Mira Luciana. Somos adultos y creo que los juegos nos roban un tiempo precioso e imposible de recuperar. Hagamos una cosa. No quiero que te ofendas, ni cambies la opinión que tienes de mí. No me gustaría perder tu amistad, ni verme privado de la posibilidad de seguir saludándote todos los días, como siempre. Voy a pagar los cafés, y luego de pagarlos te daré un beso, me levantaré y me iré. Si te quedas aquí sentada, está todo bien. SI sales conmigo, entonces nos iremos a un hotelito muy discreto que conozco, y allí podré besarte y acariciarte con todas las ganas que tengo y te poseeré como siempre lo soñé. Depende de vos, como siempre ocurre en estos casos. Siempre la última palabra la tiene la mujer. Y dicho esto soltó las manos de la mujer y llamó a la moza. Pidió la cuenta, mientras con el rabo del ojo vigilaba las reacciones de ella.
Relato
- Buenos días Gustavo, fue el saludo cristalino y juguetón que lo recibió al entrar al súper. Mas atrás su padre estaba acomodando algunos productos.
- Buenos días, Luciana, hola Jorge fue la respuesta medida y controlada como siempre, aunque sus ojos se iluminaron al ver la personita que lo saludaba: rubia, 1,70, estilizada, un cuerpo deseable sin ser exuberante, ojos celestes, un rostro que sin ser una belleza perfecta, era muy sensual y atractivo. En fin una hermosa mujer de unos 35 años, que para sus 55 resultaba todo un sueño.
Hacía 25 años que vivía en el barrio, y recordaba cuando en los primeros tiempos al comenzar al ir al negocio la vio jugando a atender a los clientes. Una hermosa nena, alegre y pícara que era mas lo que molestaba que lo que trabajaba.
Cuando llegó a los 16 había explotado, para convertirse en la mujer que hoy era. Se casó y tenía dos hijos. El marido viajaba permanentemente y se dejaba ver poco . Ella pasaba sus días entre su casa con sus hijos y el negocio familiar que cada día estaba más a su cargo. Sus padres, de a poco, se estaban retirando y la dejaban al frente del mismo.
Recorrió las góndolas eligiendo lo que necesitaba, mientras la escuchaba atender a los demás. Su voz era atenta, pero juraría que cuando se dirigía a él adquiría un tono más íntimo, mas de cercanía. Pero seguramente era su imaginación. Tantas veces había soñado con tenerla en sus brazos que su mente le jugaba una mala pasada. Para colmo vivía cerca de su casa, así que era muy habitual que la viera pasar, y en cada oportunidad, los ojos de ella se iluminaban y lo saludaban con mucha simpatía. El debía convencerse que las atenciones que creía recibir tenían más que ver con el tiempo que hacía que se conocían que con otra cosa. Pero, las fantasías no pueden controlarse.
Llegó a la caja y allí Luciana comenzó a sumar las compras, mientras le preguntaba sobre su trabajo, su esposa y sus hijos.
Si. Gustavo estaba casado hacía 30 años y tenía dos hijos, uno de 28 y la niña de 25. Ambos ya independizados y viviendo en otra ciudad, más grande y vital que esta pequeña localidad, donde pasaba sus días. De cualquier manera, apenas 30 km. Lo separaba de la urbe, así que se veían asiduamente.
Por fin, le dio el total y Gustavo pagó.
- Aquí tienes tu vuelto, le dijo tutéandolo como siempre. Espero que vuelvas pronto, le dijo mirándolo a los ojos fijamente.
- Siempre que pueda, Luciana, siempre que pueda, le dijo, dio media vuelta y salió.
Luciana lo vio partir, y se quedó con ese extraño sabor en la boca. Desde niña siempre le había atraído ese hombre, y a pesar de los años transcurridos, seguía provocando en ella la misma sensación, esas mariposas que revoloteaban en su estómago y una plenitud que la llenaba. Luego se había casado, quería a su esposo y a sus hijos , pero ese hombre la seguía provocando como el primer día. Siempre pensó que solo se recibiría de mujer en sus brazos.
Ya camino a su casa, el no podía dejar de pensar en ella. Si, la conocía desde niña, pero ya no era una niña. ¿ Qué pasaría si intentara algo? Era imposible. El único lugar donde la veía era en el negocio y siempre había otras personas. En la calle ni soñar con hablarle porque inmediatamente llamaría la atención de todos los vecinos.
Pero no podía dejar de pensar en ella. Sentía que era una oportunidad que le llegaba para volver a sentirse vivo. Su matrimonio era un espacio de rutina. Quería a su mujer, pero el romanticismo y el sexo ya habían pasado. De pronto con Luciana sentía que volvía a su juventud.
Algo tenía que hacer, pero no imaginaba que.
Esa tarde mientras se bañaba, recordó a Luciana, y como un adolescente se masturbó debajo de la ducha, soñando que la tenía a su merced. Por fin, decidió que esta situación debía tener un corte, para bien o para mal. Ya los dos eran grandecitos y las cosas debían poder hablarse de frente.
