No sé qué me da contarlo. Siempre fui una chica muy tímida, bueno, lo era hasta que me pasó lo que voy a contar. Pero mejor será que empiece por el principio.
Relato
No sé qué me da contarlo. Siempre fui una chica muy tímida, bueno, lo era hasta que me pasó lo que voy a contar. Pero mejor será que empiece por el principio. Describiéndome, a mi y mi vida.
Digamos que soy una chica normal, tengo veinte años, morena, metro setenta, buen cuerpo (96-62-93), creo que guapita de cara y suficientemente inteligente. Vivo en un pueblo de la costa española con puerto deportivo al que mis padres se mudaron hace años para practicar vela, tenemos un chalecito (bueno no, un chalé) con piscina y vistas y estudio derecho en una ciudad cercana, a donde voy a clase con mi coche (un A3). Mi familia la componen mis padres, de 42 años los dos, mi hermano mayor Alejandro de 22, mi hermano menor Andrés de 18, mi hermana Ana, de 17 y yo, Alicia, de 20, como ya he dicho. Ya veis, a nuestros padres les hizo gracia que todos los nombres empezaran por A. Nos parecemos bastante físicamente las chicas, y los chicos entre ellos, aunque Alex está más desarrollado (lleva más años con el fútbol). Alex trabaja, los peques están en el instituto y mis padres trabajan y regatean en el tiempo libre. No nos falta de nada, en casa tenemos dormitorios para cada uno con todas las comodidades, y mis padres no nos están encima, prefieren el barquito.
La cuestión es que un caluroso sábado de Mayo que estaba aburrida me decidí a ir a la playa, se lo dije a Ana y bajamos en el coche. Alex trabajaba, por lo que quedó Andrés solo en casa. Habitualmente quedamos allí toda la tarde, volvemos para la cena, pero estando en la arena Ana se encontró con sus amigas y se fue dejándome más sola que la una. Yo, aburrida, pensé que para tomar el sol mejor era hacerlo al completo, así que como aún era temprano recogí las cosas y me fui a una playa nudista. No sé en el resto del mundo, pero en la zona donde yo vivo las mejores playas, y las más tranquilas son las nudistas. Al llegar estiré la toalla donde mejor me pareció, ya que había mucho espacio y me despojé del vestido y de la parte superior de bikini. Noté que había algún chico (y algún no tan chico) que me observaban, pero continué la labor y me quité las braguitas para después tumbarme en la toalla. Observé a los observadores y me fijé en que a alguno le abultaba algo más de lo normal el bañador (suelen ir vestidos, los observadores) pero me hizo gracia pensar que luego se harían una paja a mi cuenta.
Pasó una hora, me desperté y me vi tumbada boca arriba con las piernas abiertas y algo flexionadas, vamos, la mejor postura para que los dueños de los ojos puestos en mí no se cortasen y pasasen de observadores a mirones. No me gustaron ciertas caras, así que me levanté y me largué a casa. Serían sobre las siete, por lo que faltarían un par de horas para que volviese todo el mundo, ya que supuse que Andrés habría salido con sus amigos. Subí a mis aposentos y me dispuse a tomar una ducha para quitarme las arenas, y ya de paso la calentura que llevaba encima, porque los mirones, con todo, me pusieron cachondilla. Me encanta la sensación del agua goteando por mis pezones, y también me encanta apuntar con el chorro de agua a mi almejita mientras con la otra mano me limpio despacio, acariciando cada uno de sus pliegues, pellizcándome el clítoris, hasta que acabo tumbándome en la bañera y me meto un par de deditos mientras otro se pierde en mi culo, los muevo despacio y acabo con una mano dentro del coño y tres dedos en el culo moviéndome como un auténtico animal. Lo del dedo en el culo lo aprendí de Airbag, en esos tiempos no me había entrado nada más por ahí que mis dedos. Pues eso, que acabé de ducharme y salí del baño, me puse unas braguitas y una camiseta y bajé al salón a ver la tele.
Pero lo que vi en la tele no era lo que esperaba, por lo visto Andrés no había salido, debía estar en su dormitorio cuando llegué, y en ese preciso instante estaba viendo una película en la que unas chicas vestidas de colegialas (camisa blanca, faldita plisada de cuadros escoceses) se metían mano delante de un supuesto profesor que después se las follaba vilmente. Andrés estaba en el sofá, yo sólo veía su cabeza y como el sofá está de espaldas a las escaleras me acomodé sigilosamente para observar el espectáculo. De hecho la peliculita me estaba volviendo a poner cachondilla (¡Y yo que siempre digo que son un asco!). Cuando me di cuenta ya tenía una mano sobre mis braguitas y me estaba empezando a acariciar el chochito, que cada vez se humedecía más. Decidí parar, porque me conozco y acabaría dando el espectáculo y ese día me tocaba de espectadora, no de actriz. En ese momento mi hermanito se empezó a mover rítmicamente y estuvo así un par de minutos, tras lo que se levantó, se sentó en el respaldo del sofá y salpicó una buena corrida por el salón. "Como folles así no me llegas ni para medio asalto" pensé yo. Me escondí un poco más por si las moscas y vi como Andresito se levantaba a por un paquete de Kleenex, cogía un par y borraba sus huellas de la mesita de centro, después se agachó y vi (o supuse) como limpiaba el sofá y después se levantó de nuevo y vi (¡¡¡¡¡¡DIOS MÍO QUÉ PEDAZO POLLA TIENE MI HERMANITO!!!!!! Ni en sueños había visto una igual, y eso que sueños húmedos no me faltan) como se limpiaba su pedazo polla de un palmo (ojo chicas, después de correrse) con suma delicadeza. Me volví a mi cuarto, me volví a desnudar, me volví a la ducha y me volví a meter en coño y culo lo más grande que encontré, procuraba pensar en la mamada de las colegialas al profe, o en las folladas y enculadas que éste les pegaba, pero la mente se me iba a la polla de mi hermano.
Quedé exhausta en la bañera cuando me asaltó una duda: si la polla del hermano pequeño era así, ¿cómo sería la del hermano mayor? Pero preferí no pensar en ello. Preferí hacérselas pasar putas a mi hermanito como castigo por haberme hecho pensar en su preciosa polla, la polla de mi hermano que me comería sin dudar, que metería dentro de mi coño chorreante sin pensarlo, con la que me rompería el culo sin lubricarlo, sólo por sentirla dentro de mí.
Cuando salí de la ducha me acerqué a la habitación de Andrés (desnuda, lo pienso ahora y no sé cómo fui capaz de arriesgarme a que me pillase) y cuando asomé la cabeza por la puerta pude escuchar que se estaba duchando. Eso me daría cinco minutos. Volví a mi cuarto, busqué el bikini más minúsculo que tenía y me lo puse. Tendría un par de años, era un tanga blanco que sólo me cubría mi vello púbico (el poco que me quedaba sin rasurar, si no una leche iba a cubrir) con parte de arriba de triangulitos que apenas tapaba mis pequeños y oscuros pezoncitos. Me miré en el espejo y vi que incluso transparentaba un poco el vello y los pezones. Era genial.
Bajé al garaje y esperé cinco minutos, tras los cuales entré en casa haciendo el mayor ruido posible para que se diese cuenta de mi presencia, y cuando entré en el salón di un grito de "¡Ya estoy en casa! ¿Hay alguien?" Acto seguido apareció Andrés por las escaleras aún mojado de la ducha y con una toalla cubriendo sus partes, me vio y dijo:
Ah, eres tú, pensé que había alguien.
¿Qué pasa, acaso yo no soy nadie? – Le contesté para alargar la conversación y que me viese, mientras subía las escaleras
Va, si, me refería a alguien de fuera
Pues no llevas el traje más apropiado para recibir visitas – Le dije dando un tironcito a la toalla
Me estaba duchando, y tampoco tú llevas el bikini más adecuado para bañarte, si te transparenta ahora, mojado debe ser un espectáculo – Empezaba a apreciarse un bulto bajo la toalla
Es que yo me baño sin bikini, chavalín. Me voy a la ducha, que tengo el culo lleno de arenas –
Y dicho esto lo dejé atrás enseñándole ese portento de culo que tengo que, con el hilo del tanga en el fondo de mi raja, podía apreciar en todo su esplendor.
