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asi es la vida 1.1-la leyenda del zorro

Relato enviado por : leroyal el 16/04/2012. Lecturas: 2169

etiquetas relato asi es la vida 1.1-la leyenda del zorro   Infidelidades .
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Resumen
La vida es asi 1.1 tiene su punto de vista masculino.El cazador hallo una presa facil.
La vida es asi 1 es el punto de vista femenino.



Relato
Así es la vida1.1
El punto de vista del cazador (la culpa no es del zorro ni de la gallina: la vida es así).
La naturaleza me hizo así. Concupiscente, libidinoso, lujurioso, lascivo, lubrico y sensual, pero, no bello, soy interesante e inteligente. Me cuesta dar el primer paso, por estar siempre cuidando mi orgullo. Si una mujer me gusta más de lo normal, mi ingenio se despliega a todo trapo. Mi método es madurar la fruta a su propio ritmo, sin disparar antes de estar seguro de no errar. Soy muy paciente, a veces demasiado.
Desde niño soy un adicto a la carne femenina. Los recuerdos que guardo de mis maestras y condiscípulas solo son de naturaleza sexual. Sé que si los relojes del amor suenan al mismo tiempo, sea quien sea ella, hay sexo seguro; no apreciar esta regla es hacer que muchas oportunidades se vayan por el sumidero. Me gusta la cacería difícil, es la “caza mayor”. Toda mujer tiene, algo bello, encontrarlo es mi pasión. Ese soy yo, y si no me presento no me entenderían lo que voy a contar.
Mi problema en este caso, es que la citadina recién llegada, me gustaba demasiado. Su presencia me enceguecía haciéndome perder el desapasionamiento requerido para montarle un veladero. Había llegado tiempo atrás, cargada de maletas y con un marido confiado que no recelaba de las muchas pasiones que una joya como la que el poseía, obligatoriamente levantaría en esa pequeña ciudad.
Todos se pusieron a disposición de los recién llegados, los halagaban, festejaban y sobre todo con ella, se mostraban solícitos y serviciales. Opte por retirarme de la vista y me fui a mi finca a esperar que pasara la novedad. Me disponía a una cacería que preveía larga, ardua y momentáneamente sin ningún fruto a la vista, más que el propio placer de cazar ese valioso ejemplar y agregarlo a mi colección. La pieza valía el precio, y fuera el que fuera, estaba dispuesto a pagarlo.
Ahora, visitaba casi a diario la ciudad, eso extrañaba a mis amigos, pero nada preguntaban. Oía, veía y me enteraba de las actividades, actitudes y costumbres de la catira y su marido, sin proponerme investigarles, pues, ellos eran el tema de conversación de moda. El esposo viajaba por asuntos de trabajo lejos y por periodos largos. Ella buenamoza y solitaria se aburría y yo esperaría mi momento.
La catira se notaba en algunos momentos más desasosegada, salía de casa sola, iba a una tasca cercana, tomaba algunos tragos y regresaba temprano. Nunca tuvo una actitud inconveniente, por el contrario cosechaba simpatías por su proceder liberal. A mi cada día me gustaban mas sus formas llenitas, sus pantalones ajustados que rebelaban unas nalgas impresionantes que eran un primor, sus hermosas y pomposas piernas causaban en mí una angustia especial, pues sabía que entre ellas estaba la fruta que imaginaba perfumada con su acento personal.
Necesitaba acercármele, conocerla y hablarle, en ese orden. El dios de los libertinos me socorrió. Conocí, a través de un amigo, al hombre que se prestó a favorecerme. La conocía, me dijo, pues había estudiado con ella, allá en su lejana ciudad natal y por congraciarse con su jefe-quien me recomendó- acepto hacer la presentación en el momento adecuado. Por otra parte, nunca deje traslucir mi malicioso propósito. Andrés, solo me facilitaría la oportunidad de conocer a mi admirada.
La bella catira de mis sueños, entro en el local donde yo la acechaba todas las tardes desde que la había visto entrar allí un día. Sabía que alguna vez regresaría. Le sirvieron un trago. Se veía nerviosa, pero más bella por el acaloramiento que manifestaba su piel levemente humedecida por el roció de sus poros. Su blanca ropa era traslucida para mis ojos hambrientos de su carne. Con el rabillo de mis ojos, no perdía detalle de sus movimientos, de sus ademanes, de lo que podía observar de sus senos palpitantes, su boca…estaba completamente excitado. Su mirada se posaba en mí someramente, pero yo no dejaba que se notara el interés que me causaba. Me mostraba desinteresado. Su intranquilidad cedía, se relajaba y miraba alrededor observándolo todo.
En ella todo era sensual y comestible. Cada uno de sus ademanes era apasionado. Me excitaban su cuerpo generoso y su actitud de mujer acostumbrada a ser objeto de deseo. No la miraba, pues sabía que mi expresión me traicionaría. Todo mi deseo se reflejaría en mi faz. Pedí otro trago y otro. Continúe mirándole solapadamente, y entreveía sus pechos turgentes a través del escote de la camisa como naranjas dulces y jugosas. Se levanto para ir al tocador, entonces pude contemplarla en todo su esplendor. Su culo era una maravilla, su caminar era lento y gracioso. Imagine que su chocha estaría sudada y caliente. Imaginaba su olor y el sabor de sus flujos. Mi verga casi levantaba la mesa.
Aproveche su ausencia, para llamar por teléfono a Andrés, quien se haría pasar por mi hermano. Tuve suerte, aun se encontraba en la oficina donde estaba haciendo un trabajo para mi amigo.
Su sorpresa al ver a mi “hermano” fue notoria, se alegro. Al conocer el parentesco que me unía a su amigo se despojo de toda reserva. Se veía contenta. Bebimos bastante, yo por ahogar mí desenfrenado corazón y ella porque se sentía feliz. Hablaron de sus tiempos pasados y yo me mantuve casi en silencio, luchando por mantener mis ojos alejados de su excitante cuerpo sin que se me notaran las ganas de fornicármela y sin quedarme mucho tiempo mirando embobado su boca.
