Como le quité la depresión al abuelo…. ( CON fotos)

En casa hasta mis padres, y mis tíos, cuando se referían al abuelo, era prácticamente como si ya estuviera muerto. Cosa que a mí como una de sus nietas mayores, me endemoniaba. Desde que era niña, mi abuelo Tomás era una especie de héroe de película, para mí. Sobre todo después de que enviudó, de mi abuela Josefina. Ya que a medida que fui creciendo, también fui sabiendo, o conociendo a unos cuantos tíos, y tías, que en su gran mayoría eran menores que yo. Cosa que a mis padres, así como a mis tíos, les molestaba mucho. El abuelo se la pasaba solo, y triste en el desván, viendo viejas fotos de su juventud. Cuando a mí, se me ocurrió darle una sorpresa. Por lo que sin decirle nada a nadie, subí al desván con la excusa de llevarle algo de comida, por si por casualidad, alguno de mis tíos, o primos me preguntaba. Nada más entré al desván, vi a mi abuelo solo, triste, y acongojado. Mirando aquellas viejas fotos, por lo que procurando no hacer ruido, dejé la bandeja a sobre un mueble, me desabotoné parte de la blusa, dejando prácticamente al aire, mis senos. Me quite las bragas, y me le acerque lentamente, y estando a pocos pasos de él, lo saludé, diciéndole. ¿Cómo está el hombre, más buenmozo de todo el pueblo? De inmediato levantó su apagada vista, con una forzada sonrisa en su rostro. Respondiéndome, no tan bien como quisiera. En el instante en que sus ojos, vieron mis tetas casi al aire, me di cuenta de que sus ojos brillaron. En ese momento me le acerqué un poco más, tanto que podía sentir su entre cortada respiración contra mi rostro. No hizo falta de que le dijera nada en lo absoluto, ya que mi abuelo Tomás, casi de inmediato dirigió sus manos a mi cuerpo, levantando mi blusa, y agarrando mis tetas. Sin que yo hiciera nada por impedírselo. Tras acariciármelas por un rato, sonriendo libidinosamente me fue llevando hasta la silla que generalmente usaba para ponerse a ver las fotos, haciendo que me sentase en ella. Sus manos comenzaron a recorrer todo mi cuerpo, introduciéndolas bajo la corta falda que yo estaba usando, para luego ir subiendo por mis muslos, hasta que sentí que sus tocos dedos acariciaban todo mi coño por fuera. Al darse cuenta de que no tenía puestas mis bragas, me subió la falda, dejando al aire por completo todo mi coño. Y sin pérdida de tiempo acercó su cara a mi cuerpo, y con su boca, de la manera más rica, comenzó a mamar mi coño, pasando una y otra vez su lengua por sobre los labios de mi vulva, así como por mi clítoris. Mientras que yo separando lo más que pude mis piernas, me deleitaba de lo que mi abuelo me estaba haciendo con su lengua, y el resto de su boca. Produciéndome un arrebatador orgasmo, entre profundos gemidos de placer. Yo apenas pude, digamos que cambié de lugar con él, así que de inmediato me dediqué a mamar como loca, toda su erecta verga. Hasta que mi abuelo sonriéndose, me dijo. Tómalo con calma, y ponte en cuatro. Yo obedientemente le hice caso, y a los pocos segundos comencé sentir como su duro y rejuvenecido miembro, se abría paso deliciosamente dentro de mi húmedo, y caliente coño. Por un largo rato, mantuvimos esa posición, pero de momento mi abuelo me pidió que me volviera a sentar en su silla, en la que apenas lo hice, y separé de nuevo mis piernas, no tan solo sentí, sino que también vi como su sabrosa verga se volvió abrir paso dentro de mi coño. Así estuve disfrutando de la verga de mi abuelo, hasta que me hizo disfrutar de otro orgasmo, al momento que se vino dentro de mi coño. Claro que después de eso, mi abuelo no ha vuelto a deprimirse, y cuando voy de visita al pueblo, y lo veo algo apocado, sin que nadie se dé cuenta, le digo. Abuelo que le parece si pasamos por el desván, para que me muestre algunas fotos, y el sonriendo de inmediato me acompaña…