Con mi amiga Ileana, compañera de estudios ( CON fotos)

Ayer fue un día especial para mí. Había ido a casa de mi amiga Ileana pues habíamos quedado en estudiar juntas para el examen de física que se aproxima. Ambas estudiamos en la misma preparatoria.
Victoria, su mamá, tuvo que salir de compras por lo cual nos quedamos solas en la casa. Ileana, que no es nada tonta, supo aprovechar la ausencia de su madre y llamó a Federico, su novio, invitándolo para que se reuniera con nosotras.

En unos cuantos minutos Federico llegó. Tras tocar el timbre Ileana fue corriendo a recibirlo y lo llevó hasta la sala donde estábamos estudiando. Yo lo saludé, Federico era un chico muy guapo; ancho de espaldas; alto, delgado pero bien tonificado. Ellos empezaron a darse de besos y a fajarse con mucho entusiasmo así que yo, para no hacer mal tercio, decidí ir por una bebida a la cocina y así dejarlos solos un momento. A decir verdad, me di cuenta que eso daría por terminado nuestra sesión de estudios pues, a no ser que regresara Doña Victoria, estos dos no se ocuparían de otra cosa que de demostrarse su cariño.

Cuando regresé a la sala me di cuenta que yo tenía razón. Ileana, sin ningún escrúpulo, ya le chupaba el pene a Federico quien, tendido en uno de los sillones, se le veía disfrutar muy rico lo que le hacía mi amiga. Yo, que le había dado un trago a mi bebida, se me escapó por la comisura de mis labios al ver tal escena pues me ganó la risa. Ellos ni se inmutaron por mi presencia.

—Veo que no pierden el tiempo, chicos —les dije.

Ellos siguieron con lo que estaban y yo me acerqué a recoger mis cosas de la mesita de centro donde estaban y me dispuse a despedirme.

—Bien, pues me voy. Nos vemos el lunes, no dejes de seguir estudiando para que me pases las respuestas en el examen Ileana —sin poder contenerme me acerqué un poco para hacer una observación—. ¡Oye, pues de verdad que no mentías sobre lo bien dotado que está tu chico! —le dije a mi amiga al ver el tamaño del falo que se estaba comiendo.

Me dirigí a la puerta.

—¡Oye, no te vayas! —me sorprendió la voz de Ileana.

—Sí, espérate —coreo la voz de Federico.

Al girarme para verlos noté que Ileana sostenía la verga de su novio como si fuera un caramelo que me compartía.

—¿No te gustaría probarlo? Ya he hablado con Federico y él está de acuerdo —me dijo mi amiga.

—Sí, vente, aprovecha que Ileana no es envidiosa —dijo él sonriendo.

Yo no pude resistir y dejando mis libretas y libros a un lado me hinqué y lamí aquel trozo de carne que se me ofrecía. Su sabor era salado y su textura esponjosa. ¡Hmmm… era un manjar delicioso!
Mientras mi amiga le bajaba el cuero, yo trataba de tragármelo por completo. Federico disfrutaba de mi trabajo, era evidente.

Las dos jugueteamos con él pasándolo por nuestras bocas. A veces era ella quien se ocupaba del tallo mientras que yo le chupaba los huevos, y otras al revés. Hubo momentos que incluso nuestras bocas se tocaron. A mí me dio vergüenza pero a Ileana creo que no.

Federico se incorporó con clara intención de tener sexo con mi amiga y yo me hice a un lado. Pensé que era buen momento para, ahora sí, dejarlos solos. Además temía que en cualquier momento regresara Doña Victoria y nos descubriera allí. Sin embargo, Ileana me detuvo tomándome de un brazo, al mismo tiempo que en un tono de ruego le habló a su novio.

—¡Cógete primero a Yose…! Anda, a ella nunca le han provocado un orgasmo.

—¿No? ¿De verdad? —me interrogó Federico.

—¡Ileana! —grité avergonzada.

La sangre se me acumuló en las mejillas por la vergüenza que me provocaba el que mi amiga compartiera algo tan privado con alguien más.

Federico, dejando a Ileana, se acercó a mí y tomándome del mentón levantó mi avergonzado rostro para que yo lo viera.

—¿De verdad te has perdido de eso, hermosa? —con cachondez me dijo.

Federico se inclinó lo suficiente como para besarme y yo le dejé hacerlo, olvidando, incluso, la presencia de mi amiga. Cerré los ojos disfrutando de nuestro húmedo y cálido beso.
La verdad era que sí. Como le había confesado a mi amiga, nunca ningún chico, ya fuera novio o amigo, me había provocado un orgasmo. Ileana me decía que su novio le provocaba más de uno en cada ocasión que copulaban. Yo no supe si creerlo.

Cuando abrí los ojos vi que mi amiga, lejos de estar celosa, nos veía con lascivia mientras que su novio, Federico, ya comenzaba a bajarme mis pantaletas y así, sin desnudarme por completo, sólo levantó mi falda y me inclinó sobre el sofá para, con su tieso y carnudo miembro, empalarme. El muy truhán lo tenía tan grande que me dolió, pero poco a poco disfruté de aquel invasor que se deslizaba abriéndose paso a través de mi intimidad. Era delicioso.

Federico no dejaba de metérmelo cambiando de velocidad esporádicamente. Era notorio que aquel chico no se cansaba rápido y, a diferencia de con los que antes había cogido, no parecía buscar únicamente su propia satisfacción. Federico sabía proporcionar placer y eso me gustó.

Sin saber cómo, en un momento cuando él aceleró su velocidad, la fricción me provocó una calidez nunca antes experimentada que me hizo sentir que me elevaba a las estrellas… uffff.

—¡Lo vas a lograr…! ¡lo vas a lograr! —le grité a Federico.

Él también se desahogó. Fue hermoso. Me sentí plena y a la vez más húmeda que nunca antes.
Esa tarde las dos disfrutamos de ese macho indoblegable. Por poco nos pilla la mamá de Ileana cuando regresó, pero, afortunadamente, el escucharla entrar nos brindó la oportunidad de salir pitadas a la alcoba de Ileana donde escondimos a Federico mientras nosotras nos vestíamos, pues minutos antes habíamos quedado completamente desnudas.

Doña Victoria no se enteró que aquella sala había sido escenario de una orgía entre su hija, yo y Federico, el novio de su hija a quien ni conocía. Jajaja.

FIN