Después de muchos años, me decidí a contar lo que sucedía en casa y lo que me llevó a tomar las decisiones que me han traído hasta acá. Sé que quizás muchos pensarán que estuve mal por permitirlo, pero llegué a un punto donde eso me tiene sin cuidado...
Relato
Mi nombre por el momento será Elena, tengo 26 años y quiero contarles una historia, una historia que narrará parte de la vida que empezaré por describirles. Soy la menor de tres hermanos, la única mujer; nunca tuve demasiados amigos ya que desde pequeña fui a una escuela religiosa muy ortodoxa donde creían que el cabello rojo de mis hermanos y mío era una señal diabólica. Mis compañeras no se acercaban a mí y la única con la que hablaba era una chica zurda a la que le ataban la mano a la espalda para que escribiera con la derecha. Como les decía, mi cabello es pelirrojo y rizado, soy la típica niña de piel blanca con pecas en todo el cuerpo, nunca fui delgada pero tampoco soy gorda, mis ojos son grandes y avellanados, y soy un poco más alta que el promedio. Mis hermanos eran dos y cuatro años mayores que yo, el mayor usará el nombre de Pedro y el de en medio usará el de Diego.
Mis padres han logrado que las vidas de mis hermanos, y la mía sean muy cómodas, ya que debido a que tienen un puesto alto como investigadores en una universidad han podido darnos una vida de buena calidad que incluye ciertos lujos. Dado que me era muy difícil relacionarme con las personas, mis padres pensaron que un perro sería muy buena compañía. Cuando estábamos en casa, mis hermanos y yo jugábamos con él, el perro me defendía cuando ellos querían hacerme alguna maldad, y sin embargo mis hermanos se convirtieron en mis mejores amigos. Yo siempre tuve mi propia habitación, ellos compartían una cuando éramos más pequeños y en las noches que yo tenía miedo iba a dormir con ellos, y fue en una de esas noches que todo inició. Tenía once años, hacía frío y había tenido un mal sueño, así que fui a su habitación. Cuando les conté lo que había soñado y que tenía tanto frío, los tres nos acostamos en la cama de Pedro y ambos me abrazaron. Yo estaba recostada de lado, casi dormida con la cara hacia Diego y Pedro empezó a pegarse a mí. Empezó a mover suavemente su miembro sobre mi trasero con su mano fija en mi cadera. Diego me miraba atento mientras acercaba su pelvis a la mía. Al principio pensé que estaba soñando y aunque yo no sabía nada de sexo en ese entonces, creía que había algo mal en lo que estábamos haciendo, nuestras respiraciones se agitaron y sentía como mi entrepierna se humedecía más y más, un gemido escapo de mi boca; Pedro pasó la mano que le quedaba libre por debajo de mi cuello y cubrió mi boca mientras decía “Tranquila hermanita, los dos te queremos mucho ¿tú no nos quieres?” a lo que yo asentí “Entonces disfrútalo” dijo mientras la mano que estaba en mi cadera acariciaba mis muslos. Diego me miró, y rozó mis labios con los suyos. Después de eso nos quedamos dormidos. Empezaron a hacerse regulares mis visitas por la noche y poco a poco nuestros encuentros iban subiendo de tono. Cierto día, Pedro masajeo mis pequeños pechos y bajó su mano por mi vientre, hasta deslizarla entre mi pantalón y mis pantaletas donde sus dedos empezaron a frotar sobre la tela que en seguida se humedeció, Diego acariciaba mis pechos mientras me besaba y mis manos estaban sobre la tela de sus pantalones.
Pasaron un par de años, mis hermanos empezaron a salir con amigos y a interesarse por las chicas, por lo que mi padre decidió que era hora de que cada uno tuviera su propia habitación, así que dividió el enorme cuarto en dos y construyó un baño y una pequeña sala de estar para que recibieran a sus invitados. Yo no me llevaba bien con nadie en el instituto, tenía trece años y mis únicos amigos eran los libros y los maestros. Fue entonces que mi cuerpo comenzó a desarrollarse: mis pechos empezaron a crecer y a tomar la forma de gota que tienen ahora y mi cadera se ensanchó. Los chicos comenzaron a notarme, y poco a poco comencé a hablarles, no pasó mucho tiempo para que algunos me invitaran a salir pero después de permitirles acompañarme a casa en alguna ocasión, me di cuenta que nada teníamos en común. Cierto día cuando Joaquín, uno de los chicos más atractivos del colegio me acompañó a casa, Diego salió hecho una furia, lo golpeó en el rostro, me tomó de la muñeca y me arrastró dentro de la casa. Estaba realmente enojado y yo muy asustada, me preguntó qué hacía con él pero yo no podía responderle por la sorpresa que me había causado verlo así. ‘¡Contéstame!’ no pude más y comencé a llorar. Se disculpó y me abrazó fuerte contra su pecho, podía escuchar su respiración agitada por la ira ‘Es que no puedes andar con cualquiera, Elena yo me preocupo’ me separó un poco ‘Me preocupo porque te amo’ yo rodee su cuello con mis brazos y le dije entre lágrimas que lo amaba también. Así estuvimos abrazados un rato, yo sentía ya sus manos recorrer mi espalda y mi cintura, y cuando separé mi cara de su pecho tomó mi barbilla entre sus manos y me besó; me besó de un modo especial y yo le correspondí, su lengua se abría paso entre mis labios y jugaba con la mía, recorría el interior de mi boca y probaba mis labios al mismo tiempo que los mordía. Mi respiración empezaba a agitarse y si he de ser sincera, mi coñito empezaba a humedecerse, sentía un calor que iniciaba en mi vientre y bajaba entre mis piernas. Cuando nos separamos, nos dimos cuenta de que Pedro estaba observándonos, yo alejé a Diego y corrí a mi cuarto.
