La noche puede ser cómplice carnal, y un largo viaje el lugar ideal para que ocurra el placer.
Relato
Buen día. Este es mi primer relato, pero no es mi primera vivencia, sólo la más reciente. Espero que sea de su agrado.
Empiezo describiéndome un poco: soy algo alto para mí país, de torso ancho, cintura un poco angosta y un poco más amplia cadera, dándome una apariencia tipo Johnny Bravo, jajaja. No soy lo que se diría guapo, pero tampoco soy feo. Soy un poco relleno, pero destaca más mi pecho y algo mis piernas, y mi "paquete".
Suficiente de mi, aquí lo que sucedió hace un par de días:
Había viajado a visitar a mi familia, que vive en la capital de mi país, y volvía a mi estado que estaba en uno de sus extremos. Yendo en autobús, de lujo para comodidad, lo menos eran unas 20 horas de viaje. Fui con mi pareja, a quien ya conocía mi familia de años atrás, y nos pasamos muy bien la visita.
Ya era la hora de abordar, y allí la vi, en la fila: era una señora de muy buen cuerpo: un poco alta, de muy amplia cadera, cintura un poco ceñida, y sobre todo, un par de pechos muy apetecibles, delante de una angosta espalda. Sus medidas serían de unos 95, 70, 90 a ojo de buen cubero. Toda esa muñeca iba vestida de jeans que marcaban bien sus piernas y nalgas contorneadas, y una blusa cuello redondo que no dejaba a la imaginación la carne que llevaba debajo. Si acaso, no era tan bonita de cara, pero con todo lo demás no cambiaba que fuera toda una muñeca muy apetecible.
Por el momento, sólo admiré de lejos esa belleza, y con mi novia subí y fuimos a nuestros asientos, al frente para tener más espacio de piernas (que no me era suficiente, pero era mejor que más atrás).
La mujer sexy, quedó justo un asiento atrás del mío, en la fila contraria, e iba sola. Entonces, no sabía qué bendición sería eso.
Salimos entonces del paradero, eran casi medianoche, y tal hora fue añadiendo suerte a la bendición que caía sobre mi.
Mi novia a mi lado no tardó en dormirse, y no podía agradecer más que tenga un sueño muy pesado. Con todas las luces apagadas y las cortinas en las ventanas cerradas, los pasajeros no tardaron en dormirse, la mayoría al menos.
No habían subido muchos pasajeros, conté unos seis o siete, incluyéndome, y estaban dispersos por el autobús, lo que fue mejor para la aventura que estaba por vivir.
Alrededor de la una de la mañana, miraba curioso el interior del autobús porque no suelo viajar tanto ni por tanto tiempo, y no tenía mucho que hacer pues mi novia seguía durmiendo, y así lo creía de todos los demás. Pero, la hermosa mujer antes descrita no lo hacía, y mucho mejor, estaba más que despierta, estaba caliente.
Veía claro con la poca luz de la ventana algunos movimientos debajo de la sábana con la que se había cubierto para la noche. ¿Qué movimientos? Bueno, algunos de algo moviéndose alrededor del abdomen. No lo creía, se iba masturbando. Algo que lamentaba no ver entonces era su cara de placer porque tenía su cara directa a la ventana, pero igual no iba a importar eso por mucho tiempo.
No daba crédito, y el pensar qué hacía, y qué tocaba ella a escondidas, me puso dura la verga, como roca.
Me quedé mirando un rato más, y de vez en cuando veía a mi mujer, que roncaba un poco, indicando que dormía todavía. Dudé brevemente, pero como conocía cómo dormía, me envalentoné, y me levanté. Si despertaba, diría que iba al baño.
No despertó, y en mi cabeza festejé esa primera victoria. Pero la siguiente lucha sería una guerra si mi atrevimiento era mal visto, y me dejaban en evidencia: de inmediato me senté junto a la cachonda mujer, lento y con cuidado de no hacer ruido.
La respuesta fue lo que deseaba, pero no creía: no detuvo su faena, lo que me mostró que lo quería como yo: una "agradable" compañía. Al parecer, le atraje desde antes de abordar como ella a mi, y me esperaba.
Ante esa situación, ya no intenté ser discreto con ella, sólo silencioso, y me cubrí con la misma sábana que tenía encima. Al instante, como un imán, ella se deslizó hacia mi. Lotería.
No tardé en llevar mi mano hacia la de ella, y llegó directo a su vaginita descubierta entre el cierre de sus jeans desabotonados. Estaba depilada, y muy mojada. Me mordí el labio para no soltar un jadeo por la enorme excitación que me provocó esa sensación.
Y ella dejó de tocarse, dejando su conchita a mi merced, y en su lugar llevó su mano a mi entrepierna. Pasó sus dedos sobre todo mi bulto, como si tanteara qué tal iba armado, y luego sentí un fuerte apretón, como si fuera de su agrado y lo aprobara.
No tardó en buscar desabotonar y bajar el cierre de mi pantalón, y lo logró bastante rápido para mí sorpresa. Al instante metió la mano bajo mi trusa y cubrió el tronco con toda su mano. Era algo pequeña, porque apenas cubría la mitad de mi herramienta con sus dedos.
Así, mientras yo iba dedeando su cálido y húmedo coñito, sintiendo su hinchado clítoris y sus gorditos labios, ella empezó a jalarme el cuero bajo mi ropa interior. Alternaba por momentos para sentir y acariciar mis huevos, que igual apenas cabían en su manita. Su suave piel me llevaba a la gloria.
