Mi nombre es Nairobi, y aunque soy algo negrita, y mi pelo como dicen en mi tierra es malo, por ser ensortijado y bien pegado, no soy africana, soy de una linda isla caribeña. Cuando llegué a este país, al primero hombre que conocí fue a Jacinto, un gallego de lo más bueno. Nos casamos y nos fuimos a vivir a su tierra, en donde la pasamos de lo mejor, hasta que él tuvo un desgraciado accidente en la carretera, por el que quedó parapléjico, cuadripléjico, o algo así.
Relato
Jacinto y yo tenemos una cría de ovejas y cabras con las que fabricamos quesos, antes del accidente, él me enseñó todo lo que sabía, por lo que podemos seguir viviendo. Debido a su condición, me acostumbré a no tener sexo, aunque antes del accidente prácticamente lo hacíamos a cada rato, en cualquier momento, o en cualquier lugar de la casa, o del campo.
Me acuerdo que en una ocasión estábamos encerrando a las ovejas, cuando uno de los padrotes se me escapó, pero en lugar de salirse de los corrales, entró en el que se encontraban unas ovejas que mi marido recién y había traído del campo, de inmediato el animal enterró el morro de su nariz justo bajo el rabo de una de las ovejas, por un corto rato como que estuvo oliendo o lamiendo, cuando de repente en un abrir y cerrar de ojos, se le ha trepado encima.
Yo me quede embobada viendo todo lo que pasaba, en mi vida había visto tan de cerca a un carnero montar a una de las ovejas, la hembra berreaba mientras que el macho se movía como un desesperado, mientras que yo no podía quitar mis ojos de los dos animales, cuando sentí que la falda, fue levantada por dé tras, al voltear algo asustada, me di cuenta de que se trataba de Jacinto, se encontraba tras de mí sin sus pantalones, desnudo de la cintura para abajo, con todo su miembro bien parado y por completo al aire. De inmediato, me bajó las pantaletas en un dos por tres. Al tiempo que me obligó primero a que me arrodillase, y después que pusiera mis manos sobre la tierra.
Pensé que me lo quería meter por el culo, ya que como en muchas otras ocasiones, le encantaba hacerme eso, y la verdad es que también a mí me gustaba y mucho, pero eso siempre lo hacíamos dentro dentro de casa. Pero no fue así, de inmediato sentí su cara pegada a mis nalgas y su lengua lamiendo mi coño, lo que me sorprendió. Era más o menos como el carnero le estuvo haciendo a la oveja, Jacinto sabrosamente lamía todo mi coño por fuera primero y luego hasta por dentro. Eso me gustó tanto, que busqué la forma o manera de ponerme más cómoda, por lo que dándome vuelta y recostándome sobre la tierra, pasé una de mis piernas sobre su cuerpo, sin importarme que se me ensuciara toda la ropa, ya recostada cerré mis ojos y dejé que mi marido continuase dándome, esa rica e inusual mamada en medio del lodoso corral.
Mientras yo me retorcía de placer, a medida que sentía como con su lengua y sus dientes, me mordisqueaba sabrosamente, todo mi peludo coño así como clítoris, él continuaba acariciando con sus manos mi cuerpo, y terminó de soltar los pocos botones de la bata que aun no se me habían soltado. Sentí como su boca, su quijada y hasta su nariz los restregaba divinamente contra toda mi vulva, su saliva se confundía con mis líquidos vaginales, su lengua y labios me chupaban una y otra vez todo mi clítoris haciéndome estallar de placer, de manera consecutiva, varias veces. Hasta dejarme prácticamente sin fuerzas, pero extremadamente satisfecha. Después de un buen rato, Jacinto se levantó y dirigió su instrumento directamente hacía mi caliente y bien lubricado coño. Disfruté tremendamente cuando sentí toda su verga metiéndose por completo dentro de mí, yo tenía mi coño tan y tan sensible que nuevamente alcancé otro orgasmo, nada más de sentir que me lo estaba metiendo, en medio de ese embarrado corral lleno de ovejas. Yo chillaba o berreaba de placer, tal como las ovejas lo hacen cuando el padrote las monta.
Jacinto a medida que continuaba moviendo su cuerpo sobre el mío, yo podía ver claramente como su blanca verga desaparecía dentro de mi negro y peludo coño, arrancándome profundos gritos de placer, que de seguro se debieron escuchar al otro lado del valle. Cuando Jacinto finalmente se llegó a venir, ambos quedamos tirados sobre la tierra, en el medio del corral, rodeados de ovejas. Los dos quedamos llenos de tierra y barro por todas partes, por lo que sin pensarlo mucho, nos fuimos a dar un baño, sacando el agua del aljibe que tenemos al lado de la casa. Por suerte como es un campo tan retirado, rara vez pasa algún vecino.
