Hace mucho aprendí, que no era bueno el hacer apuestas con Irma mi hermana menor. Ya que desde pequeña ha sido el tipo de persona, que no le agrada perder. A diferencia mía, que no me molesto por eso. Irma quería ganar todo el tiempo, a como diera lugar. Pero como digo una cosa digo la otra, las veces que finalmente aceptaba que perdía, aun a regañadientes cumplía con lo convenido. Por lo que apenas tuve cierto uso de razón, evadía el jugar con ella, evitando así pasar malos ratos. Pero con el pasar del tiempo, ya de adultos eso en parte se me había olvidado.
Relato
Yo me casé y ella también, aunque manteníamos contacto, realmente era poco lo que nos veíamos en el año. Salvo en navidades o por alguna situación familiar, como matrimonios, nacimientos o el funeral de algún pariente. Como fue el caso de esa vez en que nos vimos, había muerto un tío abuelo nuestro que casi ni tratábamos, Irma asistió con su esposo y yo con mi esposa, en cierto momento nos pusimos hablar sobre la edad del muerto, mi hermana tras mucho insistir, propuso que hiciéramos una apuesta, decía que el muerto tenía como unos ochenta y cinco, mientras que yo pensaba, que por su apariencia debía tener más de noventa años.
La cosa es que yo perdí y mi hermana se empeñó en que le pagase, con algo que no habíamos acordado formalmente, según ella yo debía ponerme un día entero a su disposición, lo que incluía lavar, planchar, hacer la comida y un sin fin de cosas más. Durante todo ese día, aparte de que me obligó a usar un ridículo delantal, ella se la pasó tras de mi corrigiéndome, burlándose y gritándome, cada vez que a criterio de ella yo cometía un error. Al finalizar ese día, maldije mil veces la hora en que hice esa tonta apuesta con Irma. La que después de que terminé de cumplir, a ella se le escapó decirme, que había leído el acta de defunción del viejo. Por lo que consideré, que se había aprovechado de mí, en esa ocasión y decidí tomar venganza. Pero para ello debía preparar todo, de forma y manera que ella no sospechase nada o simplemente el plan no funcionaria.
Hay algo que siempre le gustó a Irma y era el jugar cartas, me acordé que en ocasiones estaba tan sumida en el juego, que hacía apuestas estúpidas las que perdía irremisiblemente. Así que preparé no uno ni dos, sino toda una caja de juegos de naipes, con pequeñas marcas que a los ojos del resto de los jugadores, no se notaban en lo más mínimo. El segundo paso de mi plan era, invitarla a ella y al pesado de mi cuñado a que pasaran un fin de semana, en mi casa de campo, cosa que yo sabía de sobra que a ellos les gustaba. Mi esposa al enterarse de la invitación, de manera muy diplomática se excusó diciendo que su madre, mi santa suegra, que de paso espero que muy pronto, Dios la tenga en la gloria. Lo malo de todo eso, es que la vieja tiene una salud envidiable. En medio de todo, me convino que mi mujer no estuviera presente, ya que eso me dio más libertad de acción.
Apenas llegaron ellos dos, los recibí con sendos tragos, desde ese momento mi cuñado no se despegó de su vaso, por todo el resto del día, mientras que Irma después de pasar casi todo el día en la piscina luciendo su cuerpo y tomando sol, justo después de la cena, la señal de la televisión como la del radio se cayeron, claro está que fui yo quien produjo eso, pero ella no se dio cuenta. Irma comenzó a insinuar, que se sentía aburrida, por lo que la dejé que se quejase por un buen rato, hasta que fue ella misma la que propuso que jugásemos de manera amistosa, un parido de naipes. Realmente eso era lo que yo esperaba, mi cuñado al principio jugó un rato con nosotros dos, pero de momento fue tanto el alcohol que yo le había servido, que terminó por dormirse en el sofá de la sala. Mientras que mí hermana y yo, seguíamos jugando.
Al principio las apuestas fueron un poco más que conservadoras, pero poco a poco tanto ella como yo las fuimos subiendo hasta que Irma perdió casi todo su dinero, en ese momento observó las cartas y como quien no quiere la cosa, me pidió que cambiásemos el mazo por uno nuevo. Hasta dejé que fuera ella, la que lo escogiera, para que se quedase tranquila. A los pocos minutos, nuevamente Irma había perdido hasta su último centavo. Yo le dije con toda la intención, de que me llevase la contraria. De que como ella, no tenía más nada que apostar, terminásemos de jugar. Pero de inmediato me respondió, te apuesto mi blusa. Yo solamente le dije, bueno sí tu quieres seguir acepto la apuesta. Irma al perder, pensé que se daría por vencida, pero no fue así, para mi sorpresa se ha quitado la blusa, de la manera más desvergonzada que me pude haber imaginado, dejando por completo al aire sus hermosos y grandes senos, ocultos apenas sus pezones por un pequeño sostén de encaje negro, casi transparente.