En su próxima visita al negocio, mientras pasaba por la caja, y aprovechando que no había ningún familiar cerca, pudo quedarse charlando un rato más. Luciana comenzó a preguntarle por sus hijos.
- Allí andan con sus ocupaciones de siempre, le dijo atento.
- Debe ser lindo vivir en la ciudad, no?, comentó ella
- Pues tiene cosas buenas y malas.
- A mi me encantaría vivir allí, pero mi familia y mi trabajo están aquí.
- Yo pensé que eras feliz en este lugar
- No me quejo,pero la ciudad permite otras cosas. Especialmente no estar siempre observada y vigilada por todos, dijo con desdén.
- Eso es verdad. Nada puede hacerse aquí. Hasta la acción mas inocente se convierte en sospechosa.
Sus ojos se iluminaron.
- Eso es lo que siempre digo. Cuando puedo escaparme a la ciudad, me siento libre.
Una luz de atención brilló en la mente de Gustavo.
- ¿ Y vas seguido?
- No mucho, pero cada 15 días me tomo una mañana para mí.
- Eso está bien. ¿ Y que haces cuando vas?
- Pues nada. Miro vidrieras. Me meto en el shopping del centro. Tomo un café
- Bueno, si alguna vez nos encontramos te voy a invitar ese café, le dijo con toda intención.
Ella lo miró y sonrió.
- Es una promesa que acepto encantada. Pero te aprovechas porque es muy difícil que coincidamos.
- Pues hagamos una cosa. Cuando vayas la próxima vez me llamas. Aquí te dejo mi número. Y si por casualidad viajo, combinamos, te parece?
- Está bien, pero no quiero que te creas obligado, le dijo ella con picardía.
- Por favor. No es una obligación. En realidad sería un soplo de aire fresco dentro de la rutina cotidiana, le dijo.
Salió del negocio, transformado. Se sentía vivo y joven. Nada había pasado y seguramente nada pasaría, pero el rumbo que había tomado la relación, le permitía sentirse satisfecho. Al menos había actuado para que las cosas cambiaran.
Luciana sentía que las piernas le temblaban. Gustavo le había abierto la puerta a una oportunidad. ¿ Se animaría ella a jugarla?
Todo siguió como siempre. Los días pasaron y nada ocurrió. Gustavo no volvió a comentar el tema las veces que fue a hacer las compras. Seguramente ella había sido muy atenta por el tiempo que hacía que se conocían, pero de allí a compartir con él un tiempo fuera de lo estrictamente social, era un salto muy importante. Y por otra parte, debía tener muchos jóvenes de su edad con quienes sentarse a conversar, si realmente quisiera hacerlo.
Una noche, estaba en su habitación mirando televisión. Su esposa estaba en el comedor mirando una novela y él tenía interés en seguir una entrevista que iba por otro canal. De pronto, sonó su celular. Número desconocido. Las 11 de la noche. Pensó en no atender, pensando que era un numero equivocado.
A desgano, atendió.
- Hola
- Hola ¿ Gustavo?
- Si, el habla, ¿ quién es? Preguntó fastidioso
- Perdona que te moleste a esta hora. Soy Luciana
Su corazón se paralizó por un instante. Una escalofrío le corrió por el cuerpo.
- Luciana, que sorpresa. Realmente no pensé que eras tú. Sinceramente pensé que era alguien que quería molestar, dijo apresuradamente.
- Perdona, no quiero molestarte, dijo Luciana disculpándose.
- No me refería a vos. Nunca me molestarías. ¿ Que necesitas?
- Nada. Bueno, en realidad lo que ocurre es que mañana por la mañana voy a la ciudad, y si en una de esas estabas allí, me podías invitar ese café que prometiste.
- De mil amores. Hagamos una cosa. Mañana por la mañana te llamo si viajo y combinamos donde encontrarnos, quieres?
- Perfecto. Yo estoy viajando a primera hora pues tengo que hacer varias compras, pero creo que a media mañana estaré libre. Si tienes un rato nos hablamos.
- Como no. Despreocúpate. Y gracias por llamar, dijo cortésmente.
- No, por favor, y disculpa la molestia. Nos hablamos, dijo Luciana y colgó.
Quedó allí, sin aliento. No podía creer que aquello estuviera pasando. Se quedó recostado pero el informe de la tv, pasó sin que el se diera cuenta. Pensaba en mañana, en como aprovechar esa que sería su única oportunidad.
Cuando su esposa vino a acostarse, lo interrogó.
- Me pareció escuchar el celular. ¿ Te llamaron?
- Si. Un cliente que necesita que mañana por la mañana lo vea en su despacho en la ciudad.
- Que lástima que te avisó tan sobre la hora. Me hubiera gustado ir a pasear un poco, pero mañana ya tengo compromisos, dijo su mujer decepcionada.
