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Como la reverenda me convenció de servir con ella.

Relato enviado por : narrador el 03/10/2013. Lecturas: 14061

etiquetas relato Como la reverenda me convenció de servir con ella.    Lesbianas .
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Resumen


Yo desde hace algún tiempo, me encuentro inmersa dentro de la religión, pero aunque he procurado por todos los medios posibles rechazar las malas influencias del demonio, en contadas ocasiones creo que me he descuidado un poquito, y he sucumbido a sus tentaciones.



Relato


Regularmente siempre estoy muy consciente de lo que sucede a mí alrededor, para evitar caer en el pecado. Como pienso que me estuvo a punto de suceder recientemente. Me encontraba de visita en el templo de la pastora, cuyo nombre por discreción me reservo. Cuando el culto que teníamos programado entre nuestras dos congregaciones, por causa de la fuerte tormenta que azotó nuestra ciudad, debimos suspenderla.

Yo como soy una persona que no le agrada nunca el llegar a tarde a mis compromisos, y menos si se relacionan con el templo, ese día había llegado al templo de la reverenda, ya cerca de las tres de la tarde, muy temprano, tomando en cuenta que el oficio iba a comenzar a las ocho de la noche. Por lo que ella me invitó a que entre ambas nos pusiéramos a orar. Ya teníamos como una hora en oración, cuando nos enteramos que el Gobernador declaró un cierre de todas las actividades del gobierno, y hasta de la empresa privada, ya que algo así como un frente frío, que de la nada se había formado, amenazaba con fuertes lluvias, ráfagas de no sé cuantas millas por hora, y hasta una alta probabilidad de que en las costas aparte de que el oleaje iba a ser muy alto, se podían formar trombas marinas. En fin un desastre.

Por aquello de que más vale precaver que lamentar, la hermana Wendy y yo decidimos suspender el oficio, y por teléfono nos comunicamos tanto con varios medios de prensa radial, y de tv, así como con los principales colaboradores y feligreses de nuestras dos iglesias.

Ya después de que comenzó a caer una torrencial lluvia, Wendy por precaución me invitó a quedarme en su casa, por lo que tras cerrar, y asegurar las puertas, ventanas, y tormenteras de su templo, nos dirigimos a su casa, que se encuentra a poca distancia. Y aunque procuramos no mojarnos bajo la fuerte lluvia, usando nuestros paraguas, fue algo inútil, la tormenta se había desatado completamente, ya que ambas llegamos ensopadas de pies a cabeza a su casa.

A penas entramos Wendy, me condujo a su fabuloso dormitorio, y sin más ni más me pidió que me desnudase. Yo me quedé de una sola pieza, como era posible que la afamada pastora, me pidiera eso. Fue cuando después de volvérmelo a decir, continuó diciéndome, si hermanita, quítese toda la ropa, para que no se te seque encima, no sea que le de un tremendo catarro, mientras yo buscaré algo para que se pongas mientras tanto.

Yo me sentí muy avergonzada por haber pensado mal de la reverenda, y fue tan evidente mi vergüenza, que todo mi rostro se puso rojo como un tomate. Por lo que la hermana al verme, me preguntó con ingenuidad ¿qué me sucedía? Yo aun más muerta de vergüenza, de inmediato le confesé lo que había pensado mal de ella segundos antes, al escucharla decirme que me quitase toda mi ropa.

Wendy me miró con cara de comprender lo que me había sucedido, y de inmediato me dijo. Acuérdese hermanita, que el Señor dijo ámense los unos a los otros, y yo tengo un amor muy especial por usted, así que no hay nada de lo que usted me diga, que pudiera llegar a ofenderme. Sus palabras y su manera de hablarme, me hicieron sentir mejor, y de inmediato continuó diciéndome. Así que deje que yo le ayude a quitarse la ropa, y usted me ayuda a mí.

