Un día que mi hija se duerme en el coche por culpa de una borrachera, no puedo resistirme a sus encantos y termino abusando de ella
Relato
Abusé de mi hija
Mi hija se ha convertido en una calientapollas. De pequeña, era una niña muy dulce e inocente que sólo podría haber excitado a un degenerado. Sin embargo, todo cambió cuando pegó el estirón. Sus tetas crecieron, su culo engordó, su cintura se estrechó y sus piernas se alargaron. Dejó de peinar y maquillar muñecas y empezó a hacerse todo eso a sí misma. Su forma de vestir también cambió. Ya no llevaba la ropa de dibujos monos que mi mujer le había estado comprando durante tantos años, sino que se ponía escasos trozos de tela que apenas cubrían su cuerpo.
En cuestión de pocos años, mi hija se convirtió en un putón. Cada dos por tres, salía con algún chico nuevo que, por más que lo miraba, no podía comprender por qué motivo le gustaba a mi hija. Más de una vez mi mujer encontró cajas de preservativos de distintas marcas entre sus cajones. Incluso, una vez al llegar completamente borracha a casa a las tantas de la madrugada, la muy tonta llevaba uno pegado al culo. Prácticamente todos los días teníamos alguna bronca. La mayoría de las veces era porque quería vestirse como una puta para ir a clase y a mí no me daba la gana dejarla, otras porque nunca respetaba la hora que le poníamos para volver a casa y el resto porque no nos trataba a mi mujer y a mí como nos merecíamos. La felicidad que nos trajo cuando nació se terminó con su primera menstruación.
Desgraciadamente, todo esto no fue lo peor. Lo peor fue que empecé a ponerme cachondo cuando la miraba. Ocurrió el verano que cumplió dieciocho años. Se fue de vacaciones a Ibiza una semana y, cuando volvió, la vi como a una mujer por primera vez en toda su vida. No sé qué pasó en mi cabeza ya que ella seguía siendo la misma persona que una semana antes. Era igual de chula, descarada y contestona. Sin embargo, a mis ojos, había dejado de ser una niñata y fue ahí donde empezó mi verdadera tortura.
Cada vez que la veía ligera de ropa por casa, cada vez que se sentaba en una silla abierta de piernas, cada vez que me rozaba con ella en el pasillo o cada vez que me abrazaba cuando le daba dinero, me empalmaba. No podía evitarlo a pesar de que me hostigaba por ser un enfermo que miraba a su hija con deseo. Era tan excitante que no me podía resistir. No podía dejar de imaginarme besando sus carnosos labios, estrujando sus senos y metiendo mi pene en sus profundidades. Se convirtió en una obsesión.
Una vez que me quedé sólo en casa, fui al cesto de la ropa sucia y busqué una de sus bragas. Las miré bien y vi que tenían una ligera mancha en la zona de la vulva. Pensé que seria de sus fluidos y me la lleve a la nariz para olerla como un salido desesperado. Me senté en el váter y me masturbé pensando que chupaba su coño. No me quité las bragas de la cara hasta que me hube corrido.
Mi perversión iba a más cada día que pasaba. Empecé a espiarla siempre que podía cuando estábamos los dos solos en casa. Buscaba la forma de mirar por la rendija de la puerta del baño cómo se duchaba. Miraba a hurtadillas cómo el agua resbalaba por su cuerpo mientras yo tocaba mi miembro. A veces, me colaba en su dormitorio para cotillear su ropa interior y terminaba masturbándome sobre su cama fantaseando con que ella me hacía a mí lo mismo que a sus ligues. Incluso, imaginaba que la penetraba a ella cuando follaba con mi mujer.
Sin embargo nunca me atreví a tocarla. Nunca me atreví hasta que llegó el día en que pude hacerlo sin consecuencias desagradables.
Una noche de madrugada, una de sus amigas me llamó al móvil para que fuera a recoger a mi hija porque se había emborrachado y no tenía otra manera de volver a casa. Me cagué en toda su familia empezando por su madre y terminando por mí. ¡Era el colmo de la desfachatez que tuviera que levantarme a las tantas de la noche para ir a buscarla borracha! De haberla tenido delante en ese momento, estoy seguro de que nadie habría podido evitarle que le diera dos buenas ostias.
Cogí el coche y no tardé en llegar hasta donde estaba esperándome. Sus amigas estaban con ella, riéndose como pánfilas igual de borrachas que mi hija.
-Hola papá, ¿Cómo estas?
Le hubiera partido la cara ahí mismo, pero me contuve. La agarré por los brazos y la metí en el asiento del copiloto. Dejó uno de sus tacones por el camino y quiso levantarse a recogerlo pero yo no la dejé. Tenía demasiados. Arranqué el coche y puse rumbo a casa reprimiéndome la ira. Mi hija, en cambio, parecía encontrarle la gracia a todo y su risa estúpida me sacaba de quicio. Por suerte, pronto se durmió
Fue al llegar a un semáforo en rojo cuando me di cuenta. Una de sus tetas se había salido de su más que apretado escote, probablemente, cuando la obligué a meterse en el coche. El cabreo que llevaba encima se evaporó al instante y lo sustituyó el deseo. No pude apartar la vista de su seno, que se veía blando y suave. Su pezón y la aureola que lo envolvía eran pequeños y daban ganas de chuparlos para comprobar si salía leche de ellos. El sonido del claxon de un coche que venía detrás me despertó y tuve que apartar la vista para poder conducir de nuevo. Sin embargo, volvía a mirar aquella teta cada dos por tres, deseando tocarla.
