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Relato enviado por : Alguien el 04/03/2005. Lecturas: 3891

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Resumen
A veces, a la suerte hay que ayudarla un poco. Pero esto es lo que pasa cuando se la tienta...


Relato
C O M P R A D E U L T I M A H O R A

Esa mañana me levanté como siempre para ir al trabajo, pero llena de bronca me senté unos minutos al borde de la cama, en silencio.

Ya llevaba unos cuantos días sin un hombre y no sabía qué hacer. No sólo era una cuestión de cama, tampoco había logrado salir a divertirme demasiado en los últimos meses. Maldita rutina. Pensé en aprovechar el primer fin de semana que viniera, pero recordé que por increíble que parezca todos tenían planes hechos de antemano: Luciana y Adrián iban a salir con un matrimonio amigo, Aldana ya tenía planes por su cuenta para esa noche y varias de las chicas del gimnasio y del trabajo ya se habían ido de vacaciones.

Estaba por entrar a casa a la vuelta de la oficina, cuando de repente recordé aquel segundo encuentro con Luciana. Más bien lo que recordé fue el terrible consolador con el que ella me había cogido por la concha, y no voy a negarlo, me excité de sólo recordarlo. Entré a casa pensando que a lo mejor esa sería la solución para esta clase de momentos en que no tengo a nadie, ni hombre ni mujer, que se haga las delicias con mi cuerpo, por lo que subí a ponerme algo más cómodo para "ir de compras".

Me quedé sin corpiño y cambié mi camisa por una remerita verde un poco suelta pero con un gran escote redondo, debajo del cual asomaban mis enormes tetas muy juntitas, mostrando una larga y profunda raya entre ambas. Ya me quedaba tan corta que me dejaba un poco de pancita al descubierto. Y me saqué la pollera del traje para reemplazarla por una blanca y larga por debajo de las rodillas, más fresquita, y unas sandalias blancas bajitas me terminaron de vestir. Hacía demasiado calor para dejarme las medias, y pensé en ponerme una tanga blanca muy finita atrás (la del portaligas), pero al final me dejé la bombacha que llevaba puesta, blanca también.

Así me decidí a salir y meterme en el primer sex shop que encuentre, previo retiro de plata del cajero. Terminé entrando en un local dentro de una galería por el barrio de Caballito, a eso de las diez de la noche. Al entrar y cerrar la puerta vi un hombre de unos cuarenta y pico de años, de aspecto joven y bronceado, que con una media sonrisa me invitó a pasar. En la pared de mi izquierda había retratos de él con mujeres a cada lado, todos desnudos, y por debajo había una repisita con varias cintas de video. Del otro lado era diferente. No sé por qué, pero al ver todos esos consoladores y vibradores y cosas de todo tipo rodeándome me enardecí en seguida. Me preguntó qué andaba buscando y le dije que al entrar ya había respondido esa pregunta. Pregunté por los precios de algunos consoladores de un tamaño aceptable, pero no podía sacarle los ojos de encima a uno realmente gigante que había en una repisa a mi derecha. Mientras hablaba calculaba qué comprar y miraba a mi alrededor para verlos bien a todos, pero siempre volvía a fijar la vista en ese mismo. Era demasiado grande y gordo, y me atraía profundamente, pero era muy caro también. Al final terminé comprando uno de los primeros que vi, y después de abrir el cartón para guardarlo en la cartera y esperar el vuelto, seguía con la vista fija en el otro. Al despertar de mi fijación el vendedor me estaba mirando a los ojos de manera muy elocuente.

No podíamos dejar de mirarnos, hasta que lentamente fui sacando el consolador de mi cartera y metiéndomelo en la boca, para chuparlo despacio de la manera más sensual que pude. Sin siquiera parpadear lo seguía mirando mientras el deseo me hacía tragarme el consolador hasta el fondo, hasta que el tipo no pudo aguantarse más y rodeando el mostrador corrió las cortinas y apuró el paso hacia la puerta, cerrándola con llave.

Dejé mi consolador en la cartera de nuevo y al darme vuelta él me agarró con las dos manos del escote, dando un fuerte tirón para abajo que me rasgó la remera en jirones, cayendo al suelo y soltando mis blandas y voluminosas tetas, que se balanceaban a los lados hasta detenerse, con mis dos grandes y rosados pezones erectos. Empecé a desabrocharle la camisa con desesperación, pero él se deshizo de su pantalón y su slip aún más rápido, y sin darme cuenta me encontré de repente sin la pollera, con la bombacha en el suelo (enganchada en uno de mis tobillos) y con las piernas bien separadas y mis tetas aplastadas sobre el mostrador.