- Mira, no se hasta que hora me tendrá ocupado, así que es preferible que organicemos un viaje otro día donde podamos pasear los dos juntos, no te parece?
- Si, tienes razón. No se puede mezclar el trabajo con el placer, porque después el tiempo no alcanza ni para una cosa ni para la otra.
Al día siguiente, se levantó temprano, se bañó, se arregló con mucho detalle. Su mujer dormía, así que no pudo extrañarse de la situación. La besó, subió al auto y partió.
Al llegar, tomó el celular y llamó a Luciana.
- Hola, respondió una voz cristalina
- Hola Luciana, ¿ donde andas?, preguntó
- ¡Gustavo!, pensé que no vendrías, anoche te noté muy ocupado.
- Si realmente, pero adelante algunas cosas que tenía que hacer y de paso cumplo mi promesa.
- ¿ Ya te desocupaste?
- Tengo para media hora, mintió, ¿ donde podemos encontrarnos?
- ¿Conoces el Café de Las Artes?, ante la respuesta afirmativa agregó “ nos vemos allí en 45 minutos, te parece?
- Me parece perfecto. Un beso, contestó Gustavo.
Igual para vos, dijo Luciana.
Gustavo, lentamente condujo hasta cerca del lugar de la cita y estacionó a media cuadra del café. Se quedó dentro del auto haciendo tiempo, y cuando se cumplió el tiempo bajó y se dirigió al lugar de encuentro.
Al entrar, miró a su alrededor. En el fondo, en una mesa, Luciana le hizo señas. Sin apresurarse se dirigió hacia el lugar.
Cuando llegó Luciana se levantó y le acercó su mejilla, la que el besó suavemente.
- ¿ Hace mucho que esperas? Perdona si me demoré pero el tránsito estaba complicado, mintió
- No, llegué hace 5 minutos, además, dijo mirando el reloj, estás justo a tiempo. Yo estuve más impaciente, dijo riendo.
Se sentaron, y comenzaron a hablar de cosas cotidianas del barrio. Una moza se acercó y le pidieron un par de cortados. La charla era muy amena, y los minutos volaban. De las cosas comunes del barrio, pasaron a los temas familiares. El trabajo, los hijos, la familia, y terminaron recalando en el matrimonio.
Gustavo llevaba 25 años de casado y tenía dos hijos ya grandes. Luciana llevaba 12 años de casada y tenía tres hijos de 11, 8 y 5 años.
- Pues siempre me asombró que la maternidad te sentara tan bien. Estás mas bella ahora que cuando recién te casaste, dijo zalamero.
- No te burles, que siento que los años me han pasado por encima. Me siento muuuuy vieja, dijo sonriendo.
- Si tu estás vieja, que me queda a mí. Soy todo un fósil, dijo Gustavo.
- En los hombres es distinto. Con los años a veces se vuelven mas interesante y atractivos. No siempre, pero a veces. En cambio las mujeres con los años nos ponemos viejas y arrugadas.
- Pues en tu caso quédate tranquila que no estás ni vieja ni arrugada. Seguramente eres el sueño de más de un hombre de los que te conoce, le dijo sinceramente.
- Puede ser, pero lo que pasa es que el matrimonio nos condiciona demasiado. Mi marido me ama, estoy segura, pero ya no nos deseamos mutuamente como antes. El tiempo no perdona, dijo con resignación.
Nos pasa a todos, no te preocupes. Pero me intriga el hecho de que te atraigan los señores mayores, dijo volviendo sobre el tema.
- No me atraen todos los señores mayores, tampoco exageres. Simplemente dije que hay hombres que con los años no pierden el atractivo, por el contrario.
Con tranquilidad y lentamente, Gustavo le tomó las manos sobre la mesa.
- Te pregunto porque me sorprende que te fijes en el atractivo de hombres mayores que tu, cuando tienes muchos jóvenes de tu edad para mirar. Si ella notó que el le había tomado las manos, nada dijo, siguió charlando como si nada.
- Si los jóvenes son atractivos los miro, no te creas, dijo sonriendo.
- El problema Luciana, es que tal vez alguien mayor que tú interprete mal tu interés. Sabes, a una cierta edad, uno ya no tiene tanto tiempo para juegos, le dijo en voz baja, sin soltar sus manos.
- No creo que nadie se confunda tanto, dijo pausadamente.
- Luciana, no imaginas lo feliz que estoy de haber podido compartir este rato contigo. Sin embargo hay ciertas cosas que tenemos que aclarar, dijo decidido.
- ¿ Qué cosas? Preguntó ella
- ¿ Cuántas veces nos hemos podido encontrar y charlar así con tanta intimidad?
- Nunca, reconoció
- ¿ Cuántas veces más pensás que vamos a poder volver a encontrarnos?
- Y.... es difícil, dijo ella
- Por un momento te pido que olvidemos la diferencia de edad, si es posible. Me gustás mucho. Siempre me gustaste, en verdad.
- Bueno gracias, pero.....