Cuando paré en el siguiente semáforo, lo hice. Me aseguré de que ella estuviese dormida y estiré un dedo para tocar su suave pezón, que se puso duro con el contacto de mi piel. No me conformé y dejé que su pecho descansara sobre la palma de mi mano. Lo estrujé un poco y recordé cómo eran los de mi mujer cuando todavía era joven. Por desgracia, otro claxon me obligó a dejar de hacer aquello.
Sin embargo, yo quería seguir. Mi polla estaba completamente dura dentro del pantalón y me hacia daño. Quería sacármela y aliviar esa presión y quería hacerlo con mi hija. Mi enfermo cerebro se puso a trabajar. Ella estaba borracha y dormida por lo que probablemente no se daría cuenta de nada. Mi mujer dormía en casa y era un peligro ir alli pero había un pequeño bosque cercano donde podríamos estar tranquilos. No lo dudé. Como un perro muerto de hambre, encaminé mi coche hacia la comida. Diez minutos después aparcaba en el bosque.
Ella seguía dormida, así que aproveché para volver a tocarla. Me maravillaba la suavidad de su piel y la turgencia de su pecho. Abrí mi bragueta, retiré el calzoncillo y saqué mi polla. Fue todo un alivio dejar de sentir la constricción de la tela y poder acariciar la parte de mi cuerpo que más atención reclamaba en ese momento. Pretendí conformarme con masturbarme mientras tocaba la teta de mi hija, pero deseché la idea en pocos segundos. Quería más.
Dejé de sacudírmela y usé mi mano izquierda para tocarla a ella. Llevaba una falda muy corta que apenas le cubría nada y pude disfrutar de la suavidad de sus piernas recién depiladas. Deslicé la palma por todo su muslo hasta meterla bajo la prenda de ropa. Me llevé una sorpresa agradable que me hubiera puesto de muy mala leche en otro momento. Mi hija no llevaba bragas.
Su coño caliente quedó a merced de mis dedos que no dudaron en palparlo en toda su extensión para que pudiese hacerme una idea de cómo era sin tener que verlo con los ojos. Era más suave incluso que sus tetas, al igual que también era más blandito. Ella seguía durmiendo y decidí aprovecharlo para aventurar un dedo dentro de ella. Sonreí por mi atrevimiento y disfruté del tacto húmedo del interior de su cuerpo.
Llegó el momento en que me tenía que decidir; o paraba de tocarla y me aliviaba de una vez o me la follaba allí mismo. Le di unos suaves guantazos en la cara y la llamé por su nombre para ver si despertaba, pero no hubo manera. Así que tenía vía libre para hacer lo que quisiera con ella y decidí violarla.
Debo ser el peor padre del mundo y, probablemente, una de las peores personas que existen. Pero verla dormida, apenas vestida, con un pecho fuera y por completo a mi merced me excitó demasiado. Mi hija era toda una mujer a la que necesitaba catar y esa era mi oportunidad.
Recosté el asiento del coche todo lo que pude para que quedase tumbada y le levanté la falta. Su vulva, completamente depilada, quedó a mi vista. Estiré mi mano izquierda y volví a tocársela pero disfrutando de ver cómo mis dedos se metían dentro de su cuerpo. Retiré la mano y me la llevé a la cara para oler los restos de sus fluidos. Su olor me excitó aun más si cabe y bajé mi cabeza hasta sus piernas para disfrutarlo.
La postura era incómoda y apenas podía meter mi cabeza entre sus piernas sólo ligeramente abiertas. Aun así, pude meter la punta de la nariz entre sus pliegues y aspirar con fruición su aroma, abrí la boca y besé a mi hija en esa parte con la misma pasión con la que años antes besé a mi mujer. Mis labios se pegaron a los suyos y mi lengua exploró el interior de su cavidad donde un montón de fluidos esperaban a ser degustados por mí. Menuda delicia.
Quise volver a meter un dedo dentro de ella por lo que me incorporé de nuevo sobre el asiento y deslicé uno en su vagina. Todo era caliente, suave y húmedo. Empujé tanto como pude para que llegara lo más adentro posible y la necesidad de penetrarla con mi miembro se hizo insoportable. Así que me coloqué sobre su asiento apoyándome en los brazos para no aplastarla con mi cuerpo y me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos.
Mi babeante pene y mis adoloridos testículos quedaron por fin libres. La miré y no pude evitar regocijarme de su situación, ya no era la chula que se enfrentaba a su madre y a mí. Era una borracha sedada por el alcohol que estaba por completo sometida a mi voluntad. Lo que yo quisiera hacer sería lo que se hiciese y ella no podría impedirlo.
