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Afortunado en el juego, desafortunado en el amor…

Relato enviado por : narrador el 01/02/2014. Lecturas: 5641

etiquetas relato Afortunado en el juego, desafortunado en el amor…   Infidelidades .
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Resumen

Eso fue lo que le dije a Gerardo mi esposo, mientras se bajaba del auto con chofer, que nos habían prestados unas amistades, durante nuestras vacaciones en Puerto Rico. Mi esposo, tras escucharme, y darme un seco beso en la mejilla, mostrándome una falsa sonrisa, me pidió que le deseara suerte. Rápidamente se dirigió al chofer, diciéndole. Lleve a mi señora a donde ella le indique, por mi no se preocupen, que cuando termine de jugar, regreso al hotel, en taxi.





Relato

Gerardo sabe de sobra, que a mis treinta y cinco años, lo mucho que yo me aburro, y lo desagradable que es para mí, el ambiente de los casinos, por lo que no es la primera, y por lo visto no será la última vez, que me hace eso, que me promete que no volverá a jugar, y en el último momento, o me deja en el hotel, o en compañía de algunas amistades. Por lo que desde hace algún tiempo, yo aprovecho y me voy a turistear, por no decir que a putear. Así que, después de que el chofer arrancó el auto y nos encontrábamos a un par de calles, del Hotel Caribe Hilton, de donde habíamos dejado a Gerardo, lo primero que le dije a José el chofer, fue. Pepito detenga el auto, y apenas me hizo caso, ante su cara de asombro, yo me pase para el asiento al lado del, ya que eso de ir sentada sola atrás, como que no iba con mi estado de ánimo en esos momentos. Ya sentada al lado del chofer, le dije. Bueno Pepito, lléveme a bailar, a un lugar en el que las mujeres decentes, no van a bailar en compañía de sus esposos. Pepito se sonrió con cierta malicia reflejada en su rostro, y de inmediato arrancó el negro, y sobrio Cadillac que conducía.

Realmente no fuimos muy lejos, de donde habíamos dejado a Gerardo, Pepito se detuvo en la entrada del hotel Mariot, y de inmediato me dijo, este hotel tiene un salón de baile, muy bueno, y además la música es en vivo. Una vez que detuvo el vehículo, la cara de sorpresa que puso el chofer cuando, le dije. Pero usted me tiene que acompañar, además acuérdese de lo que dijo mi esposo, que me llevara a donde yo le indicara. Así que bájese del auto, y no se preocupe por nada, que yo pago.

Tras escuchar lo que le dije, a él no le quedó más remedio que bajarse del auto, y acompañarme al salón de baile. Yo en esos momentos cargaba puesto, lo que llaman un tubo de licra, de color negro que me queda bien ajustado al cuerpo y destaca tanto mis senos como mis caderas, y que me lo había puesto por complacer a Gerardo, ya que supuestamente íbamos a bailar, pero que a mí no me gusta mucho, ya que a cada dos o tres pasos que doy, debo jalonearlo un poco para abajo, no sea que sin querer, ande mostrando mis nalgas a todo el mundo. Ya una vez dentro, aunque al principio mi acompañante no quería, finalmente lo convencí que se tomase una que otra cerveza, mientras que yo pedí un coctel, que más tiempo tardaron en traerlo que yo en tomármelo. Por un muy corto rato Pepito, y yo charlamos de cosas sin importancia, y mientras que él continuaba con la misma cerveza, yo me había bebido ya un par de esos ricos cocteles, hasta que le dije en un tono alegre, que deseaba bailar.  

El chofer Pepe, me sacó a bailar, pero algo que yo no había tomado en cuenta, lo fue su baja estatura, pienso yo que él de apenas mide como un metro sesenta, cuidado si menos. Mientras que yo mido un metro con setenta y ocho sin tacones, y esa noche yo  estaba usando un calzado de plataforma que me hacen ver mucho más alta de lo que en realidad soy. Por lo que cuando comenzamos a bailar su rostro quedó justo frente a frente a mis tetas, lo que en ese momento me causó mucha gracia, de la misma manera que cada vez que yo le decía Pepito, él se moría de la risa.

A medida que fuimos bailando, salsa, merengue, y hasta pasodobles, regresábamos a la mesa para que yo me refrescase con uno que otro coctel. Por lo que ambos fuimos ganando confianza, ya  que ha pedido mío Pepito dejo de llamarme señora, y comenzó a llamarme por mi nombre, Magdalena. En cierto momento le pregunté por qué le causaba tanta risa, el que yo le llamase Pepito, pero él de manera muy  discreta, me prometió que luego me lo diría. Así que seguimos bailando, y bebiendo. Cuando de momento me doy cuenta de que las manos de Pepito, eran extremadamente hábiles. Ya que a medida que bailábamos un apretado bolero, él me tenía bien sujeta por las nalgas, y yo ni cuenta me había dado, hasta ese momento, en que decidí seguir bailando así, con él.  

