Para el día siguiente las cosas se habían tranquilizado, nos despertamos cerca del mediodía así que fuimos a almorzar directamente, el sol era abrazador, así que decidimos ir a disfrutar la piscina, Laura se estrenó un traje de baño atigrado, tan diminuto que sus perfectas nalgas estaban desnudas, apenas un pequeño triángulo perdido entre esas esferas de carne que se me hacía por demás de provocativo. Claro, ella ya era abuela, y por vergüenza a nuestros hijos y demás parientes, ya había dejado de lado estos sensuales conjuntos.
Relato
50 AÑOS
Parte 3 de 4
Los siguientes seis meses transcurrieron en una mezcla de sentimientos, ver a Laura en una tarde lluviosa meciéndose en el sillón al lado de la ventana, haciendo dormir pacientemente a nuestro pequeño nieto, en una imagen tan maternal, tan de abuela prematura, contrastaba con el recuerdo a flor de piel de esa hembra embravecida, esa terrible puta sedienta se sexo, con curvas de infarto que había descubierto esa tarde junto a nuestra vecina, era tan incontrastable, era como si fueran dos mujeres en una, sin dudas el cerebro femenino es un complicado laberinto que los hombres nunca podremos entender.
Ambos sabíamos que ese trío no volvería a repetirse, que había sido solo un obsequio, no hablábamos mucho del tema, tal vez solo lo suficiente para estimularnos ante un noche se sexo, y esa locura había afianzado la confianza mutua, como si acaso hubiera sido necesario.
A fines del año pasado, la abuelita, como solía decirle, llegaba a sus cincuenta, a fines de la primavera, pero con un calor insoportable más propio del verano, Laura estaba rozagante, bronceada y había llevado sus cabellos a un rubio claro, sus enormes ojos verdes, una mujer exquisita.
Como la conocía demasiado bien y sabía que ella no pediría nada, es que nunca pedía nada, decidí por mi cuenta regalarle un fin de semana a solas en Villa Juncadella, un pueblo a unos doscientos kilómetros de donde vivimos, elegí ese lugar especialmente porque era sitio natal y alguna vez había tenido parientes ahí, y hacía muchos años que no lo visitábamos y seguramente estaría muy cambiado.
Elegí por Internet un excelente complejo hotelero cuya construcción databa de no más de cinco años, se veía todo muy ‘primer mundo’, en realidad eran como pequeños apart individuales y privados, con sectores comunes y estaba seguro que a Laura le encantaría, los dos a solas, sin preocupaciones, solo disfrutar.
Así preparamos un par de bolsos y partimos hacia Villa Juncadella, y lo que laguna vez había sido una pequeña villa, hoy era una imponente ciudad. El lugar era mejor de lo que las fotos de la web me habían dejado imaginar, mientras estábamos en la admisión haciendo las registraciones, pude ver a un costado un amplio parque con una enorme piscina de natación donde el bullicio de los huéspedes que la disfrutaban llamaba mi atención, el calor era insoportable a no ser por el aire acondicionado, y esa piscina se me hizo demasiado antojadiza a primera vista.
Minutos más tarde acomodábamos las cosas personales en el apart, tenía un pequeño estar con desayunador y dormitorio espectacular que ocupaba casi la mitad de toda la superficie, con ventanales a los cuatro puntos cardinales desde los cuales veíamos todo el entorno, con gruesos blackout para tener privacidad cuando fuera necesario, todo brillaba, todo era lujo.
Fuimos a almorzar al restaurante del complejo, pedimos algo liviano puesto que a la tarde ya teníamos arreglada una visita por la ciudad.
Mientras comíamos, Laura y yo discutíamos posibilidades sobre qué hacer por la noche, no teníamos ningún plan en concreto y tampoco conocíamos la zona, así que se me ocurrió preguntarle al mozo que nos atendía que recomendación podía darnos.
El hombre, un calvo pronto a jubilarse, nos indicó un par de lugares, y también nos recomendó la trasnoche del hotel, un show para mayores donde se contaban chistes, había algún acto de strippers, algún que otro cantante donde el público era parte y no solo espectador.
El tipo nos consiguió unos folletos, los doble y los guardé en uno de mis bolsillos.
Pasó la tarde y llegó la nochecita, aun no habíamos decidido que hacer, pero estábamos un tanto cansados, el viaje desde nuestra ciudad por la mañana, la extensa recorrida por la tarde, no nos quedaban muchas energías, de casualidad recordé los folletos y le dije a Laura
- Nos quedamos a cenar en el hotel y vamos a ver el show, el mozo le hizo buena propaganda…
Laura tomó mi propuesta con buenos ojos, así que nos bañamos y nos preparamos para la cena, ella se puso un vestido simple y largo hasta los pies que estaba muy de moda, como una licra ligera que se pegaba a toda su silueta, recuerdo que sus curvas se me antojaron demasiados sexis, incluso se ajustaba de tal forma que dejaba delinear el recorrido de la diminuta ropa interior que llevaba, adivinando sus nalgas desnudas bajo el vestido.
Además, y como si hiciera falta, se puso unos zapatos con taco aguja llegando casi al metro noventa de mi estatura.
Unos aros brillantes, su cabello recogido y un perfume embriagador me dejaron al borde de un paro cardíaco.
