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Crónicas de Viaje: Satisfaciendo una fantasía

Relato enviado por : Anonymous el 16/02/2010. Lecturas: 8101

etiquetas relato Crónicas de Viaje: Satisfaciendo una fantasía   Gay .
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Resumen
Tuve sexo, por primera vez, con un desconocido que contacte por internet. Tenía la fantasía de besar y mamar una verga y sentirla adentro de mis entrañas y tuve suerte de encontrar a la persona ideal.


Relato
CRÓNICAS DE VIAJE
SATISFACIENDO MI FANTASÍA (Por avgaviota)
Jueves 5 de julio de 2007

Capitulo I

De curioso, un día ingrese a una página de anuncios clasificados y encontré uno que me interesó, porque encajaba mi perfil. Decidí contestar y él me proporcionó el número de su teléfono celular.

Por razones de trabajo tuve que ir a la ciudad de mi amigo virtual. Iba decidido a llamarlo y platicar aunque no estaba totalmente convencido que en esa ocasión pudiera satisfacer mi fantasía porque aún me ruborizaba estar haciendo algo indebido, antinatural; que me descubriera mi familia o mis amigos. No obstante había tomado la decisión de provocar e incluso forzar ese encuentro aprovechando que iba a concretarse con un extranjero y fuera de mi país.

Me llene de valor y marque el número de su teléfono. Al contestarme, me identifique con pseudónimo de mi correo y me pidió que le devolviera la llamada al número telefónico de línea fija, de su trabajo. Le indiqué que estaría ese y el siguiente día en esa ciudad y que lo quería conocer. Quedamos en comunicarnos como a las seis de la tarde.

Al terminar mi actividad salí de prisa y abordé un taxi; lo llamé y quedamos en juntarnos en la puerta del Restaurante KFC cerca de un centro comercial.

Al llegar me percaté que en la entrada del restaurante, estaba un hombre como de 1 metro con 65 centímetros más o menos; trigueño, no delgado no gordo, de buen ver, pelo medio quebrado, con un pequeño bigote recortado. Sin dudarlo me le acerque y me presenté. Efectivamente era él.

Durante la comida dejamos en claro el propósito de habernos conocido y de ese encuentro. Me confirmó que su fantasía era tener una relación sexual activa con un hombre maduro que le diera sexo oral y después penetrarlo. Por mi parte, le reitere que mi fantasía consistía en tener una relación pasiva y que no me interesaba actuar de activo. Además, dejamos en claro que todo se tenía que hacer usando preservativo.

Pero el gran inconveniente era que no teníamos vehículo y para ir a un motel por lo que solo podíamos ir a una pensión.

Era una decisión muy atrevida e imprudente; me iba a dejar ver por el empleado de la pensión. Sin embargo, mi razonamiento fue que, yo era extranjero, no me conocía nadie y jamás me volverían a ver, por lo que pensé que el riesgo desde este punto de vista no era malo para mí, excepto el tema de la seguridad, pero aún así que le dije que está bien, que podíamos ir.


Capítulo II

Salimos del restaurante y afuera abordamos el taxi; nos sentamos en la parte de atrás, él en el lado derecho y yo en el izquierdo atrás del conductor. Miraba, de manera discreta su pantalón recostado sobre su pierna derecha, un enorme bulto que se lo iba sobando.

Tuve la tentación de ponerle la mano y acariciarlo, pero no me atreví por que podía vernos el piloto del taxi y aún conservaba cierto pudor.

El taxi nos dejó en una esquina y caminamos como media cuadra hacia una pensión; la entrada estaba en penumbras, sólo se miraba luz al fondo, dejando ver siluetas. Estaban dos hombres y una mujer, jugando cartas. Entramos.

El empleado se acerco, le pague y cerré la puerta. Era un cuartucho con una tasa de inodoro y otra puerta de madera, que conducía a otro cuarto en donde estaba una cama, una silla y una mesa de madera y un rollo de papel toilet, con un poco menos de la mitad.