- Espera, déjame terminar y luego prometo escucharte, si?
- Está bien, aceptó.
- Repito que siempre me gustaste, y durante mucho tiempo he soñado contigo. Soñé en poder encontrarte así, en poder charlar contigo. Soñé con lo feliz que iba a ser, y como me iba a hacer sentir pleno el estar contigo. Y debo decir que la realidad ha superado a mis fantasías.
- Nos conocemos desde hace mucho tiempo, inclusive eres muy amigo de mi padre y mi madre.... dijo ella.
- En este momento no soy amigo de nadie. Soy un hombre encandilado por una mujer hermosa a la que necesita besar y acariciar. Te dije que te olvidaras de todo. No me importa quien eres ni quienes son tus padres. Lo único que me importa es la manera en que haces sentir. Y siento que esta es la única oportunidad que tengo, y no quiero que te enojes, pero no puedo dejarla pasar. Necesito que estemos a solas, en un lugar íntimo y tranquilo, y creo que tú también lo necesitas. Nada de lo que pasó antes tiene importancia. Nada de lo que pase después la tendrá. El aquí y el ahora es lo único que nos tiene que importar. Y eso es lo que te propongo. Que me veas simplemente como un hombre enloquecido por vos. Y que seas una mujer decidida a dar y recibir placer.
El silencio los envolvió. Tomados de la mano se miraban a los ojos.
- Gustavo, realmente me has dejado sorprendida. No pensé que ibas a decir las cosas que dijiste. Nos conocemos desde hace mucho. Conozco a tu familia y tu conoces a la mía. Mentiría si dijera que no me agradas, pero de allí a lo que me propones hay una gran distancia, y me toma realmente de sorpresa. No me malinterpretes, no me enojo, entiendo tu planteo. Entiendo que hayas esperado mucho tiempo para decir esto y que esta haya sido la primera oportunidad, pero lo haces muy difícil para mí. Me estás pidiendo que engañe a mi marido, que tenga una aventura, nada más que por el placer de tenerla, que arriesgue todo por un rato de placer. No creo estar preparada para esto, dijo seria.
Gustavo atrajo las manos hacia él y las besó. El perfume de su piel invadió todos sus sentidos. Esos ojos verdes que lo miraban con curiosidad, lo excitaban y lo hacían sentir como un adolescente.
- Mira Luciana. Somos adultos y creo que los juegos nos roban un tiempo precioso e imposible de recuperar. Hagamos una cosa. No quiero que te ofendas, ni cambies la opinión que tienes de mí. No me gustaría perder tu amistad, ni verme privado de la posibilidad de seguir saludándote todos los días, como siempre. Voy a pagar los cafés, y luego de pagarlos te daré un beso, me levantaré y me iré. Si te quedas aquí sentada, está todo bien. SI sales conmigo, entonces nos iremos a un hotelito muy discreto que conozco, y allí podré besarte y acariciarte con todas las ganas que tengo y te poseeré como siempre lo soñé. Depende de vos, como siempre ocurre en estos casos. Siempre la última palabra la tiene la mujer. Y dicho esto soltó las manos de la mujer y llamó a la moza. Pidió la cuenta, mientras con el rabo del ojo vigilaba las reacciones de ella. Se había puesto colorada, y tomando su cartera, hacía que buscaba algo dentro de ella, para no tener que mirar a nadie. Seguramente sentía que todos la estaban mirando, lo que no era cierto. La gente que había en el café estaba toda entretenida en sus propios asuntos, y el diálogo fue en voz baja, de manera que nadie pudo seguirlo.
Le trajeron la cuenta, pago, y cuando la moza se retiró, se levantó y acercándose a Luciana la besó en la mejilla, para luego dar media vuelta y alejarse hacia la salida. Caminó lentamente, sin mirar atrás. Llegó a la puerta y salió. El aire fresco lo hizo temblar. Recién allí notó lo caliente que estaba. Se imaginó que su rostro debía estar colorado, pero no le importaba. Creía haber actuado como cualquier hombre lo hubiera hecho. Sin suplicas, ni ruegos.
- No seas así, al menos puedes llevarme hasta la parada del bus, dijo una voz a su espalda.
Se dio vuelta y allí estaba Luciana de pie detrás de él. Un vaquero ajustado, una remera blanca y una chaqueta de medio tiempo.
- Voy a llevarte a la parada del bus, no te hagas problema, le dijo tomándola del brazo.
Fueron hasta el estacionamiento y subieron al auto de Gustavo. Antes de arrancar, Gustavo se inclinó sobre ella y sorpresivamente se adueñó de sus labios, besándola profunda y tiernamente. Luciana, sorprendida, no opuso resistencia, y luego de unos segundos respondió su beso de igual manera. Fue un beso largo,prolongado, hasta que ambos necesitaron respirar. Gustavo se retiró, puso en marcha el auto y salió. Luciana quedó sentada inmóvil.