Comencé a sentir como sus manos me recorrían las dos piernas hasta encontrarse en mi vulva, toda húmeda de excitación. Sus dedos entraban y salían a gusto de mi concha babosa, ya medio abierta, hasta que acercó la cabeza a mi entrepierna, engulléndose mi vulvita mientras su lengua se escondía casi toda dentro de mi cueva llena de jugos. Así de cuclillas me la chupó despacito, mientras yo me retorcía casi parada delante del mostrador, apretándome las gomas y pellizcándome los pezones del gusto, disfrutándolo con los ojos cerrados y la boca abierta. Tanto me hizo hervir, que no sin esfuerzo me separé del mostrador y haciéndolo pararse me agaché en busca de su pija. Ahí lo vi bien por primera vez, y sin temor a equivocarme puedo dar fe de que era mucho mejor que cualquiera de los consoladores que él mismo vendía. Era larga y gruesa por demás, con una cabezota grande y coloradísima, toda la berga tan dura y parada que se cubría de pequeñas venitas. Dos grandes y rojizos testículos pendían desde la base del enorme tronco. Duros, abultados y muy cargados de semen, parecían a punto de explotarme en la cara.

Me arrodillé delante de él y al acercarse a mí me agarró las tetas con las dos manos y apoyándome la tremenda pijota entre medio de ellas las juntó de nuevo, fregándose lentamente.

Disfrutando de la generosidad y suavidad de mis desmesurados pechos se le hinchó tanto que creo que casi le dolía. Luego de unos minutos pensé que ya estaba lo suficientemente dura como para empezar con lo mío.

Agarrándolo de las caderas ubiqué la cabeza de su pito de frente y lo fui acercando a mi boca abierta hasta hacerlo desaparecer, acariciándolo con los labios y rodeándolo con la lengua. Al sentirlo alojado en mi garganta cerré los ojos y con toda esa tremenda tranca en la boca acerqué su cintura con ambas manos hacía mi, mientras yo avanzaba con la cabeza, entre gorgojeos y amagues de arcadas, desesperada por comerme ese pedacito que le quedaba afuera. Casi ahogándome me puso las manos detrás de la cabeza y avanzando un poquito me la hizo comer toda, hasta presionarle los huevos con los labios y pegar mi cara a su vientre. Ya habiéndolo logrado traté de ir un poco para atrás, pero sus manos detrás de mi cabeza hicieron presión para que no me moviera y permanecí así unos minutos mientras él parecía gozar bastante, gimiendo y respirando como podía.

Cuando me soltó me fui para atrás abriendo la boca, para ver como esa hermosa berga salía de ella brillante e impregnada de mi saliva, que hacía un hilo grueso desde la punta de la cabeza hasta mis labios, y que devolví a mi boca al comérsela de nuevo. Chupé esa tranca como si nunca lo hubiera hecho en mi vida, despacio y disfrutando suavemente de cada centímetro que pasaba por mis labios, de punta a punta. Fue una mamada inolvidable que casi diría la mejor que haya hecho jamás, los dos lo sentimos a pleno. Me aparté un mechón de pelo de la cara sin dejar de chuparlo y de vez en cuando me la sacaba para darme golpecitos en la cara con ella o para lamerle los huevos dejando que su pija descansara durísima sobre mi cara. Me ayudó a incorporarme un poco, y al quedar medio agachada seguí mamándole el pito como si nada pasara mientras él me pasaba mis propios jugos por el ano y empezaba a meterme los dedos.

Segundos después ya estaba lista para coger y nos pusimos de costado sobre el suelo alfombrado; él se pegó detrás de mi y yo levantaba mi pierna izquierda por encima de la suya, abriéndome completamente para recibir ese tronco infernal.

Me di vuelta un poco para verlo, y mientras metíamos la lengua en la boca del otro él agarraba su berga durísima y me acariciaba toda la vulva con ella, haciéndome mojar como loca, hasta que finalmente me la metió y de un solo envión me la hizo sentir entera, con sus huevos apretados a mi entrepierna. Exhalé un suspiro de excitación durante el breve tiempo que la dejó clavada dentro de mi conchita, para luego sacarla y hacerme lo mismo en el culo, que ya estaba relajado después de la penetración en mi vagina y medio abierto por los dedos de él. Apoyó la gran cabeza en mi esfínter y empujó sin detenerse hasta, metiéndomela toda, centímetro a centímetro sin parar hasta que sentí sus grandes huevos pegados a mi ano y la cabeza apretándome bien adentro el fondo del culo. La sentía apretada como un guante y clavada en lo más profundo de mí, y al dejármela enterrada de esa manera no pude por menos que largar un gritito con la boca abierta. Empezó a bombear despacito y de a poco, como disfrutando de mi agujero abierto, haciéndome sentir lo llena que me tenía y lo tirante que estaba mi culo atravesado, repitiendo una y otra vez la sensación de gusto que me dio al penetrarme. Seguía un ritmo muy suave que era enloquecedor del placer y de vez en cuando lo complementaba sacándomela entera para volver a meterla sólo hasta la cabeza o un poco más, jugando varias veces a vencer la resistencia de mi ano hasta que estuvo abierto por completo del ancho de su pija, y la volvió a meter para dármela un poco más rápido. Me estaba haciendo gozar como loca y él también se la pasaba en grande entrando y saliendo de colita, disfrutándome a sus anchas cuanto quiso, hasta que cambiamos de posición; él se acostó boca arriba y yo me senté sobre él, ayudándolo a metérmela de nuevo hasta que dio con mi agujero y con sólo apoyar la cabeza bastó un empujoncito para que entre con mucha facilidad, empalándome otra vez.

