Por lo menos eso lo dejó bien claro, mi viejo cuando, una noche lo dejaron tirado frente a nuestra casa, moribundo, con un sin número de puñaladas en la espalda, lo último que me dijo fue eso. Es cierto que mi papá además de ser dueño del hato más grande y rico de todo el Estado, era buscapleitos, borracho, mujeriego, parrandero, y jugador. Aparte de que no permitía que nadie, y mucho menos su mujer, le faltase el respeto. Por lo que cuando ella, o sea mi mamá, le hacia alguna malacrianza, o mi viejo pensaba que ella le había faltado el respeto, él se quitaba la correa, y tras agarrarla por el pelo, la metía de una jalón dentro de cuarto, y la cuereaba toda.
Relato
Después de un buen rato de estar escuchando, como mi papá le daba un sin número de correazos a mi mamá, y como ella llorando y gritando le pedía perdón, diciéndole, que ella no lo volvería hacer, nuestra madre de momento dejaba de llorar, y lo que mis hermanas y yo escuchábamos era unos raros ruidos, como si dos animales estuvieran peleando, y a mí mamá diciéndole a mi papá que le diera más y más duro, al tiempo que él le decía puta, zorra, perra, y un sinfín de cosas más. Después los dos se quedaban completamente en silencio, y como una hora más tarde, mi papá salía, aparentemente de lo más satisfecho, poniéndose la correa.
Cuando mis hermanas y yo entrabamos corriendo a su cuarto, veíamos a mamá completamente desnuda, con sus nalgas, y muslos llenos, por las marcas que dejaron los correazos, que mi papá le había dado. Pero ya no lloraba, es más se veía hasta contenta, y cuando mi hermanita menor indiscretamente preguntaba por qué nuestro papá le había pegado, mi mama mientras entraba al baño, nos decía. Esas son cosas de marido y mujer, en que los niños no se deben meter.
Claro que a medida que fuimos creciendo, fuimos dándonos cuenta, en parte, de lo que sucedía. Viejo le llevaba como más de treinta años a mi mamá, y según ella misma nos decía, el viejo se la llevó de la casa de sus padres, cuando ella tenía como catorce o quince años. Más o menos la misma edad, que yo tenía cuando mataron al viejo.
Así que cuando mi mamá, y yo nos enteramos años más tardes, que mi hermana mayor tenía novio, y cuando mi mamá supo de quien se trataba, de inmediato le prohibió que lo siguiera viendo, y aunque no se lo dijo a mi hermana, que el tipo ese, era medio hermano nuestro. Uno de tantos hijos que mi viejo tuvo, antes de que se llevase a mi mamá. Mi hermana le salió con una malcriadez a mamá, y yo sin que nadie me dijera nada, me he quitado la correa, y la fuetee, bien fueteada. Al tiempo que le dije, que ese tipo también, era hermano nuestro, como muchos otros, hijos de puta que vivían en el pueblo. Desde ese momento, la última palabra en casa fue y es la mía.
Pero cuando yo recién y había cumplido los dieciocho años, un tipejo, comenzó a tratar de enamorar a mi mamá, ella tenía la idea de esa noche, salir con el tipo ese, y recién había salido de darse un baño, envuelta en una gran toalla, aproveché que los dos estábamos solos en casa, para hablar con ella, y al principio, pareció entrar en razón, pero de momento le dio un ataque, como los que le daban, cuando se ponía a discutir, y a insultar a mi viejo. Diciéndome que ella era una mujer joven, que le hacía falta un hombre, que la pudiera consolar. Que yo me creía el hombre de la casa, pero que en realidad no lo era.
Eso bastó para que la sangre me hirviera, y se me subiera a la cabeza, tal y como le debía haber pasado a mi papá. Así que sin decirle ni una palabra más, agarré a mi mamá por su largo cabello, y de un jalón la metí a su cuarto. Al tiempo que me fui quitando la correa. Ya en su cuarto, mi mamá tratando de escapar de mí, se le cayó la toalla, quedando completamente desnuda ante mis ojos. Justo en el momento en que le aflojé el primer correazo por sus nalgas. Ella en lugar de quedarse callada, continuó diciéndome que yo no era el hombre de la casa, y eso a mí más rabia me daba, por lo que continué fueteándola por sus bien formados muslos, y hermosas y paradas nalgas. Viendo como sus hermosas tetas se movían, a medida que ella trataba de evitar mis correazos.
A medida que yo seguí dándole correazos, ella de momento dejó de gritar, e insultarme, para de una manera seductora, acostándose en su cama y abriendo sus piernas, decirme. Perdóname mi amor, me equivoqué, si eres el hombre de la casa. Al verla recostada sobre la cama con sus piernas, bien abiertas, y acariciando sus propias nalgas, sentí de golpe, que mi verga estaba por estallar. Dejé de ver la figura de mi mamá, y lo que vi fue una tremenda hembra, que pedía a gritos, que me acostase con ella.
Cegado por el deseo, prácticamente yo mismo me arranqué la ropa que tenía puesta, y sin demora alguna me recosté a su lado. De inmediato comenzamos a besarnos, algo dentro de mi no me permitía que me detuviese, y aunque estaba bien consciente de que era mi madre, en esos instante, la verdad era que muy poco me importaba eso, lo que deseaba era besarla, acariciar su desnudo cuerpo, pasar mis dedos, por sobre las largas y gruesas marcas coloradas, que recién y le había dejado con mi correa, sobre sus muslos y sus paradas nalgas.