- Mirá Gustavo, me halaga que te guste tanto como dices, dijo Luciana buscando las palabras.
Gustavo manejaba sin decir nada.
- Pero vivimos en una comunidad muy chica. Cualquier cosa que hagamos se van a terminar enterando todos y tendremos muchos problemas, seguía ella. Gustavo seguía en silencio.
- Podemos seguir siendo amigos, no me molesta lo que ocurrió, te lo aseguro
Gustavo dobló en una esquina y como venía ingresó en un hotel para parejas. Luciana no se dio cuenta tal como estaba concentrada tratando de justificar lo que había ocurrido y porqué nada más debía pasar. Gustavo tomó el ticket con el número de habitación e ingresó con el auto hasta la cochera del cuarto que le correspondía. Una vez allí apagó el motor. Fue en ese momento cuando Luciana se dio cuenta de lo que pasaba.
- ¿ Qué estás haciendo?, preguntó sobresaltada.
- Te dije lo que iba a pasar si salías conmigo del café, dijo Gustavo tomándola de la mano.
- Pero Gustavo, pensé que habíamos acordado que me ibas a llevar hasta la parada del bus, dijo seria.
- Y te voy a llevar, después, no te preocupes, dijo mientras volvía a besarla.
- Pero no es así, dijo ella resistiendo al avance de Gustavo, tengo que irme, me esperan
- Y vas a irte pero no sin antes descubrir de que eres capaz, le dijo mientras conseguía besarla, y la tomaba del cuello.
Luciana respondió al beso y se dejó acariciar por esa mano que recorría su cuello y su nuca, obligándola a profundizar el beso. Sus labios se entreabrieron y la lengua de Gustavo la invadió, dando más intimidad al encuentro. Su mano bajó por el pecho de él, y rodeó su cintura, dejando que el tiempo transcurriera. La sensación era muy agradable. Hacía tiempo que no la besaban con tanta ternura, con tanta pasión. Notó que comenzaba a excitarse, que ese hombre al que siempre había considerado atractivo e inteligente la estaba llevando por un camino sin retorno, por un camino nuevo que ella deseaba recorrer. El de la infidelidad. Siempre había sospechado que su esposo tenía alguna aventurita, máxime porque pasaba por razones de trabajo mucho tiempo fuera de su casa, pero nunca pensó ella en verse envuelta en una situación como esa.
Los besos de Gustavo dejaron sus labios para recorrer su cara y su cuello y terminar rozando sus pezones por encima de la ropa. Estaba paralizada. Le parecía que lo que pasaba le pasaba a otra persona y que ella era solo una espectadora. Cuando la mano de Gustavo tomó la suya y la obligó a acariciar su bragueta, se dio cuenta que ya no era un juego y que no era una espectadora. Era la actriz principal de esa escena erótica.
Al principio quiso retirar su mano, pero la presión del macho la obligó a adueñarse de esa vara caliente que se marcaba debajo de la ropa, y en un rato estaba acariciándola arriba y abajo, a pesar de que ya la mano de Gustavo la había dejado en libertad. Su mano ahora tenía vida propia. La mano libre del macho ahora se adueñaba de sus pechos, y recorría uno y el otro, con un roce suave que la enloquecía y la excitaba. Sentía como sus pezones se endurecían y se sensibilizaban. Comenzó a suspirar y a gemir, respondiendo a los avances de Gustavo.
Fue en ese momento que Gustavo se retiró, dejándola caliente y necesitada. Bajó del auto, dio la vuelta y abrió la portezuela de su lado, dándole la mano para que descendiera del vehículo.
Luciana lo miró, y dudó. Sabía que si bajaba con él, no habría retorno. Aún estaba a tiempo de poner punto final a esta situación.
- Por favor, Gustavo, suplicó, pero la mirada de deseo del macho le indicó bien a las claras que si dependía de su sentido común, estaba perdida. Ese hombre estaba decidido a poseerla. La mano de Gustavo insistió, y ella, por fin, tímidamente, le entregó la suya y giró su cuerpo para descender del auto. Gustavo la ayudó a erguirse y cuando estuvo de pie, cerró la portezuela y apoyándola en contra del auto volvió a besarla, esta vez con un beso mas depredador que los anteriores. Había posesión en ese beso. Ya no era algo tierno, era una demostración de dominio del macho que la excitó aún mas. Luego de ese beso, la tomó de la mano y la llevó a la habitación. Abrió la puerta y la hizo pasar. Cerró la puerta y la llevó hasta el borde de la cama.
- ¿ Realmente nunca pensaste que esto iba a pasar? , le preguntó mientras la besaba y la acariciaba por todo el cuerpo.
- Por favor, Gustavo, contrólate. Nos vamos a arrepentir después. No tiremos todo por la borda, decía ella pero sus palabras no tenían nada que ver con su actitud complaciente que disfrutaba las caricias que recorrían todo su cuerpo, y cuando una mano de Gustavo se perdió entre sus piernas y presionó sobre su sexo, inconscientemente separó sus piernas para que el roce fuera mas profundo.