Como ya les dije, después del accidente, me olvidé del sexo y me dedicaba todo el tiempo a trabajar, y a cuidar a Jacinto, y aunque al principio, de cuando en cuando, no faltaba algún vecino que de manera bastante descarada, me insinuase que le gustaría acostarse conmigo, pero yo indignada los dejaba pasmaos al decirle, que primero antes lo consultaría con su mujer o con el cura del pueblo.
Bueno, ya había pasado más de un año, cuando tuve que llevar a mi marido a una cita médica en Santiago de Compostela, mientras esperaba que terminasen de auscultar a Jacinto, aburrida de esperar me asomé por la ventana de la sala de espera, y cuando de momento veo que en la escalera del edificio de al lado, se encontraba una pareja de jóvenes, se besaban tierna y amorosamente en el descanso de la escalera, pero de golpe tanto el chico como la chica parece que se excitaron tanto, que los sencillos besos de piquito se convirtieron en algo indescriptible, parecía que él se la quería tragar a ella, y ella deseosa de que así fuera.
Yo me quedé pasmada, viendo como el chico sin vergüenza alguna, metió su mano bajo la falda del uniforme de la chica, y descaradamente le agarraba salvajemente el coño, mientras que ella, de igual manera prácticamente se desnudo, entre los brazos de él. Apenas pasaron unos segundos cuando ante mis ojos vi como él se ha bajado los pantalones rápidamente, al tiempo que ella separaba sus piernas. En cosa de un abrir y cerrar de ojos ya él, le había enterrado toda su verga dentro del coño de ella, ambos se movían frenéticamente, y se continuaban besando como locos desesperados.
Yo me sentí bien rara, como que me bajó y me subió todo a un mismo tiempo, sentí que mis ojos se salían de mis orbitas, mi corazón latía como si fuera a salírseme por la boca, entre mis piernas sentí que en cosa de segundos todo mi coño se había mojado, sin tan siquiera yo misma tocármelo. Sentí una envidia tremenda de esa chica, creo que me sentí algo mareada y para no caerme en medio de la sala de espera, me senté sudando, muy impresionada por lo que había estado viendo. Justo en ese instante llegó la enfermera empujando la silla de rueda con mi marido y se dieron cuenta de que algo me pasaba. Al Jacinto preguntarme bastante asustado, que me sucedía, le dije. Es que de seguro se me ha bajado el azúcar, que era algo sin importancia. Pero él insistió en que su médico me viera.
El Doctor nos hizo el favor de aceptar verme aunque es neurólogo, pero para que Jacinto se quedase tranquilo, yo acepté. Ya dentro del consultorio, la enfermera me entregó una pequeña bata de papel, y me dijo de mala manera que me quitase toda la ropa, al parecer ella estaba deseosa de retirarse, pero al Doctor tener que examinarme, se debía quedar. El Doctor se dio cuenta de eso y me preguntó si no me molestaba que él, me viera a solas, a lo que yo le dije que no, es más me sentí mucho más cómoda cuando la malcriada enfermera de se marchó.
Yo me había quitado toda mi ropa, y tenía la pequeña bata de papel puesta, que de paso me la puse al revés, con la abertura al frente en lugar de que para atrás. Cuando el Doctor entró, apenas lo hizo le dije. Doctor yo no tengo nada realmente lo que sucede es que. Como usted sabe, después del accidente mi marido quedó parapléjico… y justo cuando terminé de decir eso, me tiré entre sus brazos y me puse a llorar. El Doctor me consoló por unos instantes y me preguntó que me había sucedido entonces, mientras me sentaba en la camilla, fue cuando aun llorando y sin dejar de abrazarlo, le conté con lujo de detalles lo que había visto desde la ventana de la sala de espera, y como yo pensaba que eso me había afectado.
No me di cuenta pero en los momentos en que me abracé al Doctor o que me senté en la camilla, la pequeña bata de papel se me había soltado y terminó por caérseme, por lo que quedé desnuda completamente ante él. Mientras me escuchaba sin esfuerzo alguno separó mis piernas y de momento sentí como su verga comenzaba a penetrar mi coño. Yo me quedé paralizada por unos segundos, con ganas de gritar, pero de alegría, hacía tanto que no sentía algo así que me volví como loca, me abracé al Doctor, mientras que él continuó enterrándome toda su verga divinamente. De no ser porque sus labios y los míos se unieron, en un sofocante beso, creo que tanto mi marido, como todo el mundo en el edificio, se hubiera enterado de lo que estaba sucediendo dentro del consultorio.
