Atacada por el culo

La noche era más negra que de costumbre y yo sola en el centro del pueblo. Estaba nerviosa y confusa por la oscuridad, no es que fuese una “boca de lobo” pero me acojonaba la soledad y el silencio que sentía. El corazón se me aceleró a millón. Estaba cagada y oía ruidos por todas partes. ¡Coño!, de repente escuché un sonido que me hizo estremecer de pavor. Pensaba en el violador y en el güevote que decían que tenía, y que le sacaba sangre a las chicas. Desaceleré mi zancada, y parapetada entre los árboles de aquella pequeña plaza, me acurruqué y me dispuse a esperar y descubrir qué y de dónde venía el ruido.
Desde hacía tiempo se comentaba historias sobre supuestos hombres violadores nocturnos y que se aprovechaban de la nocturnidad para cometer sus fechorías. Unos decían que tenía una enorme verga que a quien se la metía se cagaba del tiro.
No se si mis padres me decían la verdad pero siempre me recordaban los hechos aumentándolo un poco. Que si eran unos degenerados que disfrazados cometían los delitos. Recuerdo que hasta hablaban de extraterrestres. Yo tomaba mis precauciones pero de verdad que no le prestaba mucha atención. Hasta mi instructor de artes marciales me recomendaba tomar en cuenta todos aquellos consejos. Mi instructor, Richard, no paraba de recriminarme la poca atención prestada durante mi entrenamiento para la nueva competencia. Pero hacía poco tiempo que era integrante del equipo elite de competencia, y aun no terminaba de confiar en mis habilidades adquiridas como atleta. Me habían llegado rumores de los comentarios de que era la comidilla de nuestro grupo, pero aún así no cesaba de entrenar todos los días desde el atardecer hasta las nueve de la noche. Por eso me encontraba en aquella situación noctámbula. Se decía que me costaba tanto rematar a mis oponentes.
Aún me preguntaba que había visto en mi Richard para haberme asignado aquella responsabilidad en el equipo. Porque su respuesta todavía resonaba vacilante en mi confusa mente, "Te elegí por tus movimientos, están llenos de vida”. Entonces, caí en cuenta, mi instructor, estaba enamorado de mí, me amaba. Según mi parecer y el de mí familia, Richard había incurrido en una importante violación de la norma que regía la disciplina deportiva y la institución. Este ponía en riesgo la integridad y cohesión del grupo. Richard sabía que se enfrentaba a una sanción si nuestra relación era descubierta.
En más de una oportunidad estuvimos en peligro, se desesperaba cuando llevaba puesta mi malla de hacer ejercicios. Sabia que se me marcaba lo abultado de mis entrepiernas y que decir de mi culo, era una protuberancia que no dejaba indiferente a nadie, eso lo atormentaba. En más de una ocasión le vi inflado el bulto en su bajo vientre, tanto que en algunas refriegas de algún ejercicio me restregaba aquel músculo largo, grueso y duro. Yo me excitaba y me mojaba sin más remedio.
Aunque al principio mis sentimientos hacia él eran los que una hija podría tener hacia su padre, pero desde hacía unos días un sentimiento extraño estaba anidando en mi corazón y mi entrepiernas. No podía definirlo como amor, pero estaba claro que sentía algo por él, y la sola idea de imaginar aquello dentro de mi, me inquietaba morbosamente.
Aquella tarde me vine precisamente en malla y una pequeña faldita me cubría las caderas. Era conciente de que un hombre no tendrá mucha dificultad para desnudarme y hacer conmigo lo que quisiera. Las piernas me temblaban, pensé “es el exceso de ejercicios”, porque Richard y yo habíamos extremado la rutina, pero había sido mas por repetir la rutina en que me tomaba por la cintura y pegado a él me hacia girar. Allí era cuando se encontraban nuestros sexos, primero de frente y después me hacia girar y me atacaba por detrás. Claro que había sentido su verga larga, dura y gruesa. No era indiferente, sentía lo mojada en mi entrepiernas, tal vez un poco de sudor, pero mucho…mucho debido a mi secreción íntima.
Terminamos y nos separamos ocultando cada quien sus urgencias. El se fue a las duchas e imaginé que iba a descargar en el baño, yo me vestí tomé el morral y me vine.
Ensimismada en estos pensamientos, mi acechador se presentó por mi izquierda. Sobresaltada por la rapidez de sus movimientos, y la agilidad mostrada en su ataque directo a mi trasero, me hicieron temer lo peor. La forma en que agarró mis caderas me decía que era experto. No estaba dispuesta a fallarle a mi instructor. Esquive con un salto lateral el primer zarpazo, pero en el lance dejé mi faldita y parte de mi malla y al instante me di cuenta que su arma de carne era larga, dura y gruesa.
No me resistía. Reconocí su perfume. Sí era él. Sentía su bulto que restregaba en mi culo. Terminó de bajar mi malla y me sostuvo firme por detrás. La verga quería entrar. Su rostro rozó el mío y …le dije que era virgen. Su agitado cuerpo se
Aceleró mas y murmuró tranquila…tranquila. Tomó mi mano y la colocó en su gran verga. Aquello apenas lo podía rodear con mi mano, mientras su mano me acariciaba mi abombada vulva. Sintió mi húmeda cueva, tanto así que agarró mi jugo de cuca lo juntó con su saliva y me embadurno la entrenalgas, bien adentro. Entendí lo que quería y me relajé, así que, entreabrí y empiné mi culo al tiempo que ensalivaba el redondel de su larga, dura y gruesa verga. Dolió, no fue un dolor insoportable, creo que yo lo quería y fue diestro para completar toda la introducción sin que no dejara de sentir satisfacción y gusto por aquella primera penetración. Nos temblequeaban las piernas, inclinada y apoyándome en un árbol, él empujó…empujó fuerte y frenéticamente. Ahora, aquello largo, duro y grueso, iba y venía suavemente humedecido por la saliva que agregaba cada cierto tiempo. Cada vez que lo sacaba sentía alivio y oía un plop, era cuando la aceitaba y comenzaba nuevamente a meterlo hasta que sentía sus güevos pegados a mis nalgas.
Cuando sus güevos golpeteaban mis nalgas supe que su pene estaba todo adentro. Instantes después sentí cinco fuertes y potentes chorretes de su blanca, densa y pegajosa leche. Aquello era un pantanal, verga, culo y sus alrededores. Un escalofrío me cruzó la espalda, y sin dudar ni un momento lo animé… así…así mi querido, te siento … te siento mi amado Richard.
Sentí que me estremecían por el hombre al tiempo que Richard me decía:
- Vicky…Vicky… despierta es tarde…vamos que te llevaré a casa.