Recordé que si quería follármela lo mejor era que usase un condón por lo que, con bastante trabajo, tuve que sentarme de nuevo en el asiento del conductor, buscarlo y ponérmelo, pero, una vez que lo hice y que me coloqué de nuevo sobre ella, nada la salvó. Besé su boca con la misma pasión y dedicación con la que le había besado el coño. Desgraciadamente, su falta de colaboración fue un incordio esta vez porque sus dientes estorbaban. Aun así, disfruté igual.
Agarré mi pene y lo coloqué entre los labios de su chocho. Me hubiera gustado que me la chupara pero me hubiera costado bastante acercarla a su boca en el coche. Conformándome con sólo meterla, moví mi pene arriba y abajo dentro de su abertura de forma que sus labios se separasen de igual forma a la que la harían con un dedo. Me excitaba ver mi pene juguetón tocando la vulva de mi hija.
Lentamente, lo deslicé dentro de su vagina con mucho cuidado de no hacerle daño. No me importaba que le doliese, ya que llevaba unos cuantos años siendo verdaderamente insufrible, pero no quería dejar marcas. Cuando lo tuve dentro, me acomodé sobre ella y comencé a mover las caderas. Mi pene entraba en su cuerpo, salía de él y volvía a entrar una vez tras otra. Una de mis manos amasó una de sus tetas casi como si fuera pan y mi boca volvió a pegarse a la suya.
Arqueé la espalda y hundí mi cabeza entre sus pechos. Su esponjosidad envolvió mi cara y no dude en lamer la piel que quedaba al alcance de mi boca. Chupé cada uno de sus pezones y mamé como si fuese un niño pequeño. Completamente ido por la pasión, me olvidé de que mi hija estaba dormida y le mordí. Aquello fue un error porque, sin llegar a despertarse del todo, murmuró "no hagas eso Juan". No tenía ni idea de quién era Juan pero se me encogió el corazón ya que tendría un grave problema si se daba cuenta de lo que estaba pasando. Por suerte, no lo hizo. Volvió a dormirse y pude seguir con lo mío con un poco más de cuidado.
Serené un poco el ritmo de mis embestidas, que ya había alcanzado una velocidad considerable y dejé mi cabeza quieta sobre la suya sin llegar a tocarla. Quería mirarla por si se despertaba. Además del sonido de su respiración, suave y tranquila, el único ruido que llegaba a mis oídos era el chapoteo que producía mi pene al entrar y salir de su vagina.
La besé con suavidad en los labios y empecé a sentir el aluvión de cosquillas en la punta del pene que preceden al orgasmo. Algo dentro de mi tripa se tensó involuntariamente y mis ojos se cerraron. Mi respiración se volvió entrecortada y los músculos de mis piernas se tensaron. Metí mi pene dentro de ella con una sacudida más fuerte que las otras y noté como eyaculaba dentro de ella. Menudo gustazo, había logrado consumar lo que tanto había ansiado durante ese tiempo.
No se la saqué de inmediato sino que me moví en su interior un poco más, aunque más lentamente. Cuando quedé por completo satisfecho y mi pene empezó a ponerse flácido, dejé de penetrarla y me senté de nuevo en el asiento del conductor.
Había sido una experiencia genial. Me quité el condón y cuando iba a anudarlo se me ocurrió una idea. Metí dos dedos dentro del plástico y saqué un poco de mi semen. Tenía que dejar mi huella en ella e iba a hacerlo con eso. Acerqué mis dedos a su boca y unté mi esperma por sus labios con la mayor delicadeza que pude. La semilla que una vez la creo, volvió a mi hija.
Después, le coloqué la ropa, me vestí y volvimos a casa. A la mañana siguiente, no ocurrió nada ya que ella no recordaba lo que pasó en el coche. Sin embargo, desde esa noche no puedo quitarme de la cabeza a mi hija. Pensé que con follármela mi interés por ella se terminaría pero ha ocurrido justo lo contrario. Cada vez que me encuentro con ella no puedo evitar recordar como mi pene se hundía en su vagina, lo suave que era su piel y lo blandos que eran sus tetas. Y, desde entonces, no dejo de maquinar como abusar de nuevo de ella.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783597 veces
Si te ha gustado Abusé de mi hija vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Abusé de mi hija.
elgrancochino
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
volcomsonico
(9 de March de 2011 a las 21:25) dice:
Es algo fuerte, pero mas fuerte fue mi venida cuando lei esto pillin1974
(3 de January de 2011 a las 08:40) dice:
excelente relato.ojala y escribas mas,saludos. lobocalientee
(29 de January de 2011 a las 19:58) dice:
Buen relato, me calento, ojala escribas la continuacion de tirarte denuevo a tu hija pero esta vez que ella se deje dieblack
(28 de May de 2013 a las 04:00) dice:
mas o menos donna1304
(28 de March de 2012 a las 22:51) dice:
muy buen relato! Manpara
(21 de April de 2013 a las 17:17) dice:
Dale drogas y ya dormida repites todo katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:29) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
Registrate
y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Abusé de mi hija.
Vota el relato el relato "Abusé de mi hija" o agrégalo a tus favoritos