MILAGRITOS Y YO DISFRUTAMOS MUCHO DE NUESTRA PRIMERA VEZ
Relato
CON MI PRIMA HASTA QUE GIMA
Los primero años de mi adolescencia trascurrieron entre revistas y periódicos que mostraban a muchachas en ropa de baño. Claro que por allí en algunas oportunidades cayó en mis manos una que otra revista porno que mi papá dejaba olvidada, pero no era muy a menudo.
Otro de mis pasatiempos fue andar de mirón y aprovechando que las chicas andaban en shortcito o en minifaldas me ganaba con sus piernas o sus potitos.
Claro está que con todas estas actividades mis hormonas andaban a mil y casi siempre acababa masturbándome. Eso me volvió en un muchacho retraído y alejado de las personas. Creo ahora que mi padre lo notó y por eso acabó llevando a Milagros, una prima mía, a vivir con nosotros.
La historia de Milagros era muy simple. Su madre Socorro los abandonó para irse con otro tipo y por eso el cornudo de mi tío Alejandro, o sea su padre, decidió deshacerse de ella -la más pequeña- y quedarse con Abelino y Margarita sus dos hijos mayores.
Milagros era dos años menor que yo pero ya estaba lo suficientemente desarrolladita como para llamar mi atención; además era muy común el verla en casa usando ropas ligeras que pronto consiguieron alejarme de las revistas y de mis otras aficiones.
Aún ahora evoco con cierta nostalgia los días que pasábamos juntos, yendo de un lugar a otro como dos grandes amigos, por lo menos al comienzo; ya después ambos fuimos cayendo en los extraños caminos de la atracción y la historia cambio para ambos.
Yo no perdía la oportunidad para mirarla de arriba abajo. Me encantaban sus tetas, se veían sabrosas, bien paraditas aunque no muy grandes. Me gustaba que anduviese en casa con su camiseta de hilo blanco, pues a través del tejido calado se le veían los pezones. Y ni que decir de sus piernas estaban para comérselas enteritas, ¡Qué muchacha tan buena en que se había convertido mi primita!
El verano de ese año fue decisivo para lo que vendría en nuestro futuro ya que hicimos de todo. Pasamos mucho tiempo juntos, y no sólo nos conocimos más sino que además intimamos mejor.
Jugábamos mucho a los carnavales y me encantaba ver como los globos llenos de agua se estrellaban contra su cuerpecito y la iban mojando lentamente hasta que yo podía ver la ropa interior que tenía puesta.
Casi siempre íbamos a la playa y era fabuloso verla en su traje de baño, porque se le dibujaban sus tetas y podían vérsele esas ricas nalguitas que tenía. A mis amigos les gustaba, pero pronto se dieron cuenta que yo sentía un cariño especial por mi prima y se mantuvieron a distancia, excepto César.
Oscar, uno de los muchachos del grupo, me dijo un día que se notaba que a mí me gustaba Milagros y que estaba seguro que yo le gustaba a ella, pues, la misma Milagros se lo había dicho a la hermana de Oscar. Yo me quedé atónito y lo único que le dije fue “¿Pero, si es mi prima?” y el muy suelto de huesos añadió “¿Y? cómo dice mi abuelo: hijo, con la prima… dale hasta que gima”.
Las palabras de Oscar quedaron en mi mente y cada vez que las recordaba me daban más ganas de tirarme a Milagritos.
Pasados algunos días mi madre nos pidió que fuésemos a casa de mi abuela a ayudarla a acodar sus muebles pues iban a celebrar la fiesta de la Virgen de la Candelaria (2 de febrero), una fiesta que es tradición en la familia de mi padre, inclusive hasta hoy.
Todo iba trascurriendo sin novedad en la limpieza y arreglos de la casa de la abuela hasta que mi papá nos ordenó que fuésemos al segundo piso a sacar los platos y cubiertos con que se atenderían a los invitados. De ese modo quedamos solos y lejos de los demás. Fue entonces que mientras bajábamos la caja de platos de un estante acabamos tan cerca que no pude resistirme a la tentación y le di un beso.