- Me voy a arrepentir si no te poseo, le decía el cuando su boca quedaba libre. Sus manos buscaron el borde de su remera y lentamente la levantó hasta sacarla por su cabeza, dejándola vestida únicamente con su corpiño. Las manos del macho ahora tenían mas libertad para juguetear con sus senos, y los gruñidos de satisfacción mostraba que lo estaba disfrutando a pleno.
- Que lindas tetas que tienes, tal como me las imaginaba, le decía Gustavo, mientras una de sus manos le magreaba los pechos, y la otra regresaba a marcar el surco entre sus piernas. Luciana sentía que la ropa le molestaba, pero no quería ceder y desnudarse. Necesitaba oponerse todo lo posible.
- Basta Gustavo, mira, hagamos una cosa, vamos a besarnos, charlemos un rato y luego nos vamos cada uno por su lado, sin problemas, por favor, suplicaba Luciana , pero por dentro rogaba que el hombre no le hiciera caso. No hacía falta que rogara. Gustavo no estaba dispuesto a detenerse por ninguna razón. Ni un terremoto podía evitar que el siguiera adelante con sus maniobras. Además, el sentir bajo su mano esos pechos, y el acariciar su sexo lo habían puesto a mil. No había nada que evitara lo que iba a pasar.
Y sin embargo, la actitud de Gustavo la sorprendió. De pronto, la soltó, y se alejó unos pasos. Mirándola a los ojos comenzó lentamente a desvestirse. Primero su pullover y su camisa, dejaron a la vista un cuerpo estilizado a pesar de la edad. Luego desabrochó su cinturón, los botones del pantalón, el cierre. Se sentó en la cama, se quitó los zapatos y las medias y poniéndose nuevamente de pie, terminó de quitarse el pantalón. Quedó allí de pie, mostrando un bulto respetable. Lentamente se sentó en la cama, y se desplazó hasta apoyar su cuerpo contra el respaldo.
- Ven Luciana, dijo llamándola con la mano.
La mujer dudó. Sabía que si obedecía estaría sometiéndose voluntariamente a todo lo que iba a pasar. Pero la visión de ese hombre con el que había soñado desde su adolescencia, allí, desnudo y dispuesto a disfrutar de su cuerpo, era una tentación irresistible. Dio un paso hacia la cama, y un gesto del hombre la detuvo.
- Estás muy vestida para mí. Vamos, muéstrame tu cuerpo, por favor, le dijo cariñosamente.
Luciana lo miró, y una tenue sonrisa enmarcó su rostro. Se quitó los zapatos, desabrochó su vaquero y lo hizo correr hasta sus pies saliendo ágilmente de ellos. Una tanga blanca que hacía juego con el corpiño destacaba la excelencia de sus curvas. Así , se acercó a la cama sentándose en el borde inclinada hacia su lado y dejando al alcance del macho todos sus encantos, allí a la distancia del brazo.
Suavemente Gustavo recorrió con una mano su rostro. Ante el contacto de la mano ella cerró los ojos. Sintió como esa mano corría por su piel, y su respiración se entrecortaba. Cuando los dedos llegaron a sus pechos los pezones estaban duros y sensibilizados . Notó que la otra mano subía por su pierna y lentamente se adueñaba de su sexo.
Luciana , casi instintivamente apoyó su mano en el pecho de Gustavo y acariciándolo fue descendiendo hasta su cintura. Se entretuvo un momento y luego descendió hasta el bulto que la atraía magnéticamente. Un arma dura y caliente la esperaba debajo de la única prenda que conservaba él.
Gustavo, excitado por las caricias que brindaba, se descontroló cuando sintió la dulce mano de Luciana acariciando su lanza. En ese momento, sus dedos hábilmente separaron la tanga y su mano tomó contacto directamente con el sexo de la hembra. Un suspiro señaló el placer de ella, y una lenta separación de las piernas fue el permiso para que los dedos del macho la invadieran íntimamente. Sentir esos dedos pugnando por poseerla, la volvieron loca, y se inclinó sobre Gustavo para comenzar a besarlo.
El dedo medio de la mano del macho se introdujo lentamente por completo en su sexo y ella gemía mientras lo besaba. Descendió por su cuello y se entretuvo en su pecho mordisqueando los pezones del macho, mientras el dedo la masturbaba simulando una posesión fálica. La excitación la hizo seguir descendiendo por el cuerpo de Gustavo, hasta tropezar con su lanza pugnando por salir de su encierro, latiendo y vibrando en forma incontrolable. Hábilmente, mientras descendía con su boca, una de sus manos se adelantó y desplazó el slip, liberando la turgente herramienta, que saltó hacia arriba incontrolable. De inmediato la mano que la había liberado la envolvió y comenzó a masturbarla suavemente, preparando el camino para lo que vendría. Sin abrir los ojos, siguió descendiendo gratamente encantada por la verga que rodeaba su mano. Era gruesa y larga. La sensación era muy satisfactoria.