Pasamos algunos minutos así, masturbándonos uno al otro, hasta que ella ahogó un gemido gutural al cerrar su boca, y dejó mi verga a la vez que retiraba mi mano de debajo de su ropa.
Creía que sería todo, y aunque aún no me venía, no me quejaría de que hasta allí llegara todo. Cuán equivocado estuve.
Sin demorarse, sentí que se movió y casi dejé salir un grito de asombro a lo siguiente: se bajó el pantalón y la tanguita que llevaba de golpe y me arrimó el culo. Casi desesperada, intentó bajar mis prendas, y no dudé en ayudarla, quedando en pelotas de la cadera a las rodillas.
Y ella luego tomo mi verga bien parada e hinchada, buscando llevarla a su culo, y atinó a su empapado coñito casi al instante. La calentura me ganó, y sin preocuparme algún riesgo, le seguí el juego, y le ensarté mi mástil, poco a poco. Midiendo unos 15 a 16cm, y con unos 8 de diámetro, no habían decepcionado a alguna de mis, entonces cuatro mujeres en la vida, y ella sería la quinta.
Poco a poco empujé hacia ella mi cadera, y estando de cucharita a sus espaldas, podía ver qué mordía la sábana para no hacer mucho ruido. No tardé en dejarle ir dentro todo mi mazo de carne, y mientras tanto, le abracé y llevé mis manos a sus grandes y suaves tetas. Eran naturales, y me encendió más sentir que tenía unos grandes pezones coronando cada una de ellas, algo que me fascina.
Con mis manos prendidas de sus pechos, empecé a bombear mi verga en sus entrañas. Jugaba con sus pezones, apretándolos, arañando un poco también, y magreando sus senos entre mis dedos y mis palmas. A su vez, el movimiento de mi cadera era lento porque con cada ciclo se escuchaba un poco el salpicar del mojado, caliente, y para mí placer, estrecho coño que estaba follando. No quería que alguien despertara, o bien, que hiciera alguna escena, y que arruinara el show, así que fui paciente, y la mujer conmigo también lo fue, pues me dejó hacerle aquello sin moverse más de lo que yo le empujaba.
Así estuvimos por un rato. ¿Minutos, horas? No supe, ni me preocupó. Yo le iba bombeando las entrañas, sintiendo cuánto preseminal le iba dejando dentro, a la vez de sus propios fluidos, lo que hacía más rico el vaivén para ambos, más mojado y más caliente.
Llegó el momento en que ella ya no pudo más, y sentí en mi verga cómo se corría, contrayendo su interior en torno a mi carne y dejando salir un profundo gemido entre la tela en su boca. La sensación de su coño apretándose logró llevarme al éxtasis, y como respuesta estallé, dejando salir una cantidad de leche que nunca había sentido en mi vida. Supongo que la situación me excitó como nada antes, y la mujer de mi deseo lo recibió cómo premio.
Sentí entonces sus manos en mi cadera, arañando y apretando fuerte mi piel para sujetárse mejor de mi, empujando tanto como podía su culo hacía atrás, mientras yo hacía lo mismo por ella, vaciando mis bolas por completo en su interior.
Después de algunos momentos más, y con ambos un poco más calmados, nos fuimos separando. Mi verga seguía dura, y al salir del coño de aquella hembra, sonó un "pop", como de una botella. Debió ser de cuán llena estaba, y ella dio un gemido ahogado más al sentirlo. Y ambos soltamos una risita en respuesta.
Entonces ella se dio la vuelta sobre su asiento, y estando de frente a mi, me besó tan intensamente que creí que iba a arrancar mi lengua con la suya. Y me abrazó con tal fuerza que parecía que quería pegarse a mi. Fueron unos segundos, pero la sensación sigue conmigo desde entonces.
Algunos momentos después cuando ya había recuperado mi aliento, me levanté y con cuidado fui s los baños del autobús. Tras de mi escuché a mi llena de mi leche acompañante siguiendo mis pasos, y cada uno fuimos al baño respectivo, para limpiarnos y arreglarnos un poco más, evidentemente.
Yo salí antes que ella, y volví al asiento junto a mi novia, que dormía aún como tronco. Poco después, la mujer se acercó a mi antes de volver a su lugar, y dejó un papel en mi mano. Al voltear hacia ella, me dio un beso de piquito en los labios, y fue a su lugar.
Con una sonrisa en mi boca, guardé el papel en uno de mis bolsillos, y no tardé en dormirme. Tampoco lo hizo mi amante, pude escuchar.
Ya para la mañana, al llegar a una de las paradas de la ruta, bajó del autobús, no sin antes verme de reojo y guiñar un ojo hacia mi. Le sonreí en respuesta, pero nada más porque mi mujer ya estaba despierta, y obviamente no quería que lo notara, pues aún faltaba bastante para que terminara el viaje, y claro, aún debíamos volver a casa y seguir con nuestra vida.
Si bien mi mujer no es fea, tampoco es tan guapa como cuando empezamos a salir, ya doce años atrás. Ya no me atraía como antes, y eso es parte de porqué me atreví a engañarla. La amo, y mucho, pero mi cuerpo necesita más, y mi amante de una noche me lo dio, de sobra.
Espero que les gustara mi relato, y quizá, si recibe buena respuesta, cuente alguna otra de mis anécdotas.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 518305 veces