Tras las blusa apostó su falda, luego los zapatos y posteriormente el condenado sostén que me tenía loco ya que a cada rato mientras jugaba se acomodaba los senos dentro de esa pequeña cantidad de tela, en esos momentos le recordé que mi cuñado se encontraba a pasos de nosotros durmiendo en el sofá, pero su respuesta fue, el cabrón ese sabe que no debe ponerse a beber de esa manera y que cuando lo hace yo hago lo que me viene en gana así que no te preocupes por él. Tras escuchar sus palabras, seguimos jugando. Ya únicamente le quedaban las bragas puestas, las que pude ver lo suficiente, como para apreciar su semioculto coño y el hermoso par de nalgas que se gasta mi hermanita menor.
Cuando perdió su falda, fue cuando dejé de ver a Irma, con ojos de hermano y comencé a verla como toda una provocativa mujer. Nuevamente le propuse suspender el juego, pero ella no aceptó apostando sus bragas a la siguiente mano. La que al igual, que todas sus prendas también perdió. Irma algo molesta se despojó de su braga, mostrándome descaradamente, todo su desnudo cuerpo, al tiempo que me decía sin tomar asiento, a fin de que yo la siguiera viendo completamente.
Antes de que me digas que vamos a dejar de jugar, te diré que me he dado cuenta de cómo me vez y te propongo algo, sí yo pierdo la siguiente mano, puedes hacer conmigo lo que se te antoje, pero si yo gano me quedo con todo lo que está sobre la mesa. Pero nuevamente pidió cambiar el mazo de cartas, lo que para su mayor tranquilidad, acepté. Irma aún manteniéndose de pie y ocasionalmente, mostrándome su lindo y bien formado culo, sacó todos los mazos de cartas, tras observarlas detenidamente, escogió uno del fondo de la caja. Al fin y al cabo eso no me importaba ya que hasta a los últimos paquetes de carta, los había arreglado para yo no perder.
Aunque yo no esperaba que la cosa tomase ese rumbo, en principio pensaba que una vez que perdiera, ella se pusiera a limpiar el corral de los animales y hasta la piscina. Pero al verla tan provocativamente desnuda ante mí, mostrándome sin vergüenza alguna todo su cuerpo, en mi mente enseguida me puse a pensar, todas las cosas que ambos podríamos hacer. En efecto Irma perdió, pero la rabia que le dio fue tal, que el berrinche que hizo y los gritos que dio, pensé que despertaría a su esposo. Pero no fue así, el condenado seguía durmiendo como un tronco. De momento Irma se quedó callada, respiró profundamente y me dijo con algo de rabia en el tono de su voz.
Bueno ¿Qué quieres que te haga? ¿Una paja o que te lo mame? a ver apurarte, que no quiero quedarme a así toda la noche. En ese momento me di cuenta, de que si aceptaba lo que ella me proponía, de eso no pasaría. Por lo que en un tono demandante le dije. Te has jodido coño, ahora vas a tener que hacer lo que yo te diga y no lo que a ti se te antoje, así que cállate la boca y ve para afuera. Irma se sorprendió al escuchar mis palabras y aunque se le notaba en el rostro, que no estaba de acuerdo, se quedó callada y haciéndome caso salió de la casa, completamente desnuda.
Al encontrarnos fuera, en medio de la oscuridad de la noche, se me quedó viendo, como diciendo ¿bueno y ahora qué? Sin decirle nada seguí caminando, hasta la casucha, donde guardo algunos muebles viejos y unas cuantas herramientas. Ya una vez dentro, le indiqué que se acostase boca arriba en el viejo sofá y apenas lo hizo, tomé unas tiras de telas y aseguré sus manos y pies a las pata de ese mueble. Dejándola con sus piernas completamente abiertas frente a mí, con su peludo coño del todo descubierto. Irma comenzó a protestar, pero de inmediato le dije que se callase, que ella había perdido y repitiendo sus palabras le dije. Acuérdate que tú fuiste la que dijo. Te propongo algo, sí yo pierdo, puedes hacer conmigo lo que se te antoje. Bueno, esto es lo que se me antoja, así que calla boca.