Yo bien confiada, y con mi mente tranquila, dejé que la hermana Wendy, me comenzara a desabotonar mi chaqueta y mi blusa, mientras que yo le hacía lo mismo a ella. Hasta que prácticamente ambas quedamos en pantis y sostén. Fue cuando ella misma, quitándose lo que aún le quedaba de ropa, me dio la espalda, y abriendo una gaveta de su ropero, extrajo un par de toallas. Yo en esos momentos, no pude dejar de apreciar su llamativo cuerpo, de piel extremadamente blanca, y quizás con unas cuantas libras de peso extra, pero que en nada le restaban belleza a su persona. Además para sorpresa mía, no pude dejar de darme cuenta de que la reverenda tenía por completo todo su cuerpo enteramente depilado, incluso hasta su… entrepiernas también, al igual que sus axilas, piernas, muslos y brazos, en fin todo su cuerpo.

Yo por mi parte y de manera más lenta, me despojé de mi ropa intima, quedando tan desnuda como ella se encontraba. Aún algo avergonzada, pero por mi propia desnude, y por mi cuerpo completamente velludo, les confieso que no podía dejar de observar el bello cuerpo de la pastora, su depilado y blanco cuerpo me llamaba la atención, sus hermosos y firmes senos, seguramente unas cuantas tallas más grandes que los míos, se movían rítmicamente a cada paso que ella daba. Sus muslos parecían que fueron tallados por el mismo creador, en fin mentalmente me puse a comparar mi cuerpo con el de ella. Ya que como soy muy delgada, apenas uso sostenes talla A, los cuales prácticamente ni me hacen falta, además al ver mi entrepiernas y compararla con la de la reverenda, me sentí algo incomoda pero conmigo misma.

Una vez que me entregó la toalla, frente a mi Wendy se dedicó a secar su cuerpo completamente, comenzando por su rubia y corta cabellera, que la hace ver más joven. A diferencia mía que mantengo mi cabello largo, sin cortar desde que abracé hace años la religión. Pero a medida que ella y yo nos fuimos secando, pude ir observando, que a diferencia mí, y del resto de muchas de las mujeres de mi congregación, la hermana Wendy se depilaba todo el cuerpo, incluso hasta debajo de las axilas, así como su área genital. Mientras que yo, jamás había depilado mi cuerpo ni tan siquiera una sola vez, como tampoco mi rostro, en el que sobre mis labios, tenía tanto vello que poco le faltaba para ser un bigote.

Eso me dio cierta curiosidad, y fue tan evidente, que la hermana Wendy, me preguntó nuevamente que me sucedía. Yo al principio no supe como decírselo, pero finalmente le pregunté si el depilarse todo el cuerpo no era visto por ella, como un elemento de pecado y libertinaje. Wendy se me quedó viendo detenidamente todo mi cuerpo, lleno de vellos por todos lados, y me dijo. Hermanita, el señor no se fija en esas pequeñeces, y en un país como el nuestro, con tanto calor tropical, es aconsejable el depilarse todo el cuerpo, es más si me lo permites, te puedo ayudar a depilar, que te aseguro hermana que por eso no vas a caer en pecado, y mucho menos ir al infierno.

Yo realmente no respondí ni que sí ni que no, pero la hermana cuando se dio cuenta de mi indecisión, me dijo en tono bien cariñoso. Vamos deja que te ayude a depilarte, para que te des cuenta de lo fresca que te vas a sentir. Y en efecto, la misma hermana Wendy comenzó a depilar todo mi cuerpo. Yo al principio, me sentí algo incomoda, pero poco a poco, el contacto de sus manos sobre mi piel, me fueron tranquilizando, hasta el punto en que al depilar mi área genital, el solo contacto de sus dedos con mi piel, me hacían sentir mucho placer.

Al terminar de depilarme, Wendy me tomó de la mano y me condujo a su cuarto de baño, donde tras meterse en la ducha conmigo, me fue enjabonando todo mi cuerpo. Yo no decía ni tan siquiera que esta boca es mía. El sentir el roce de sus manos sobre toda mi piel, me tenía entre emocionada y sumamente confundida. Máxime cuando sus dedos comenzaron a explorar mi vulva. A medida que el agua de la ducha nos caía a las dos encima.

Yo no decía nada, simplemente dejé que la hermana Wendy, hiciera con migo lo que ella estimara conveniente. Por lo que cuando terminamos de ducharnos, y ella ya fuera de la ducha se dedicó a secar mi cuerpo, lejos de continuar sintiéndome avergonzada, estaba muy feliz de que la pastora me hiciera todo eso. Una vez que las dos mutuamente nos secamos, nuevamente Wendy me tomó de la mano de manera cariñosa y me condujo a su dormitorio. Diciéndome, hermanita recuéstese en mi cama, que le voy a dar un reconfortante masaje, con aceite de esencia de almendras, que es muy saludable para la piel. Yo sin decir nada, sumisamente la obedecí.

