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A mi sobrina le encanta cabalgar la reata ( CON fotos)

Arandi Relato enviado por : Arandi el 21/04/2015. Lecturas: 13644

etiquetas relato A mi sobrina le encanta cabalgar la reata ( CON fotos)   Familiares .
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Resumen
Grabé a mi sobrina haciendo travesuras.


Relato
Ya antes he hablado de una de mis sobrinas quien encontró su vocación en una actividad que le rinde excelentes ingresos económicos y harta satisfacción: el placer de ser sexoservidora. Pero esta vez pienso escribir sobre otra sobrina, su hermana menor quien aún va a la secundaria.

En este relato la llamaré Yesenia, ocultando su verdadero nombre con el fin de proteger su identidad. Es la hija pequeña de mi hermano y es todo un desmadre. A diferencia de su hermana, aún no obtiene ingresos propios y pierde el tiempo desperdiciando su juventud; ni estudia ni trabaja. Supuestamente va a la secundaria pero, la verdad, se la pasa faltando a clases y yendo a conciertos con su novio Martín, quien tiene facha de ser todo un vago sin oficio ni beneficio, pues sus apariencias así lo delatan. Siempre anda con pantalones sucios y camisetas mugrientas y desgastadas; se la pasa en conciertos, fiestas, toquines y (yo creo) fumando mota (por como huele).

En fin, el incidente que estoy a punto de narrar ocurrió hace algunos meses. Dado que sus padres están separados, ambas sobrinas pasan una temporada con cada uno. Esa ocasión a Yesenia le correspondía pasarla con su padre (aunque en realidad la pasaba en casa de su abuela pues, como mi hermano a sus 35 años aún no se independiza, sigue viviendo con nuestra madre).

He de decir que la chiquilla se ha desbocado desde que sus padres se divorciaron; de muy pequeña siempre fue del cuadro de honor y recibió reconocimientos e incluso becas, lamentablemente tras la separación de sus padres todo cambió. La mayor parte del día se la pasa en la calle y engaña a sus papás al decirles que va a clases, cuando en realidad se la pasa con amigos o con su novio. Yo creo que este año escolar la truenan (y no del himen, que ese ya se lo tronaron hace un par de años).

Yo ya estaba harto de tal farsa, pues Yesenia incluso le sacaba dinero a mi madre, supuestamente para útiles escolares, aunque en realidad se lo gastaba en otra cosa (pura hierba de la verde), así que ideé un pequeño plan. Como me suponía que, como en otras ocasiones, la chiquilla llevaría a su novio a la casa con el pretexto de realizar algún trabajo escolar, decidí colocar una cámara escondida en su habitación, donde seguramente se encerraría con él. La idea era grabar como se fajaba con el chico y después mostrárselo a mi madre para que le leyera la cartilla a mi hermano por mostrarse tan indolente e irresponsable.

Bien, pues, aprovechando que en el cuarto de Yesenia aún hay muchos muñecos de peluche, se me ocurrió esconder la cámara entre un montón de ellos.

Poco después le dije a mi madre que, si quería, la llevaba al mercado; así la chiquilla actuaría a sus anchas al ver que su abuela estaría fuera de casa. Mientras salimos mi madre y yo, el inútil de mi hermano, como era habitual, permaneció tiradote en el sillón viendo televisión, sin preocuparse por su hijita o por lo que hiciera en su habitación.

Ya por la noche, aproveché que Yesenia había salido a un concierto para entrar a su cuarto y recoger así la cámara.

En mi departamento, en privado, comencé a checar lo que el aparato había capturado. En efecto, mis suposiciones habían sido ciertas y mi sobrinita aprovechó la ausencia de su abuela para llevar un chico a su cuarto, sin embargo, no se había tratado de Martín, su novio.

Aquel chico del video (según me pude enterar por la conversación que en la grabación sostenían él y mi sobrina) era un amigo de Martín quien le había ganado una apuesta. Según entendí, su premio consistía en poder metérsela a la novia de su amigo (o sea a Yesenia) unas veinte veces. Es decir que aquel joven moreno se la metería a mi sobrina pero no se la tiraría libremente sino que las metidas estaban contadas.