Cuando su boca llegó a ella, la fue engullendo despacio, hasta un punto donde notó que era imposible tragarla toda y desde allí retrocedió para juguetear con su lengua por toda su extensión.
Gustavo se deslizó hacia abajo, obligándola a descender más para continuar con su fellatio, y las mano de él la ayudaron a girar por completo y colocar una rodilla a cada lado del rostro del macho, el que desplazando su tanga recorre con su lengua su sexo, se adueña de su clítoris dilatado, y comienza a introducir su lengua, provocando espasmos en Luciana que se descarga aumentando la fuerza de su succión en la verga de Gustavo.
Nunca la habían acariciado de esa manera. Ella lo había visto en alguna película porno, pero su esposo no era afecto al cunnilingus, y ella nunca lo había hecho. Se sintió sucia, toda una prostituta, pero por otra parte, le gustaba mucho la atención del macho. También era cierto que su esposo tenía que pedirle que le chupara la verga, y en esta situación ella había actuado por su cuenta tomando la iniciativa. Que distinto que era el sexo clandestino....
Siguieron así por un buen rato. Ella sentía como el líquido preseminal brotaba de la vara de Gustavo y ese sabor la excitaba. Sentía crecer su calentura y esa lengua jugueteando en su sexo la volvía loca. Casi sin darse cuenta, sintió crecer su orgasmo, hasta hacerse incontenible y terminó explotando en un clímax arrasador. Debió soltar la verga de Gustavo para poder gritar a gusto. Fue una liberación. Hacía mucho tiempo que no se sentía así. Creyó que iba a morir de placer.
Gustavo la dejó acabar sin cesar de penetrarla con su dedo, el cual chapoteaba en la humedad que surgía del cuerpo de Luciana. Cuando terminó y se desmoronó ronroneando como una gata, desabrochó su corpiño, con suavidad la dio vuelta, se lo quitó, le sacó la tanga, separó sus piernas, se arrodilló entre ellas y colocándolas sobre sus hombros, apoyó su dilatada verga en la entrada de su vagina haciendo que la cabeza separara los labios de la hembra. Mirándola a los ojos avanzó y la poseyó.
Luciana, aún floja por el orgasmo, no atinó a hacer nada ante las maniobras del macho y recién cuando se sintió penetrada abrió los ojos. Para su sorpresa, la expresión cariñosa de Gustavo había desaparecido. Sobre ella tenía un hombre dispuesto a poseerla con todo, a partirla en cuatro si podía, ha hacerla pedazos con su garrote enfurecido. Y lo que vio le gustó.
En esa posición, el se hundió hasta el fondo, y ella se sintió llena como nunca. No se creía capaz de acomodar tanta verga, pero allí estaban sus dos cuerpos tocándose y demostrando que la conjunción era total. Las pelotas del macho golpeaban contra ella cuando el arremetía hasta el fondo y luego se retiraba.
- Dame mas, dame mas, era lo único que ella atinaba a decir ante el ataque depredador del macho.
- Te la estoy dando toda perra, sentila porque te voy a partir en dos a pura verga, decía Gustavo entre dientes mientras continuaba con el mete y saca.
- Por favor, no me llenes, rogó Luciana
- Todavía no, gruñó Gustavo mientras aceleraba sus arremetidas. De pronto se detuvo y saliendo de ella la giró poniéndola de costado y acostándose detrás de ella. En esa posición levantó su pierna y se metió nuevamente dentro de ella mientras acariciaba sus tetas. Luciana girando la cabeza le ofrecía su boca y el la tomaba y le metía la lengua. Al mismo tiempo ella jugueteaba con sus pelotas que estaban duras, llenas de semen. Sentía como esa verga entraba y salía, como una máquina bien aceitada. Su mano se apoyó en la pierna del macho y pudo sentir la tensión de los músculos cuando empujaba para clavarla hasta el fondo. Esos movimientos la excitaban mucho. Sentía crecer nuevamente su orgasmo, pero a la vez tenía que controlar que Gustavo fuera capaz de sacarla antes de acabar. Ella se cuidaba pero no quería tener problemas.
Cuando sintió que la aceleración aumentaba, sintió que un nuevo orgasmo llegaba, pero a la vez sentía que el del macho también estaba cerca.
- Sácala por favor, rogó, recibiendo solo un gruñido como respuesta.
- Sácala Gustavo, no me llenes, volvió a suplicar, y de pronto sintió al macho hundirse hasta el fondo. Se aferró a su pierna y la noto tensa como un cable de acero, y un calor la quemó. Gustavo se estaba vaciando dentro de ella.
- ¡¡Espera!!! ¡¡¡¡ Te dije que la sacaras!!!, gritó y de inmediato el orgasmo la elevo al séptimo cielo perdiendo el control de lo que estaba pasando. Gustavo se vació dentro de ella chorro tras chorro, gimiendo y suspirando. Parecía a punto de darle un ataque. Hacia mucho tiempo que no tenía un orgasmo tan profundo. Por fin, se quedó quieto, sintiendo como su verga latía y se ablandaba. Los dos quedaron rendidos. Pasaron varios minutos.
