Hasta hace poco realmente no me había dado cuenta de eso, digo me refiero a lo mucho que me gustan los coños. Pienso que a la mayoría también les deben gustar bastante, pero dudo que no tanto como a mí. Pero en mi caso puedo decir que es casi una obsesión, la que tengo por esa parte de la anatomía femenina. No me importa si son blancas, negras, rubias, coloradas, ni gordas, ni flacas, ni grandotas o chiquitas, lo importante es que todas lo tienen.
Relato
Para que se den una ligera idea, soy de los que me deleito nada más viéndolos, oliéndolos, probándolos, lamiéndolos, y desde luego que si puedo tocarlos, y eventualmente enterrarles mi verga, muchísimo mejor. No tengo preferencia, lo mismo le meto mano a una mujer, que tenga una gruesa alfombra de pelos, como las que se lo dejan completamente depilados. Uno de mis mayores placeres, aparte de enterrar mi verga dentro de ellos, desde luego, como ya les dije, también es darles una buena mamada, puedo pasar horas muertas chupándome un sabroso clítoris, lamiendo los labios de la vulva, chupando hasta donde físicamente me es posible.
¿Qué si he pasado, mis malos ratos? los he pasado, pero la dicha de tener un buen coño entre mis dedos, o entre mis labios y la lengua, es algo que no tiene igual, y cosa de la que en la mayoría de las veces estoy dispuesto a todo por alcanzar mi objetivo. Como el día que conocí a la mujer de un cliente mío, en un actividad que él organizó, con el personal de su oficina, supuestamente para confraternizar.
Cuando recibí la invitación realmente no pensaba asistir, pero finalmente me llegué hasta su casa de campo, al igual que otros invitados. Había buena comida, buena música, bebida en cantidad, caballos para montar, y hasta una piscina. Fue en la piscina que vi por primera vez a la esposa de mi cliente, Leticia. Ella encontraba tomando el sol, con apenas un pequeño hilo dental como traje de baño, nada más de verla quedé prendado de tan bello coño, a pesar de la escasa tela, que lo ocultaba a mis ojos, me di cuenta de que ella tiene un hermoso abultado y rozagante coño, totalmente depilado.
Mi cabeza me daba vueltas, tratando de inventarme alguna manera de alcanzar mi objetivo. Fue cuando mi propio cliente, de manera inocente me dio la respuesta. Él estaba bebiendo, como quien bebe para después hacer el ridículo. Mientras que Leticia su mujer, de manera velada coqueteaba con la mayoría de los hombres presentes, nada una calienta pollas más. En cierto momento mi cliente, comentó que a su mujer le encantaba la equitación, y por eso tenían un buen par de caballos de raza árabe. Esa en parte fue mi presentación con ella, hice memoria de lo poco que conocía del tema, y cuando llegamos a su lado en la piscina, su marido me presentó, y casi de inmediato, abordé el tema de la equitación.
De eso a que, por insistencia de mi cliente ella me invitase a ver sus dos ejemplares, no tardamos mucho, mientras que su marido, continuó bebiendo diciéndonos que luego nos daba alcance, pero que antes buscaría un trago más en la barra. Desde antes de llegar a la cuadra, yo comencé a alagar su bello cuerpo, no me acuerdo cuantas cursilerías le dije, pero lo que si se es que fueron bien efectivas, ya que apenas entramos en la cuadra ambos nos encontrábamos besándonos como unos desesperados. Ya prácticamente le había soltado el diminuto sostén que y apenas ocultaban sus parados pezones, cuando sentimos que llegaba su marido. Por lo que ella y yo nos ocultamos, dentro de una de las jaulas vacías. Justo en el instante que mi cliente entró a la cuadra, dando tumbos, con una botella de ron en la mano, la que se estaba bebiendo como si fuera agua, por lo que a los pocos segundos, se sentó en una de las bancas, y terminó por quedarse completamente dormido, recostado contra una de las paredes de la caballeriza. Leticia y yo continuamos besándonos ardientemente, todo iba de lo mejor, yo ya acariciaba su oculto coño de manera suave y discreta, pero cuando me dijo, como buena calienta pollas que es. Que no se atrevía a serle infiel a su marido, y menos estando tan cerca de él, además había mucha gente en la fiesta y alguien podría entrar a la cuadra a curiosear.
Yo le dije que la comprendía, y que respetaba su sentimiento y que además no seguiría insistiendo, pero que en honor a su gran belleza, me dejase demostrarle mi amor, por lo menos dejándome besar su vulva. Cuando ella escuchó lo que le dije, me preguntó bien extrañada, que si yo estaba loco, y le respondí que sí, pero completamente loco por ella. No sé si le pareció graciosa o linda mi respuesta, pero retirando ligeramente el pequeño pedazo de tela que cubría su coño, al tiempo que separaba sus piernas me preguntó, un poco incrédula. ¿De verdad, solo te conformaras con besarme el coño? A lo que yo bien serio le respondí que sí. Por lo que de inmediato llevé mi boca hasta su vulva, de manera lenta y suave comencé a pasar mi lengua por los suaves pliegues de su coño. Hasta que mi boca a los pocos segundos encontró su blanco. Su carnoso y sonrosado clítoris. Casi de inmediato, de manera calmada comencé a chupárselo, mientras que ella daba ahogados gemidos de placer, a medida que sus gemidos fueron en aumento e intensidad, mi boca succionaba con más y más fuerza. Mis dedos discretamente hurgaban dentro de su cálida y húmeda vulva, hasta que de seguro comencé a rozar su punto G. En esos instantes, Leticia se aferró a mi cabeza, y dejándose llevar por el placer que le proporcionaba, la restregaba con más y más fuerza contra su depilado coño. Fue cosa de pocos minutos, el que yo hiciera que ella disfrutase de un tremendo y profundo orgasmo.