Como les dije tanto él como yo nos fuimos ganando una mayor confianza, por lo que cuando los compases del bolero siguieron sonando, comencé a sentir su caliente bulto entre mis muslos, y su rostro entre mis tetas, lo que no me causó ningún tipo de desagrado, Yo seguí bebe que bebe, a medida que las hábiles manos de Pepito fueron acariciando casi todo mi cuerpo, a medida que continuábamos bailando. Por lo que en cierto momento en que bailamos una seductora balada, sentí los labios de él en contacto con los míos, y no pude más que dejarlo que siguiera besándome. Aunque momentáneamente me acordé de Gerardo, mi esposo, eso no impidió que yo me siguiera divirtiendo con el chofer.

Así que a medida que continuamos bailando y bebiendo, yo fui dejando que el tal Pepito me acariciara por todos lados, sin importarme realmente quien nos pudiera estar viendo, o lo que pensasen de mi, ya que al fin y al cabo, yo no conozco a nadie en la llamada isla del encanto, a parte de nuestras amistades, y ellos no frecuentan ni van, a ese tipo de lugares.

En cierto momento, mientras descansábamos sentados en la mesa, bebiéndome otro coctel, sentí la cálida mano de mi acompañante, que la colocó sobre una de mis rodillas, la que fue deslizando suavemente sobre la parte interna de mis muslos, yo no lo dudé ni por un instante, y en lugar de cerrar mis piernas, las separé un poco más, al tiempo que le dirigí una picara sonrisa de satisfacción, y complicidad. En cosa de segundos, mientras ambos nos besábamos intensamente, él con toda su mano bajo la mesa, y entre mis piernas, me tenía bien agarrada por el coño, produciéndome el morboso placer de, aparte de ser besada, ser acariciada tan íntimamente, y en un lugar tan lleno de gente, sin que nadie se diera cuenta de ello. 

Lo cierto es que eso fue mucho para mí, tanto que el muy sinvergüenza, mientras besándome metía su lengua dentro de mi boca, comenzó a introducir sus dedos dentro de mi vulva, y no sé como lo hizo, pero me imagino que fue usando su pulgar e índice, me apretó mi clítoris, de manera tan, y tan rica, que me hizo disfrutar de un tremendo orgasmo, por el cual hasta mis pantis se mojaron. Apenas dejamos de besarnos, y Pepito sacó su mano de mi caliente coño, discretamente, como pude me las quité, y guardé dentro de mi pequeña cartera, procurando no llamar la atención de nadie, pero creo que el mesero que nos atendía, como que se dio cuenta de que algo raro pasaba entre nosotros. Yo estaba bien deseosa de seguir con ese tipo de juego, por lo que inmediatamente pedí la cuenta, y pagué diciéndole de inmediato a Pepito, que deseaba ir a un sitio más íntimo.

Ya en el auto justo antes de arrancar, y aun estando frente a la entrada del hotel, Pepito me dio otro cálido beso, al tiempo que deslizó sin dificultad alguna su mano derecha nuevamente dentro de mi deseoso coño. Apenas arrancó el flamante Cadillac negro, Pepito me dijo, vamos aquí cerca, a las oficinas de mi jefe. Yo la verdad poco me importaba a dónde íbamos, lo que realmente deseaba era llegar lo más pronto posible, para seguir con nuestra intima fiesta.

A los pocos minutos detuvo el auto frente a un portón, y tras activar un control remoto, dicho portón se abrió, y apenas paso el auto escuché como se cerraba. Ya dentro de la propiedad, Pepito volvió a activar nuevamente el control remoto, y se abrió otro portón eléctrico dándonos paso dentro del edificio a un oscuro y vacío estacionamiento. Ya una vez dentro, escuché nuevamente como el portón se cerraba. En ese instante Pepito me preguntó ¿Prefieres hacerlo aquí dentro del auto, o en el salón de conferencias? Yo de rápidamente le respondí, en los dos lados, te parece.

Tanto él como yo, de inmediato nos pasamos al asiento trasero del Cadillac, donde de inmediato Pepito y yo comenzamos a besarnos como un par de adolescentes, y a medida que él me besaba y acariciaba todo mi cuerpo, se las fue arreglando para poco a poco ir bajando mi ajustado vestido. Hasta que finalmente, ni cuenta me di cuando me lo quitó del todo, por lo que como yo ya estaba sin pantis y esa noche no me había puesto sostén alguno, por no necesitarlo, quedé de inmediato totalmente desnuda.