Ella agarrando mi verga, la llevó directamente sobre su peludo coño, no quedándome otra cosa que hacer, que penetrarla. Yo no podía creer que estuviese clavando mí parada verga, dentro del sabroso, y caliente coño de mi propia madre, y de igual manera que en un sinfín de ocasiones la escuché gemir, y decirle a mi viejo, que le diera más duro. A medida que yo la fui penetrando y ella comenzó a menear sus caderas, me fue diciendo lo sabroso, que sentía mi verga dentro de su coño, que desde que murió mi viejo, ella no había vuelto a tener el placer de sentir algo así, pero que en mi caso era muchísimo mejor.
Mi madre, y yo por largo rato nos estuvimos revolcando en su cama, ocasionalmente ella hasta me templaba las bolas, para evitar que me fuera a venir, antes de tiempo. Así estuvimos, yo sujetándola con fuerza por su cintura, besándonos alocada, y salvajemente, una y otra vez. Mientras que ella me decía una y otra vez que le diera, más, y más duro. Yo sentía como su cálido coño, chupándose mi erecta verga, al tiempo que yo mamaba sus hermosas tetas, y mordisqueaba sus parados pezones. Ambos estábamos tan y tan excitados, que cuando llegamos al clímax, los gritos y gemidos se debieron escuchar hasta en la Conchinchina, si es que ese país existe.
No contentos con eso, apenas nos separamos, mi madre dirigió su boca directamente a mi verga, y se dedicó a mamarla, como nunca antes, nadie lo había hecho. Al siguiente, día cuando salí de su habitación, mis dos hermanas, llegaron de la ciudad. El resto del tiempo, frente a mis dos hermanas, yo no hice el menor comentario de lo sucedido entre mi mamá y yo, y ella también mostró, una gran discreción sobre nuestra relación, que durante los siguientes meses mantuvimos en secreto, y aprovechando la menor oportunidad, que se nos presentaba para volvernos acostar juntos. Pero durante la fiesta de despedida de mi hermana menor, que se fue a estudiar a la capital, mi mamá me dijo que mi hermana mayor, estaba volviendo a salir con ese medio hermano nuestro. Por lo que después de que la fiesta terminó y llevamos al aeropuerto a Rosarito la más chiquita de la casa. Entre mí mamá y yo tratamos de razonar, con mi hermana, aprovechando que la menor, ya no se encontraba en casa.
Al principio, de manera muy cordial, a medida que nuestra madre nos sirvió varias cervezas, tanto mi mamá como yo procuramos convencer a Mariza, mi hermana mayor, fueron inútiles todos nuestros esfuerzos, e intentos de que entendiera porque no era aconsejable que se siguiera viendo con ese tipo. Pero a medida que tanto mi mamá como yo, tratábamos de convencerla, por las buenas. Ha Mariza como que le dio una especie de crisis, se puso histérica, poniéndose a llorar como una loca, y a insultarnos a mi mamá y a mí. En cosa de fracciones de segundos, vi que todo se puso negro, de inmediato yo me quité la correa, y mi mamá saltando sobre mi hermana, de un tirón le arrancó la corta falda, que ella estaba usando. Yo comencé a fuetearla, una y otra vez por sobre las blancas pantis que tenía puestas, hasta que mi mamá se las arrancó. Diciéndole, tu lo que quieres es un macho, pues te vamos a dar uno, para que se te quite lo pendeja.
La verdad sea dicha, al ver hermoso y llamativo culito desnudo de mi hermana, lo que me provocó de inmediato fue enterrarle mi verga. Así que mientras Mariza, lloraba desconsoladamente, tirada boca abajo sobre la cama, yo me deshice de mi pantalón, y mi mamá le sujetaba las manos, yo separé sus piernas, y agarrando sus nalgas, dirigí mi parada verga a su coño. Por unos instantes pensé en darle por el culo, pero la verdad, al sentir su caliente y mojado coño, mi verga se deslizó por completo dentro de ella, al tiempo que mi mamá, soltando las manos de mi hermana, comenzó a quitarse toda su ropa, frente a nosotros.
De inmediato me di cuenta, que definitivamente Mariza, no era la primera vez que sentía una buena verga dentro de su coño, ya que comenzó a menear sus caderas, de la misma forma y manera que las movía mi mamá. Así que a medida que yo fui penetrando a mí hermana mayor. Nuestra madre, que ya estaba completamente desnuda, comenzó a restregar su propio coño en el rostro de mi hermana. Quien a medida que yo continuaba metiendo y sacando mi verga de su húmedo coño. Con su boca, lengua, labios, y dientes, satisfacía a nuestra madre, chupando, su inflamado clítoris, y lamiendo profusamente, los labios de su vagina. Durante el resto de la noche, Mariza acaparó la atención nuestra, gimiendo, y gritando de placer, a consecuencia de la manera en que le enterraba toda mi verga, y por el sin fin de cosas que nuestra propia madre, siguió haciéndole.
Tanto mamá como Mariza, ocasionalmente mantenemos ardientes encuentros. Pero al parecer lo que más excita a las dos, es que yo primero que nada, les de unos cuantos correazos, por sus muslos y desnudas nalgas. Cuando no es que las encuentro a las dos, jugando completamente desnudas en nuestra cama.