Mientras veía tales imágenes, no me podía creer con qué facilidad, la muy zorra de mi sobrina, obedecía al pendejo de su novio dejándose usar por aquel otro chico. Después de encerrarse en la habitación, y sin importarle que el vago de su padre estuviera acostadote a un par de metros de allí, Yesenia se recostó sobre su cama, se desabrochó cinturón y pantalón bajándose éste hasta las rodillas. Luego flexionó sus piernas sobre su pecho dejando su sexo al aire (¡la muy golfa ni siquiera llevaba calzones!).

El chico, trepándose en la cama, se colocó frente a ella y comenzó a lamerle su delicada pucha. Le dio varias relamidas antes de voltearla y dejar a Yesenia en posición de perrito atropellado con el culito bien parado.

—Prométeme que no le contarás a nadie de esto, mucho menos en la escuela –mi sobrina le pidió¬ al chico y éste hizo un juramento entrelazando su dedo meñique con el de mi sobrina.

El chamaco aquel se bajó la cremallera del pantalón y (siendo honesto, para mi asombro) sacó una vergota larga (por lo que pude notar, parecía que procedía de ascendencia negra, pues, además del tono de piel, estaba bien dotado). Yesenia ni se inmutó de tremendo aparato, supuse que ya había visto otras falanges como esa.

Después de hundir su cara en la panocha de Yesenia (tratando de dejar bien lubricada la entrada) paseó su pedazo de carne por toda la línea formada por la hendidura que separaba las nalgas de mi sobrina, hasta su delicada raja. De arriba abajo y de abajo a arriba resbaló aquel instrumento. Después dio pequeños y pícaros golpecitos con la punta de su miembro sobre la vagina de mi sobrina hasta que ella, harta de esos preliminares, con voz imperativa le exigió:

—¡Ya, métemelo rápido que va a llegar mi abuela!

El cabrón chico, en respuesta a la exigencia, le dejó ir de un solo empujón toda su hombría sin delicadeza, haciéndosela sentir hasta el fondo. En la cara de Yesenia pudo notarse una expresión que reflejaba su sentir al tragarse de un solo bocado tremenda mandarria (ya decía yo que aquel bastón era demasiado para una plebita como ella).

El muchacho, así como la metió, la sacó enterita y la volvió a meter.

Pese a todo, después de la primera ensartada, a mi sobrinita no pareció hacerle mella las siguientes metidas pues se supo tragar (vaginalmente) aquella tremenda longaniza masculina.

Aquel báculo de carne se hundió unas cuantas veces más de igual manera; de un solo empellón entraba tremenda mandarria (no cabe duda, aquel chico sí que supo desquitar dicha apuesta con aquella verga de burro que se cargaba).

En cada arremetida la cabeza de Yesenia corría el riesgo de estrellarse con la cabecera de la cama (tan fuerte eran los empellones).

—Bueno ya estuvo bien. —por fin exclamó mi sobrina cuando se contaron las veinte ensartadas.

Las metidas estaban contadas, y acabado el número determinado Yesenia ya se disponía a ajustarse el pantalón de nuevo. El chico le chilló pidiéndole que le dejara chupar el culo que, según él, en la escuela todo mundo sabía que aquello le gustaba. Tras unos ruegos más ella accedió.

—Bueno, está bien pero date prisa que ya mero llega mi abuela.

Se volvió a arremangar el pantalón hasta las rodillas y se puso en cuatro.

El chico, tras colocarse atrás de ese hermoso culito, enroscó su lengua en taquito y la introdujo en el pequeño orificio del escape cloacal de mi sobrina. La niña hizo muecas chistosas tras aquella intrusión lingual. Era obvio que le gustaba y que, incluso, encendía sus fuegos uterinos.