El muy sinvergüenza de pequeño chofer, continuó con sus besos y caricias por todas partes de mi cuerpo, separando mis rodillas, agarrando sabrosamente mi coño, acercó su rostro, y sin más ni más se dedicó a lamer y chupar toda mi vulva, así como mi clítoris, arrancándome profundos gritos, y gemidos de placer, hasta que yo casi gritando le pedí que me penetrase.

Fue cuando comencé a sentir como su cálida verga comenzó a introducirla dentro de mi coño. Mientras que yo no dejaba de mover mis caderas restregando mi cuerpo desnudo contra el de él. Jadeando, gimiendo, y casi llorando pero de felicidad. No sé si mi excitación fue tan grande, por el estar dentro de ese oscuro estacionamiento, en el asiento trasero de aquel lujoso Cadillac, o porque yo sentía la caliente verga de Pepito, entraba y casi salía de mi coño, produciéndome un inmenso e indescriptible placer, cosa que con Gerardo, mi marido en muy raras, y pocas ocasiones he llegado a sentir.

Aunque no lo hice de manera adrede, a medida que Pepito no dejaba de meter y sacar su sabrosa verga de mi caliente coño, mentalmente compare su verga con la de mi marido, y pienso que son más o menos iguales, la gran diferencia la hacía el mismo Pepito al continuar acariciándome, y besándome por todos lados, al mismo tiempo que continuamente me decía que yo tenía un coño divino, y que me movía mucho más y mejor que la mejor de las putas que él conocía. Palabras que lejos de hacerme sentir incomoda, o de tomarlas como un insulto, me excitaban mucho más.

Ni idea tengo de cuánto tiempo estuvimos Pepito, y yo en el asiento trasero de aquel Cadillac, lo que si se es que apenas tanto él como yo disfrutamos de un tremendo éxtasis, como hacía mucho tiempo que no disfrutaba. Lo primero que le dije fue, ahora vamos a ese salón de conferencia del que me has hablado. Al bajarme del auto, agarré el vestido, y me lo puse pero con la parte de atrás para el frente, la de abajo para arriba, y lo más gracioso fue que me puse la parte de afuera por dentro. Yo estaba estortillada de la risa al darme cuenta antes de entrar al edificio de que me había puesto todo el vestido al revés, y el fabuloso peinado que en la tarde me habían hecho en la peluquería del hotel, ya no quedaba nada, en su lugar tenía toda mi cabellera alborotada y completamente despeinada. 

Pepito agarrándome de la mano, me dijo que hiciera silencio, y que lo esperase en la entrada del ascensor, que él iba a darle un vistazo al guardia. A unos pocos pasos de la entrada vi como el pequeño Pepe, saludó al guardia, un tipo joven, de anchos hombros, y probablemente más alto que yo,  me imagino que le dijo, que no subiera, fuera a ser que nos encontrase en plena faena. Yo estaba que me reía sola viéndome en el espejo del ascensor, pero apenas Pepito regresó, me dijo, todo bajo control. Y subimos al tercer piso, y directamente fuimos al salón de conferencia, donde por suerte había un baño, en el que además de orinar, también pude asearme debidamente.

Realmente Pepito no exageraba en torno al salón, así que sin que él ni tan siquiera me tocase, me quité los zapatos, al igual que el vestido, y recostándome sobre un cómodo y gigantesco sofá de color rojo que había en dicho salón, le hice señas para que me acompañase. Por otro buen rato, nos besamos, y aunque Pepito me acarició como le dio gusto y gana, me dijo que necesitaba que yo le diera una corta mamada para poner a su amigo en forma.

Yo no es que sea una experta, en eso de mamar, pero me defiendo, y modestia aparte, lo hago muy bien. Por lo que en cosa de poco tiempo, a medida que yo comencé a lamer, y chupar la mustia verga de mi acompañante. Se le volvió a poner bien dura, lo suficientemente dura, como para que en último momento, él decidiera darme por el culo, sin advertirme nada. Así que Pepe, mientras que yo estaba en cuatro patas sobre el rojo sofá, esperando ser nuevamente penetrada por el coño. Pepito me enterró toda su verga por mi culo, y aunque la verdad es que me dolió, y una que otra lagrima se me saltó, por la falta de práctica. Al tiempo hábilmente con una de sus manos, me agarró nuevamente todo mi coño, el que estrujó, agarró, acarició, he hizo lo que le vino en gana, a medida que no dejaba de meter, y sacar su verga de entre mis nalgas. Mientras que yo no paraba de mover mis caderas.   

Fue cuando volví a preguntarle, por qué le daba ese ataque de risa cuando yo lo llamaba Pepito. Y sin dejar de darme por el culo, Pepito me dijo. Es que yo llamó Pepito, al que te tengo metido por tu culito. Quizá por lo mucho que yo había bebido, o quien sabe porque precisamente, pero sus palabras me hicieron reír, y disfrutar ese momento, mucho más todavía. Pepito me hizo volver a disfrutar de otro salvaje orgasmo, al agarrarme por mi coño como lo estuvo haciendo.