Dejando abierta las puertas de dormitorio y baño volví a meterme en la ducha (Por tercera vez en una hora), pero esta vez sin hacerme una paja. La mampara de la bañera es de cristal traslúcido, y me quedé mirando hacia fuera cuando al minuto apareció lo que esperaba, una sombra en la puerta del baño, mi hermanito espiando. Me enjaboné bien las manos y empecé a manosearme vistosamente, primero los pechos, después el trasero poniéndome de espaldas a la puerta y por último, y volviéndome de nuevo, mi adorada rajita. Me aclaré siguiendo el mismo recorrido y cerré el grifo, momento en que la sombra de la puerta desapareció.
Salí de la ducha y me puse una toalla en el pelo y otra en el cuerpo, que iba desde los pechos hasta dos dedos por debajo de mis nalgas, y así bajé a la cocina a beber algo. Andrés estaba sentado en el salón viendo algo en la tele, ni me fijé qué era, y pasé por delante de ella para darle a mi hermanito una vista más interesante. Yo creo que a esas alturas ya se estaba poniendo malo. Cogí una Coca del frigo y me fui a sentar a su lado, y lo hice cayéndome en seco en el sofá, dejando que mis tetas botaran a gusto y quedando con las piernas abiertas. Bebí un trago largo levantando la cabeza para que apreciase mejor el canalillo de mis tetas y le ofrecí un poco.
¿Quieres un traguito?
Bueno – Dijo cogiendo la lata
¿Qué ves?
Nada, espero a que empiece el fútbol
Voy a poner las noticias
Lo dejé bebiendo mientras me levantaba del sofá y me agachaba sobre la mesita de centro a coger el mando, esperando enseñarle mi chochito querido, cosa que debió ver, por las toses que escuché (Era lo justo, yo ya le había visto la polla).
Anda bebe despacio, que te atragantas
Ya, ya, quita que no me dejas ver – Pobre, estaba rojo como un tomate por haber visto el coño de su hermana mayor.
Cogí el teléfono y subí a mi habitación para llamar a mi mejor amiga Miriam, con la que tenía intención de salir esa noche a romper.
Hola Miri, ¿Vienes por casa antes de salir o quedamos en el Moby? (Era el bar en el que empezábamos a beber siempre)
Pues iré antes, que mis padres salen de viaje y me quedo sin coche, así que mejor me dejan ahí cuando se vayan.
¿Estás sola? ¿Y por qué no te quedas a dormir?
¿No le molestará a tus padres?
Bah! No, además no están, se fueron con el barquito.
Entonces vale, me voy a hacer la mochila.
Oye, mete en la mochila el uniforme del insti, y salimos así.
¡Pero si me queda enano!
Por eso mi niña, por eso. ¿No eras tú la que quería salir a por todas?
Bueno, pues voy a buscarlo, estoy ahí en una hora.
Vale.
Me puse algo más cómodo (unas braguitas y una camiseta blancas, para que transparentasen un poco) y volví al salón a tirarme de nuevo en el sofá, donde estaba mi hermano vestido sólo con su pantalón de fútbol viendo el partido, que acababa de empezar.
¿Con quién hablabas?
Con Miriam, por cierto, pórtate bien, que viene a dormir esta noche.
¿Viene ahora?
En tres cuartos me dijo, la traen sus padres.
Entonces casi me voy a poner una camiseta.
No creo que se asuste, no tienes nada que no haya visto.
Seguro que si me pongo en pelotas tampoco habría nada que no haya visto.
De eso no estoy tan segura, y no hables así de ella, que es mi amiga.
Ya, y una guarrona como tú (nunca tuve problema en llevarme chicos a casa y follármelos en ausencia de mis padres, el único que lo sabía era Andrés, cuando le pedía que llevase él el coche ya sabía por qué era), seguro que competís a ver cuál se tira a más tíos – Mientras lo decía se levantó corriendo y subió las escaleras para ponerse la camiseta.
¡Sí, y voy ganando yo! – Grité - "Y ya verás lo guarronas que somos" – Pensé.
Pero aún no os hablé de Miriam. Es mi compañera de correrías, desde que estábamos en el parvulario. Las correrías cambian con los años, y ahora las nuestras eran muy simples: salimos, buscamos un par de tíos buenos y cachondos y nos vamos cada una con uno; al día siguiente y con la resaca a cuestas comentamos las folladas que nos hemo y han dado y las comparamos, para aprender más cosillas y ponerlas en práctica.
Nos resultaba fácil enrollarnos con tíos cachondones, ya que (yo ya he descrito mi cuerpo) Miriam está aún más buena que yo, y es rubia, que eso atrae mucho a los chicos. Para colmo siempre nos vestimos lo más provocativo que encontramos en el armario.
Pues bien, llegó Miriam. Le abrí la puerta y nos dimos dos besos. Llevaba un short azul y un polo blanco sin sujetador. Unida a mí, en bragas y camiseta y sin sujetador también, parecía que ya fuésemos provocando, y allí el único provocable era Andrés.
Miriam se acercó y, antes de sentarse en el sofá, se agachó frente a él para darle dos besos. Con el polo flojo y desabrochado, Andrés tuvo una preciosa vista de sus pechos, lo que se notó en su leve pantalón en forma de bulto.
Pero la sesión de calientapollas que le íbamos a dar a Andresín no duró mucho, ya que en ese momento entraron por la puerta Alex y Ana. A Miriam se le puso un brillo en los ojos que delataba su atracción por Alex, cosa que ya me había comentado alguna vez. ¡No me hables de follarte a mi hermano!, le decía yo, pensar que ahora dejaría que me follasen los dos a la vez.
Saludaron, Alex le dio un par de besos a Miriam (y de paso le miró el escote) y subieron a ducharse.
Nosotras nos hicimos unos sándwiches y cenamos viendo el partido. Cuando acabamos todos de cenar, saqué una botella de whisky y unas cocas y empezamos lo que apuntaba hacia una noche memorable.
Alex se fue con sus amigos y llevó a Ana con las suyas, siempre salían y volvían temprano, la una por jovencita y el otro por deportista. Nos quedamos Andrés, Miriam y yo. Al rato ya llevábamos un par de copas, y ya estábamos contentillos, Andrés se había cansado de mirar como bailaban nuestras tetas cuando nos reíamos a carcajadas, las de Miriam cada vez que se agachaba para coger una copa y mis braguitas intentando tapar mi coñito, ya que con el puntito no hacia nada por colocármelas bien. Y claro, eso tenía efecto en el paquete de mi hermano, que abultaba más de lo debido. Cuando, después de otra copa, subimos a cambiarnos Miriam me comentó ese detalle:
Oye, parece que a tu hermano se le puso morcillona.
A ver, le andas enseñando las tetas toda la noche... A ver si dejas de calentarlo, que te conozco.
Ya, claro como que para ti no miraba, sobre todo cuando te abrías de piernas delante de sus narices.
¡Tía, que es mi hermano! Yo siempre ando así por casa.
Sí, sí, hermano será pero una buena teta es una buena teta, aunque sea de la familia – Esto lo decía mientras, estando desnudas, me pellizcaba los pezones y nos reíamos escandalosamente –
¡Estate quieta, a ver si va a entrar!
Bueno, así podría ver el tamaño de esa cosa que tiene escondida.
Sí, venga – dije – "No sabes tú bien el tamaño que tiene" –pensé
Nos vestimos igualitas, braguitas blancas, sujetador blanco sin encajes, blusa blanca y faldita plisada azul, que nos quedaba más corta que en el insti. Nos pusimos dos coletas a los lados y nos miramos frente a frente.
Pero qué pinta de putita quinceañera tienes – me decía
Pues anda que tú, Dios, estás para comerte – le dije yo
Pues ven aquí y cómeme.
Se acercó, nos cogimos de los cuellos de las blusas y nos dimos un piquito en los morros algo que, por cierto, hacíamos a menudo, sin ánimo de nada, nosotras heterosexuales de siempre.
Venga vamos, que es tarde
Sí, que ya tengo ganas de que nos vea tu hermano
Joder tía, eres una calientapollas
Sí, ¡Ja ja ja! – Y las dos nos echamos a reír
Cuando bajamos Andrés nos estaba esperando en el salón, y cuando nos vio su cara nos dijo que estábamos estupendas para la ocasión. Seguro que ahora estaba pensando en ser el profe de la peli porno y nosotras sus alumnas.