El ambiente que inspiraba la habitación no era nada seguro ni higiénico. Era de madera y algunas tablas estaban sueltas en la parte alta. Asumí que en esas condiciones se podía escuchar cualquier conversación, risas, ruido de la cama o el que produciría el mete y saca de su pene, mis gemidos; incluso quizá se podía ver lo que la pareja estaba haciendo. La cama tenía una sábana que cubría el colchón y dos almohadas. Además, una cortina de plástico de color rosado paralela al costado de la cama, que baje para tratar de cubrir las hendiduras que podían dejar las tablas; habían dos espejos, uno que estaba casi en el suelo, a la altura de la cama, que quedó cubierto cuando baje la cortina y el otro colgado en la pared al lado opuesto. Éste último él lo bajo y lo puso en la cabecera de la cama.

Yo estaba muy nervioso y creo que hasta temblaba. Ambos procedimos a desnudarnos y quede complemente desnudo, excepto por los calcetines. Él se quedó únicamente con el bóxer. Estaba parado, con los brazos cruzados esperando que iniciara con la felación y procedí de inmediato.

Capítulo III

Me acerqué y le toqué el enorme falo. Lo tenía duro como una piedra; le palpe su grosor; metí mi mano al interior de su boxer, y pude tocar, por primera vez, un miembro masculino de buen tamaño; lo estuve acariciando; se lo saque y pude verlo en todo su esplendor; quería disfrutar la suavidad y el color de su piel, su grandeza, el grosor, la dureza, lo espectacular de su cabeza y el rico aroma a sudor. Medía como unos 18 centímetros, de color rosado pálido, estaba circuncidado lo que creo que lo hacía ver más grande y espectacular y tenía una curvatura bien pronunciada hacía arriba.

Él me pidió que le quitara el bóxer y quedó su enorme verga totalmente descubierta. Se podía apreciar su belleza y adivinar el éxtasis que debía producir y en algún momento sentí envidia de quien tenía el monopolio de gozar ese monumento.

Me puse de rodillas; la sobaba suavemente con ambas manos, iniciando por la cabeza, pasaba al tronco; le acariciaba los testículos. Otra vez de regreso para culminar en su cabezota. Me sentía más relajado.

Al verme tan entusiasmado acariciando su verga, me preguntó si quería mamarla sin preservativo y le dije que no. Me levanté, tomé un preservativo y se lo di.

Una vez lo tubo puesto reinicie mi actividad. Le acerque la boca e inicie una sesión de besos y chupones en la cabeza, lamía su tronco y continuaba acariciando sus testículos. El olor de ese monumento era impresionante, impactante e inolvidable.

Como continuaba de rodillas, me pidió que me sentara en la cama. Sin soltar su enorme verga me senté en la cama y de nuevo continúe embelezado acariciando, besando, lamiendo y chupando ese enorme trozo de carne, tiesa, caliente y olorosa, desde su cabeza hasta sus testículos y al revés.

Después me la introduje en la boca, dispuesto a tragármela toda, a sentirla hasta lo más profundo como había soñado. Una vez me la metí, él me la empujó con fuerza y me la hizo llegar muy adentro de mi garganta hasta hacer contacto con mis amígdalas; esto me angustió porque sentí ahogarme con ese enorme pedazo de carne caliente y gruesa. Pero cuando me la sacó le puse una mano en el tronco y entonces estuve más tranquilo, porque aún cuando seguía con sus movimientos, follándome por la boca, me llegaba hasta donde yo lo permitía.

Sus movimientos eran tan intensos que de hecho me estaba cogiendo por la boca y en un momento tuve la sanción que estaba acabando. Ello no dejo de decepcionarme y lo lamenté porque yo creí que ahí terminaba esa aventura, pero no fue así, pues me demostró que tenía mucha energía y aguante de semental.

