María tiene apenas poco más de un mes con nosotros en casa. Ella se encarga de la limpieza en el hogar, además de cuidar de vez en cuando a nuestros hijos quienes aún están en el primer y segundo grado de primaria.
Desde la primera vez que la vi me agradó. No es que fuera hermosa, pero sí se me hizo simpática. Es joven, tiene 22 años y por sus rasgos, forma de vestir y modo de hablar se nota que no hace mucho dejó la provincia para venir a trabajar a la capital del país. Siempre me ha encantado la frescura de esas chicas de pueblo que, dejándolo todo, se atreven a venir a esta ciudad tan caótica con tal de trabajar y salir adelante.
De amplia frente y agradable sonrisa, me gustó desde el primer momento, y desde ese instante me dije que algún día me la tendría que coger. Tenía que conocerla desnuda, estar cuerpo a cuerpo y sentir la desnudez y calidez de su piel; eso pensaba mientras la contemplaba realizando la limpieza. Ella se inclinaba de vez en cuando y yo la veía desde sus pantorrillas, subiendo por sus bien formadas piernas, hasta sus ensanchadas caderas y amplios sus glúteos. Me imaginaba aquellas partes de su cuerpo sin ropa y una erección comenzaba a destacarse bajo mi pantalón. Hubo una ocasión en que ella lo notó y para mi sorpresa se sonrió, aunque sin decir nada. Creo que yo me avergoncé más que ella; si bien la deseaba, hasta ese momento creí que mis aspiraciones no trascenderían más allá que simples fantasías, sin embargo, gracias a aquella expresión de su parte, pude darme cuenta que existía una posibilidad muy real de llevar a cabo mis deseos.
Para posteriores ocasiones, yo traté de vestir con ropa que hiciera más evidente mi excitación por ella. Sentado en el sillón de la sala, cuando ella realizaba la limpieza del lugar, dejaba que la erección de mi miembro resaltara mientras que el líquido pre-eyaculatorio (que salía de la punta de mi pene estando muy excitado) mojaba con una pequeña mancha oscura la tela clara de mis pantalones. Yo, simulando que leía, observaba de reojo cuando ella echaba una que otra mirada hacia mi entrepierna.
El saber que mis deseos eran correspondidos me dio la confianza para aproximarme poco a poco más a mi objetivo. No quería ir tan deprisa, no tanto por temer que ella me desdeñase sino porque gozaba con estos escarceos. De miradas mutuamente cómplices pasamos a caricias veladas como roces accidentales y, de uno que otro piropo, por fin llegué a besarla en una encerrona en la cocina; cosa que duró poco pues no quería que me descubriera mi esposa, o alguno de los niños. Sin embargo, aquello me permitió, además de besarla apasionadamente, gozar por primera vez de aquel cuerpo que tanto había deseado en un faje muy cachondo que dejó nuestros cuerpos con hambre de más.
Yo ya no podía esperar y al día siguiente (un sábado) le propuse que lo hiciéramos. Ella tenía un cuarto propio en donde dormía. Había fines de semana en los que se iba a su pueblo después de salir el sábado a medio día, pero esta vez no la dejaría ir sin antes habérmela beneficiado.
Mi esposa estaría afuera, así que eso estaba a mi favor, sin embargo los niños se quedarían en casa. Afortunadamente ambos estaban muy deseosos de ver una película que creo ya se deberían saber de memoria debido a las muchas ocasiones que la han visto, pero aproveché su intención y se las puse mientras que yo me fui al cuarto con María. Dejé el televisor con volumen alto para que así cubriera los ruidos que nosotros pudiéramos hacer.
Una vez encerrados en el pequeño cuarto, acaricié y besé a María con ímpetu. Pronto ambos nos despojamos de nuestras ropas quedando por primera vez desnudos frente a frente. Tomé sus dos hermosos senos con ambas manos y los amasé. La besé succionando cada uno de ellos. Me coloqué detrás de ella y la llevé al espejo vertical que estaba en una de las paredes. Allí, frente a nuestro reflejo, sopesé sus mamas, besé la piel de su cuello recorriéndola así por toda su espalda hasta llegar a sus glúteos. Al volverme a incorporar pegué mi sexo a su cola mientras que uno de mis dedos se incrustó en su sexo. Fue éste el primer invasor, que no el único, por parte de mi cuerpo en aquella raja húmeda.
Con movimientos púbicos comencé a chocar mi cuerpo con el suyo. Ella colocó ambas manos a los costados del espejo, apoyándose así en la pared mientras que yo continuaba golpeando mi pubis con su suave trasero. Yo veía su rostro en el espejo y comprendía que ella también lo necesitaba, quería ser penetrada. Fui hacia mi pantalón de donde saqué una tira de preservativos y liberé uno de su empaque. Al guardar los sobrantes en el mismo bolsillo di con mi celular y se me ocurrió la buena idea de colocarlo en un buró (sin objeción suya) de tal manera que nos grabara en plena faena sexual.