¿Por qué pones esa cara, es que no crees que vayamos bien? – pero qué guarra que es mi amiga, lo peor es que yo también -
Qué va, estáis estupendas, en serio, me encanta – y su paquete decía lo mismo, a pesar de la dureza del pantalón vaquero -
Pues venga para el coche, que es tarde – Es que eran ya las doce y media y nos faltaban dos folladores por encontrar. -
Pero la noche no se dio bien, no encontramos un par de maromos decentes, así que nos resignamos a no ser folladas esa noche. Eran ya las cinco y pico y llevábamos unas borracheras de escándalo cuando estábamos en la discoteca esperando a Andrés, que se había ido con sus amigos y decidimos deleitar al público que nos observaba con un bailecito especial, nos pegábamos mucho, nuestros pechos se rozaban y nuestros pezones empezaban a despuntar, nos dimos un par de piquitos para regocijo del personal masculino y parte del femenino, y nos dimos alguna palmada en el trasero. Pero vimos que ya estaba allí mi hermano y decidimos irnos. Le di la llave del coche, que yo ya no veía, y nos fuimos a buscarlo. En el camino Miriam seguía dándome cachetes en el culo, que yo intentaba evitar apretándole las tetas, y cuando llegamos al coche nos sentamos las dos en el asiento trasero para seguir con el jueguecito.
Al llegar a casa, seguíamos así, Andrés se despidió y nosotras nos tiramos en el sofá.
Mira, me has puesto los pezones de punta – me dijo Miriam
¿Yo? Oye, te recuerdo que empezaste tú
Y tú también los tienes así – y me los volvía a pellizcar
Vas a ver ahora – le dije con cara de enfado
Le hice un ataque que no pudo evitar, mis manos iban de sus pezones a su chochito, y de ahí otra vez a las tetas, y en las tetas y en su coñito a la vez, entonces se tiró encima de mí agarrándome las muñecas y me quedé inmovilizada, empezando su ataque. Como tenía las manos ocupadas empezó a morderme las tetas y a excitarme más y más, hasta que no pude aguantar, me deshice de ella como pude, me tiré encima de ella y le pegué un morreo de los que no tienen nombre. Al principio se quedó quieta, pero enseguida empezó a juguetear con su lengua dentro de mi boca, se la mordía, ella mordía la mía y las dos nos mordíamos los labios, tenía una calentura encima que no aguantaba, mi coñito chorreaba, empecé a sobarle las tetas, ella me hacía lo mismo, nos desabrochamos las blusas mutuamente, le saqué las tetas del sujetador, eran preciosas, suaves, grandes, duras, con unos pezones grandes y rosaditos que parecían de diamante de duros que estaban, mil veces le había visto y tocado las tetas, pero nunca como hasta ahora, ahora me encantaban, acerqué mis labios a sus pezones y los besé tiernamente. Saqué la lengua y empecé a lamer en círculos a su alrededor, varias vueltas hasta que me abalanzaba sobre el con mis labios y se los chupaba como si me fuese la vida en ello. Ella estaba tumbada y no se movía, sólo me dejaba hacer, cerraba los ojos y gemía, muy bajito, suspiraba, yo seguía con mi boca en sus tetas, bajé mi mano derecha a su entrepierna y comencé a acariciarla por encima de las bragas. Estaban empapadas, como las mías. Después de un par de minutos frotando su coñito, ahora deseado coñito, le eché las braguitas a un lado y le acaricié su clítoris, primero poco a poco, después más rápido, le metí un dedo en su chochete, después otro, y otro, otro más, le metía cuatro dedos mientras el pulgar hacía bailar su clítoris. Debía ser la borrachera, porque no tenía asomo de correrse, y yo con eso en condiciones normales ya lo habría hecho un par de veces. Mis labios dejaron sus pechos y volvieron a su boca, nuestras lenguas volvieron a jugar un rato mientras la sentaba en el sofá. Me separé de ella y me levanté, cuando vi espiando a mi hermano como yo lo había espiado a él por la tarde. "Se lo debo", pensé (lo que hace una buena borrachera, con las tetas al aire y follándome a mi mejor amiga delante de mi hermano pequeño). Me arrodillé ate su chochito y le saqué las bragas, metí mi cabeza bajo su falda y empecé a jugar con su clítoris, mis manos sobaban sus tetas mientras ella se pellizcaba los pezones, le metía la lengua en su agujero, mordía su clítoris mientras le metía casi toda la mano en el coño, le metía un dedo y dos en el culo, hasta que no aguantó más y se corrió largo rato. Me volví a acercar a su cara y le di a probar sus mieles que seguían en mi boca, me lamió toda, se tragó su abundante corrida. Menos mal que no era muy ruidosa, porque Alex y Ana dormían arriba ajenos a todo.
Después de cinco minutos de descanso subimos a mi dormitorio y me dijo:
Prepárate preciosa, porque ahora te toca a ti.
Cuando llegamos a lo alto de la escalera vi salir luz por debajo de la puerta de Andrés, lo que me confirmó que nos había estado espiando hasta el final.
Entramos en mi cuarto, cerramos la puerta y nos acercamos, nuestros pezones se tocaron, y nos dimos un beso muy dulce, entrelazando nuestras lenguas suavemente, despacio. Nos separamos y Miriam dejó caer su blusa, se quitó el sujetador y desabrochó su falda, que se deslizó hacia el suelo delicadamente. Estaba preciosa así, desnuda, con esos bonitos pechos, sus preciosas caderas, y esa matita de vello casi transparente que la hacía parecer una niñita. Volvió a acercarse a mi, nos mirábamos a los ojos con miradas muy tiernas, me sacó la blusa y el sujetador y los dejó caer al suelo, se arrodilló ante mí, me desabrochó la falda y me la quitó, agarró mis empapadas braguitas y me las quitó suavemente. Me besó en el vientre, se levantó y me tumbó en la cama. Se puso sobre mí, y empezó a lamer mi cuello, delicadamente, con la punta de la lengua, bajó a mi canalillo y siguió lamiendo y besándome, se acercó a los pezones, yo ya no podía más, me los lamió, besó, chupó y mordió de veinte formas distintas, siguió bajando su cabeza mientras sus piernas iban hacia mi cara, hundió su cara entre mis piernas y su coño en mi boca, su lengua me hacía vibrar, sus dedos, me lamía el culo, me metía dedos por todos mis agujeros, cuanto más me hacía sentir, más hundía mi boca en su coño, más disfrutábamos las dos. Por fin, acabamos en un tremendo orgasmo simultáneo que a mi me empapó la cara y yo empapé la sábana bajo su rostro, se colocó a mi lado, nos abrazamos, nos besamos y nos quedamos dormidas.
La mañana siguiente me desperté a las tres de la tarde. Estábamos destapadas, completamente desnudas, y la habitación apestaba a sexo. La miré, me pareció preciosa así, desnuda, dormida. No lamentaba lo ocurrido la noche anterior. No sabía si era completamente bisexual o si era Miriam la única mujer con la que iba a compartir placer, placer que nos había hecho sentir la noche anterior.
La desperté, y cuando abrió los ojos estiró sus brazos hasta mi nuca y me llevó hacia ella para darme un beso de buenos días. Yo no podía dejar de sentirme algo confusa, pero me gustaban sus caricias y sus besos.
Venga perezosa, que son las tres de la tarde. Arriba y a la ducha.
No Ali, déjame cinco minutitos más, porfi.
Bueno, me voy duchando yo, pero en cuanto salga entras tú.
Vale – me dijo, y me dio otro beso.
Me metí en la ducha y abrí el agua, no demasiado caliente, ya que el sol apretaba fuera. Cerré los ojos y metí mi cara bajo el chorro, cuando la mampara se abrió y Miriam se metió conmigo. Nos abrazamos y nos besamos apasionadamente, comenzamos a acariciarnos suavemente. Se agachó ante mí y empezó a chuparme los pezones mientras el agua resbalaba por mis pechos, una mano suya llegó a mi coñito humedecido y con la otra empezó a masajearme el ano. Continuó con su lengua pasando de teta a teta, me metió un par de dedos en el chocho y otro por el culo y los movió rítmicamente. Me tenía en la gloria. Cuando notó que mis gemidos iban en aumento sacó sus dedos de mis agujeritos, separó sus labios de mi pezón y se levantó. Yo la miré con los ojos desorbitados y le dije:
¿Por qué te paras? Quiero que me lleves a un orgasmo, hazme disfrutar como ayer.
