Adicta... Al Semen

Mi novio y yo estábamos en la cama; después de una hora, me preguntó si le hacía una felación. Meterme su polla en la boca no me molestaba, lo que no podía aceptar era el hecho de que eyaculase en mi acceso bucal. Me hizo deslizar la mano de arriba abajo de su miembro, mientras la metía más la sacaba de mi embocadura. Se la chupé hasta dejarle al borde del orgasmo; estaba despavorida sólo de pensar que podía correrse en cualquier momento. Se la saqué, me di cuenta de lo desilusionado que se quedó al ver que no iba a dejarle...empecé a hacerle una paja; noté que su cuerpo se ponía rígido, me dijo que iba a llegar al clímax. Busqué rápidamente con la mirada algo que pudiese contener su corrida porque no quería manchar las sábanas de la cama de mis padres, lo único que vi a mi alcance era una copa de vino en la mesita de noche. La cogí, se la acerqué, dirigiéndola al potente chorro de semen. Conseguí que toda la leche cayese dentro de la copa, manteniendo limpias las sábanas, me levanté rápidamente para llevarla a la cocina, donde tiré su contenido; mientras veía cómo se estaba colando por el desagüe, me preguntaba por qué tenía tanto interés en hacer que me tragase aquello.
Unos días después, me encontraba tomando una taza de café con algunas de mis amigas, y penetró en la conversación el tema del sexo oral. Comenté que no entendía la fascinación que sentía un hombre al expulsar su pasión en la boca de una mujer, Teresa me preguntó si me lo habían hecho alguna vez, a lo que respondí rápidamente que no. Lo que cuestionó pareció escandalizar a mis amigas, dejando escuchar ahora si alguna vez probaran a hacerlo. Se miraron entre ellas, hasta que una alzó la voz para expresar un tímido sí, aunque afirmó que sólo fue en una ocasión, no lo volviera a repetir nunca más. Teresa volvió a apuntar que desde que tragara el semen de su novio, su vida sexual había cambiado.
El comentario arrancó una tremenda carcajada de todas; y yo me di cuenta de que estaba hablando muy en serio, sus palabras me hacían pensar. Mi actividad erótica en los posteriores meses fue frívola; se había convertido todo en algo rutinario que empezaba a aburrirme … había desaparecido toda aquella sensualidad que existía anteriormente. Seguía pensando en lo que Teresa dijera sobre tolerar el semen de su novio, y lo probé. Fue en nochevieja, después de que Luis y yo volviésemos de una fiesta. Estábamos un poco alegres de más; nos llevamos una botella de champagne casi acabada a la cama. Bebimos las dos copas que había dejado en la mesita. Bajé la cremallera de mi traje de noche, dejándolo caer; me quité el sujetador aparado junto al vestido, mientras él se deshacía del smoking. Cuando se acostó, dejé a su vista el como me había rasurado para esa noche. No hizo falta que dijese nada; su expresión hablaba por sí misma. Mojé un dedo en una copa, para rozar mis pezones; observé la reacción de mi novio al empezarle a aumentar… el tamaño. Me subí encima de él quedando arrodillada sobre su cara. Yo chupaba la ampolleta metiéndola y sacándola de mis labios. Luis no pudo evitar levantar la cabeza para saborear los jugos que estaban empezando a brotar en mi inferior. Levantando una copa por encima de mi cabeza, derramé el champagne sobre mi cuello. La gota de sensualidad se deslizó atravesando mis senos camino de mi pelvis siguiendo el caudal que lo conducía hasta mi desembocadura para definitivamente hacerse un hueco en la garganta de Luis. … su cara se encendía viendo cómo me masturbaba con la botella. Saqué un frasco de vaselina que guardaba…Nunca habíamos probado el sexo anal de forma que le pedí que me penetrara con la botella por el lado opuesto. Tímidamente introdujo el botellón por mis glúteos; me tendí de espaldas para dirigir su pene a mi boca, al mismo tiempo que él hacia lo similar con su lengua. Al relajarme, las contrariedades se convirtieron en placer. No tardé mucho en notar las convulsiones del segundo orgasmo de la noche, mas al mirar para él, me di cuenta del esfuerzo tan grande que estaba haciendo por resistir las ganas de correrse dentro de mí. Con la voz entrecortada le dije que no quería que descargase todavía, pues tenía preparado algo muy especial. Él me había copulado por delante más por detrás; era ya el turno de mi boca. Agarré su miembro para encuadrarlo en mi cavidad bucal sintiendo como sus venas presionaban mis labios.
Fui con la lengua hasta debajo de su bálano para luego regresar nuevamente a su órgano viril. Chupándoselo con vivaz energía, me pareció que estaba a punto de correrse; sujeté una de las copas de champagne, y empecé a utilizar mi mano para aliviarlo dirigiendo el semen hacia la copa. Metí un dedo y lo llevé a mis labios; ya tumbada en la cama abrí la boca todo lo que pude. Colocó la copa encima de mi rostro. El semen se deslizó por la copa para caer en mi lengua. Ahora, cuando tenemos sexo, siempre tengo ganas de que la semilla florezca en mi hocico.
Incluso llegué a ir a una fiesta con Teresa en la que montamos una orgía con doce tíos que nos hicieron zampar sus espermatozoides; por igual llegue a apostar con ocho bomberos que podría beberme la leche de todos ellos en un vaso, de un solo trago.