Aún recuerdo la primera vez que vi a Jennifer, una joven de figura exquisita e inocencia angelical, con una voz sumisa y pausada, era apenas una adolescente que comenzaba a defenderse sola en la vida, creo que me enamoré a primera vista y mi instinto hizo que la contratara inmediatamente como secretaria.
Yo era un abogado en pleno ascenso y necesitaba una compañera de ruta donde sostenerme, que se encargara de todas esas cosas secundarias en las cuales yo no podía perder tiempo.
Relato
ABOGADO
Aún recuerdo la primera vez que vi a Jennifer, una joven de figura exquisita e inocencia angelical, con una voz sumisa y pausada, era apenas una adolescente que comenzaba a defenderse sola en la vida, creo que me enamoré a primera vista y mi instinto hizo que la contratara inmediatamente como secretaria.
Yo era un abogado en pleno ascenso y necesitaba una compañera de ruta donde sostenerme, que se encargara de todas esas cosas secundarias en las cuales yo no podía perder tiempo.
Los días fueron pasando, me acostumbré a su rostro, a esos ojos cafés, a esa piel blanca y pecosa, a esos brackets que tanto la incomodaban, a esos pechos turgentes, a esas piernas de ensueño y a esa cola que a diario llenaba mi vista.
Pero Jennifer no era solo un cuerpo bonito, no señor, era sumamente inteligente, decidida, alguien en quien podía confiar, dueña de hermosos sentimientos y un corazón generoso.
Y pasó lo que tenía que pasar, nos enamoramos perdidamente uno del otro, no pudimos evitarlo, formamos una familia, solo había un pequeño detalle que nos distanciaba, era que le llevaba unos quince años de edad, un dato no menor, que ignoramos en ese momento, pero que sería fundamental a futuro.
Y así es que actualmente, tengo más de cincuenta y ella apenas treinta y cinco, el amor sigue latente, pero estamos en diferentes sintonías su sexualidad requiere un trabajo que yo no puedo seguir, no podría seguirle el ritmo, y a pesar que ella jamás me hizo algún planteo hay cosas que son obvias y no podría dejar pasar por alto…
Un mes atrás estábamos en el patio de casa, en una gran hamaca en el verde césped, ella se adormeció en mi regazo a la tibia luz del sol de primavera, mientras yo acariciaba su cabello y observaba su rostro, una obra perfecta del creador…
Jennifer dormitaba relajada, con respiración pausada, en la inconsciencia del sueño sus labios dejaron escapar:
- Mmmmm… Lázaro… Lázaro… te deseo…
No mucho mas, pero con la claridad suficiente para no tener dudas, el problema era que yo me llamo Rafael, y Lázaro no es ni nada más ni nada menos que un viejo conocido con el que nos frecuentábamos de vez en cuando, un colega que había sido discípulo mío en mis años de docente universitario y con el cual compartíamos ahora algunos trabajos.
Nunca dije nada de lo que había escuchado, tal vez por mí profesión medité bien que hacer antes de tomar una decisión apresurada que pudiera arrepentirme a futuro, no siempre se pueden ganar todos los litigios, y si uno sabe que tiene muchas chances de perder, siempre es mejor hacer un mal acuerdo a perder todo por orgullo.
Así que invité a cenar a nuestro amigo, como hacía de costumbre, solo que esta vez yo sabía algo que ellos no sabían.
Esa noche compré comida hecha, si Jennifer cocinaba el aroma a comida se iba a pegar en su piel, cosa que no quería. La hice vestir sugerentemente atractiva, con el cabello recogido y solo unos bucles colgando por delante de sus orejas, en las cuales lucía unos largos pendientes, un vestido ajustado, de un gris platinado, de espalda descubierta de manera que sus gruesos pezones desnudos resaltaban como grandes botones contra la tela, ajustado en la cintura, ajustado en las caderas, dejaban notar los elásticos de su discreta tanga, a media pierna, en corte en diagonal, con delicados zapatos de finos y altos tacos, diablos que bonita era!
Aún estaba pintando sus ojos cuando Lázaro tocó a la puerta.
