Desde pequeño quizás por ser el menor, siempre me acostumbré a usar la ropa que iban dejando mis hermanas mayores, hasta que comencé a ir a la escuela, y me obligaron a usar ropa de niño. Aunque yo me las arregle para seguir usando ropa de nena, por lo menos en casa, hasta los diez años, después de eso la seguí usando sin que nadie se diera cuenta.
Relato
Ya a los dieciséis, comencé a escaparme los fines de semana por la noche, salía por la ventana de mi habitación vestidito de nena, para disfrutar caminando por la plaza del barrio, sin que nadie se diera cuenta de que yo realmente era un chico. Y en una de esas caminatas conocí a Raúl, un chico más o menos de mi misma edad, que le dio por enamorarme, al principio le saqué el cuerpo, pero el pobre insistió tanto, que nos hicimos novios. Claro que yo no le había dicho nada de mi secreto, hasta que comenzamos a besarnos, y acariciarme por casi todo mi cuerpo. No fue hasta que a él le dio por que tuviéramos relaciones que, finalmente llorando, le confesé que realmente era un chico como él, por lo que no podíamos hacer nada, o por lo menos eso pensaba yo. A Raúl eso pareció no importarle, y continuó insistiendo en que tuviéramos relaciones. Fue tanta su insistencia que acepté, y me llevó a una vieja casa abandonada, donde siguió besándome, y acariciándome por todas partes, hasta que de momento me puso en cuatro, me subió la corta falda que estaba usando, me bajó los pantis, y tras mojar la cabeza de su miembro con su propia saliva, me lo ha comenzado a enterrar. Yo comencé a llorar, por el dolor, pidiéndole que me lo sacase, por lo más que él quisiera, pero en lugar de eso, más duro me lo enterraba por el culo. Pero medida que Raúl continuó penetrándome con fuerza, tomándome por las caderas, y apretándome contra su cuerpo, poco a poco, aquel insoportable dolor, fue convirtiéndose en algo que jamás yo había llegado a sentir. Mucho más sabroso que el masturbarme vestidito de nena, viendo mis nalgas en el espejo de mi habitación. Al rato comencé a mover mis caderas, restregándolas con fuerza contra su cuerpo, para sentir más y más adentro toda su sabrosa verga dentro de mi apretado culito. Esa noche después de que se vino dentro de mis nalgas, al rato me ordenó que mamara su verga, lo que en principio me negué hacer, pero bastó que me obligase diciéndome que, si no lo hacía se lo contaría a todo el mundo. Yo no tuve de otra que ponerme a mamar, hasta que sentí nuevamente que su miembro se le había puesto nuevamente bien duro, y fue cuando por segunda vez me volvió a dar por el culo esa misma noche. Eventualmente el resto de los chicos del barrio se fueron enterando uno a uno, de que yo aparte de que me gustaba vestirme de nena, también me podían comer el culo, y ponerme a mamar. En casa nadie se había enterado de mi secreto, hasta que un día me dio una fuerte fiebre, y me llevaron al médico. No se como él se dio cuenta, o como lo supo, pero después de examinarme, y mandarme unas pastillas, me dijo. ¿Te están dando por el culo verdad? Al principio lo negué, pero cuando me dijo, si lo prefieres seguimos está conversación frente a tus padres. Por lo que yo acepté que eso era cierto, y que además me gustaba vestirme de nena. Lo que al Doctor escucharme decir eso, sonrió y me dijo. Esta es la dirección de mi casa, te espero mañana en la tarde, y lleva tu ropa. Cuando aun algo asustado le pregunté la causa de mi fiebre, me dijo sencillamente infección de amígdalas, pero no te preocupes, no te las voy a operar. El Doctor se convirtió por un buen tiempo en mi amo, por decirlo de alguna manera, yo semanalmente llegaba a su casa, me cambiaba de ropa, y él me trataba como a una puta. Pero una tarde cuando llegué él estaba bien borracho, y después de que me cambié de ropa, me sorprendió poniéndose a chupar mi verga, cosa que jamás nadie había hecho hasta ese momento. Yo no salía de mi asombro, cuando me preguntó si me gustaría darle por el culo a él. Y bueno la verdad tampoco nunca había hecho algo semejante, y a medida que lo comencé a penetrar, aun yo todo vestidito de nena, me encantó tanto que después de eso, yo era el que le daba por el culo a él. Y así comencé también a obligar a alguno de los chicos que se acostaban conmigo, a que me mamasen mi verga, si deseaban que yo les diera el culo. Ya en la universidad, seguí disfrutando como dicen de lo mejor de los dos mundos, en ocasiones me encanta ser penetrado, y en otras penetrar. También comencé a tomar hormonas como estrógeno, lo que hizo que mis pequeños pechos se fueran convirtiendo en senos. Practico natación, y ciclismo, no por hacer deporte precisamente, sino para tener una excusa para depilar todo mi cuerpo. De esa manera me fui convirtiendo en una especie de dominatrix, a la que acuden profesionales, como médicos, abogados e ingenieros, para que yo los penetre, y los domine. Mientras que ocasionalmente tengo uno que otro amante que me penetra y me domina.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 120859 veces