Claro que en ese momento fue apenas un rose pero a ambos nos gustó. Nos miramos y sin decir nada caminamos hasta el rincón de la pieza y empezamos a besarnos de verdad.
La cosa estaba riquísima, a Milagritos se notaba que le gustaba y a mí más. Al principio nuestros besos eran torpes pero pronto les encontramos ritmo y era fabuloso. Milagros tenía los labios muy húmedos y cada vez traspirábamos más. Yo no dejaba de recorrer su espalda con mis manos y aunque deseaba tocarla más me sentía cortado y no me atrevía a avanzar. Pero pronto la magia se acabó cuando mi abuela gritó desde abajo que pasásemos a almorzar.
Durante el almuerzo todos hablaron menos nosotros y al terminar nos mandaron a hacer cosas diferentes y no pudimos volver a besarnos. Ese día no pasó nada más.
Al día siguiente todo transcurrió muy rápido hasta que llegó la noche en que debíamos ir a la casa de mi abuela para unos rezos que le hacen a la Virgen, a los que llaman novenas.
Apenas hubimos llegado mi papá nos mando a comprar unas velas que necesitaban para el rezo. En el camino le pregunté a Milagros medio asustado si lo de la tarde anterior le había gustado y aunque lacónica y cortante su respuesta fue que si.
Esperé a que comprásemos y cuando regresábamos la jale por una callecita medio oscura y la empecé a besar. Su respuesta fue inmediata y entonces me di cuenta que eso era lo que ella estaba esperando.
Lamentablemente no podíamos demorarnos mucho así que debimos parar e irnos corriendo, sin embargo aquellas salidas a comprar velas se repitieron algunas noches más y en todas aprovechábamos para besarnos. Esos momentos ocasionales nos calentaron mucho y ambos andábamos muy sobreexcitados pensando en que momento podríamos estar realmente solos.
La ocasión llegó pronto con el día de la dichosa fiesta de la Virgen. Aquella mañana Milagritos estaba preciosa. Mi mamá le había comprado un vestido que la hacía verse muy linda y yo no podía esperar el momento para besarla. Estuvimos en la misa y luego en la procesión. Las horas se me hacían largas y mi mamá no se separaba de mi prima para nada. Era lógico, ella la veía como la hija que nunca tuvo.
Yo me la pasaba con mis primos pero no podía dejar de pensar en Milagritos.
Finalmente llegó la hora del almuerzo y creí que era el mejor momento para llevármela al segundo piso, pero nuevamente mi madre se interpuso y nos echó a perder el plan, pues se llevó a Milagros para que la ayudase a repartir los platos del almuerzo.
Llegada la hora de almorzar todos nos sentamos donde pudimos y fue en ese momento que aproveché para decirle a Milagritos que en cuanto pudiese se fuese al segundo piso para estar solos, pero ella tuvo una mejor idea: irnos a la casa para estar allá. Me dijo que le iba a decir a mi mamá que le había venido la regla y que quería descansar y que yo la acompañase porque le daba miedo estar sola.
La idea era arriesgadísima, pero podía funcionar. Sin embargo, apenas terminábamos de almorzar, mi padre, me llamó para que lo ayudase a traer cerveza y entonces sentí que todo estaba perdido, pero Milagros me dijo que no que eso nos ayudaría y que no demostrase enojo.
La jornada duro casi treinta minutos y cuando entrábamos a la casa de mi abuela mi madre detuvo a mi papá y luego de hablarle al oído me dijeron que me fuese para la casa con Milagros porque no se sentía bien.
Cuando vi a mi prima hasta yo me lo creí. Ella se colgó de mi brazo y caminando despacio salimos de la casa.
Apenas habíamos avanzado unos pasos cuando me advirtió que no voltease pues mis padres debían estar observándonos y que mantuviésemos la misma actitud para que nos viesen los vecinos. Mi primita definitivamente estaba en todas.
Al llegar a casa nos reímos mucho de nuestra treta, pero pronto la risa se disipó y empezamos a besarnos. Aquella tarde todo estaba perfecto y sentía que Milagritos disfrutaba de mis besos. Por ello, y por primera vez me atreví a tocarla un poco más.