Fuimos nuevamente al comedor, charlamos, cenamos, tomamos un poco y pasada la medianoche fuimos al espectáculo con contenidas expectativas.
Al ingresar, y sin que ella lo notara, dejé saber en la recepción que festejábamos ‘los cincuenta años de Laura’, nos acomodamos a un lado a una pequeña mesa circular con mantel violáceo.
Y empezó la función pasadas las doce, un transformista que me aburrió un poco, un tipo contando cuentos que hacía participar al público con el que realmente nos morimos de risa, chistes, de gallegos, judíos, tartamudos, machistas, de la vida conyugal y por supuesto lo mejor, reírnos de nosotros mismos, de la ‘perfección’ del argentino.
Cerca de las dos de la mañana llegaron un grupo de strippers, tanto hombres como mujeres uniformadas como policías, bailaron música pegadiza hasta que uno tomó el micrófono y preguntó
- Me dijeron que alguien cumple cincuenta años… es verdad?
Laura me quemó con la mirada, adivinando quien había abierto la boca, yo solo reí.
Pusieron música y un par de muchachos se acercaron a la mesa y empezaron a bailarle sensualmente, mi esposa pareció morirse de vergüenza y trataba de evitarlos, pero ellos fueron por más, la tomaron por las muñecas, simulando un arresto y la llevaron al escenario, la esposaron y bailaron muy sexi junto a ella, no se desnudaron, pero falto poco.
Imaginen que la situación para todos fue muy graciosa, risas, silbidos, aplausos, hasta cantaron el ‘feliz cumpleaños’, para todos menos para Laura, a ella la incomodaba ser centro de atención y realmente no disfrutó el momento, volvió a la mesa embravecida, como avispa a la que le tiraron el panal, y yo no podía dejar de reír, y eso la enfadaba más todavía.
No terminamos muy bien esa noche, ella me reprochó varias cosas, en especial su terror a haber sido filmada por algún celular indiscreto y que esa tontería de viralizara y se mal interpretara.
Terminamos de ver el espectáculo y solo fuimos a dormir.
Para el día siguiente las cosas se habían tranquilizado, nos despertamos cerca del mediodía así que fuimos a almorzar directamente, el sol era abrazador, así que decidimos ir a disfrutar la piscina, Laura se estrenó un traje de baño atigrado, tan diminuto que sus perfectas nalgas estaban desnudas, apenas un pequeño triángulo perdido entre esas esferas de carne que se me hacía por demás de provocativo. Claro, ella ya era abuela, y por vergüenza a nuestros hijos y demás parientes, ya había dejado de lado estos sensuales conjuntos.
Y ya en el agua estuvimos completamente relajados, la paz había vuelto y estaba tan bonita que ya no resistía las ganas de cogerla, pero algo imprevisto empezaría a pasar en ese momento.
Quería tomar unas fotografías de recuerdo, y claro, habíamos dejado la cámara en el cuarto, así que me sequé y fui a buscarla, con la promesa de traer al regreso un par de tragos para disfrutar, entre una cosa y otra habrán pasado unos quince minutos, al volver con la cámara colgando en el cuello y un trago en cada mano, veo a la distancia que Laura estaba al borde de la piscina, tomando sol culo para arriba, de espaldas, a un lado estaba sentado un muchacho, y parado dentro del agua a su lado otro. Al acercarme comprobé lo que imaginaba, eran los strippers de la noche anterior.
Me saludaron cortésmente al llegar y Laura, a pesar de ser chicos de la edad de nuestras hijas se mostraba llamativamente excitada, el punto opuesto de la noche anterior.
Hablamos un poco, y ellos siguieron con sus cosas.
Mi esposa se mostró rara a partir de ese momento, no sé cómo explicarlo, solo estuvo rara.
Volvimos a al appart al atardecer, ella se fue a dar una ducha, luego fue mi turno, al salir, me esperaba con terrible sorpresa, su rubio claro, su piel bronceada, enfundada en medias de red con portaligas, zapatos de tacos, imaginar su vagina depilada oculta por una tanga imperceptible que se escondía bajo una minifalda rasada y un top ajustado anudados que resaltaba sus pequeños pechos, toda de blanco, entonces me dijo con una sonrisa
- Te casarías nuevamente conmigo?
Mi erección era la respuesta, pero ella me apartó de su lado, tenía otros planes…
Al momento tocaron la puerta delicadamente, me dirigí a abrir pero ella se adelantó acelerando el paso, y dijo
- Dejá, seguro es para mi…
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Es la historia de como mi suegro poco a poco me fue seduciendo y como termine en brazos de el hasta que me enamore y tuve que terminar con el y de como despues de 4 años nos volvimos a encontrar ayudandome en una situación.
Relato erótico enviado por Anonymous el 31 de August de 2010 a las 00:12:22 - Relato porno leído 123133 veces
Quinto relato de la saga, continuación del relato “Follando con dos compañeras de trabajo”. Estoy de nuevo aquí para seguir relatando las peripecias sexuales que tuvieron lugar después de la gran follada en el despacho de Debla. La siguiente historia se desarrolla en una pequeña habitación de un local de intercambios de parejas.
Relato erótico enviado por ELMORROCHO el 06 de July de 2009 a las 14:00:24 - Relato porno leído 47222 veces