Estaba ardiendo de calentura, así que me incliné un poco sobre él poniéndole mis tetas a la altura de la cara, y enseguida su boca encontró mi pezón para chuparlo y morderlo mientras una de sus manos me apretaba con fuerza la otra teta y con la otra me daba unas sonoras palmadas en las nalgas. Yo subía y bajaba eufórica, con mi culo ardiendo por su berga dentro de mí, clavándome yo misma esa tremenda pijota que por momentos parecía endurecerse un poco más, hasta que me agarró la cabeza y me la hizo apoyar contra su mejilla, sin que pudiera seguir cabalgando sobre su tranca.

En ese momento me dio dos empujones fortísimos y muy profundos que me hicieron gritar, y tras sujetarme fuertemente la sacó casi por completo para metérmela bruscamente y bombear fuerte y rápido. En ocasiones paraba unos segundos para meterme un dedo, además de la pija, que me ensanchaba el culo hasta el dolor pero me hacía sentir cosas increíbles, para luego sacarlo y seguir dándomela fuerte como antes. Mientras él me cogía de semejante manera yo no podía parar de gritar, hasta que sacándomela del todo me hizo salir de encima suyo para que se la chupe. El se paró, y yo de rodillas se la chupé entera de principio a fin como si fuera la primera vez hasta que de repente me volvió a sujetar de la cabeza con las dos manos y empezó a bombearme en la boca, por lo que yo apreté los labios para excitarlo todavía más. Sus entradas en mi boca eran cada vez más profundas hasta que después de gritar un par de veces me la dejó adentro y me largo un gran chorro de semen, espeso y caliente, muy abundante, que me llenó la boca al momento. Tragué una buena parte pero el resto que su pija todavía me seguía dando fue demasiado, y empezó a caerse por las comisuras de mis labios, que tomando una forma circular se movían para adelante y para atrás para seguir chupándosela. Después de tragarme sus últimas gotas agarré la pija por la base y empecé a lamerla por todos lados, acariciándome la cara con ella y volviéndola a chupar, aprovechando los restos de leche mezclada con saliva que la cubrían, hasta que él se relajó.

Pero no por eso la cosa terminó ahí. No daba señales de abandonar y al instante vio en mis ojos el infierno que llevaba en la entrepierna y mis súplicas silenciosas por no dejar de coger.

Sin perder tiempo, aprovechó que todavía la tenía un poco dura y sin decirme nada yo me di vuelta y me puse en cuatro patas en el suelo, con las piernas bien separadas. Esa sola mirada alcanzó para que los dos sepamos lo que seguía. De la nada, sentí como los labios de mi vagina se abrían y mi cueva se ensanchaba tanto que me dejó muda de la sensación, ahogando un grito con los ojos y la boca abiertos. El desgraciado había ido a buscar el consolador que yo deseaba tanto, pero que además era demasiado grande, aún para una vagina, y ahora tenía esa terrible cabezota de silicona entrando lenta y un poco dolorosamente en mi conchita, hasta que una vez adentro el resto se me metió fácilmente y lo único que me dio fue una sensación estupenda. De eso disfrutaba con una sonrisa, hasta que él lo siguió empujando dentro de mí y el consolador desapareció entero dentro de mi feminidad cuan largo era. Mis labios vaginales se habían cerrado sobre el consolador cuando estuvo adentro del todo y no se lo veía desde afuera en absoluto, tenía que separarme los labios con los dedos para verlo, aunque ya con sentirlo de esa manera tenía más que suficiente. Se sentía hermoso y lo tenía bien atorado adentro. Fue entonces cuando creí que me moría. Estando todavía en cuatro patas y con semejante consolador llenándome la concha, el tipo se ubicó por encima de mí para montarme. Estaba muerta de miedo, pero tampoco hice nada por detenerlo. Es más, deseaba con toda el alma que lo hiciera, y lo hizo. Me puso una buena gota de saliva en el ano y empezó a fregarme la pija sobre él, dilatándomelo de nuevo y poniéndose la tranca dura otra vez, hasta que en unos segundos ya tenía la gorda y colorada cabezota abriéndome el vencido esfínter y entrando en mi agujero para empalarme por tercera vez con total impunidad. Siguió y siguió metiéndomela sin parar, haciendo caso omiso de mis gritos y súplicas hasta hacerla tocar fondo de nuevo, y fue ahí, al sentir las dos grandes cabezotas juntarse dentro de mí cuando no pude contenerme más y largué un grito mezcla de miedo y placer, que lo calentó de una manera tal que yo no hubiera creído posible. Ya estaba lista para el mejor atraco de mi vida, entregada por completo a su voluntad y a su tremendo pito dominador, que me sodomizaba sin piedad y que aún sin moverse crecía en tamaño y dureza dentro de mí, para cogerme y reventarme el culo como a la más puta de todas.