Al recostarme en su cama, Wendy me sugirió que me colocase boca arriba, para ella comenzar a darme el masaje por los brazos. De manera lenta fui sintiendo el toque de sus dedos sobre mi piel, y con una suavidad inusitada, sus manos fueron recorriendo todo mi cuerpo. Yo a todas estas, como se lo podrán imaginar no soy de hierro, y en ciertos momentos en que la yema de sus dedos, suavemente acariciaba mi piel, sin poder controlarlo, se me escapaba uno que otro gemido, reflejo del profundo placer que sentía en esos instantes.

Y así sus manos continuaron embadurnando todo mi cuerpo con ese fragante aceite de almendras, mientras que yo procuraba mantenerme lo más relajada posible, pero cuando sus dedos comenzaron acariciarme entre las piernas, ya yo no podía negarme a que continuase adelante, por lo que cuando sentí que suavemente sus dedos fueron penetrando mi coño, separé mis piernas, y me quedé en silencio, disfrutando del profundo placer que la hermana Wendy me producía por sobre todo mi desnudo cuerpo con sus dedos.

Yo me sentía en la gloria, cuando sin esperarlo, su aliento lo sentí sobre mi vulva, y de inmediato su lengua acariciando y lamiendo los pliegues de mis los labios de mi vagina. Yo me quedé entre paralizada, y relajada, mi mente era todo un remolino de raras ideas, por una parte disfrutaba de manera desesperada todo lo que la reverenda me estaba haciendo con sus manos y boca, en mi vulva. Y por otra parte, tímidamente pensé que podíamos ambas estar pecando.

Cuando sentí su gloriosa lengua chupando mi clítoris, fue casi como que me desvaneciera, pero de placer. En ese preciso instante, creo que me olvidé de todo, y en lugar de rechazar el profundo avance de la reverenda Wendy, separé lo más que pude mis piernas, y comencé a mover mis caderas restregándolas contra su rostro, buscando sentir un mayor placer.

A medida que ella continuaba chupando mi clítoris y con sus manos acariciando mis pequeños senos, yo me dejaba hacer todo lo que ella quisiera hacerme. Al punto que después de un rato, a medida que sin cesar de lamer o chupar mi inflamado clítoris, Wendy lentamente fue cambiando de posición, hasta que de momento al abrir mis ojos, vi su depilado coño frente a mi rostro. Y fue algo natural que yo de la misma manera que ella me besaba y chupaba mi vagina, yo comenzara a besar, lamer y chupar la suya. Su aroma, y sabor, que hasta esos momentos era algo completamente desconocido para mí, me embriagaron. Hasta que las dos nos hicimos un solo cuerpo, de piernas y brazos entremezclados.

Por un largo rato, ella a mí, y yo a ella, mutuamente nos prodigábamos un profundo placer. Su lengua y boca chupaban mi coño, y yo el de ella, ambas gemíamos profundamente, nos apretábamos una y otra vez, sin detenernos a pensar en lo que estábamos haciendo. Fue tanta nuestra excitación, que por primera vez en mi vida disfruté de un muy húmedo y profundo orgasmo. A tal grado, que al principio pensé que me había orinado en su cara, pero luego la misma Wendy, cuando también se corrió sobre mi rostro, me dijo que en ocasiones es tanta su excitación, que de su coño sale un fuerte chorro de sus fluidos vaginales, tal y como me sucedió a mí.

Cuando pensé que ambas ya estábamos satisfecha, sin decirme una sola palabra, la pastora separando sus piernas, y colocándose entre las mías, comenzó a restregar su mojado coño contra el mío. En mi vida ni tan siquiera había pensado en que eso se pudiera hacer. Entre las dos nos tomamos de las manos, y a medida que nuestras caderas se movían de un lado al otro. Su vulva y la mía las estuvimos restregando una contra la otra. Lo que sin detenernos, continuó produciéndonos a las dos un tremendo e inimaginable placer. Tanto la reverenda Wendy, como yo, no dejábamos de movernos mutuamente, era tal nuestra excitación, que a mí me corrían lágrimas de alegría y de placer por todo mi rostro.