Tras enfundarme el pene le pedí que volviera a colocarse como antes estaba, frente al espejo, y así la penetré. Me gustó ver sus expresiones en el reflejo mientras entraba y salía de ella. María comenzó a decirme que le encantaba mi “pito” y ella misma se impulsó cada vez más violentamente hacía mí lo que llegó a empujarme tan fuerte que casi me caigo. A penas pude librarme de un sentón en el suelo gracias a la cama cercana. Ella se rió diciéndome: “ya ves, que tal si te lastimas, luego cómo se lo explicamos a tu esposa”.
Después del incidente acerqué una silla de plástico para sentarme en ella pidiéndole a María que a su vez se sentara en mí. Una vez clavada en mi “pitote”; como ella le llamaba a mi pene; María comenzó a darse sentones, primero suavecitos y luego tomando mayor ímpetu. La condenada muchacha machacó mis “tanates” (testículos) sin compasión. Pese a todo, fue delicioso vernos en el espejo mientras realizábamos tal cópula. Adolorido de tantos sentones de la queridísima María, la tomé de la cintura y la impulsé a que cambiara su movimiento vertical por otro en el que, en vez de sacarse y meterse mi miembro, lo batiera en movimientos circulares.
Más tarde pasamos a su pequeña cama, que apenas tiene el tamaño de un diván. Allí tuve la oportunidad de gozar de una vista esplendorosa pues ella se colocó en cuatro y yo, detrás de ella, me la ensarté de a perrito contemplando su bello trasero, aunque sin perderme detalle alguno de sus expresiones gracias de nuevo al espejo que quedaba delante nuestro. Ella mostró una clase de coquetería tan propia de chicas de provincia que me excitó llevándome a pasar mi brazo bajo su abdomen y, aferrándome a uno de sus muslos, me apegué a ella embistiéndola tan fuerte como pude. Su reacción a tal arrebato fue proferir algunos quejidos acompañados de la expresión: “Ay nanita”. Desde mi abuela no escuchaba dicha expresión.
Tras lo anterior la volteé para que quedara patitas al hombro (como usualmente se le dice). Así la seguí penetrando por un buen rato. Yo estaba lejos del clímax, desgraciadamente tuvimos que interrumpir la sesión cuando escuchamos la voz de mi cuñada quien pasó a recoger unas cosas que mi mujer le había dejado. Ni siquiera nos habíamos dado cuenta que ella ya andaba en la casa pues cuenta con llave y sólo la notamos cuando gritó para despedirse.
Una vez comprobamos que la inoportuna se había ido continuamos con el mete y saca. Durante la relación María me contó que tendría que irse pues en su pueblo tiene una hija a quien sólo ve una vez a la semana. Como supuse, María era una mujer totalmente responsable quien, preocupada por su hija (siendo madre soltera), sacrifica incluso el no estar a su lado la mayor parte del tiempo a cambio de ganar los recursos necesarios para su sustento. Escucharla me conmovió, eso sí, sin perder las ganas de continuar con nuestro ayuntamiento, más aún, el saber que era una mujer tan completa me hizo desearla tanto que me abracé muy fuerte a ella incrementando el ritmo del vaivén hasta que por fin eyaculé. Estuvimos abrazados así por un tiempo hasta que tuve que retirar mi pene pues éste había perdido firmeza, por lo que tenía que quitarme el condón antes de que ocurriera un accidente.
Mientras nos vestíamos, chanceando, le dije que si algún día quería yo estaba más que dispuesto a ayudarle a concebir un hermanito para su hija, para que ella tuviera con quien jugar. Por primera vez la noté algo avergonzada pues en respuesta ella rió sonrojada y luego me dijo que lo pensaría.
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Kendra tiene 19 años y es su primer día de prostituta en un lujoso club.
¿Qué pasará cuando Kendra encuentre que su primer cliente es este exigente hombre? El cual sin duda buscará la manera de tenerla de esclava solo para él.
Relato erótico enviado por casadocaliente7 el 25 de July de 2014 a las 00:01:11 - Relato porno leído 360803 veces
Hola, soy Yuli, tengo 26 años, viuda con un hijo de 8 años. Mido 1.68 y peso 60 kgs. Tengo un trasero excelente y firme, piernas torneadas,
reconozco que tengo un busto pequeño pero también muy firme…..
Relato erótico enviado por Anonymous el 07 de February de 2009 a las 23:16:12 - Relato porno leído 61751 veces
mi jefe me hizo agacharme y me tomo de las caderas y me penetro....
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de March de 2007 a las 00:18:52 - Relato porno leído 41853 veces
Si te ha gustado Con la chica que nos hace el aseo vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Con la chica que nos hace el aseo.
Cangreburguito
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
tronik
(4 de June de 2015 a las 21:16) dice:
Pobrecita le debe haber dolido mucho tu pitote rico .,.. katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:38) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:18) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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