Conociendo a Rubén y a su esposa Julieta desde la preparatoria, no podía negarme a ayudarles a ser padres (aunque mi amigo nunca llegara a enterarse de aquel favor que con gusto le hice). «Con enlace a fragmento del video»
Relato
Sentado a la orilla de una cama espero a Julieta. Estoy nervioso, no es la primera vez que alquilo una habitación de hotel y espero a alguien, pero sí es la primera ocasión que lo hago por un motivo como éste.
Conozco a Julieta desde hace años, fuimos compañeros de preparatoria, pero vernos en estas condiciones... No fuimos realmente amigos sino hasta que ella se volvió novia de Rubén, un compañero que desde aquellos años ha sido uno de mis mejores amigos. Ellos formaron pareja desde entonces y después de terminar la Universidad ambos se casaron. El evento fue hace apenas dos años y yo asistí siendo uno de sus padrinos. Llevan únicamente dos años de vida matrimonial y ella me pidió…
Alguien toca a la puerta. Debe ser ella; mi corazón comienza a palpitar muy rápido, la sangre se me embota en la cabeza e incluso siento que mis manos tiemblan al abrir la puerta.
«Estoy a punto de traicionar a mi amigo» —pienso.
Tras abrir la veo. Ella es una mujer de 26 años; de rasgos marcadamente indígenas, posee una preciosa piel morena obscura; mide 1.60 m de estatura; cabello largo, lacio, color negro; de complexión bien proporcionada con pechos grandes y firmes, caderas redondeadas. Viste una blusa corta que deja al descubierto la tersa piel de su abdomen, lleva unos jeans deslavados bien ajustados que remarcan sus curvilíneos muslos y bien torneadas piernas.
Julieta me sonríe saludándome con un fresco beso en la mejilla. Ingresa a la habitación. Ambos nos sentamos en la cama sonriéndonos el uno al otro nerviosamente.
—Bien, pues aquí estamos. No sabes cuánto te agradezco que hayas aceptado. Eres el mejor amigo de Rubén y creo que es mejor así —ella me dice.
Julieta me toma de una mano y entrelaza sus dedos con los míos.
—¿Estás segura de que quieres esto? —le pregunto.
—Mira, ya te dije. Le he pedido, le he suplicado, casi le rogado a Rubén que tengamos un hijo pero él se niega por completo. Para él su vida ya está resuelta y no quiere tener más responsabilidades. Pero para mí es diferente. Quiero ser madre, necesito un hijo a quien amar. Y él no me lo quiere brindar así que...
—Es que al hacer esto lo estoy traicionando —le digo.
—Te entiendo, pero créeme, esto es lo mejor que puedes hacer por él. Además te prometo que si tú te niegas buscaré a otro. Piensa, es mejor que seas tú, que eres su amigo, a cualquier otro, ¿no te parece?
Quedo en silencio contemplándola.
—Confía en mí, él nunca se enterará. Yo haré todo lo necesario para que crea que este hijo, que hoy me ayudas a concebir, es en verdad suyo. Ya lo tengo todo planeado —me dice al mismo tiempo que, sobre el pantalón, aferra mi pene—. Además no te preocupes, que al niño no le faltará nada, de eso me encargo yo.
Julieta me da un beso tierno que pronto se convierte en apasionado y hace que nos recostemos en la cama. Ella, sin dejar de besarme, utiliza sus dedos como si fueran los finos dientes de un peine introduciéndolos entre mis cabellos acicalándolos. Mientras tanto le acaricio el trasero, lo hago aún sobre la tela de su pantalón que le queda tan entallado que parece una segunda piel. Mis dedos se deslizan suavemente de arriba abajo introduciéndose por el surco que separa sus bien definidas nalgas. Su cuerpo irradia calor que puedo percibir en las palmas de mis manos, es muy placentero.
Sus besos son húmedos y febriles. Siento su lengua introducirse en mi boca enredándose con la mía. Llevo mis manos hasta sus formidables pechos. Son grandes para su complexión, parecen hechos por cirujano, aunque son suaves al tacto.
Ella desabrocha mi pantalón y yo termino de desvestirme mientras la veo hacer lo mismo. Tarda más que yo ya que sus pantalones son demasiado estrechos. Le ayudo a quitárselos pues, como ella misma me dice, se quitan con mantequilla. El verla en bragas me excita muchísimo. También le auxilio con el brasier, al desabrochar tal prenda sus pechos botan ligeramente al quedar por fin libres. Son en verdad muy hermosos, parecen contenedores naturales de dulce néctar e invitan a ser probados. Justamente utilizo mis labios para atrapar uno de sus obscuros pezones y lo chupo desesperadamente; siento la necesidad de extraer algo del dulce jugo que prometen.
—Ay bebe, por más que me los mames no les sacaras nada. Te prometo que cuando tenga a mi hijo y esté lactando te compartiré algo de su leche, ¿va? —ella me dice en son de broma.
