Alfonsina

Alfonsina


Esta conversa con Alfonsina… es su hermana madre de dos chicos de nueve y seis años que atraviesa por un mal momento de su matrimonio. Esta mujer de 33 años siendo fue fiel a su marido su único hombre, pero este le fue infiel con una de sus amigas, en verdad no le importaba que este le haya sido infiel, lo que le molestaba que buscara a una de sus amigas, mejor dicho ex amiga. Ahora su hermana le decía que ella no podía destruir ese matrimonio por que sería de ella y sus hijos, así lo entendía ella también, pero no podía quedarse con esa espina clavada y su hermana le dice…, si el te fue infiel con otra mujer que era tu amiga, tú debes cobrarle con la misma moneda serle infiel no con un amigo sino con un macho que derroche pasión y lujuria, que se entregue con lujuria, con apetito sexual, con apasionados apareamientos. Pronto ambos gozarían vehementes de sexo.

Y tu crees le dice Alfonsina a su hermana Sabina que ese macho lo encuentro a la vuelta de la esquina…, no responde ella, pero si en la esquina y yo te lo traeré, tú solo debes demostrarle pasión y entrega, deseos apasionados de poseerlo y satisfacerte con el en castigo para tu marido… y los niños dice esta, me los llevo a jugar con los míos le dice…, Alfonsina cede y acuerdan la cita para este día, así ella no pensará en la infidelidad a su marido…, llega la tarde.

Sabina casi me arrastra a esta casa y en ella está su hermana sola en casas sin nada que perturbara su insociable acto de aparearse en castigo para su marido con un desconocido.

Alfonsina titubeó pero empezó a bajar la cremallera de mi pantalón. No era mujer alta era de altura hasta mis hombros. Yo estaba cada vez más excitado y mi pene estaba totalmente erecto. Esta madre de 33 años metió la mano dentro del pantalón y bajó los calzoncillos. Alfonsina abrió la boca sorprendida cuando sus dedos rodearon el pene de este muchacho. Este era hasta deforme en su glande achatado, pero que tamaño.

Jugó con mi glande mientras su mano acariciaba mis huevos. Yo la miraba disfrutando de aquella lujuriosa y sensual hembra en que se convertiría en mi amante.

Ella separó los labios que custodiaban su entrada y él sacó la lengua para lamerla. Nunca lo había hecho y era algo torpe. Luego se recuesta y se estremeció y gimió un poco cuando sintió por primera vez la lengua de un macho en su vagina.
Me coloqué sobre ella, entre sus piernas. Ya lo había hecho otras veces con otras mujeres, pero nunca había tenido a una mujer tan ansiosa por tenerme dentro de ella y su vulva se agitaba deseando encontrarse con el empuje de mi pene. La puse sobre su vulva y ella no paraba de agitarse. Agarré mi endurecido pene y la intenté penetrar. Mi glande separó un poco los labios de su matriz y ella se movió. Mi redondo glande pasó por encima de su clítoris cuando la penetro y eso le arrancó un gemido de placer.
¡Oh!, ¡Qué bueno, qué bueno!. Me gemía agarrada con sus manos a mi cuello. ¡Más, quiero más!
Empujé mi miembro para que el redondo glande se agitara sobre su clítoris y la miré a los ojos. Su gesto se deformó, su respiración se hizo más rápida y sus ojos se pusieron en blanco. Estaba teniendo un orgasmo. Ahora jadeaba como una perra en celo y de golpe hundí mi pene en su mojada vagina hasta que estuvo totalmente hundida en ella, me paré presionando mi cuerpo contra ella para que se sintiera llena.
¡Si, clávala entera!, gemía y se retorcía. Gemía al sentir el roce de mi glande en contra de su clítoris. Estaba sentada sobre mí, sobre mi pene tieso, duro que estaba envuelta por los labios de su mojada vulva. Ella agitaba las caderas y su clítoris recorría toda la longitud de aquel duro pedazo de carne. No se la clavaba en su deseosa cueva, no, simplemente se masturbaba mientras yo mamaba y acariciaba sus senos duro pedazo de carne. No se la clavaba en su deseosa cueva, no, simplemente se masturbaba mientras yo mamaba y acariciaba sus senos. Bajé una mano hasta su culo, ella sabía lo que yo quería, levantó un poco su culo y mi mano dirigió aquel endurecido miembro hasta estar a la entrada de su vagina. Poco a poco se fue sentando… Poco a poco notó como su vagina se dilataba para acogerla, para que entrara sin remedio en su interior… Sentía cosquilleos por su espalda… Sentía llenarse de este miembro, el miembro de un hombre. Bajó y bajó su culo hasta que sintió los huevos de su amante en el culo y el glande en lo más profundo de sus entrañas. Gimió dulcemente cuando se sintió totalmente llena.
Mi miembro se hundía cada vez más fuerte en ella que no dejaba de gemir, gritar, retorcerse y patalear por el placer que le producían mis penetraciones y los mordiscos que daba en su cuerpo. Mi pene iba a reventar, sentía el calor de su vagina en mi glande y deseaba vaciarme en ella, necesitaba lanzar mi semen en su interior. Agarré un puñado de su pelo y tiré de ella como si fuera las riendas de una yegua en celo.
Si quiero que te corras y me des tu semen, me decía. Se retorcía con la voz entrecortada por el placer. Deja preñada a esta madre, quiero un hijo tuyo como mi hermana!

Caímos ambos agotados en la cama al sacar mi miembro caía de su vagina una viscosa leche que ella agradecía.

La visite dos días después nuevamente y ella no se opuso a que la manoseara y luego fuimos a un cuarto mas allá de la cocina y nos encerremos en el par que sus hijos no sintieran las exclamaciones de placer de su madre ante las duras penetraciones del macho en las entrañas de esta mujer, madre de estos retoños.