Sus formas frescas me resultaban deliciosas y no tarde en apoderarme de sus nalgas. Estaban firmes y provocativas y con mis manos allí la llevé hasta el sofá en donde caí sobre ella. El estar sobre el cuerpo de mi prima adolescente me excito mucho más y dejé de besar sus labios y pasé a su cuello, mientras que mis manos ansiosas de placer estrujaban sus senitos de mujer.
De pronto un empujón fuerte y una carrera inesperada me sacaron de lugar. Yo quedé sentado y nervioso, mientras ella corría hacía adentro. Aún sin reaccionar me senté atónito y de repente entró mi mamá, me saludó muy a su estilo y siguió su camino mientras me preguntaba por mi prima. Yo sólo atiné a indicarle que estaba por adentro y permanecí en mi lugar.
Afortunadamente reaccioné pronto y corrí a la cocina a disimular que me preparaba una limonada. Me sentía como un niño a quien le van a descubrir una travesura, pero mi mamá regreso pronto creyendo que Milagritos dormía profundamente.
Después de dejarme recomendaciones salió diciéndome que ni ella ni mi papá llegarían a comer porque se quedarían en casa de mi abuela. Aquello me sonó a diversión y en cuanto estuve seguro de que se había marchado corrí al dormitorio de Milagros. Toque despacio y rápido salió a abrirme.
Pasé con mucho nerviosismo a su dormitorio y note que ella también estaba nerviosa, entonces volvimos a besarnos, pero esta vez terminamos en su cama.
Sentí que Milagros quería lo que yo deseaba y no podía hacerla esperar; así que sin pensarlo más le levante la falda de su vestido y metí mi mano para tocarle las piernas. Eso nos excitó a ambos y supe que no pararíamos ya.
Pronto dejé sus piernas y pasé a masajearle las tetas, primero sobre su ropa y como descubrí que eso la encendía más lo seguí haciendo con más entusiasmo.
Milagros para entonces gemía ya entre mis brazos y la ropa nos empezó a molestar. No se opuso a que la fuese desvistiendo y ella hizo lo mismo conmigo; así que en unos minutos ambos estábamos casi calatos.
La piel de Milagritos era como terciopelo y eso me ponía recontra piedra y sólo quería metérsela ya. Por eso no dudé en sacarme los calzoncillos y aprovechando su estado de semiinconsciencia le jalé el calzón dejando su sexo casi lampiño a mi disposición.
Milagritos que hasta entonces sólo había gemido y suspirado; ahora opuso una débil y tierna resistencia cubriéndose apenas su rajita con sus dos manos y empezó a decir: “No, por favor, no”; pero su resistencia a esas alturas era en vano, pues mi palo cabezón “podía escuchar” que aquel huequecito lo llamaba a gritos.
Yo por supuesto hice oídos sordos a su tonto pedido y ubicándome a sus pies metí mis manos bajo sus “choclitos” (léase: pantorrillas), y le separé las piernas de un sólo tirón al tiempo que me acostaba sobre ella quedando así entre sus piernas, le besé el cuello y le apretujé las tetas por un rato y eso al parecer la hizo olvidar su negativa, así que sin meditarlo ni un segundo enfilé mi pico contra la entrada de su rajita y se la metí de un sólo zampón que hasta mis huevos se estrellaron violentamente contra las ricas nalguitas de mi primita Milagros.
Por supuesto que mi pobre primita no pudo evitar dar un tremendo resoplido cuando mi palo cabezón la atravesó e incluso pataleó sobre mí golpeando mis nalgas con los talones de sus pies; sin embargo, ya no había marcha atrás yo la tenía bien ensartada y sólo restaba gozar.
Para entonces yo no sabía muy bien lo que ella estaba sintiendo, pero había que estar ciego para no darse cuenta que le dolía su huequito al tener mi palo adentro. Así que sin decirle nada me quede quieto con mi falo dentro de ella y mientras esperaba que se calmase la empecé a besar.
Su huequito parecía que se le había muerto, pues se cerró alrededor de mi miembro y eso me hacía doler bastante, pero yo sabía que valdría la pena y me aguanté.