Date la vuelta y apoya las manos en la pared.
Sin preguntar nada la obedecí, el chorro de agua me daba en la espalda y ella lo orientó hacia mi culo, se agachó y metió su lengua entre mis nalgas, dándome placer a través de mi muy sensible anito, mientras una mano me acariciaba el coño muy sutilmente. Yo bajé más mi cuerpo y levanté el culo para darle facilidades, a lo que ella respondió bajando su lengua hasta mi clítoris, metió cuatro dedos en mi rajita y otros dos en mi culo, los movía suavemente, mientras yo me acariciaba lo pezones y sacaba la lengua fuera de puro placer, lamía la pared mojada a falta de otra cosa. Miriam comenzó a mover su lengua y sus manos más violentamente, ya tenía tres dedos centro de mi culo y toda una mano en mi coño, me dolía un poco, pero me encantaba, era la mejor paja de mi vida, y me corrí en su lengua y en sus manos con dos orgasmos simultáneos y distintos, nunca había sentido nada igual.
Me di la vuelta y me tumbé desfallecida en la bañera, Miriam estaba con un pie a cada lado de mi cadera, mirándome con cara de satisfecha. Nos sonreímos, bajé la vista y me encontré con su coño chorreante, lo acaricié con una mano y ella me devolvió un estremecimiento y un gemido, levanté la espalda, acerqué mi boca y metí mi lengua entre sus labios vaginales, la endurecí y la penetré con ella. Le hice dar la vuelta para admirar su bonito trasero, le abrí las nalgas y le lamí el ano, le metí la punta de mi lengua, le di un mordisco. Ella se agacho y le devolví lo que me había dado: la lengua en el clítoris, una mano en su coño y tres dedos en su culo, sin estiramientos ni más lubricación que la natural. Gemía como una perra, metió un pie entre mis piernas y me pajeó con el talón, seguí dándole fuerte hasta que se corrió sin remedio. Soltó jugos como si estuviese meando, se los lamí todos como muerta de sed. Se tumbó encima mía, nos besamos y nos quedamos allí, en el fondo de la bañera, con el chorro de la ducha enfriando nuestras calientes caderas.
Nos secamos mutuamente y nos vestimos. Ella se puso una camiseta de tirantes blanca y unos ciclistas azules, yo una mini ajustada de algodón naranja que me bajaba diez centímetros del culo y un top cortito blanco. Ambas decidimos ir sin sostén ni braguitas, más fresquitas, y como total iríamos a la playa nudista, pues ahorrábamos trabajo para desnudarnos.
Cuando bajamos vimos Ana sentada en el sofá viendo la tele, una película del domingo por la tarde, poca cosa.
Vaya, parece que las bellas durmientes se han despertado.
¿Y el resto? – pregunté
Tenían partido de final de liga, por eso fue Andrés – Andrés nunca jugaba, creo que no es muy bueno con el balón.
¿Has comido?
Sí, si queréis tenéis ensaladilla de Arroz en la nevera.
Vale.
La cogimos, llevamos los platos a la sala y nos sentamos una a cada lado de Ana en el sofá, para ver la película.
¿Qué vais a hacer esta tarde? – preguntó Ana
Iremos a la playa – respondí entre bocado y bocado
Ah bien, voy con vosotras
¡No! Eh.... bueno... es que... – no sabía como decirle que...
Que vamos a la playa nudista – le espetó Miriam
Ah, pues bueno, no creas que me voy a asustar - dijo Ana
Pues venga, ve a cambiarte, aunque no necesitas mucho – le dijo Miriam en alusión al tanga y la camiseta de tirantes que levaba.
No me hacía mucha gracia llevar a Ana a la playa nudista, tenía diecisiete añitos recién cumplidos, y recordaba a los mirones del día anterior, los imaginaba mirando su virginal cuerpo desnudo y no me llamaba mucho la idea. Además, si mis padres se enteraban no me dirían nada de mí, pero me montarían un cristo por haberla llevado a ella. Pero bueno, bajó y nos fuimos. No se había cambiado mucho, sólo se había puesto una falda-pantalón de cuadritos pequeños blancos y celestes, misma camiseta blanca y, como nosotras, sin sujetador.
Llegamos a la playa y nos dirigimos a la otra punta, lejos de la entrada y con menos gente que moleste. Estiramos las toallas y, mientras Miriam y yo montábamos la sombrilla, Ana empezó a desnudarse. Se quitó la camiseta y nos quedamos las dos mirando sus lindos pechos, tenían un tamaño perfecto, redonditos y firmes, coronados en su centro por unos pequeños pezones castaños que se endurecieron al sentir la brisa. Ella se dio cuenta de cómo las mirábamos
No, si al final las mironas vais a ser vosotras
Pero no le dio importancia, nosotras continuamos con la sombrilla y ella con la falda. Cuando se la bajó yo me esperaba ver el tanga azul que tenía en casa, pero lo que vi fue un triangulito de vello negro depilado a al perfección.
¿Y tú como vienes sin tan siquiera unas bragas? – le pregunté al salir mi vena de hermana mayor
¿Acaso tú llevas? – Me dejó K.O., la mini era muy ajustada y no se podía esconder nada bajo ella.
Touché – le respondí
Parece que tu hermanita pequeña aprende rápido, querida Alicia – dijo Miriam
Parece, y también parece que no es tan pequeña, mira que cuerpazo tiene
¿Creéis que tengo buen cuerpo? – preguntó Ana, mientras daba vueltas y se miraba
No lo creemos reina, tienes un cuerpazo que quita el hipo, vas a traer a más de uno por la calle de la amargura – le contestó Miriam mientras empezábamos a desnudarnos nosotras
A mi también me parece que vuestros cuerpos son muy bonitos
Ya, pero tú aún puedes disfrutar de esos pechos duros y firmes, los nuestros empiezan a caerse – le dije yo – Y, a todo esto, ¿cómo es que no tienes marcas del moreno?
Suelo tomar el sol desnuda en la terraza de mi habitación
¿Y tú no te das cuenta de que da a la ventana de Alex?
Ya, pero lo hago cuando no está en casa
Nos tumbamos y Miriam me dio un poco de crema por la espalda, en el culo y por detrás de las piernas. Lo hacía muy despacio, aprovechando para acariciarme, incluso en un momento pasó un dedo por mi ano, me estaba excitando y se me iba a notar, porque las mojaduras de coño, si no estás vestida... pues ya se sabe, se ven, así que la eché a su toalla y terminé yo de darme crema por delante, aunque no me quitó ojo mientras me embadurnaba. Después le di yo crema a ella, también despacio, acariciándola. Ana se había quedado dormida en su toalla, lo que aproveché para meterle un dedo en el culo a Miri (entrar y salir nada más, no penséis mal) y rozarle el coñito que ya se notaba húmedo. A ella no le importaba, ahora que Ana roncaba y las personas más próximas eran una pareja que estaba quince metros más abajo y unos señores con sus hijos pequeños que estaban a unos cincuenta metros de nosotras. Se dio la vuelta, me miró con cara de viciosa y me dijo que le diese también por delante, a lo que accedí. Empecé por sus pequeños pies y continué hacia arriba, le abrí las piernas para darle por dentro de los muslos y con cada pasada le rozaba su coñito húmedo con algún dedo, después le di en las ingles y el vientre y llegué a sus tetas. Se las manoseé cuanto quise mientras con mi rodilla le apretaba el coño, le pellizqué los pezones y ella movía su cadera imperceptiblemente, cuando acabé le di un beso en cada pezón y otro en los labios y me acosté.
Dale también a tu hermana, que se va a achicharrar
Joder, era cierto, estaba durmiendo boca arriba con las piernas abiertas y sin crema, con el sol de la tarde sobre su piel. Me puse sobre ella y empecé como con Miri, pero esta vez sin ánimo de excitarla. Le di en las piernas, los muslos, las ingles el vientre, la barriga, las tetas, ¡qué duras las tenía!, cuando empecé a manosearlas se le endurecieron los pezones, y cuando volví a pasar las manos por ellos soltó un gemidito, iba a tener un sueño calentito. Tenía que extender la crema, así que continué mientras ella suspiraba, no me hacía gracia pero no quería que se quemase. Cuando terminé volví a acostarme y me dijo Miriam
¿Qué se siente al meterle mano a la hermana pequeña?