De cualquier manera, paso al otro pezón y le doy el mismo tratamiento. Mientras continúo con esta acción miro hacia el celular que coloqué de tal forma que nos grabara. Hice esto a manera de perpetuar este momento, pues sé que no se volverá a repetir y quiero tener una forma de rememorarlo.
Algo del ruido del tráfico se alcanza a filtrar por la ventana de la habitación. El sol, a través de esa misma ventana, nos ilumina calentando aún más nuestros cuerpos mientras que aquí, sentado a la orilla de la cama, soy espectador de este par de hermosas nalgas que se colocan delante de mi rostro cuando Julieta, parada frente a mí, se dispone a sentarse introduciéndose mi pene en su interior. Lentamente comienzo a sentir el placer de estar envuelto por la tibieza y humedad de la intimidad de Julieta. Por fin la estoy penetrado, empalándola en mi estaca de carne. Cuando éramos compañeros de preparatoria, con apenas dieciséis años, viéndola caminar tan sexy con sus pantalones de mezclilla bien ajustados, llegué a fantasear con un momento así, pero nunca creí que tal posibilidad se realizara, y menos sin látex de por medio.
—Ay bebe, tu amigo está mmm… a todo lo que da —me dice ella, una vez que sus nalgas reposan totalmente sobre mis muslos y mi miembro queda atrapado en su interior.
Inmerso en ella le pido que no se mueva, pues antes de cualquier movimiento quiero disfrutar el sentirme plenamente fundido en la intimidad de tan maravillosa mujer. Es un momento delicioso, percibo su calor íntimo al mismo tiempo que acaricio sus muslos, caderas, nalgas, cintura y espalda. Mis manos se prenden a sus voluminosos senos y los amasan suavemente mientras beso la piel morena de su espalda. Es una mujer verdaderamente atractiva.
Continúo con mis caricias y, sin movernos nada, le hago preguntas sobre su vida conyugal. Sentada sobre mí, ella me responde un poco sacada de onda, pues de seguro que percibe una sensación extraña al hablar sobre su marido al mismo tiempo que tiene el miembro de otro resguardado en su intimidad. Sin embargo, sus palabras demuestran franqueza al igual que cariño por Rubén a quien evidentemente ama. Esto que estamos haciendo es, sin dudas, aventura de una sola vez. Ella lo que quiere es un hijo, y es amable conmigo, pero no busca relación sentimental alguna con mi persona, eso es seguro.
Tras un rato de estar conversando, instintivamente, comienzo a mover mi pubis hacia ella levantándola unos centímetros. Julieta también comienza a moverse y en poco tiempo ambos nos meneamos con los vaivenes propios de la cópula. La tomo de la cintura y así la ayudo en el sube y baja que poco a poco se vuelve más intenso. Julieta se da sentones cada vez más duros de tal manera que los chasquidos, al chocar nuestras carnes, se vuelven más notorios.
Julieta sigue saltando sin parar y yo me recuesto acomodándome una almohada bajo mi cabeza para ser testigo de aquel bello trasero que rebota sobre mi área púbica. Después de unos tantos brincos más, siento que estoy a punto de explotar, pero aún no quiero que eso ocurra pues deseo disfrutar aún más de esta hermosa mujer. Le pido que pare y me reincorporo para besarla.
Tomándola firmemente y, sin romper nuestra unión, la conduzco hacia el espejo cercano que nos refleja desnudos, unidos. De esta forma, parados, la continúo penetrando. Ella alza su hermoso trasero y yo flexiono mis rodillas a manera de estar a la altura, pues Julieta es más pequeña que yo. La imagen me deja extasiado; el estar vinculado de esta forma a una mujer tan bella y bien proporcionada es verdaderamente especial.
Tras algunos minutos mis piernas comienzan a temblar, la postura me resulta un tanto incómoda. Julieta se da cuenta de ello por lo que se desprende de mi sexo volteándose para besarme. Sus besos son siempre muy húmedos.
Agarrándome del pene me lleva hacia la cama nuevamente. Julieta se coloca sobre sus rodillas al borde de la cama.
—Así, para que estemos a la misma altura —me dice.
En esta posición la penetro con ritmo suave pero constante, disfrutando de cada milímetro de mi intromisión a su intimidad. Miro hacia el espejo delante de nosotros, que nos refleja en nuestro enlace sexual; puedo distinguir que Julieta muerde sus labios levemente y esto me sugiere que está disfrutando de nuestra cópula. Esta posición en la que estamos me brinda la posibilidad de, además de llevar el ritmo, acariciar ese par de gajos de carne que mi querida amiga tiene el honor de presumir al caminar.
Tras varios minutos de ayuntamiento no se produce ningún diálogo, guardamos un silencio que expresa en mucho la naturaleza de nuestra unión, pues entre nosotros no hay amor que expresar en palabras, pese a ello seguimos y seguimos copulando. De cualquier forma, algunos gemidos son emitidos de vez en vez, pues es inevitable expresar el placer del que disfrutan nuestros cuerpos.