Poco a poco mis besos fueron dando resultando y Milagritos comenzó a relajarse y su huequito empezó a aflojarse, a abrirse y a cerrarse lentamente. Fue entonces que traté de sacar mi pito y se lo volví a meter, ese movimiento ligero resultó placentero par mí así que lo volví a repetir una y otra vez. Al parecer a ella también le gustaba, pues, empecé a sentir húmeda aquella cavidad y la misma Milagritos empezó a facilitar ese movimiento de modo tal que acabamos imprimiéndole ritmo y antes de lo que imaginamos estábamos dándole al mete y saca a máxima velocidad.
Mi primita a esas alturas ya no sólo gemía sino que además jadeaba y me gritaba incoherencias en medio de una profunda excitación. Yo sentía que la cabeza me estallaría y no me equivoqué pues sin que pudiese advertirlo sentí que “mi amigo cabezón” reventaba dentro de ella mientras que Milagritos temblaba de placer bajo de mí.
Aquella primera corrida dentro del coñito de una mujer fue fabulosa. Yo caí literalmente sobre mi primita y ambos fuimos presa de un profundo sueño.
Los días siguientes fueron maravillosos. Milagritos se lo contó a su hermana Margarita y ella le enseñó a cuidarse para evitar un embarazo.
Casi todas las noches Milagritos iba a mi dormitorio para hacer el amor y era tremendamente apasionada. Hasta que una noche cuando ella se iba de regreso a su habitación se encontró con mi madre y se armó un lío bárbaro.
Yo escuche gritos y salí corriendo y me encontré a Milagritos llorando porque mi mamá le había pegado. Mi padre sujetaba a mi mamá y ella lucía pálida hasta que se desvaneció.
Los minutos siguientes aún son muy confusos, pero el hecho es que mi mamá murió. Se que insulté a Milagros en un arrebato de desesperación y me creí culpable de la muerte de mi mamá, pero pasados unos días mi papá en medio de una borrachera me contó que esa noche él le había confesado a mi mamá que se separarían porque el quería a otra mujer.
Yo traté de buscar a Milagros, pero nunca me volvió a hablar. Al poco tiempo entró a trabajar en casa de César, mi amigo que siempre estuvo enamorado de ella, inclusive llegaron a casarse y ahora viven en los Estados Unidos.
Así fue mi primera vez.
Desde entonces mi vida cambio mucho y ahora he decidido escribir mi historia para liberarme de tantos secretos.
En fin si les interesa conocerme escríbanme a tecno271@hotmail.com
A mis 12 años, con unas chavas de 12 13 y 14, algo nuevo para mi, mi iniciacion hacia el sexo, practicamente una orgia con ellas y con mis amigos, simplemente algo que recordare por el resto de mis dias.
Relato erótico enviado por Anonymous el 08 de June de 2004 a las 09:55:40 - Relato porno leído 465098 veces
La lleve a su recamara dentro los aposentos de la iglesia, ella repetía que era una locura pero también ya estaba caliente, lo note por su humedad que tenía ya en su vagina, ella me dijo que nunca había estado con un hombre y que no sabía ni como se hacía el sexo más yo le dije, “No te preocupes mamacita yo te guio” le subí totalmente su vestido y le abrí sus sexys piernas.
Relato erótico enviado por reycolegial el 07 de September de 2009 a las 16:44:00 - Relato porno leído 201068 veces
Soy jardinero en una mansión hace muchos años, los chicos crecieron con migo pero llego el día que Lucrecia la mayor se convirtió en mujer..-
Relato erótico enviado por felipepan el 15 de June de 2012 a las 00:27:20 - Relato porno leído 191753 veces
Si te ha gustado CON MI PRIMA HASTA QUE GIMA vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar CON MI PRIMA HASTA QUE GIMA.
SEXOGEL
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
coronelwinston
(19 de July de 2009 a las 18:59) dice:
Francamente yo ya no sé si he leido este relato. Me da la sensación que está repetido, no una, si no dos veces y con esta tres. katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:07) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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