Prácticamente sentí como todo mi rostro fue bañado por sus flujos vaginales, mientras que ya prácticamente dando gritos de placer, me pedía que continuase. Leticia misma, terminó por quitarse lo poco que tenía puesto, mientras que yo sin retirar mi cara de su sabroso coño, ni por un instante, continuaba mamándoselo, mordisqueando suavemente su clítoris, lamiendo sus labios vaginales, en fin disfrutándome plenamente de ese sabroso coño. Hasta que de momento la misma Leticia, se olvidó de su marido, de la fiesta, de los invitados, y me pidió que se lo metiera. No es que me guste hacerme de rogar, pero algo que tengo es que soy bien estricto, cuando comienzo algo me gusta terminarlo bien. Por lo que continué lamiendo y succionando toda su vulva, hasta el punto en que ya Leticia casi me rogaba que la penetrase.
Fue cuando retiré mi cara de su coño que al levantar la cabeza, me encuentro con que estamos siendo observados, si pero por uno de los caballos. Creo que de no haber sido que tuvimos la previsión de cerrar la puerta de la jaula, el condenado animal se hubiera metido. Me imagino que le dio curiosidad el ruido que hacíamos, o quizás sintió el olor hembra en celo proveniente del coño de Leticia. Pero realmente no le puse mucha atención, tras darle un vistazo a su marido que continuaba roncando recostado contra la pared, simplemente me bajé los pantalones, dirigí mi verga a tan sabrosa fruta. A medida que la penetraba, Leticia continuó diciendo que le diera más y más duro, lo que en la medida de mis posibilidades fui haciendo. Ya sus gritos los apagué con los profundos besos de lengua que le daba, mientras que ella como toda una buena hembra movía divinamente sus caderas, mientras que yo la penetraba una y otra vez.
Cuando noté que comenzó a poner sus ojos en blanco, supe que Leticia, había vuelto a disfrutar de otro profundo orgasmo. Yo irremisiblemente me comencé a venir dentro de ella, y así los dos quedamos tendidos sobre el heno de la jaula. Al rato cuando nos levantamos, mientras que yo me lavaba el rostro, ella con una cara de felicidad, mientras se lavaba su coño frente a su dormido marido, me preguntaba cuando nos volvíamos a ver.
Después de eso, mientras Leticia salía por un lado de la cuadra yo salí por el otro, dejando a mi cliente durmiendo la borrachera dentro de la cuadra. Cuando ambos retornamos a la fiesta, le comuniqué frente a otras personas que su esposo se encontraba durmiendo en la caballeriza, a los pocos segundos su amante y diligente esposa, se disculpaba con los presentes, por el estado de su marido, al que junto a ella y una empleada, lo llevamos hasta su cama. Después de dejarlo acostado, y que la empleada se retiró, Leticia se despojó del pequeño traje de baño y sin vergüenza alguna frente a mí, simplemente se puso una muy fina bata de seda roja, que prácticamente parecía un traje asiático, pero sin más nada abajo. Luego ella y yo regresamos a la fiesta. En la que permanecí hasta que se fue el último invitado, tras lo cual sin decirme nada, Leticia me tomó por una mano y me llevó hasta una de las vacías habitaciones de la casa, a pocos pasos de donde se encontraba durmiendo su marido.
Apenas cerró la puerta nos volvimos a besar, como unos desesperados, mientras que ella dejó caer la bata, quedando del todo desnuda ante mí. De inmediato, se agachó frente a mí, y colocando sus manos sobre la correa de mi pantalón, la soltó para luego comenzar a bajar mis pantalones. En cosa de segundos le echó mano a mi mustia verga, la que sin demora alguna, suavemente se dedicó a lamer y besar, y a medida que sus colorados labios fueron chupando mi colorado glande, mi verga se volvió a tonificar, hasta que nuevamente, ante tal invitación mi verga se encontró en su mejor forma. Después de eso, mientras que Leticia me daba una tremenda y magistral mamada de verga, yo por mi parte enterré todo mi rostro dentro de su caliente y sabroso coño.
Así permanecimos los dos, satisfaciéndonos mutuamente, por quien sabe cuánto tiempo. Cuando salí de la casa de Leticia ya era como las cinco de la madrugada. Bueno como les dije también he pasado mis malos momentos, pero de esos prefiero no hablar.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515279 veces