Por unos instantes, pensé en mi pobre marido, pero al sentir uno de los embates de la verga del doctor contra mi coño, me olvidé de Jacinto. Hacía más de un año que no tenía sexo, por lo que cuando alcancé ese orgasmo me puse a llorar entre alegría y vergüenza, a medida que sentía como su blanco semen choreaba entre mis negros muslos. Hasta que escuché al Doctor decirme. Nairobi, sería bueno que hablara con su marido al respecto, no precisamente de lo que acaba de suceder entre nosotros dos, a menos que usted quiera hacerlo o él se lo pregunte directamente. Pero Jacinto a pesar de no poder moverse, ni hacer nada del cuello para abajo, también tiene las mismas necesidades que usted, y es posible que si lo hablan entre los dos encuentren una solución.
Yo después de lavarme en el pequeño baño del consultorio y vestirme, le di las gracias al Doctor, y al salir mi marido me preguntó qué había sucedido, y le dije que solamente se trató de un tonto mareo y más nada. Durante el camino no hablamos nada, pero al llegar a la casa, a diferencia de otras ocasiones, Jacinto quiso que hablásemos, pero en lugar de hablarme de lo que el Doctor al parecer le había recomendado que hiciera, de lo que me habló fue de un raro sueño que había tenido. Cuando le pedí que me lo contase, me dijo que no me pusiera brava que tan solo era un sueño. Y comenzó a decirme, que en su sueño yo estaba en el corral, como todos los días, viendo a las ovejas, pero andaba toda desnuda, pero que de momento llegó el padrote, y sin más ni más se puso a lamer tu coño, mientras que tu, tratabas de evitarlo, hasta que finalmente caíste al suelo, donde apenas trataste de ponerte de pie, el padrote se te montó encima. En ese momento Jacinto se quedó callado y después dijo. Bueno es solo un sueño, no es que yo quiera que eso suceda, me aclaró.
Yo esa noche, apenas lo acosté se me ocurrió algo, así que apenas terminé de acostarlo, me quité toda la ropa frente a él, como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Y sin decirle nada me le he trepado sobre su cuerpo, hasta que finalmente puse todo mi coño frente a su cara. Jacinto abrió sus ojos desmesuradamente, al tiempo que comenzó a sacar su lengua y a pasármela por mi coño, como un loco. Poco a poco fui inclinando mi cuerpo sobre el de él, hasta que por completo con su cara me chupaba deliciosamente toda mi vulva, en medio de esa locura que se me ocurrió, con mis muslos, comencé apretar su cuello, y su lengua pareció crecer más aun dentro de todo mi coño, hasta que finalmente me hizo alcanzar un sabroso orgasmo, pero provocando que casi lo dejara sin aire y se ahogase. De lo caliente o excitada que me encontraba en esos instantes, me choree sobre su cara. Después de eso, estuve a punto de decirle lo que había pasado entre el Doctor y yo, pero me aguanté.
De cuando en cuando, cuando Jacinto me habla de sus locos sueños, termino dejando que me mame el coño por completo. Pero eso lamentablemente, acepto que eso no es suficiente para mí. Por lo que un día que nos encontrábamos visitando a mi cuñado y a la bruta de su esposa. Ella comenzó a realizar algunas preguntas muy indiscretas, sobre como yo me las arreglaba. Por suerte mi cuñado la regaño, diciéndole que esas no son cosas que se preguntan, y que por suerte Jacinto estaba durmiendo en el balcón, que debía ser más discreta y menos curiosa. La muy bruta, avergonzada se fue a buscar a sus hijos, mientras que yo al quedarme completamente solas con mi cuñado le dije. Como sabe, después del accidente mi marido quedó parapléjico… y rompí a llorar.
Mi cuñado me abrazó, mientras que yo me abrazaba más fuerte a su cuerpo, cuando de momento sentí, un poco más abajo de mi vientre, una cosa dura y caliente que presionaba contra mi cuerpo. Yo me separé ligeramente de él, y me quedé viéndolo a los ojos. Mi cuñado colocó sus manos sobre mis hombros y sin esfuerzo alguno, me obligó a que me arrodillase, hasta que mi rostro estuvo a la altura de su miembro, que con suma agilidad sacó de su pantalón. En cosa de segundos yo me encontré mamando la verga a mi propio cuñado, al tiempo que con mis mismos dedos me acariciaba descaradamente todo mi coño ante sus ojos.