La cena fue amena, era evidente el esfuerzo que hacía nuestro amigo para que sus ojos no fueran derecho a los pechos de mi esposa, esto me causaba un tanto de triste gracia, porque yo la había preparado para él, como un obsequio, como el mejor obsequio…
Solo me aseguré que Jennifer bebiera más de la cuenta, porque yo sabía cómo se desinhibía con unas copas de más…
Estábamos comiendo un postre helado que Lázaro había traído cuando comenzó a sonar un llamado en mi celular, en realidad era la alarma que había ajustado previamente, incluso cambiando el ringtone, poniendo la melodía de llamada como la de alarma, así mi esposa pensaría que realmente era una llamada.
Les metí una excusa que no sonara muy inusual, traté de sonar convincente, solo pedí unos minutos, a mi amor no le extrañó...
Así me despedí de ambos con la promesa de regresar pronto, tomé una campera liviana, las llaves del garaje que está a una cuadra de casa y las llaves del coche, cerré la puerta del frente y luego la del patio, pero nunca salí, me quedé al acecho en la oscuridad, asomado a la ventana…
Ellos se sentaron muy cerca y Lázaro no tardó en apretar con fuerza los pechos de mi esposa, ella respondió como una leona abrazándolo por el cuello y besándolo profundamente, con locura, Jennifer se montó sobre mi amigo, en la misma silla, frente a frente, el levantó su vestido exponiendo esas nalgas grandes y perfectas para acariciarlas y refregarlas, al tiempo, ella bajando sutilmente el frente de la prenda liberando sus preciosas tetas para luego enterrárselas a él en la boca, sin darle opción…
Lázaro se perdía entre las tetas de mi amada, desde la ventana podía ver sus pezones duros como piedras, podía oler su inconfundible perfume y escuchar sus gemidos felinos por el placer que él le regalaba.
Lo vi apretar la tanga calada en su puño y tirar para arriba una y otra vez, haciendo que se entierre más y más en el sexo femenino, hasta hacerla bramar de locura.
A todo esto seguían intercambiando besos y más besos, levantando la temperatura del lugar y yo sufría una terrible erección al verla tan entregada y excitada, todo iba como suponía que iba a suceder, pero de repente ella se incorporó trastabillando y tartamudeando entre excitación y desconsuelo reprochó:
- Basta, basta Lázaro… no puedo… no puedo hacerle esto a mi esposo…
- Dale tonta, no te reprimas, terminemos con lo empezado…
- No, no puedo, sabes que lo amo, a pesar de que…
- A pesar de que? de que no puede cogerte como yo te cojo?
- Sabes que no me gusta que te compares con el… no seas injusto…
Entonces, mi amigo, al ver que la conversación se desviaba por un camino que no estaba dispuesto a transitar y que la situación parecía perder temperatura, optó por callarse y cambiar de táctica, fue donde estaba ella obligándola a recular hasta la pared, para agacharse luego a sus pies, levantar su pierna izquierda haciéndola quedar en equilibrio sobre la otra, correr el frente de la bombacha y perderse en una interminable chupada de concha, ella aún parecía negarse, como una lucha entre lo correcto y lo prohibido, pero en cuestión de minutos volvió a ceder a la tentación, cerró los ojos para ya no abrirlos, jugando con sus manos en sus hermosas tetas, sus gemidos se hacían cada vez más fuertes y constantes, ahí comprendí que estaba irremediablemente perdida y entregada…
Ver al amor de tu vida teniendo un orgasmo increíble en brazos de otro hombre no es una situación común de experimentar, sentía la adrenalina y la pasión en mi sangre, la sentía hervir…
Solo la dejó cuando ella lo obligó a apartarse nuevamente, lo hizo sentar y Lázaro quedó de espaldas a la ventana tapándome todo el cuadro, solo vi las piernas de Jennifer sobre sus rodillas, perdida entre las piernas de mi amigo, apenas alcanzaba a ver algunos bucles de su cabellera subiendo y bajando, subiendo y bajando, una y otra vez, el estaba relajado y la dejaba hacer, y si bien casi no podía ver sentía mi pija cada vez más dura, me la imaginaba haciéndolo, y la imaginación muchas veces es peor que la realidad.