De repente tal mutismo se rompe cuando Julieta emite unas palabras.
—Ya embarázame amor, ya.
Es obvio que ella quiere que ya terminemos. Ante esta petición que me conmina a eyacular pronto, le digo a Julieta que se recueste boca abajo pues el verla así, con las nalgas bien paraditas al aire, me excita sobremanera. Ella lo hace y yo, con ambos pulgares, abro sus pliegues vaginales y lengüeteo aquella abertura degustando su sabor, a la vez que la lubrico.
Una vez preparada para recibirme, me coloco sobre Julieta, cierro bien sus muslos y los utilizo a manera de carril para que mi miembro se encauce directamente hacia su vagina. La penetro; el estar de nuevo dentro, pasando de la fría temperatura exterior al cálido y húmedo interior, es una sensación muy grata. Descanso completamente mi peso sobre el cuerpo de Julieta mientras que entro y salgo de ella a diferentes intervalos. Mi pubis y sus nalgas chocan entre sí placenteramente. Podría estar así por horas, sin embargo, Julieta me vuelve a insistir para que me venga. Acelero mis movimientos, tratando de alcanzar el clímax de nuestro encuentro, pero nada, es así que me doy cuenta que necesito conseguir algo antes. Preciso sentir que fui capaz de provocarle un orgasmo pleno a tan bella mujer antes de poder hacer lo mismo.
Con tal objetivo en mente, me salgo de Julieta y rápidamente la volteo para verla a la cara. Se nota sorprendida ante mi inusitado arrebato. Vuelvo a lamer su vertical hendidura pero esta vez introduzco mis dedos, índice y medio, con que comienzo a “rascar” la parte superior de su intimidad, al mismo tiempo que aprieto ligeramente su abdomen. Tras varios segundos, mi acción da frutos cuando veo el rostro de Julieta expresar deleite a la vez que se ruboriza. La constancia por fin me premia al ver cómo se contorsiona el cuerpo de tan linda mujer, quien parece no poderlo evitar. Julieta eyacula sobre mis dedos un líquido que yo utilizo como lubricante natural. Colocando sus piernas sobre mis hombros me deslizo suavemente en su interior. Esta vez la veo a los ojos, directa y fijamente, durante varios minutos sigo así. Julieta desvía la mirada.
—Ya bebe, no me veas así.
—Así ¿cómo? —le pregunto.
—Así que me chiveas.
Sin dejar de mirarla acelero mis movimientos y Julieta muerde sus labios. Dejo que sus piernas caigan de mis hombros para abrazarme a ella besándola en el cuello. Al estar más cerca, ella me mira al mismo tiempo que expele leves pujidos de placer. Nos besamos profundamente y noto como sus piernas se mueven en un muelleo desesperado, en clara señal de búsqueda del orgasmo anhelado. Yo la acompaño en esa búsqueda y así, viéndonos fijamente, sumergiéndonos el uno en el otro, ambos explotamos.
Me siento tan bien de haber eyaculado en su interior. Mi simiente, que tan sólo unos segundos antes formaba parte de mí; resguardada en mis testículos; ahora se guarece en la intimidad de Julieta. Es algo mágico. Una parte viviente de mí que ahora vive en el cuerpo de Julieta.
Aún completamente desnudos, ella se sienta sobre mis piernas y continuamos besándonos. Nuestros besos son tan húmedos que parte de nuestra saliva se destila por la comisura de nuestros labios. Teniéndola así, sentada sobre mí, no dejo de pensar si en verdad quedará embarazada. Si es así, no sé cómo me comportaré cuando Rubén me presente al niño como su hijo. ¿Me atreveré a decirle a éste; cuando crezca; que es mi hijo?, o sólo he ayudado a un amigo sin que él se dé cuenta.
Mi Madre, a sus 42 años, es una hembra que está rebuena. Mi Padre, un pobre idiota. Así que una noche decidí darle marcha a ella con mis amigos, mientras mi padre miraba..........
Relato erótico enviado por domo54 el 12 de December de 2008 a las 11:35:56 - Relato porno leído 312211 veces
Era un día normal, común y corriente, yo regresaba de la prepa, yo soy un chavo moreno, alto, con buen cuerpo, bien dotado y muy atrevido, no tengo novia y ese día fue uno de los mejores en mi vida
Relato erótico enviado por Anonymous el 29 de August de 2008 a las 13:06:42 - Relato porno leído 212276 veces
Mi nombre es Alicia, y hasta no hace mucho mi familia, y yo desde luego vivíamos en un retirado pueblo, en el que apenas y nos enterábamos de las noticias, ya que ni tan siquiera llegaba la señal de la Tele. Por lo que cuando nos mudamos a la ciudad, lo que más me impresionó fue el baile del perreo
Relato erótico enviado por Narrador el 04 de June de 2012 a las 23:00:35 - Relato porno leído 149877 veces
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Por eso dedica 30 segundos a valorar Ayudándole a un amigo... a un buen amigo..
Cangreburguito
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:32) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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