Así continuamos, hasta que nuevamente ambas disfrutamos de profundos y múltiples orgasmos. Yo me quedé tendida sobre su cama con mis piernas bien abiertas, sudada, mojada, cansada, pero tremendamente satisfecha, sin querer pensar en más nada. Ya estaba por quedarme dormida, cuando sentí que Wendy colocaba su cuerpo sobre el mío, y casi de inmediato algo duro, grueso y largo, comenzó a penetrar mi vulva. Les juro que me asusté, ya que pensé que me había confundido y que un hombre me estaba poseyendo, pero al abrir desmesuradamente mis ojos, me encontré con la sorpresa de que en realidad se trataba de la reverenda, que con unas correas había adosado a su cuerpo un descomunal y largo miembro de goma, de color negro.

A medida que ella continuaba presionando su cuerpo contra el mío, aquella descomunal cosa penetraba mi vulva. A mí lo primero que se me ocurrió, en lugar rechazarla fue abrir más mis piernas, y de inmediato a medida que esa cosa continuaba penetrándome, comencé a mover mis caderas, hasta que los llamativos labios de Wendy se toparon con los mío, entre las dos nos besamos intensamente a medida que movíamos nuestras caderas, y su juguete entraba y salía tanto de mi vulva, como la de ella. Fue tan intensos nuestros movimientos que creo que, perdí mi virginidad, en parte me desgarré por dentro. Pero en esos momentos poco me importó, lo que deseaba era continuar sintiendo el profundo, y nuevo placer que la pastora me prodigaba, con esa larga y gruesa cosa, que tenía forma fálica.

Así ambas continuamos hasta que nuevamente, aunque me encontraba sumamente agotada, disfruté de otros múltiples y prolongados orgasmos. Quedando nuevamente tendida sobre su cama, con mis piernas abiertas, y con una somnolencia tal, que no me permitía despegar mis ojos. Me debí quedar dormida por espacio de varias horas, pero al comenzar a despertarme, sentí los suaves labios de la reverenda, besando delicadamente mi rostro. Y una de sus manos acariciando deliciosamente mi coño, por lo que yo le respondí de igual forma, ya cuando entre las dos los besos y caricias que mutuamente nos dábamos, nos hicieron sentir que nos hacía falta algo más, Wendy colocando su juguete, entre mis manos, me ayudó a colocármelo, introduciendo una mitad de eso dentro de mi cuerpo. Al principio me sentí extremadamente rara con esa cosa larga, gruesa y de color tan negro, como mi cabello, colgando entre mis piernas. De inmediato la reverenda me dio la espalda, pegó sus hermosos senos sobre la cama, y levantó sus nalgas, separándolas con sus propias manos, al tiempo que me dijo. Penétrame.

Yo estaba algo confundida, no entendía que era lo que ella deseaba hacer, o que yo le hiciera, hasta que nuevamente me dijo en un tono de voz meloso, penétrame, por el culo. Yo de rodillas de tras de ella, dirigí esa cosa larga, gruesa y negra sobre sus nalgas. Y vi desde mi posición como la pastora, tras agarrar la punta o cabeza de su juguete, lo dirigió directamente al apretado hueco de su ano. Lentamente vi como esa cosa fue desapareciendo dentro del culo de ella, a medida que yo con mis caderas los fui presionando poco a poco. Al tiempo que dentro de mi vulva yo sentía la sabrosa presión que eso ejercía dentro de mi interior. Hasta el punto que nuestros cuerpos nuevamente se unieron, y yo de manera casi automática, comencé a moverme, presionando y retirando mis caderas una y otra vez, contra las nalgas de Wendy. Fue cuando ella agarrando una de mis manos, la colocó en su coño, y yo comencé apretárselo una y otra vez, a medida que sin cesar no dejaba de enterrar y sacar su juguete de su culo y de mi coño.

Después de todo eso, nada más bastó que la reverenda me insinuase, que me fuera a vivir con ella, para que yo gustosamente aceptase. La iglesia que yo pastoreaba, se la dejé a una hermana de mi antigua congregación, mientras que tanto Wendy como yo, mutuamente disfrutamos de nuestra mutua compañía.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:41) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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