Durante muchos años, más de los que quiero recordar, mi mujer y yo hemos mantenido una relación muy monótona. Ella a pesar de todos mis intentos, siempre ha sido extremadamente conservadora, hasta el punto en que recientemente ni sexo llegábamos a tener. Por una parte debido a su manera de ser tan fría, y por otra parte, yo ya me había cansado de estar pide que pide.
Relato
Ya cansado de ese juego, decidí salir a comer fuera y no me refiero precisamente a comida. Me las había ingeniado para comenzar a ir a un gimnasio, con la excusa de mantenerme en forma. Lo cierto es que de tres veces en semana que iba al gimnasio, por lo menos una realmente me la pasaba en la cama de una amiga de mi mujer. Haciendo con ella todo aquello, que mi mujer rechazaba.
Hasta que en una ocasión su amiga me comentó que mi esposa, cuando era bien jovencita, tenía muy mala bebida, y que cuando se daba aunque fuera un trago, no dejaba de beber hasta perder el sentido y hacer cuanta barbaridad se le ocurría. Luego me contó que por esa razón Adela, ni tan siquiera acepta saborear una pequeña copa de vino. Eso se me quedó dando vueltas en mi cabeza, y no fue hasta que fuimos a visitar a un hermano de Adela, que es dueño de una gran hacienda ganadera, que no volví a pensar en ello.
Ya en la hacienda de su hermano, Demetrio preparó una gran fiesta, al parecer como de costumbre en ese lugar asaron una ternera, y no faltó ningún tipo de bebida. Pero también como de costumbre, Adela rechazó todo aquello que fuera ron, cerveza, vodka, o güisqui. Mientras que yo de momento me acordé de lo que me dijo su amiga, así que en lugar de servirle alguna bebida con alcohol, comencé pedirle al mesero que le trajese un refresco de granadina, con limón y jarabe de goma. Un poco empalagoso para mí gusto, pero por lo visto a mi mujer le encanta.
Solo que a partir del tercer vaso que le sirvieron, le indiqué al mesero que le fuera poniendo al principio media onza de ron, sin que mi mujer se diera cuenta, desde luego. Posteriormente la medida subió a una onza, y luego a onza y media. Ya en esos momentos Adela había comenzado a sufrir los efectos del alcohol, de la estirada pose que mantenía desde que llegamos a la hacienda, comenzó a tutearse con quienes hablaba. Después para mi sorpresa aceptó salir a bailar, con uno de los peones de la hacienda, y después de eso sin ton ni son comenzó a beber cerveza.
Ya ha eso de las doce de la noche, mi cuñado se fue acostar, mientras que yo continuaba bebiendo y bailando con Adela como nunca antes lo habíamos hecho. Al igual que mí cuñado la gran mayoría de sus peones se habían marchado, por lo que no me costó mucho trabajo, el llevar Adela al otro lado de la casona, y bajo la noche estrellada, mientras la besaba y acariciaba, quitarle toda la ropa. Tendido sobre la tierra separé sus piernas, y sin decirle nada me dediqué a mamar su coño, al tiempo que colocaba mi verga frente a su boca, la que con una energía inusitada Adela se dedicó a mamar.
Así pasamos un buen rato, hasta que yo decidí enterrarle mi verga dentro de su peludo coño, cosa que Adela evidentemente disfrutó como nunca antes la había visto actuar. Lo cierto es que quizás por lo excitado que me encontraba me vine muy rápido, quedándose Adela evidentemente con muchas ganas de continuar, jodiendo. Así que se levantó de mi lado, y sin decirme nada en lo absoluto, tomó el pistero de una manguera y frente a mí, ella misma sin vergüenza alguna de su parte, se dedicó a lavar su coño. Solo que al terminar, yo pensaba que iba a recoger su ropa y dirigirse a nuestra habitación, pero me equivoqué. Tan desnuda y como se encontraba dirigió sus pasos al otro lado de la casona, justo donde se había estado celebrando la fiesta.