¿A que te quedas sin postre a la cena?
Vale, me callo, pero guárdame el postre calentito – Me dijo mientras me metía un dedo en el chochito para después meterlo en la boca
Eso es la cena señorita, ahora no son horas
Me desperté como a las ocho de la tarde y me senté. Ya casi no quedaba nadie en la playa. Miri seguía durmiendo, y oí a Ana, que estaba tumbada boca abajo y me decía
Mira a aquellos dos – se refería a la pareja que estaba a quince metros de nosotras. Me fijé y le dije
Vaya lote que se están pegando, ¿Llevan así mucho rato?
Como veinte minutos
Pedazo rabo se gasta el tío
Por lo menos debe medir veinte centímetros
Y la tía tampoco está mal
Tiene un buen culo
Y tetas
Y todo – dijo Miriam, que se acababa de despertar
¿Serán capaces de follar delante de nosotras? – preguntó Ana
Seguro que no – dijo Miri
Y no lo vamos a saber, venga, nos vamos – volvía a salirme la vena de hermana mayor
Calla y siéntate – me dijeron al unísono.
Y me callé y me senté. Lo cierto es que me había calentado y quería saber si iban a follar y cómo, era como una peli porno pero en directo. Estábamos allí las tres desnudas, Miri y yo sentadas y abiertas de piernas, con las manos apoyadas tras la espalda y enseñándoles el coño y Ana tumbada boca abajo apoyada en los codos, con los pechos colgando y también abierta de piernas, parecía que nuestros coñitos húmedos necesitaran refrigerarse. Y mirábamos a una pareja montárselo a quince metros de nosotras. Estaban abrazados, besándose, metiéndose mano, hasta que la chica se puso encima del chico y empezó a besarle el cuello, el pecho, le mordía los pezones y tiraba de ellos, le besaba la barriga, le metía la lengua en el ombligo, seguía bajando sus besos hasta que llegó a su polla, empezó a darle besos y mordiscos desde los huevos hasta la punta, donde se entretenía con la lengua, hasta que, en un segundo, se engulló toda aquella polla de palmo y no dejó nada fuera.
¡Hostia tía, ¿cómo ha hecho eso?! – me preguntó Miri
No sé, yo nunca me he comido una tan grande
Juro que yo tampoco
¿Y os habéis comido muchas? – Mierda, no me acordaba de mi hermana pequeña
¿Qué? – le quité importancia - No, sólo alguna
Anda, dile la verdad, que es tu hermana – la oportuna de la Miriam – Me va ganando veintinueve a veintisiete
¿Tenéis una competición de chupar pollas?
No, – dijo Miri – de follar, pero...
Pero es raro lo uno sin lo otro – dije yo terminando la frase
En ese momento la tía le estaba haciendo al otro una mamada de campeonato, sin importarles que estuviésemos nosotras mirando. Se metía la polla hasta el fondo de la garganta y después la sacaba chupando hasta la punta, donde le pasaba la lengua para volver a hundirla de nuevo. Pasados un par de minutos la chica se levantó, se puso sobre él dada la vuelta y comenzaron un sesenta y nueve de campeonato. Teníamos una visión perfecta del coño de la tía, en el que el tío metía la lengua y, al cabo de un par de minutos, la mano. Tenía una mano en el chocho y con la otra empezaba a masajearle el ano, hasta que pudimos ver con todo detalle cómo le metió un dedo en el culo, y luego otro. Poco tiempo pasó cuando escuchamos a los dos gemir y gritar de gusto, se habían corrido. Yo en ese momento tenía el chochito chorreando, y desde mi posición pude ver que el de Ana estaba igual. No hacía falta mucha imaginación para entender que el de Miri estaría igual.
Pues ya han acabado – dijo Miri
Sí, y no han follado – dijo Ana
Pues me apunto, - dijo Ana
¿Qué te apuntas a qué? - pregunté
A lo de los tíos, llevo diez
¿Con diecisiete años y ya te has tirado a diez tíos? – pregunté sorprendida – Joder con Anita, estás hecha una putita
¿Y las tías cuentan? – respondió – porque entonces me anoto diecisiete
¡Vaya con mi hermanita! Parecía tonta y resulta que es bisexual experimentada
¿Con quién te gusta más? – Preguntó Miri
Con las tías me lo paso en grande, pero donde está una buena polla natural para chupar y follar...
¿Y has probado algún trío? – Seguía Miri
De tías sí, en el campamento, las cuatro de la tienda, pero bisex todavía no.
No han terminando aún – dije yo para cortar la conversación – Fijaos en la cabeza de la tía.
Se veía perfectamente que estaba moviendo la cabeza con otra mamada, supongo que para levantarle el ánimo a la polla de su acompañante, cosa que supimos segura cuando ella se levantó y volvimos a ver a aquel miembro en todo su esplendor. Se puso encima del tío y se agachó, apuntó la polla a su coño y se la metió de buenas a primeras, como quien se pone un tampax. Empezó a cabalgar como si fuese a trote mientras su compañero le comía las tetas, cada vez lo hacían con más fuerza, y los gemidos se escuchaban en toda la playa. Miri no debió aguantar más la presión de su calentura, metió la mano en mi chochito y empezó a acariciarme. Me fijé en Ana, que seguía mirando el espectáculo, y como en esa postura no lo podría ver si no se movía, metí mi mano izquierda entre las piernas de mi amiga, cosa que me agradeció apretando más mi coñito húmedo y caliente. La pareja cambió de postura, ella se puso a cuatro patas y el desde detrás se la metió poco a poco. Por la lentitud y los gemidos de ambos supuse que se la estaría metiendo por el culo, pero no podía ver, ahora estaban de frente a nosotras, mirándonos mientras follaban y Miri y yo nos hacíamos mutuas pajas, ella con mi mano y la suya, yo con la suya y con la mía. Estaba empezando a disfrutar como una cerda, los gemidos se me escapaban y noté cómo otra mano se unía al festín en mi chochito, bajé la vista y vi la mano de Ana, que seguía en la misma posición pero nos había sentido. Cogí su mano y empecé a frotarme el clítoris con ella, como dándole mi consentimiento, para después coger dos de sus deditos y metérmelos dentro. Entonces la dejé seguir sola (lo hacía de maravilla) y acerqué mi mano a su culo, se lo acaricié y la metí entre sus piernas, busqué su coñito, estaba goteando de excitación, encontré su otra mano que se masajeaba el clítoris y le metí dos dedos en el chochete, mientras el pulgar le masajeaba el ano. Los otros dos habían acabado, y ahora nos estaban mirando a nosotras. Yo no pude más con la excitación ni con los gemidos de mi mejor amiga y mi hermana pequeña, así que me levanté, cogí a mi hermana, la puse boca arriba y me hundí en su coño para dejárselo seco. Ella me cogió la cabeza y me la hundía más. Mi lengua recorría el exterior y el interior de su rajita en décimas de segundo y casi no podía escuchar sus gemidos. Paré un instante cuando sentí una lengua en mi coño, la reconocí y continué con mi labor en el interior de mi hermana. Sabía de maravilla, lubricaba como un aceite y sus gotas resbalaban por mi barbilla y su culo, lo que aproveché para mojar un par de dedos y metérselos por detrás. No se quejó, así que supuse que ya le habría entrado algo más. Tardó poco en correrse (corrida de la que no dejé escapar ni una gota) y después de limpiarla bien me tiré encima de ella, me comí sus tetas y sus pezones y le di un morreo como nunca le di a un tío. Mientras nos besábamos, Miri seguía comiéndome el coño y metiéndome dedos por todas partes, pero empezó a alternar su boca entre yo y mi hermana, metiéndole a ella algún dedo de la mano que le quedaba libre. Me corrí con ganas, empapé la cara de Miri y el coño de Ana, y después de besarla un par de veces más bajé a ayudar a mi amiga en su labor. Ahora