Fue en uno de esos momentos que volví a pensar en Gerardo mi esposo, y como si mentalmente le pudiera hablar le dije, afortunado en el juego, desafortunado en el amor. Pero sin decir ni comentarle nada a Pepe, continué culeando, hasta que él finalmente, y a punto de venirse, sacó su verga de mi culo, y sin compasión alguna me la puso frente a mi boca, obligándome en parte, a que yo le terminase de chupar su verga mientras derramaba todo su semen en mi cara y tetas.

Lo cierto es que, a quedarnos los dos tendidos sobre aquel sofá, al poco rato Pepe se levantó, diciéndome, apenas y son las diez de la noche, si quieres Magdalena te llevo a pasear, por el Viejo San Juan antes de llevarte a tu hotel. Yo  aunque sentía mi culito algo adolorido, me acordé que Pepito había hablado con el guardia de seguridad, y yo como que estaba muy deseosa de seguir la fiesta, agarrándome el coño con ambas manos, le dije. No te molestaría si te propongo que le demos un premio, al guardia de seguridad, por no interrumpirnos. A menos que tú quieras seguir la fiesta a solas conmigo. Pepito se sonrió, y me dijo algo así como que, está bien de culantro, pero no tanto. Y dirigiéndose a un teléfono en la sala de conferencia, lo levantó y tras apretar un par de botones, le dijo al guardia, sube que te tengo un regalo.

Al poco rato apareció en la puerta del salón, aquel joven, alto, y de anchos hombros, que al verme completamente desnuda, con mis piernas bien abiertas y con mis manos agarrándome el coño, abrió sus ojos sus ojos desmesuradamente, y apenas Pepito le dijo. Mete mano, sin pensarlo dos veces se me fue encima, al tiempo que de manera algo torpe comenzó a bajarse los pantalones, por lo que casi se cae de bruces. Una vez que el chico, se pudo quitar los pantalones e interiores, agarrando su tremenda verga, que esa si es, mucho más grande, y gruesa que la del cornudo de mi esposo. La dirigió directamente, a mi depilado, y abierto coño. 

Si con Pepito disfruté de un sexo extremadamente caliente, y fogoso, con el joven guardia de seguridad, quedé más que conforme. Su enorme verga llenó por completo toda mi vulva y vagina, haciéndome disfrutar tremendamente de todo lo que él me estaba haciendo. Yo volví a gritar, a gemir, y ha reír del placer que el joven guardia me producía. Pero en cierto momento al abrir mis ojos, que me encuentro con la verga de Pepe frente a mi boca, por lo que sin dudarlo, me dedique a mamársela, al tiempo que el joven sacando su verga de mi coño, y volteándome como si yo fuera una muñeca de papel, sin compasión alguna, y de la misma manera que Pepe lo hizo me dio por el culo.

Después de eso yo no me quedaron ganas de seguir con la marcha, así que apenas terminamos, y pude entrar al baño para asearme, le pedí a Pepe que me dejase en el hotel. La verdad es que lo disfruté todo, hasta el que me hayan dado por el culo en par de ocasiones, a pesar del dolor. Pepe en el camino a mi hotel, me dijo, que en los días que nos fuéramos a quedar en Puerto Rico, que si yo se lo pedía a sus jefes, él nuevamente y con mucho gusto me llevaría, a donde yo quisiera.      

Gerardo debió haber llegado a nuestra habitación mientras que yo dormía, ya que al despertarme en la mañana lo encontré a un vestido, recostado a mi lado. Luego mientras almorzábamos me dio una tremenda sorpresa, como le fue tan y tan bien en el juego, me ha comprado una sortija con una enorme y hermosa montura en oro, con un diamante de yo no sé cuantos quilates, en ese instante le dije en mi mente. Gracias a ti cabrón, anoche me han dado, la más fabulosa revolcada que mujer alguna haya disfrutar. Solo que mientras yo pensaba eso, Gerardo me dijo, que esa noche lo habían vuelto a invitar a jugar, por lo que yo debía ir pensando que hacer después de las seis de la tarde. Así que se pueden imaginar que fue lo que hice.

Después de llamar a nuestras amistades, y solicitar los servicios de Pepe, menuda sorpresa me llevé yo. Mucho antes de que Gerardo se marchase a su juego de cartas, yo salí del hotel a las tres de la tarde, a esa hora me recogió Pepe el chofer, pero en compañía de un guarda espalda, el mismo guardia de seguridad que tan feliz me hizo, la noche anterior, esa tarde me llevaron a conocer Guavate. Pero de eso les hablo en otra ocasión…

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:33) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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