- Perdona Luciana, pero no pude sacarla. Hace mucho que deseaba llenarte así, dijo a modo de disculpa.
- Está bien. Yo también necesitaba sentirte dentro mío, dijo ella. Preocupada, se sentó en la cama.
- ¿Qué hora es?, preguntó, tengo que irme, se hace tarde
Gustavo la tomo de la cintura y la obligó a recostarse nuevamente para comenzar a besarla. Ella se entregó totalmente.
Se besaron como adolescentes durante un largo rato.
- Vamos, Luciana, se que eres capaz de levantarla de nuevo le dijo al oído Gustavo, y ella comprendió. Despacio volvió a tomar su miembro con la boca y acariciar sus huevos. El sabor del semen en la boca le gustó. Así arrodillada sobre la cama, mientras lo comía, su trasero levantaba quedaba al alcance del macho. Lentamente metió una mano entre su piernas y tomó la abundante lubricación de la hembra junto al semen de la acabada anterior y le untó el trasero, hasta conseguir que uno de sus dedos perforara su esfínter, lo que sorprendió a Luciana y la excitó. Nunca la habían forzado de esa manera. Cuando dos dedos la penetraron ya gemía de deseo, y para colmo la verga en su boca comenzaba a endurecerse rápidamente. Por fin Gustavo se colocó detrás suyo como un jinete dispuesto a montar una yegua. Hizo que bajara su cabeza hasta apoyarla en la cama, y en esa posición apuntó la verga a su vagina, y se metió como un cuchillo caliente en la mantequilla, tal era la lubricación que había allí abajo. Enseguida comenzó a bombearla. Con una mano la tomaba del cabello como si fueran las riendas de una yegua, y la otra mientras tanto jugueteaba con su culo, acariciando y volviendo a perforarla con los dedos.
Ella no atinaba a reaccionar. Allí estaba siendo penetrada salvajemente, y gozaba como una loca. La penetración anal le estaba gustando, sus pezones se endurecían . De pronto el macho se retiró y ella respiró profundo. Pero de inmediato una sensación extraña la invadió. Algo que nunca había sentido la estaba invadiendo. Le costó unos segundos comprender que la estaban sodomizando.
- ¡¡¡ Por ahí no!!!, gritó, pero la cabeza del miembro ya se había abierto paso.
- Tranquila nena, relájate y goza, fue toda la respuesta de su amante. El dolor era agudo pero el trabajo previo realizado había facilitado la maniobra y cuando la cabeza se abrió paso, el se quedó quieto magreando sus tetas mientras ella se acostumbraba. En un par de minutos sintió nuevos empujones y al rato los cuerpos se chocaron. Se la había tragado toda. El la besaba en la espalda sin apuro, mientras su ano se volviera lo suficientemente complaciente para mantener el encuentro. Despacio el comenzó la tarea de poseerla totalmente y ella comenzó a disfrutarlo como jamás había disfrutado un encuentro físico. Nunca pensó sentir tanto placer y un orgasmo la barrió por completo, mientras el la sodomizaba.
- Es muy bueno, pero no quiero terminar así, dijo Gustavo y se retiró de su culo. La dio vuelta mientras todavía estaba floja por el orgasmo, y poniendo una rodilla a cada lado de su cabeza, le entregó su verga para que se la comiera, cosa que ella hizo sin chistar. Por fin,el macho comenzó a trabajar su boca como si se estuviera masturbando y ella comprendió lo que él quería. Nunca había dejado que su esposo le acabara en la boca, pero estaba dispuesta a satisfacer a ese macho y a darle todo lo que pudiera. Cuando sintió la verga endurecerse y estirarse en su boca se dio cuenta que el momento llegaba y por fin, con un alarido, sintió que el llegaba y un liquido ardiente le llenó la boca. Jugueteó con el y por fin lo fue tragando hasta dejar esa verga limpia y reluciente. En ese momento el se retiró y comenzó a besarla dulcemente.
- Has sido extraordinaria. Eres toda una mujer. Complaciente y puta como nunca tuve ninguna, y esta frase le pareció el mayor elogio que le habían hecho en su vida.
- Hola Gustavo, ¿ Como está?
- Bien Luciana, haciendo las compras.
- ¿ Y su esposa?, preguntó diligente.
- Bien Luciana, en casa, ¿ Cómo está tu esposo?
- De viaje, como siempre, lo que es una suerte porque me permite ir de compras a la ciudad, en los próximos días.
- Me alegro Luciana, espero que disfrutes el viaje.
- Yo espero disfrutarlo tanto como la última vez, le dijo sonriendo mientras le cobraba.
- ¿ Y por qué no? Contesto Gustavo mientras salía.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513580 veces