Después de un largo rato, mi cuñado me tomó por el brazo me levantó del piso de la sala, y me llevó hasta la cocina, donde sin decirme una palabra me colocó sobre la mesa, y prácticamente me arrancó las pantis, para luego de la misma manera meterme toda su caliente verga de un solo golpe. Creo que vi estrellas, pero de felicidad cuando él me hizo eso. Yo no podía dejar de mover mis caderas, buscaba sentir más y más adentro de mi toda su dura verga, el a tiempo que él me abrió la blusa y con sus gruesas manos apretaba mis senos, haciendo que yo chillase de placer, hasta que tanto él como yo alcanzamos un lujurioso clímax.
De que me sentí mal por mi marido, me sentí. Por haberle sido infiel otra vez y para colmo con su propio hermano, pero al mismo tiempo tenía una tranquilidad como hacía tiempo que no tenía, mi cuñado lo único que me dijo, al terminar de vestirme en tono de broma fue. Nairobi chúpate un limón verde, yo no entendí por qué, hasta que me dijo riendo, es para que se te borre del rostro, la sonrisa de puta satisfecha que tienes. No sea que Jacinto se dé cuenta, cosa que desde luego no pasó.
Nuestra vida a pesar de lo sucedido a mi marido, siguió siendo la misma más o menos, la diferencia es que soy la que se encarga de todo, cuidar las ovejas, ordeñarlas, preparar los quesos, llevarlos al mercado para venderlos. Pero ocasionalmente siento que me ahogo, y quisiera salir corriendo desnuda, me pongo a llorar, y si estoy a solas agarró mi coño hasta que finalmente alcanzo un orgasmo. Después me calmo, y sigo haciendo lo que debo hacer. Pero en una ocasión en que dejé a Jacinto donde su cuñada la bruta, decidí pasar por la iglesia del pueblo, donde Jacinto y yo nos casamos. Iba con la idea de confesarme, cuando me encontré a solas con el sacristán, un vecino bastante mayor, de buen ver pero mayor, que me comentó que uno de los padres había salido para el arzobispado, y que el otro el más joven, él no sabía dónde se encontraba, que en esos momentos él iba a cerrar la iglesia.
Pero al verme tan compungida, me pidió que le diera unos minutos mientras que cerraba la iglesia y al poco rato regresó, le pasó la llave a la entrada de la sacristía, sentándose a mi lado y tomando mis manos entre las suya, me preguntó que me pasaba. De inmediato le respondí llorando. Como usted sabe, después del accidente mi marido quedó parapléjico…y continuar llorando y abrazarlo fuertemente a él, buscando apoyo, fue una misma cosa. No pude seguir hablando, me abrazaba a su grueso cuerpo con fuerza, hasta que de momento sentí que tras de mi alguien más tomaba asiento tras de mí y también me abrazaba.
Era un joven sacerdote, que al yo verla dentro de la sacristía, me sorprendí. El me dijo suavemente, mientras sus manos se colocaron sobre mis senos. Hija, no te preocupes que los dos te entendemos. Yo me quedé desconcertada, bueno no esperaba que hubiera alguien más dentro de la sacristía, y mucho menos que fuera ese joven Padre, al que había visto en pocas ocasiones dando misa. De momento me sentí de lo más extraña, al escuchar sus palabras y la manera en que me tenía agarrada por sobre mis senos. Sin dejar de llorar aun, volví a repetir, lo mismo que había dicho hacía unos pocos segundos. Como sabe, después del accidente mi marido quedó parapléjico… En ese momento el abrazo del sacristán, se volvió diferente, su manera de mirarme, así como las del joven padre era otra.
En los ojos de los dos pude ver el deseo que tenían, y de seguro ellos también pudieron ver claramente el mío, así que de la nada ellos y yo comenzamos a besarnos como salvajes. Al tiempo que yo de manera desesperada prácticamente me arranque yo misma toda mi ropa ayudada por ellos dos. En cosa de algunos segundos yo me encontraba desnuda entre el joven padre y el sacristán, sus manos recorrían todo mi cuerpo, haciéndome sentir deseo incontrolable, por estar acostada por lo menos con uno de ellos dos. Fue el sacristán al que escuché decirle al padre, esta lo que quiere es recibir verga y de la buena, yo sin inmutarme, ni sentirme ofendida, con mis manos al mismo tiempo, busqué sus vergas, dentro de los pantalones de ellos dos.