Apenas llegó sin detenerse a pensar que andaba desnuda, se le acercó a uno de los cuatro o cinco peones que aun se encontraban aun bebiendo, y sin la menor vergüenza pidió otra cerveza, la que se empinó y bebió como si fuera agua. Ante la sorprendida mirada de los presentes, quienes se quedaron boquiabiertos, viendo el desnudo cuerpo de mi mujer. No es por nada, pero a pesar de sus cuarenta y tantos años, aun Adela mantiene un buen cuerpo, tetas bien firmes y paradas, y un culo espectacular, sin contar que cuando su rojiza cabellera se la deja suelta, y le cae sobre su rostro, le da una excitante pinta de niña mala.
Yo apenas y pude subirme los pantalones, planeaba darle alcance, detenerla y regresar con ella a nuestra habitación, pero algo de momento me detuvo. Quizás fue su manera de andar, de moverse, o de hablar, que de inmediato comprendí que Adela lo que estaba buscando, más que seguir bebiendo cerveza, era continuar teniendo sexo con alguien, sin importarle quien fuera. Yo estaba más que consciente, de que yo en esos momentos, no me encontraba en condiciones de satisfacerla cómo era debido. Por lo que viéndola actuar como lo estaba haciendo, decidí permanecer oculto, y observar que sucedía.
Adela tras esa primera cerveza, se tomó otra, y luego otra, ante la mirada atónita de los peones. Quienes entre ellos cuchicheaban en secreto. Desde luego que no hay que ser un genio en comunicaciones, para imaginarse lo que entre ellos se decían. Luego que mi mujer se trago esa tercera cerveza, se les quedó viendo a ellos, de manera provocativa, como diciéndoles. A que no se atreven a meter mano. Poco a poco los cinco la fueron rodeando, sin que por eso Adela se mostrase molesta, y de la misma manera sus manos comenzaron acariciar toda su blanca piel, lo que por lo visto a ella le encantó, al grado que sin complejo alguno separó sus largas y bien torneadas piernas, permitiendo que varios de ellos acariciaran su coño, al principio por fuera y luego uno de ellos deslizó sus dedos dentro del coño de Adela, la que de inmediato dio señales del placer que estaba recibiendo.
En menos de lo que canta un gallo, los peones se bajaron sus pantalones, saliendo de inmediato a relucir bajo la luz de la luna sus erectas vergas. Adela Actuaba como una niña con juguete nuevo, yo debido a que la rodearon tuve que acercarme un poco, para poder seguir observando a mi mujer, como se dejaba tocar, acariciar, besar y hasta mamar sus paradas tetas por alguno de esos cinco peones. Lentamente y al parecer de mutuo acuerdo, los cinco peones prácticamente cargaron a mi esposa hasta una cercana mesa de madera, que se encuentra en medio del patio.
Adela se recostó sobre ella sin soltar una de las vergas, la que sin demora alguna se llevó a su boca, dedicándose a mamarla, mientras que otro de los peones separó sus piernas, y mientras ella estaba acostada de lado sobre la mesa, de pie enterró toda su verga dentro del coño de ella. De inmediato Adela comenzó a mover de manera única su culo y caderas, al tiempo que la verga de ese peón entraba y salía una y otra vez de su peludo coño.
Yo estaba boquiabierto, viendo como Adela se encontraba manteniendo sexo con esos dos desconocidos, al tiempo que los otros tres, acariciaban el resto de su cuerpo. Por unos instante hasta pensé en llegar donde ellos y suspender todo, pero al mismo tiempo me resultó tan excitante el ver a Adela en ese estado y haciendo todo eso, que definitivamente no pude hacerlo, por lo que permanecí en silencio observando detalladamente todo lo que sucedía sobre esa mesa.
Adela no dejaba de gemir y chupar con fuerza la verga que tenía entre sus labios, sin dejar de mover sus caderas, y ocasionalmente retirando la verga que tenía dentro de su boca le decía al tipo que le estaba dando por el coño, que le diera más duro. No bien acabó y ella definitivamente que disfrutó de un tremendo orgasmo, sin moverse de la mesa, y sin dejar de mamar la verga que tenía dentro de su boca, le ofreció sus nalgas a cualquiera de los otros tres que la desearan.