Una llamada que le participaba un inconveniente de última hora, obligaba a mi “hermano” a separarse de nuestra compañía, debía regresar a su trabajo. Era avanzado el atardecer y ella prefería no caminar hasta su casa, pues a pesar de ser un pueblo tranquilo conservaba la cautela propia de la gente de la ciudad.
Acepto que la llevara a su casa, no sin cierta reserva, pero los vidrios ahumados de mi camioneta la convencieron de que estaría fuera del alcance de las habladurías. Por el camino, me atreví a dar un paso en falso, que me ha podido costar la pérdida de la ventaja que había logrado: la invite a observar la puesta de sol desde un sitio privilegiado en la orilla del rio, mientras esperábamos que obscureciera para así protegerla aun mas de las miradas indiscretas de la gente que no entendía de caballerocidades. Verdaderamente me pareció una excusa idiota después que la dije sin pensar. Contra todo pronóstico, acepto. El corazón se me iba a salir y registre un caudal de sensaciones que me obligaron a disimular mi erección.
Al estar tan excitado, había perdido el sentido de la orientación, debía espabilarme para no cometer errores que me costaran la perdida irremediable de la pieza tanto tiempo codiciada. Saque una botella de licor y bebimos en un vasito, el whisky puro nos volvió a liberar de tensiones propias de esos momentos de dudas y resquemores.
Llegamos y nos sentamos a ver el paisaje, la monotonía de la situación creí que me alejaría de un triunfo que veía ya cerca. Ella me tomo de la mano sin decir palabra. Seguimos bebiendo en silencio. La tome entre mis brazos y la bese suavemente con terror de espantarla. Su lengua me respondió. Había ganado la partida. No sabía como había sucedido, pero había terminado la cacería. Ahora me tocaba disfrutar de la hermosa pieza, tenía que comerla ahora mismo, sabía que mañana seria tarde.
Pose su espalda sobre mi pecho con miedo de que sintiera la dureza de mi miembro recostada en su espalda. La bese con ansias, me enloquecía su aroma, su sabor, su piel suave, su boca pulposa y dócil.
Me deje llevar por el furor de complacerla. Sus senos calientes me transmitieron una oleada de calor morboso, sentía sus pezones erguidos entre mis dedos, mientras, mi boca corría de su boca a su oído. Sentía sus estremecimientos, quería que sintiera más para que nunca me olvidara. Baje mi mano hasta su caliente y húmeda raja que me recibió con un suspiro de entrega que exhalaron los labios de su hermosa dueña. Sus piernas se abrieron para recibir mis dedos en su voluptuoso interior, oía sus llamados de placer, su lengua recorría mi cara, su clítoris duro, con sus pulsaciones ordenaba la emisión de jugos que bañaban mis dedos y que eran claro indicador de mi triunfo sobre su naturaleza sensual. Sus pezones también respondían con ardor y todo su cuerpo se entrego al orgasmo que la alcanzo en medio de murmullos apasionados que me decían que no dejara de hacérselo así, que así era como le gustaba, que siguiera. Estaba temblando y vibrando todo su cuerpo. Sus suspiros se fueron calmando. Se calmo y volvió a besarme.
Se levanto y con seguridad, me condujo a la cabina de mi vehículo. Se bajo su pantalón, sin decir nada, recostó sobre el asiento la mitad de su cuerpo y sus piernas medio abiertas le servían de apoyo. Sus suaves y tersas nalgas quedaron a mi disposición. Su raja caliente estaba húmeda y dispuesta a recibirme. Estaba obscuro ya. Mis manos recorrieron con deleite todo su contorno, sentí su calor que me llegaba como el rescoldo de un fogón. Oía sus gemidos de placer que me apuraban. Abrí lo mas que pude su nido. Introduje mi cabeza con cuidado en la raja de su chocha, sentí sus jugos fluyendo facilitando la entrada, su vulva era cerradita y la posición medio abierta de sus piernas acentuaba esa sensación de virginidad, de ser acogido por un guante cálido. Entre por completo, pero me sabia tan excitado que debía tener cuidado de no venirme a la primera, estaba disfrutando atentamente de cada envión de mi ariete que le llevaba hasta su mas cálido interior, parecía que estuviera dentro de un horno lujurioso, ella gritaba ya, comenzó a moverse con desenfreno, un segundo orgasmo la atacaba, yo sentía que ya no podía contenerme más. Hice un esfuerzo, apreté sus caderas para contener su movimiento pero su emoción era indetenible me deje llevar, ya eran los gritos anunciadores del goce supremo que la alcanzaba, lo enterré profundamente y seguí moviendo mi pelvis. Me alcanzo a mi también el transito final, deje salir un largo gruñido que se unió a los suyos, y nuestros jugos se unieron a nuestros espasmos, alaridos y deseo de seguir así, haciéndolo sin parar.
Todo había concluido.
Como siempre pasa, acabado el acto, el deseo cesa y la emoción se extingue. Ahora, mi bella catira lubrica, solo era un pasajero para el viaje de retorno.
Se bajo cerca de su casa, sin sospechar que era observada por mil ojos. Por ello, cuando trato despedirse con cariño la rechace, con amargura en mi alma. Había que guardar ciertas apariencias. No tanto por ella, sino por el marido, que quizás buscara vengarse. Era lo que yo hubiera hecho. Pero quien lo mando a descuidar tan preciosa joya. Era su culpa, no nuestra.
Este caballero, se despide. He dicho.




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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:06) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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