Una vez que terminé de asegurar las tiras de tela, comencé a toquetear su peludo coño, y de momento se me ocurrió que me gustaría más verlo sin un solo pelo. Por lo que sin decirle ni una sola palabra a Irma de lo que pensaba hacerle, salí de la casucha me dirigí al baño de la casa y tomé todo lo necesario para rasurarle completamente todo su coño. De paso le di un vistazo al cabrón de mi cuñado, él cual seguía durmiendo a pierna suelta. Al regresar a la casucha, Irma molesta me preguntó, que pensaba hacerle. Aun sin decir nada, comencé a realizar todos los preparativos, de manera que ella sin que yo hablase una sola palabra, se diera cuenta de mis intenciones. Cuando me coloqué a su lado con todo lo necesario, de inmediato Irma comenzó a protestar, pero yo solamente llevándome mi dedo índice a mis labios, le hice señas de que mantuviera silencio. Cosa que Irma de inmediato obedeció, lo primero que hice fue ponerme a enjabonar todo su peludo coño, mis dedos acariciaban la piel de su vulva tanto por fuera, como parcialmente por dentro, lo que hacía que mi hermana en ocasiones dejase escapar más de un profundo suspiro de placer. El llamado monte de Venus y sus alrededores, primero se los fui cortando con una tijera, tomando los enjabonados mechones y después de cortarlo los fui colocando sobre una pequeña toalla.
Al tener gran parte de su coño bastante recortado, tomé mi crema de afeitar y comencé aplicársela, con mis dedos por sobre toda su piel entre las piernas. Irma aunque procuraba mantenerse, sin mostrar sus emociones, a cada momento me era mucho más fácil, el arrancar de sus labios alguno que otro profundo gemido. Posteriormente tomé mi propia maquinilla de afeitar y con todo el cuidado que pude comencé a rasurar completamente todo su coño y hasta entre sus nalgas. Ya que le ordené secamente, que levantase las piernas después de soltar un poco las tiras de tela. Irma me fue obedeciendo sin volver a decir, ni esta boca es mía. Lo que únicamente se le escapaba era uno que otro profundo suspiro o gemido, a medida que yo continuaba con la tarea que yo mismo me había impuesto. Al terminar de retirar todos los pelos, con mis manos mojadas en agua, comencé a lavar nuevamente y de manera concienzuda todo su coño, tanto por fuera como por dentro. Momentos que aprovechaba yo para arrancarle otro profundo gemido, al instante en que apretaba su sonrosado clítoris entre mis dedos.
Sin dejar de tocar su coño, mis labios comenzaron a lamer los parados pezones de sus tetas, mientras que mi verga se encontraba deseosa por salir de su encierro, dentro de mis pantalones. Por un rato me dediqué única y exclusivamente a sus tetas, chupándoselas, mordisqueándoselas y lamiéndolas completamente. A medida que hacía eso ya Irma comenzaba a insinuarme, que se lo introdujera, pero mi plan era otro, en el que eso llegaría a su debido momento, pero llegaría, como en efecto llegó. Lo primero que me quité fue la camisa, pero de inmediato continué introduciendo mis dedos entre sus piernas, las acariciaba las tocaba y hasta pellizcaba ligeramente, mientras que ya Irma comenzaba a mover sus caderas de manera bien provocativa. Separé sus rodillas y piernas y dirigí mi boca directamente a su clítoris, que se encontraba no tan solo humedecido sino que también bastante colorado.
A medida que comencé a lamerlo y chupárselo, Irma me pedía que se lo metiera, restregué mi cara en varias ocasiones, contra todo su coño y esa mujer parecía que se iba a volver loca, del placer que le producía mi boca contra su coño. Llegó el momento en que ella disfrutó de un tremendo orgasmo, moviendo su cuerpo al tiempo que yo le chupaba continuamente su coño.
Por unos instantes me pareció que Irma había desfallecido, se quedó como en las nubes, la cara de satisfacción que tenía en su rostro era única. Fue cuando decidí continuar con mi castigo, sí es se le puede llamar así. Separando sus piernas, comencé a introducir por completo, una de mis manos dentro de su coño. Cuando parte de mi muñeca derecha desapareció dentro entre sus piernas, Irma abrió los ojos desmesuradamente y a medida que yo comenzaba a moverla dentro de su coño, ella aun en contra de su voluntad comenzó nuevamente a mover sus caderas diciéndome, o mejor dicho pidiéndome que no continuase, pero sin ella dejar de moverse como buscando más placer. Cuando noté que volvía a poner sus ojos en blanco y sentí como con su vulva apretaba mi mano dentro de su coño, entendí que le había vuelto a producir otro orgasmo, tan salvaje como el primero. Extraje mis mojados dedos de su coño y se los he colocado entre sus labios y aunque de manera lenta pero profunda mi hermana comenzó a chuparlos completamente.
Simplemente después de eso me quité mis pantalones y dirigiendo mi verga a su caliente coño, comencé a penetrarla. Irma en algún momento dijo algo, de que éramos hermanos, pero casi de inmediato se quedó en silencio, disfrutando de las profundas penetraciones que yo continuaba haciendo dentro de su bien lubricado coño. A los pocos segundos, ella comenzó nuevamente a mover sus caderas, mientras me decía que le diera más y más duro. Por un buen y largo rato mi verga entró y salió del sabroso coño de mi hermana, infinidad de veces. Ya la expresión del rostro de Irma era completamente diferente, tanto ella como yo disfrutábamos de todo lo que estábamos haciendo, aparte del profundo placer morboso de estar metiéndoselo a mi propia hermana, que se movía como toda una puta profesional bajo mi cuerpo, a medida que tanto ella como yo buscábamos nuestras bocas para besarnos profundamente.
