído…
Yo nunca imaginé que a mediados del año pasado, en mi cumpleaños número cincuenta Laura me daría el regalo que me dio….

CONTINUARA


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:10) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:41) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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