Se inclinó hacia delante sobre mi espalda, y agarrándome fuertemente las tetas desde abajo, las apretó y empezó a bombearme con violencia, despacio pero fuerte. Cada empujón se sentía terriblemente placentero, y más todavía cuando la cabeza de la pija se acercaba a la del consolador, haciéndome gritar de lujuria y deseo con cada envestida. Estuvo dándomela por detrás bien duro durante varios minutos, hasta que movida por la enorme calentura le pedí por más, más rápido y más fuerte. Sin mediar palabra me soltó las tetas y agarrándome del pelo me la hincó tan profundo y fuerte que pensé que me iba a desfondar, pero a él le encantaba y yo estaba gozándolo como la puerca que soy, gimiendo fuerte y gritando todo tipo de obscenidades, con tal de que siguiera satisfaciendo mi hambre de sexo. Mantuvo ese ritmo demoledor por algunos minutos, después de los cuales el placer de ambos era impresionante.

Mis gritos y mi excitación le hicieron cogerme y disfrutarme de esa manera, hasta que sin darnos cuenta mi ano se enrojeció demasiado y empezó a sangrar. Segundos después empecé a sentir ese mismo placer multiplicado varias veces, subiendo desde algún punto entre mi culo perforado sin compasión y mi vagina llena y tirante como mi culo, placer que subió rápidamente por mi cuerpo poniéndome las tetas muy hinchadas y los pezones parados y duros como piedras. El corazón me latía con violencia y grité el mejor y más placentero orgasmo de mi vida, bien intenso y brutal, nacido de la unión de la pija y el consolador en mi entrepierna, y de la monumental cogida que me estaban dando.

Fueron varios segundos de gritar como una marrana mientras ese placer infinito me hacía apretarme las tetas yo misma de gusto hasta el dolor.

El bombeó en mi culo unos minutos más hasta que sin importarle como me lo había dejado me la clavó tan profundo como pudo, y en medio de un grito me acabó adentro, inundándome con su esperma espeso y ardiente.

Su berga me daba pequeños empujoncitos apretándome bien el fondo con la cabeza, mientras largos y pegajosos chorros de su crema fueron llenando mi ano hasta que empezó a salirse de él, cayendo por mi vulva y mis piernas temblorosas al suelo, mezclado con la sangre que salía de mi esfínter roto ya varias veces.

Llenos de placer y muertos de cansancio nos desplomamos en el suelo, él encima de mí, todavía con la pija dentro de mi culo y el consolador enterrado en mi concha.

No pude recordar lo que pasó en los minutos siguientes, creo que me desmayé o algo así.

Sólo había pasado un momento cuando me desperté, y él seguía a mi lado. Noté que me había sacado delicadamente el consolador y al verme despierta se levantó para empezar a vestirnos. Eran cerca de la una de la mañana. Mientras él se vestía satisfecho y sonriente igual que yo, yo me puse la pollera y las sandalias, pero de la remera no quedaba nada. Me dio gentilmente la suya y se quedó con un suéter medio caluroso que tenía por ahí. Se lo agradecí mucho, tanto eso como la gran cogida queme había dado, y al revisar la cartera para irme vi el consolador adentro, pero no el mío, sino el que él me había metido en la concha. Antes de que pudiera preguntar por qué, me dijo que me lo había ganado, que me lo merecía y que me lo regalaba, esperando volver a verme algún día. Sonriendo lo besé y le prometí que así sería, pero en mi departamento.

Salimos juntos de la galería, le di mi dirección y teléfono y tras despedirme de él otra vez usé lo que me quedaba de plata para tomarme un taxi a casa, completamente satisfecha por mi compra y por la estupenda atención al cliente.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:10) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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