Yo realmente no amaba a mi hermana, no desde el punto de vista filial, por años siempre la había deseado, pero con la idea de que eso era malo, simplemente la deseché de mi mente como una opción sexual. Mi lengua jugaba con la de ella a medida que mi verga seguía entrando y saliendo de su coño. Hasta que después de un buen rato, juntos alcanzamos el clímax, en mi vida había expulsado tanto semen de mi cuerpo. El placer que sentía era algo increíble, hasta que nos quedamos los dos casi dormidos.
Después de un buen rato, al levantarme Irma me preguntó, con una tremenda sonrisa de satisfacción si no la iba a soltar, a lo que nuevamente poniendo mi dedo índice frente a mi boca le hice señas de que se callase. Por unos instantes jugué con mi mustia verga, entre mis dedos, pero sin pensarlo mucho la dirigí directamente a su boca. Eso como que agarró desprevenida a Irma la que al principio, no quiso abrir su boca, hasta que yo dándole con mi verga en su rostro la convencí de que me lo mamase. Irma sabía que se encontraba a mi completa merced, por lo que cuando se dedicó a chupar mi verga, lo hizo de una manera tal, que ni mi misma mujer me la ha mamado con tanto empeño y pasión. En cosa de segundos, sentí como mi buen pedazo de carne, al contacto con su saliva y su boca, volvió a tomar cuerpo. En esos momentos me hubiera agradado de sobre manera el venirme dentro de su boca, pero deseaba hacer algo más satisfactorio, por lo menos para mi lo era, el darle por el culo a mi hermana. Sus nalgas siempre me habían invitado, digo yo, pero hasta esos momentos, como ya les dije, procuré borrarla de mi mente, en todo lo que se refería a sexo.
Cuando me sentí en condiciones de continuar, saqué mi verga de su boca, y tomándola por los tobillos, separé sus piernas y levanté ligeramente su culo. Irma al darse cuenta de mis intenciones, procuró zafarse, pero le volví a repetir. Sí yo pierdo la siguiente mano, puedes hacer conmigo lo que se te antoje. Al escucharme en su rostro noté la resignación, Por lo que continué introduciendo mi verga apretándola contra su oscuro esfínter, a medida que la fui penetrando, en su rostro podía darme cuenta del dolor que le provocaba mi verga al abrirse paso dentro su apretado culo. Fue como un acto reflejo, lo que llevó mis dedos a nuevamente enterrarse dentro de su coño.
Aunque mi hermana se quejaba de lo que le estaba haciendo, no dejaba de mover su culo restregándolo sabrosamente contra mi cuerpo, el tenerla en esa posición me permitía disfrutar de todo su cuerpo, al momento de seguir penetrándola, Irma me di cuenta que soltaba su esfínter a medida que mi verga seguía entrando dentro de su cuerpo, pero lo apretaba con fuerza al momento en que yo comenzaba a sacar mi verga de su culo. Como a ella en la familia siempre le han llamado la negra, cuando comencé a decirle. Negra sigue moviendo tu sabroso culo, a ella eso no le resultó extraño, el escuchar esas palabras. Mientras que yo seguía enterrando mi mano dentro de su coño, sus gemidos de placer eran ensordecedores. Más que gemir parecía que se lo estuviera metiendo a una cerda por los ruidos que hacía expresando su placer.
Así seguimos hasta que lo poco que me pudiera quedar dentro de mí, lo solté dentro del culo de ella. Irma por su parte también alcanzó otro majestuoso orgasmo, con sonido estereofónico, como digo yo. Creo que de milagro su marido no se despertó por el ruido que hicimos en la casucha. Cuando nos recobramos, ya comenzaba amanecer, al regresar a la casa, Irma recogió toda su ropa y sin decir palabra se fue a su habitación, donde se debió quedar dormida hasta el medio día más o menos, su marido bien gracias, durmió casi hasta esa misma hora. El cabrón, como Irma se refiere a él, cuando ella está a solas conmigo, se ha levantado con un profundo dolor de cabeza.
Ya en la noche, mientras cenábamos Irma me hizo una tonta pregunta, que generó en una especie de discusión entre ella y yo, fue cuando la escuche decirme, te apuesto lo que se te antoje, a que tengo la razón, de paso no la tenía y ella lo sabía de sobra. En lugar de ron le di a mi cuñado unas fuertes pastillas para que pudiera calmar el tremendo dolor de cabeza que aún tenía, quizás a consecuencia de los grandes cuernos que le estaban creciendo.