Los gemidos de mi amigo empezaron a llenar el cuarto, y Jennifer parecía no querer detenerse, de hecho el quiso detenerla un par de veces pero ella apartaba sus manos y el volvía a caer rendido a sus encantos, y yo sabía que era muy buena en eso, y si te agarraba no pararía hasta el final…
El volvió a tomar la iniciativa llevándola nuevamente contra la pared, ayudándose con ella la levantó en el aire y la dejó apoyada, con las piernas abiertas y colgadas entre sus brazos, ella se preparó a recibirlo abrazándolo con firmeza, y fue penetrada como con una daga, filosa y brillante, arrancando un grito de placer, se besaron y el la bombeaba una y otra vez, mas y mas, con locura, con firmeza, él le recriminaba al besarla
- Puta! Que gusto a pija que tenes en esa boca…
- Si?... ayyy! … te parece--- ayyy!
- Si… mirá si llega tu marido… que va a decir?
- No importa… ayyy! … que sepa cuanto… ayyy!... me gusta chu… ayyy!... chuparte la pija… ayyy!...
Me causaba cierta gracia, no puedo negarlo… pero lo dejé llegar al final, aún agazapado vi como Lázaro le llenó la concha de leche mientras ella gritaba como pocas veces la había escuchado gritar… la bajó lentamente y era evidente que pensaban seguir, pero ya era demasiado, tomé mi celular y le mandé un whatsaap ‘llego en cinco minutos’
Fue suficiente para generar un caos entre ambos, se chocaban como tontos, trataban de acomodarse la ropa, el cabello, borrar huellas, olores, era cómico…
Al fin me presenté nuevamente ante una tensa calma, les conté un verso improvisado pero era evidente que por los nervios que tenían no me escuchaban, no podía contener la risa.
Pero lo mejor estaba por venir, con la suficiente diplomacia despedí a Lázaro, quedamos a solas con mi esposa y café de por medio charlamos un poco, yo con una inocencia total la escuchaba atentamente, ella balbuceaba tratando de hilvanar frases coherentes…
Al fin fuimos a la cama, me dio un beso de buenas noches, luego la espalda y se dispuso a dormir, solo que yo no pensaba dormir…
Saqué de golpe las sábanas que nos cubrían, la tomé por la fuerza arrastrándola al borde de la cama, de manera que quedara arrodillada en el piso, con su cuerpo sobre el colchón, creo que casi todo lo que hice fue con un dejo de inconsciencia, casi sin pensar demasiado, le bajé con fuerza la tanga, aún podía percibir en mi imaginación los jugos de Lázaro, le di una fuertísima bofetada en esas nalgas blancas y carnosas, Jennifer no entendía nada pero me dejaba hacer, le dije con firmeza:
- Puta! Querés un hombre? Ahora vas a tener un hombre…
Escupí mi mano y unté mi verga que estaba dura, luego repetí la operación, solo que ahora unté el esfínter de mi amada, ella solo seguía en una posición defensiva y sumisa, apoyé mi pija en él y forcé lentamente hasta metérsela por completo en el culo, hasta el fondo, sentí su anillo apretar mi tronco, comencé a moverme, implacable, imparable…
Ella estaba entregada y percibí que mientras le hacía el culo gemía como una perra en celo, acariciaba su clítoris con sus dedos, incluso metía alguno en su concha acariciando el miembro que la sometía por el otro agujero.
Estaba poseído, apretaba con fuerza sus grandes cachetes clavando mis uñas en ellos
- Te gusta? te gusta perra ramera? sucia, bastarda…
Pero ella no respondía a mis insultos, solo gemía mas y mas, creo que gozaba con un enorme cargo de conciencia, empezó a contraerse involuntariamente, era la primera vez que se acababa cuando le hacía el culo, y yo me vine detrás de ella, no sé cuanto fue, pero me sentía acabarme en su interior como hacía mucho tiempo que no me acababa.
No hubo más palabras, solo nos abrazamos para quedarnos dormidos…
Al día siguiente, mientras desayunábamos no había mucho que decir, parecíamos interrogarnos con la mirada, ella como que presentía que yo sabía, yo sabía que no debía preguntar nada que me delatara, y quedamos presos de un juego perverso, solo me preguntó que me había pasado que la había tratado de esa manera, como nunca la había tratado, solo sonreí como respuesta, le dije que la amaba…
Y esa es mi historia, algunos pueden decir que como abogado perdí este caso, que cedí demasiado, yo prefiero ver el medio vaso lleno, creo que pudiendo perderlo todo conseguí el mejor arreglo que podía conseguir…
Si eres mayor de edad puedes escribirme a con titulo ABOGADO a dulces.placeres@live.com
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 514139 veces