Esa noche después de ponerme el pijama, ambos fueron a mi cuarto, Pedro me dijo que no me preocupara, que él no diría nada, y yo me sentí un poco más tranquila. Mi habitación tenía una pequeña sala alrededor de una televisión, y era ahí donde estábamos platicando. Ellos iban en bóxers y playera, yo llevaba un camisón ligero que me llegaba debajo de las rodillas. Mis piernas estaban sobre las de Pedro, que sentado en el sillón contiguo las acariciaba distraídamente y Diego que estaba a mi lado, rodeaba mis hombros con su brazo, puso la mano que le quedaba libre sobre mi vientre, besó tiernamente mi hombro derecho y subió con sus besos por mi cuello, siguiendo la línea de mi mandíbula hasta llegar a mis labios, su mano subía de mi vientre a mis pechos cubiertos por la tela del camisón y el corpiño que usaba para dormir; mi mano estaba sobre una de sus rodillas. Pedro se sentó a mi lado en el mismo sofá que nosotros con mis piernas aún sobre las suyas, acariciando la cara interna de mis muslos con una mano y con la otra amasaba mi pecho izquierdo; cuando la mano que estaba en mis piernas subió más y su pulgar rozaba mi ya húmeda vagina por encima de la tela de las pantaletas, gemí en la boca de Diego y Pedro se acercó a mi oreja, la besó y me dijo en un susurro ‘Qué rica te has puesto hermanita’. Me separé del beso de Diego que inmediatamente desabotonó el camisón dejando al aire mis tetitas blancas con los pezones totalmente erectos cubiertos sólo por la tela del corpiño que ya se encontraba en la boca de mi hermano; Pedro jaló mi cara hacia la suya y me besó, su beso era más salvaje y me puso a mil en seguida; bueno eso y que su mano estaba ya totalmente sobre mi conchita. Me detuve un instante y me puse de pie, mis hermanos creyeron que me había molestado y empezaron a disculparse, les dije que se callaran y me quité el camisón, quedando únicamente en ropa interior. Mis hermanos parecían sorprendidos pero después de un par de segundos de mirarme con la boca abierta, se quitaron las playeras que traían y se pusieron de pie a mi lado, Diego volvió a besarme mientras acariciaba mi coñito y Pedro tallaba su pelvis en mi trasero mientras apretaba por detrás mis pechos y besaba mi cuello, mordía mi nuca y mis hombros. Mis senos quedaron al aire después de entre los dos me quitaran el corpiño y me recostaron en la cama boca arriba para contemplarme, me sentía un poco ridícula cuando mis hermanos se acostaron a mis lados y bajaron mis manos a su entrepierna que empecé a acariciar casi inmediata y torpemente, Pedro se rió un poco y metió la mano a mis pantaletas, el contacto de sus dedos hurgando mi rajita me volvió loca y mi cuerpo se arqueó provocándole otra sonrisa ‘Te gusta ¿verdad hermanita?’ ‘Sí’ susurré y empezó a mover sus dedos en busca de mi clítoris ‘No te oigo, ¿te gusta?’ ‘Sí, me gusta mucho’ dije completamente excitada, mientras tanto Diego separaba una de mis piernas para ayudar a Pedro y amasaba y se metía a la boca uno de mis pechos, recorriéndolo con su lengua y atrapando mi pezón entre sus labios, entre sus dientes. Pedro me jaló hacia el borde de la cama y los dos se pusieron frente a mí, se quitaron los bóxers y pude ver sus miembros por vez primera, el pene de Pedro era largo y grueso, de un color rosado fuerte, el de Diego era más largo y grueso de un color rosado pálido. Ambos tomaron mis manos y las pusieron en cada uno de sus miembros, y empezaron a moverse en ellas, sus respiraciones se agitaban y suspiraban de placer. Sus glandes brillaban por el líquido que empezaba a salir de ellos y sin pensarlo pasé mi lengua por el glande de mi hermano mayor para probarlo, lo que hizo que se empalmara más. Hice lo mismo con el de Diego que se arqueó ante la sensación. Regresé al de Pedro y empecé a engullirlo como si fuera un caramelo mientras Diego se hincaba frente a mí, me sacaba las braguitas y abría mis piernas ‘¡Mira qué belleza!’ dijo cuando tuvo mi coñito de frente, que debo mencionar es rosa también con los labios un poco hinchados empapados en mis jugos, ‘Eres hermosa Elenita’ dijo antes de acercar su boca a mi sexo. Empezó a recorrerme con su lengua, deteniéndose en mi clítoris para hacer con ella un masaje circular y buscando con su dedo índice mi entradita. Pedro empujaba un poco de su enorme verga contra mi boca, mientras yo apretaba mis labios para que le costara un poco de trabajo y pudiera respirar, pero eso hacía que aumentara la velocidad. Después de un rato Diego me recostó de nuevo sobre la cama y se puso entre mis piernas, mientras Pedro seguía follándose mi boquita, Diego tomó su miembro con sus manos y empezó a jugar con él en mi vagina, la recorría acariciando con la puntita mi clítoris y lo pasaba cerca de mi entrada. Yo estaba ansiosa de que me penetrara pero tenía la boca llena de la carne de mi hermano mayor. ‘Te va a doler un poco hermanita, pero después te gustará, te lo prometo’ dijo cuando puso la punta en mi entrada y empezó a empujar poco a poco abriéndose paso a través de mi apretado canal, me dolía como demonios, era muy grande y yo además de ser estrecha era virgen. Sentí cómo me desgarraba y gemí tanto que Pedro metió su pene hasta mi garganta acallándome de inmediato, por fortuna mis padres dormían en el piso de abajo. Ya estando hasta adentro, Diego se movía suavemente en círculos dentro de mí para acostumbrarme al tamaño aunque de mis ojos aún escurrían las lágrimas que me acompañaron de principio a fin, Pedro puso una de mis manos sobre su miembro y lo sacó de mi boca para poder ver mi cara mientras me follaban por primera vez. Yo estaba muy excitada, me ponía a mil que mi primera vez fuera con mis hermanos y mi cara se transformó cuando Diego empezó a bombearme con un delicioso movimiento rítmico, abrió mis piernas sujetándome por la parte de atrás de los muslos hundiéndose en mí cada vez más rápido y profundo. ‘Mmm hermanita, qué rica y apretadita estás, me gustas mucho’ sus palabras me ponían mal, Pedro se había sentado detrás de mí y acariciaba mis pechos pellizcando mis pezones ‘Mírale la cara, lo está gozando’ ‘Ya lo veo, ¿te gusta mi pene hermanita?’ Sí, le contesté con un hilo de voz, no podía hablar siquiera del placer que me estaban dando. Diego empezó a follarme con más fuerza y Pedro me susurraba al oído cosas sucias que en lugar de ofenderme me excitaban más ‘¿es la primera vez que te la meten verdad? ¿y te está gustando? Lo estás disfrutando ¿verdad?’ yo no podía responderle, estaba en shock por el placer, ni siquiera supe cuantas veces me corrí ni supe cuánto tiempo había pasado para que Diego terminara dentro de mí. Estaba agotada, Pedro se había corrido sobre mis pechos y nos dijo que había sido lo mejor que había visto, ya que también era la primera vez de Diego.
Pedro se paró al baño que había en mi habitación, mientras Diego y yo, tumbados en la cama nos mirábamos a los ojos. No podía creer que ese que había estado entre mis piernas y me había hecho suya con tanta pasión fuera mi hermano. Sin embargo era el primero con quien follaba, por lo que quise la experiencia completa y me abracé a él pegando mi cara a su pecho, él no se sorprendió me tomó entre sus brazos y acarició mi cabello, alzó mi cara y me besó suave y delicadamente. Yo empezaba a mojarme nuevamente, cuando Pedro salió del baño diciendo que me había puesto la tina, Diego y yo nos paramos y entramos juntos al agua caliente. Pedro talló y limpió mi cuerpo y me pidió que no le comentara lo que había sucedido a nadie, porque a pesar de lo mucho que nos quisiéramos, nadie lo entendería. Los tres prometimos guardar el secreto y así fue hasta hoy, que les cuento a ustedes el inicio de la relación que tantos años ha durado.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783869 veces
Si te ha gustado Amor sanguíneo vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Amor sanguíneo.
Lestrange
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
llillisita
(8 de May de 2012 a las 11:26) dice:
solo una palabra describe este relato.. ESPECTACULAR.. que suerte..ojala yo hubiera tenido hermanos. katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:09) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF titobe
(13 de April de 2012 a las 01:48) dice:
Muy bueno,yo tambien tuve unahistoria con mi hermana que algun dia contare,o me lo piden por mail.
Registrate
y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Amor sanguíneo.
Vota el relato el relato "Amor sanguíneo" o agrégalo a tus favoritos