—¡Qué rico... ay, siento que me voy a cagar! ¡Ay ay ay... párale, párale o te juro que se me escapa un pedo!—expresó ella con cara de que lo decía enserio.

El chico dejó de darle lengua sólo para introducir, esta vez, uno de sus dedos previamente lubricado con su saliva en aquel orificio.

—¡Qué rico culo tienes! Está bien apretadito. Seguro que el pendejo de Martín ni siquiera te lo ha desflorado, ¿verdad? —le dijo él y posteriormente se relamió el dedo que había estado en el ano de Yesenia para volverlo a meter.

Luego introdujo tres dedos pero esta vez en su vagina.

—Y la pucha la tienes bien mojadita, se nota que estás bien ansiosa. Quién te viera en la escuela... jajaja. Anda déjame terminar de culearte.

—Mmmm... bueno va, nomás no le vayas a contar a Martín que te permití hacerme todo el numerito, ¿Ok? Y mucho menos vayas a pregonarlo en la escuela, no quiero que me vean como puta («ja ja ja, como si no fuera cierto», pensé).

El chico ya había tomado posición y estaba a punto de clavársela por el recto cuando ella protestó.

—¡No! ¡Por ahí no! Eso sí no, se lo estoy reservando a Martín, es para su cumpleaños. Además tú la tienes muy larga.

—¿Más larga que la de él? —preguntó malicioso el muchacho.

—Ay ya sabes, no te hagas —le contestó con una sonrisa ella.

Al final quedaron: él recostado y ella sobre él. Yesenia se la clavó por propia mano y lo comenzó a cabalgar cual jinete, una verdadera gaucha innata, se podría decir de sólo verla. Y de sólo verla se antojaba ser cogido por una mujer que se moviera así de bien. Se notaba que la chiquilla sabía mover su pelvis, su cintura, su culo, en fin todo su cuerpecito; el vaivén se veía increíble, además era
alternado por movimientos oscilatorios muy ricos de vez en cuando.

Total que, en uno de aquellos vaivenes propios de la cópula, pude ver como el chico se contraía de los huevos mientras que tensaba ambas piernas y los dedos gordos de sus pies se estiraban al máximo. Mi sobrina se despegó de él de un salto. El muy cabrón se le había venido sin decirle: “agua va”. La chamaca apenas pudo evitar verse completamente bañada en su interior por el semen de aquel hijo de puta, puesto que claro, los muy irresponsables ni siquiera se habían molestado en usar condón. Ella se molestó evidentemente y él se justificó escudándose en la cachondez de sus meneos, diciendo que fueron estos los que le hicieron venirse pronto.

Mientras ambos discutían se alcanzó a oír, desde fuera de la habitación, la voz de mi madre quien avisaba que ya había llegado del mercado. En chinga ambos adolescentes se vistieron y salieron apurados del lugar. Ahí terminó todo.

Al terminar de ver la grabación decidí no mostrársela a mi madre. Preferí guardarla en secreto pues aquello me había prendido cachondamente (la verdad me hago una chaqueta cada vez que la veo). De hecho eso fue lo que más adelante me animó a buscar a una sexoservidora de tipo “teen”. Además, quizás más tarde, de seguro que podré cachar a mi sobrina en otra de sus movidas.

FIN



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A partir de ese momento ya no pude ver a mi sobrino como tal, sino ya lo veía como un hombre que deseaba cogerme sin control, a cada oportunidad que mi sobrino tenia lo aprovechaba para ver mi cuerpo, esto era cuando me cambiaba, bañaba, entre muchos otros momentos que tenia para verme y lo más lascivo era que yo no hacía nada para evitar que me viera, al contrario cada vez que me bañaba dejaba la puerta abierta para que me viera y así en la ducha con la certeza que me estaba viendo yo hacía movimientos sensuales e incluso con el pretexto de lavarme mi zona intima yo me la tocaba con tanta sensualidad que sin duda sabia que él tenía su pene bien erecto desde donde estaba viéndome.
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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:45) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:22) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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