Apenas las pude sacar, de manera alterna me puse a mamar una y la otra, mientras que ellos me acariciaban las tetas, y se miraban como preguntándose quién de los dos sería el primero. A mi poco me importaba quien fuera, lo que deseaba era sentir una de esas dos tremendas vergas dentro de mi coño. Así que me concentré en mamar la verga del sacristán, ofreciéndole al mismo tiempo, mi coño al joven cura, sus dedos jugueteaban dentro de mi coño, cuando de momento los sentí que me los comenzó a pasar lleno de saliva por mi culo. Tras unos cuantos segundos, comencé a sentir como su verga se abría paso por completo, dentro de mis apretadas nalgas.
No esperaba que eso me llegase a suceder, y lo morbosa de la situación a pesar del dolor que sentí, cuando el padre me comenzó a dar por el culo, me excitó mucho más todavía, al punto que sin poder contenerme, casi le rogué al sacristán que metiera toda su gruesa verga dentro de mi caliente coño. Ahí nos encontrábamos los tres, sobre el banco de madera de la sacristía. El joven sacerdote dándome divinamente por el culo, mientras que el sacristán me tenía bien clavada por el coño, al tiempo que ricamente me magreaba las tetas. Primera vez en mi vida que disfrutaba tanto de ambas cosas y a un mismo tiempo, no podía dejar de mover mis caderas, mientras que ellos dos continuaban produciéndome un tremendo placer.
Tanto fue lo que disfruté en esos momentos de los que ellos dos me hacían, que perdí la cuenta de los múltiples orgasmos que ellos dos me provocaron, quedé finalmente tirada en el banco de la sacristía, con mis piernas abiertas, mis nalgas y coño chorreando la leche de ellos dos, mientras le daba una última mamada a la verga del sacristán, mientras que el joven sacerdote no se que se hizo.
Cuando finalmente tuve las fuerzas para medio limpiarme entre mis muslos, con mis propias pantaletas, el sacristán me las arrebató de las manos, diciéndome que deseaba quedarse con ellas como recuerdo de lo sucedido. Yo la verdad, poco me importó para que las quería, así que terminé de vestirme, y tras tomarme un chocolate en la plaza, luego pasé por mi esposo y arrancamos para nuestro campo. En el camino no hacía otra cosa que pensar, en que nuevamente le había sido infiel a mi pobre marido, y a pesar de que por una parte me sentía sumamente satisfecha, por otra sentía mucha lástima por él. Por lo que decidí contarle todo, incluso hasta lo de su hermano y el Doctor.
Al llegar a casa comencé a desvestirme sin decirle nada a Jacinto, deseaba darme un buen baño, lavar bien todo mi coño y expulsar todo lo que el sacerdote me había dejado dentro de mi culo. Cuando él vio que después de bañarme me lavé nuevamente mi coño y mi culo, me dijo. Me di cuenta de que no tenías bragas, y esta mañana cuando salimos de casa las tenías puestas, así que déjate de tonterías y cuéntame que has hecho.
La verdad es que al ver su rostro comprendí que Jacinto sino sabía ya se imaginaba lo que yo había estado haciendo, así que me armé de valor y mientras me comencé a secar frente a él, le conté todo. Al terminar de hablar vi en su rostro algo entre alegría y morbosidad, así que le pregunté que deseaba que yo hiciera. Lo que me dijo fue, con su cara de lo más tranquila. Nairobi yo te amo mucho, pero estoy bien consciente de que así no te puedo hacer feliz, por lo que yo quiero que de ahora en adelante, cada vez que tengas la necesidad de acostarte con otros hombres, me lo cuentes. Pero también quiero que de ahora en adelante me obedezcas ciegamente sin oponerte a lo que te pida, a lo que yo le respondí que así sería.
Hoy en día ocasionalmente tengo encuentro con hombres que ni conozco, y hasta hemos llegado a que Jacinto los vea acostados con migo en nuestra propia cama, cosa que yo no haría sino fuera por el amor que le tengo a él.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515280 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 301071 veces
Si te ha gustado Como sabe, después del accidente mi marido quedó parapléjico, y… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
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Narrador
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Comentarios enviados para este relato
zak
(24 de January de 2010 a las 11:17) dice:
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(18 de October de 2022 a las 20:03) dice:
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