eran los gemidos de Ana los que se escuchaban en toda la playa, nosotras jugábamos con nuestras lenguas en su clítoris, Miri le metía tres dedos por el culo y yo toda la mano en el coño, era superflexible, con las manos libres sobábamos sus duras tetas y ella se metía las suyas en la boca. Por fin, se corrió. Me tiré encima de Miri sin tiempo mientras Ana descansaba de su segundo orgasmo. La besé apasionadamente, me dediqué un rato a sus tetas y a sus pezones y bajé a su coñito que debía estar ardiendo, ya que aún estaba sin tocar. Ana se nos unió y se echó sobre sus pechos, empezó a morderle los pezones y a chuparlos y sobarlos como si fuese la polla de un tío, y yo me dediqué a su chorreante bajo. Estaba empapada, así que directamente le metí toda la mano en el coño mientras mordía su clítoris. Se corrió al momento, pero ni Ana ni yo paramos de hacer lo que tanto le gustaba. Dejé que se empapase bien y cuando acabó saqué mi mano completamente lubricada de su chochito y le metí cuatro dedos en el culo. Ana se acercó y le metió su mano en el coño mientras nos morreábamos y después llevamos nuestras lenguas a su clítoris, con lo que la pobre no aguantó más. Volvió a correrse, esta vez más tiempo. Yo supuse que habíamos terminado y me eché en la toalla, exhausta, boca arriba con las piernas y brazos abiertos. Pero se acercaron las dos y nos dimos un morreo conjunto. Era la primera vez que besaba a dos personas a la vez, y me encantó la sensación de nuestras tres lenguas entrelazadas, con los labios rozándose, pero no duró mucho, me dejaron y bajaron cada una a un pezón, me los lamieron, chuparon y mordieron, cada una a su manera, pero las dos estupendas. Siguieron su camino al sur y llegaron a su destino. Notaba dedos, manos, lenguas, no sabía qué era de quién ni me importaba, notaba mi coño y mi culo abiertos como túneles, no sabía qué me metían, pero me encantaba. Me corrí como nunca lo había hecho, no me podía mover, volvieron a mis labios y nos besamos de nuevo las tres. Cuando nos levantamos teníamos a la pareja a tres metros y empezaron a aplaudirnos. Nosotras para agradecérselo nos cuadramos y saludamos como actrices de teatro, nos dimos la vuelta y volvimos a agacharnos, esta vez para enseñarles nuestros coños empapados. Ella se agachó y empezó a hacerle una mamada al otro, que estaba empapado como un caballo, mientras se pajeaba, pero nosotras recogimos y nos fuimos. Cuando nos marchábamos estaban follando otra vez a lo perro, saludamos y nos fuimos al coche. Ya de camino a casa Miri, siguiendo la última conversación que habíamos tenido, continuó interrogando a mi hermanita sobre sus apetencias y experiencias sexuales:
Oye Ana, tu culito no era virgen, ¿no?
De pollas sí, pero tengo un consolador en casa, que me lo regalaron mis amigas de coña cuando cumplí dieciséis, pero suelo usarlo. Y si no, con alguna amiga nos hemos metido zanahorias, puerros y cosas así
Pues que sepas que tu hermana nada, a parte de dedos no le entró nada por ahí.
Sí, y hasta ayer sólo me habían entrado los míos
Pues de verdad – dijo Miri – que una buena polla por el culo no tiene precio.
Sé yo de una que no te iba a entrar – le dije yo
Ya será menos - dijeron las dos
Ya lo veréis a su debido tiempo - dije yo.
Durante el resto de la semana las cosas volvieron casi hasta la normalidad, a parte de alguna pajilla con mi hermana y con Miri, y a parte también del hecho de que estuve calentando a Andrés todas las tardes. Dado el buen tiempo que hacía bajaba a estudiar a la piscina, con mi bikini más pequeño. A veces me hacía creer que salía y después se quedaba en su cuarto espiando, cosa que yo aprovechaba para calentarlo más. Me ponía en top-less, animaba a Ana para que hiciese lo mismo e incluso, alguna vez, nos desnudamos del todo ante aquella ventana indiscreta. Total, a aquella distancia, imaginaría más de lo que veía. Estuve a punto de enrollarme con Ana una tarde ante la mirada de mi hermano, pero me pareció excesivo.
Además de todo esto, para andar por casa me ponía siempre la ropa más ajustada que encontraba, nunca llevaba ropa interior (sí un tanga con faldas supercortas, pero en esas ocasiones pasaba el día abierta de piernas y agachándome para que lo viese), procuraba que mis pezones estuviesen siempre duros y bien vistosos, vamos, esas cosas que le ponen a tu hermano la polla más dura que una piedra. Me gustaba lo que le hacía, sentarnos en el salón a ver la tele y abrir un poco el escote, como si hiciese calor, bajando casi hasta los pezones; sentarme frente a él para hablar un poco y abrir las piernas "sin darme cuenta" y cerrarlas cuando "me daba cuenta" de que me miraba mi chochito querido; me agachaba constantemente, fuese de frente o de espaldas, para enseñarle el culo o este par que me cuelga; quitarme el bikini mal tapada por una toalla que no me bajaba del culo cuando salía de la piscina y el se quedaba dentro. Me gustaba que se empalmara viéndome y que se hiciese pajas pensando en mi. Al fin y al cabo, yo me las hacía pensando en su polla.
Pero el fin de semana las cosas cambiaron de forma que nunca habría pensado. El equipo de fútbol había ganado la liga y Alex organizó una fiesta en nuestra casa, aprovechando que mis padres (como siempre) no estarían, y yo, teniendo en cuenta que habría alcohol de gratis y veinte tíos cachondos, me autoinvité, extendiendo la invitación a Miriam. Al fin y al cabo era mi casa y, justo ese día, no tenía intención de salir.
Y llegó el sábado. Por la tarde quedé con Miri para ir a la playa (la nudista, por supuesto). Nos pasamos allí toda la tarde, en el fondo para estar de lo más tranquilas. Y estuvimos muy tranquilas. Sobre las ocho, cuando la gente empezaba a escasear nos metimos en el agua y empezamos a jugar. Desde la orilla parecería que estábamos hablando, pero mi mano comenzó a acariciar el coñito de Miriam y una mano suya bajó al mío. Se adivinaban aún un par de familias con niños y otras tantas parejas y a mí me excitaba ser pajeada por mi amiga delante suyo, sin que se enterasen. Continuamos así como media hora, calentándonos, tocándonos suavemente, pasando del chochito al culo, metiendo un par de dedos por el ano, subiendo a los pezones, tocándonos con los pies mientras parecía que hacíamos el muerto. Cuando vimos que ya sólo quedaba una pareja que estaba más interesada en pegarse el lote que en nosotras volvimos a las toallas y empezamos a besarnos, nos ocultamos tras la sombrilla y nos dispusimos para un sesenta y nueve. Nos comíamos el coño mutuamente, estábamos empapadas, al mismo tiempo que le mordisqueaba el clítoris le metía un par de dedos en el culo y otros tantos en el coño, hasta que tuvimos un orgasmo simultáneo. Nuestros gemidos debían escucharse en toda la playa, pero continuamos igual, un par de minutos después ella tuvo otro, y al rato volvimos a acabar juntas. Me di la vuelta y nos besamos apasionadamente, saboreando nuestros propios jugos en boca ajena, estábamos en la gloria. Cuando paramos y nos acostamos vimos algo que nos dejó heladas. Como a metro y medio de nosotras estaba la pareja de antes mirándonos con los ojos como platos, él con una erección que apuntaba al cielo (unos veinte centímetros) y ella con un hilillo de humedad que le bajaba por el interior del muslo. Sin mediar palabra, la chica se acercó a Miriam y se puso a besarla, cosa que le debió gustar a mi amiga, pues no hizo nada por evitarlo. De hecho, empezó a manosear el culo de nuestra invitada (quien, por cierto estaba bastante buena, unas tetas de unos noventa, un pelín caídas pero firmes, igual que su trasero, andaría sobre los treinta, como él, que también estaba bien, se le veía deportista) para que ésta empezase a bajar y comenzara a lamerle las tetas a mi amiga, quien empezó a gemir de placer. Yo miré para el tío y estaba absorto viendo cómo su novia ya le comía el chocho a Miri, así que me acerqué a el, le cogí la polla y empecé a manosearla. Él me miró sorprendido, le miré con ojos golositos y le dije:
No sólo van a disfrutar ellas
Empecé a pasarle la lengua por el capullo, a ensalivarlo y, cuando estuvo lo suficientemente mojada, me la metí hasta la garganta, enterita (técnica que perfeccioné en largos años de entrenamiento). Lo agarré por el culo y empecé a mamarle la polla, al mismo tiempo que le pasaba un dedo por el ojete, pero se corrió en un minuto. Me tragué casi toda su leche, me levanté y le pegué un morreo para que saborease su producto. Acto seguido lo tumbé al lado de su amiguita, cuyo coñito estaba siendo estupendamente comido por Miriam, y volví a meterme su polla en la boca para ponerla a tono. Lo cierto es que no le hacía mucha falta, porque no había bajado mucho y me la podía haber metido así, pero donde esté una polla dura, que se quiten las demás. Cuando volvió a sus veinte centímetros me senté encima de ella, bajándome poco a poco, pero de una sola vez, con lo mojado que tenía el coño entraba de maravilla. Me moví despacito al principio, en círculos, y después aumenté el ritmo. Me eché encima de él para que me comiese los pezones, y le di un beso a su novia, que debía ir por el quinto orgasmo. Le agarraba la polla con mi coño, la apretaba cuando me subía y la soltaba al caer, estábamos disfrutando al máximo. Empezó a meterme dedos en el culo, que también estaba mojado, me los sacaba para que los chupase y me los volvía a meter. Me gustó tanto la sensación que me corrí con abundancia. El se dio cuenta (aunque yo seguí como si nada, tanto me gustaba), paró y me sacó de encima. Me puso a cuatro patas, se colocó detrás de mí y me empezó a meter varios dedos en el coño para después pasar al culo. Así que lo hizo varias veces y vio que estaba lubricado puso su polla en mi ojete y empezó a empujar despacio. Yo supongo que sería de todo lo que me metí por ahí, pero debo decir que no me dolió en absoluto. Le costó más que por delante, pero entró hasta el fondo. Y me gustaba, empecé a darme cuenta de todas las pollas que me había perdido y podían haberme follado por el culo. Al ver que no me quejé en absoluto empezó a bombear al momento, su polla entraba y salía de mi agujero de maravilla, estábamos disfrutando de lo lindo, cuando dos tetas se pusieron delante de mi boca y me las empecé a comer. A los dos minutos el panorama era espectacular. El tío me enculaba mientras yo le comía el coño a su novia y ésta a Miriam, que estaba sentada en su cara. La chica fue la primera en conseguir su enésimo orgasmo, Miri ocupó su lugar poniendo su coño en mi boca y nuestra nueva amiga se puso debajo de mí y empezó a lamer mi coño chorreante, mientras manoseaba los huevos de su novio. Ante eso no pude evitar correrme, ella saboreó todos mis jugos, pero no quería que el tío dejase de follarme, y así lo hizo hasta que se corrió dentro de mi culo al mismo tiempo que Miriam terminaba en mi cara. Cuando me sacó la polla del culo la chica se puso detrás de mí y se tragó toda la leche que salía de mi agujero. Cuando dejó de salir y aprovechando la dilatación de mi ojete, metió la lengua dentro y me limpió a fondo, no dejó ni una gota de esperma en mi interior, lo que le agradecí con un largo beso. Al mismo tiempo Miri le limpió la polla al tipo, y siguió lamiendo después de la limpieza, se la metió en la boca y empezó a mamársela. Cada vez que salía de su boca era más grande que cuando había entrado, hasta que estuvo completamente tiesa de nuevo. Entonces se tumbó, levantó las piernas lo que pudo, agarró la polla de su amante y se la metió por el culo. Nosotras nos metíamos mano mientras mirábamos el espectáculo, disfrutábamos mientras ellos disfrutaban. Al rato el chico habló por primera vez y nos dijo que nos pusiésemos las tres a cuatro patas, y así lo hicimos. Miriam, la chica y yo. El chico le metió la polla en el culo a Miri y a los cinco bombeos la cambió a su coño, mientras nos besábamos las tres y las dos sinpolla nos metíamos los dedos. Después de cinco bombeos en el coño se salió de Miri e hizo lo mismo con su novia, para repetir conmigo. Después se la volvió a meter por el coño a Miri, y ya la folló hasta que la hizo correrse, después lo hizo con su novia y por último me corrí yo. Nos dimos la vuelta y, entre las tres, le hicimos una mamada, para que se acabase corriendo en nuestras caras. Nos lamimos los cuatro y terminamos la orgía con un cuádruple beso con sabores de los sexos de todos.
Llegamos a casa exhaustas, yo tan sólo con mi faldita del tenis y un top y Miriam con un short que le marcaba hasta los labios y una camiseta mínima. A las dos se nos notaba que íbamos sin sujetador, y a ella también que iba sin bragas.
Como los invitados estaban a punto de llegar fuimos a ducharnos, que nos hacía buena falta. Nuestro olor a sexo debía llenar toda la casa. Nos quitamos la poca ropa que llevábamos y nos metimos en la ducha, nos enjabonamos mútuamente bajo el chorro de agua, nos acariciamos un poco y nos dimos un par de dulces besos con lengua, pero nada más, estábamos cansadas y teníamos toda una noche por delante.
A la hora de vestirnos no tuvimos dudas. Minifaldas mínimas, ella negra ajustada y yo de vuelo azul marino, pero que nos llegaban justo a la base del culo, y por arriba ella un top blanco y yo una blusa blanca de gasa, sin sujetadores. A las dos se nos marcaban perfectamente los pezones, y a mi se me adivinaba el resto de mis preciosos pechos. Para rematar la faena, tanga negro de encaje ella y tanga blanco de lycra para mí.
Bajamos y ya había llegado la mitad del equipo, estaban en el jardín, junto a la piscina bebiendo y charlando. Ana estaba con ellos, bebiendo también. Llevaba un vestido corto de verano, liviano y amarillo. Era evidente que no llevaba sujetador, sus pequeños pezones parecían querer atravesar la tela, y cualquier chica se daría cuenta de que tampoco llevaba bragas ni tanga. Parecía que sus intenciones eran similares a las nuestras.
Cuando salimos al jardín y saludamos todos los chicos se quedaron como piedras al vernos. Tardaron un poco en reaccionar, hasta que uno de ellos se acercó para saludarnos y nos plantó un beso en cada una de nuestras mejillas. Después nos fuimos acercando y saludando a los demás. Conocíamos a la mayoría de ellos, e incluso a algunos, como al primero que nos saludó, nos lo habíamos tirado las dos (por separado, ojo).
Nos pusimos a beber y charlar mientras llegaban los demás, realmente nos estábamos divirtiendo, era una fiesta muy agradable, y la mayoría de los chicos eran sumamente simpáticos, a pesar de que a todos se les bajaban los ojos a nuestros pechos cuando hablábamos con ellos. También cuando hablaban con Ana, y también a Alex y a Andrés cuando estaban conmigo. A alguno se le notaba en el paquete que disfrutaba mucho de la vista.