Un peón de piel negra como un azabache, agarró su tremenda verga, y se le fue encima a mi mujer, quien recibió por el culo semejante mastodonte, al tiempo que sacaba de su boca la verga que mamaba, para no morderla. Yo no podía creer lo que estaba viendo, un tercer tipo de esos sin importarle que ese coño se encontrase todo lleno de la leche de su compañero, se las ingenió para clavar su verga dentro del coño del mojado coño de Adela. Eso para mí en ese instante, resultó prácticamente inconcebible. Pero lo mejor de todo era la manera en que Adela les pedía que le dieran más y más.
Yo observando lo que sucedía en el centro del patio, y a pesar de haberme acostado con ella minutos antes, de momento al estar viendo esa escena, sentí que mi propia verga se volvió a poner dura, y cuando me vine a dar cuenta, me estaba masturbando al tiempo que veía a mi mujer follando con todos esos tipos. Después de un buen rato Adela finalmente se quedó en compañía de uno de los peones, quien buscó un gran cubo de agua, y personalmente ayudó a mi mujer a lavarse el coño. tras lo cual recostándola boca arriba sobre la condenada mesa, separó sus piernas y sin escrúpulo alguna clavó su verga dentro del coño de mi mujer.
Los gemidos, quejidos, y hasta gritos de placer que Adela daba, a medida que ese último peón bombeaba de manera salvaje toda su verga dentro de ella, en cierto momento temí que despertasen a todos en la hacienda. Pero al parecer no fue así, cuando ellos terminaron, Adela se quedó recostada sobre la mesa, y a medida que me fui acercando a ella, la vi con sus piernas bien abiertas, y como de su coño rezumaba ese liquido blanquecino y pegajoso que deslizaba entre sus nalgas. Mientras que su rostro a pesar de tener los ojos cerrados, reflejaba una gran felicidad.
Como pude la cargué hasta nuestra habitación, luego la llevé al baño donde bajo la ducha, lavé todo su cuerpo, incluso su abierto coño y culo. Luego la tendí sobre la cama y salí a buscar su vestido fuera de la casa. Al regresar, me encontré que Adela seguramente se había levantado, y siguiendo las húmedas huellas de sus pasos, llegué hasta las puertas de la habitación de su hermano. Pensé en atravesarla pero el sonido que escuché al otro lado de la puerta, me detuvo. Por lo visto Adela se le metió en la cama a mi cuñado, y en esos instantes ambos daban rienda suelta al sexo.
Me di por vencido, y me retiré a nuestra habitación sin saber que le diría al siguiente día. Cuando desperté a mi lado se encontraba Adela, completamente dormida, desnuda, hedionda a sexo, con todo su hermoso cabello rojizo alborotado. No le dije nada, Adela se vino despertando cerca del medio día, diciendo que tenía un tremendo dolor de cabeza y acusándome a mí de haberme aprovechado de ella. Yo decidí mantener el silencio, su hermano sin decirnos nada, daba la impresión de sentirse avergonzado, se despidió de nosotros, casi sin hablarnos.
Yo al llegar a casa estuve tentado de contarle todo lo sucedido, pero no le vi ganancia ninguna en eso. Lo que si es que cada vez que puedo procuro emborrachar a mi mujer estando completamente a solas. Ha y después de haberme tomado yo una buena dosis de las pastillitas azules.
Hola saludos mi nombre es joselyn,
Tengo 43 anos ,
vivo en el DF,Mi marido es pablo tiene 52
anos ,Tenemos un hijo de 18 anos ,
Relato erótico enviado por Andytorres el 08 de December de 2015 a las 21:47:15 - Relato porno leído 147189 veces
Si te ha gustado A mi mujer no la debo dejar beber sola. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar A mi mujer no la debo dejar beber sola. .
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
Ana Mireya
(29 de August de 2013 a las 22:52) dice:
Me gustó mucho, y que caballero al final. extrovertida
(20 de June de 2013 a las 01:51) dice:
muy buen relato me encanto , y ojala la sigas aprovechando en ese estado es muy excitante lo que pasa en ese momento de embriguez
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:09) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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