Las conversaciones fueron subiendo de tono al tiempo que subía la luna llena, que si la blusa me quedaba muy bien, que si no tapaba mucho, que si tenía unos pechos muy bonitos. Al rato estaban comparando la forma de nuestros pezones, que si a uno le gustaban más grandes que los de Ana, que si más rosados que los míos, que más pequeños que los de Miriam... Y claro, el alcohol se hace notar, y allí las botellas se vaciaban con una velocidad impresionante. No sé si estuvisteis alguna vez en una fiesta de futbolistas. Yo no sé si es porque están acostumbrados a verse desnudos en los vestuarios, pero casi siempre hay alguno que acaba haciendo un strip-tease. Y allí no iba a ser menos. Llegado un momento de la noche en que todos estábamos ya bastante cocidos uno de ellos se subió a una mesa y empezó a sacarse la camiseta al son de la música. Las tres chicas nos pusimos en primera fila y silbábamos y animábamos como el resto de los chicos. El boy improvisado se deshizo de las zapatillas y comenzó a desabrocharse los vaqueros, para después sacárselos. Llevaba unos calzoncillos de pata ajustados, de color azul, bajo el que se adivinaba una polla de tamaño medio. Cuando ya se iba a bajar de la mesa el resto del equipo se le echó encima, lo tiraron al suelo y, después de forcejear un rato, le quitaron los gayumbos, nos los ofrecieron a nosotras y después lo tiraron a la piscina. Él agarró a uno y se lo llevó consigo en la caída, para que luego empezasen a tirarse los demás. Unos vestidos, otros en gayumbos y otros completamente desnudos. Nosotras nos reíamos desde fuera, hasta que nos decidimos y nos tiramos al agua así como estábamos. Ya se sabe que con el agua la ropa se pega al cuerpo, y que transparenta un poco. A Miriam se le marcaban las tetas y se le veían los pezones. Ana tenía toda la tela pegada a su piel y sus pezoncitos se veían perfectamente. Su vestido flotaba un poco, pero era lo suficientemente largo como para que le tapase el culo. Yo, con mi blusa de gasa, parecía que estuviese desnuda de cintura para arriba. Y con mi faldita de vuelo flotando se me veía todo lo que no me tapaba mi tanguita. Cuando nos dimos cuenta estaban todos desnudos, alguno con una copa, dentro de la piscina, y la gran mayoría empalmados. Había pollas de todos los tamaños, formas y colores. Empezaron a decirnos que era injusto que ellos estuvieran todos desnudos y nosotras vestidas (vestidas, se nos veía casi todo) y que ellos también querían disfrutar de la vista, como nosotras disfrutábamos al verlos. Era cierto que disfrutábamos, y nos parecía justa la exigencia (lo que hace el alcohol), así que después de hablarlo nos salimos de la piscina y nos pusimos en el borde. Miriam y yo empezamos a sacarnos blusa y camiseta, mientras Ana se quedaba detrás de nosotras. Los chicos no perdían detalle y nos jaleaban con silbidos y gritos muy subidos de tono (muy adecuados a la situación), al tiempo que nos quitábamos las falditas. Para quitarnos los tanguitas nos dimos la vuelta y les enseñábamos el culo, para después volvernos hacia ellos con los brazos abiertos y tirar nuestras prendas íntimas a nuestro querido público. Antes de que terminasen los aplausos nos fuimos hacia Ana, nos pusimos una a cada lado y agarrando su vestido por abajo se lo levantamos hasta que le salió por su cabeza quedando completamente desnuda. Acto seguido corrimos hacia la piscina y nos tiramos cogidas de las manos. Tres chicas guapísimas y desnudas metidas con dieciocho tíos cachondos en una piscina.
Empezamos a jugar pasándonos una pelota mientras nos la intentábamos quitar, todos contra todos. Era el juego perfecto para rozarnos con cuerpos durísimos y pollas durísimas, escapándosenos alguna mano de vez en cuando. Y para ellos era el juego perfecto para rozarse con cuerpos esculturales y tetas y culos esculturales, escapándoseles alguna mano de vez en cuando. Entre roce y roce los ánimos se fueron calentando y las manos se fueron soltando. A cada una de nosotras nos metieron mano diez tíos distintos, diez tíos distintos a los que también nosotras metimos mano. Una cosa llevó a la otra y al rato estábamos las tres morreándonos con otros tantos tíos mientras otros nos sobaban tetas y culos, nos metían algún dedo en nuestros coñitos y nosotras sobábamos sus pollas.
Me paré cortando el rollo, cogí a Ana y a Miriam y nos salimos de la piscina. Algunos tíos nos miraban como si acabasen de perder la oportunidad de su vida. Hablamos un minuto mientras todos nos observaban, y decidimos portarnos como auténticas putas. Nos pusimos mirando a la piscina, yo en medio con Ana a mi izquierda y Miriam a mi derecha. Hablé y dije:
Si queréis sexo tendréis sexo. Pero vais a tener que hacer todo lo que os digamos.
Por el momento – dijo Miriam – salid de la piscina y poneos mirando hacia nosotras. – aún no había terminado de decirlo y estaban todos fuera de la piscina.
Bien. – dijo Ana – Ahora nos vamos a acercar. De momento iremos poco a poco. Sed pacientes y esperad así colocados a que llegue vuestro turno. El que se salga se irá con los cojones cargaditos para su casa.
Teníamos frente a nosotras dieciocho cuerpos atléticos con sus dieciocho pollas empalmadas. Las había grandes y pequeñas (las más grandes las de mis hermanos), oscuras y rosadas, con capullos cubiertos y descubiertos, con curvaturas hacia arriba y hacia abajo. Todas para nosotras tres (bueno no, las de Alex y Andrés sólo para Miriam). Un auténtico supermercado de pollas donde escogeríamos las que más nos gustaban. Y compraríamos todas. Nos acercamos, Ana al primero por la izquierda, yo al séptimo y Miriam al número trece. Nos arrodillamos y empezamos a chuparles las pollas a la vez. Íbamos despacio, lamiendo desde los huevos hasta el agujero de la puntita, nos metíamos las pollas en la boca, hasta que nos entraban por la garganta, al tiempo que metíamos algún dedito por los ojetes y manoseábamos las pollas que se encontraban a nuestra derecha. Cuando se corrieron los tres primeros en nuestras bocas nos levantamos sin tragar nada, nos juntamos las tres y nos dimos un morreo para intercambiar en nuestras bocas los fluidos de los primeros afortunados. La lechita caliente se escapaba y corría por nuestras barbillas, mientras los chicos admiraban la escenita lésbica que les ofrecíamos. Volvimos a las pollas siguientes y repetimos la operación y el espectáculo posterior, esta vez tocándonos las tetas y los culos. En la siguiente ronda a Miriam le tocaba la gran polla, la polla de Alex. Se la metió como pudo en la boca, pero dado que le se moría por los huesos de mi hermano se la metió con gran esfuerzo hasta la garganta y le hizo la mamada de su vida, agarrándola con las dos manos y casi asfixiándose. Cuando volvimos a nuestro morreo extrahúmedo Ana y yo nos tragamos la leche que teníamos en la boca para saborear exclusivamente la de nuestro hermano. Nos dimos cuenta de que dos de los chicos que le tocaban a Ana y otro de los de Miriam no estaban en la fila. Se habían apartado un poco de nuestra fiesta y estaban los tres dándose un morreo y sobándose pollas y culos. Volvimos, Ana a su último chico, a Miriam le quedaba uno más y a mi dos. Pero el que me tocaba era Andrés, así que cuando llegué junto a él le agarré la polla y le dije:
Aún no llegó el momento de que tu hermana te haga una mamada. – No sé que le dejó más desconcertado, si el que no se la chupase o el "aún", que indicaba que lo haría algún día -
Me dirigí a Miriam, le saqué una polla de la boca y la mandé a chupar la de Andrés, mientras me arrodillaba para continuar el trabajo que Miri había dejado a medias. En el cuarto morreo, con la leche que nos caía de la boca llegando ya a nuestros preciosos pechos, nuestras manos pasaron entre nuestras piernas, cada una de nosotras metía un dedo en el coño de las otras dos, todas teníamos dos dedos dentro moviéndose descompasados. Pero aún nos quedaban tres. Estaban todos quietos sobando sus pollas suavemente, para tenerlas a punto cuando las necesitásemos. Nos fuimos una a cada uno y les hicimos sus merecidas mamadas. No aguantaron mucho debido a la espera, y nos guardamos sus corridas en la boca. Entre Miri y yo tumbamos a Anita en la hierba y le soltamos toda la leche de nuestras bocas en sus firmes pechos. Nos arrodillamos y empezamos a lamerla toda de nuevo, parándonos un buen rato en sus pezones. Estábamos ardiendo, así que decidimos que era el momento de disfrutar nosotras. Cogimos cada una a nuestros correspondientes chicos (yo le cambié a Miriam uno por mi hermano) y nos tumbamos en el suelo. Ana tenía cuatro para ella, Miriam cinco y yo seis, seis pollas, doce manos y seis lenguas para hacerme disfrutar. Se echaron todos encima nue
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783759 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:44) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF jhonn100
(12 de October de 2010 a las 23:12) dice:
Vaya tanto escrito para aburrirse y casi nada de interesante mucho mejor pudo haber sido si tu hermana y tu se hubiesen hecho coger con vuestros hermanos como pensaba al ver el titulo
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