Yo no había tenido ninguna experiencia y la mamada que le estaba dando a él era la primera vez; por eso, en las embestidas que me estaba dando, con el roce de mis dientes le estaba lastimando su precioso miembro; detuvo por unos instantes sus furiosos movimientos y me pidió que tratara de no lastimarlo. De inmediato procedí a abrir más la boca, hice una “o” con mis labios de manera de sólo sintiera unas apretadas caricias en su pene.

Jugueteaba con su verga. Me la sacaba de la boca y le besaba y chupaba la cabeza; lamía su tronco de arriba abajo; lengüeteaba la cabeza; la succionaba por la ranura y de nuevo me la metía a la boca hasta el fondo, hasta donde llegara sin que me produjera náuseas. La aguantaba adentro, conteniendo la respiración y con abundante saliva. Así nos estuvimos disfrutando, yo con mi boca jugueteando con su enorme verga y él metiéndola y sacándola, como si me estuviera follando por la boca hasta que, supongo se cansó, porque me dijo que pasáramos a la segunda parte.

Me saqué su verga de mi boca y la solté; se miraba enorme, grande, gruesa, cabezona. Yo estaba sorprendido y me pregunté si era posible o sólo era un sueño que me estuviera disfrutando semejante manjar; que la tuviera en la boca, besándola, chupándola y mamándola, como lo había deseado tantas veces. Parte de mi fantasía se estaba cumpliendo.
Capítulo IV

Se separó un poco de la cama y se quito el preservativo. Tomó el otro, rompió el envoltorio y se lo colocó y me dijo:

-Te pones de rodillas-.

En ese instante pasó por mi pensamiento, de manera fugaz, muchas cosas y en especial que había llegado el momento que había estado buscando con ansias; que estaba a punto de concretar mi fantasía. A la vez tuve temor por lo que se venía, porque al ver esa tremenda verga, tenerla en mis manos y boca, totalmente erecta, dura, tiesa, grande y cabezona sentí miedo o quizá terror porque ese monstruo me iba a penetrar y más aún me pregunté si sería capaz de darle cabida a ese huésped en mi pequeño agujero virgen, pero también me di cuenta, que no había marcha atrás. Nada podía hacer para evitar lo inevitable.

Me puse de rodillas en la cama, como “perrita”; me acomodó las piernas y las manos, separándolas para que el agujero de mi ano le quedara en ángulo apropiado a la altura de su pene.

Se disponía a darme la primera embestida. Le pedí que me echara crema. Tomó el recipiente; puso crema en su mano y me untó entre mis nalgas.

Me lanzó la primera estocada, que por supuesto no acertó, pasó de largo. Sentí el roce en la entrada de mi ano; rápidamente me dio otro y otro y todos pasaban de largo sin poder acertar en la entrada de mi agujero.

Le pedí que lo hiciera despacio.

Se detuvo, tomó su colosal instrumento con la mano, ubicó mi agujero, colocó la enorme cabeza en la entrada y procedió a empujar con fuerza, ya no embistiendo sino sólo presionando con mucho vigor. La cabeza de su rico falo empezó a taladrarme, pero mi esfínter, aún en contra de mi voluntad, se resistía a darle cabida a su visitante desconocido.

Yo respiraba profundamente, tratando de relajarme con el propósito que mí esfínter permitiera la entrada de ese enorme miembro sin que me causara dolor o ardor. Pero no entraba, sentía que no cabía esa tremenda cabeza en mi pequeño agujero aún virgen y eso me estaba angustiando, tenía temor que me rompiera alguna parte interna de mí recto y que me provocara alguna herida, lo cual hubiera sido tremendamente fatal. Él gemía y sus bramidos eran fácilmente escuchados por quienes estaban jugando cartas, que sonreían.

Sentía un dolor intenso que se mezclaba con ardor. Él insistía en presionar, hasta que entró completamente porque esa enorme cabeza de carne dura estaba hurgando y revolviendo mis intestinos y siento sus testículos en la puerta de mi ano, golpeando mis nalgas. El dolor y ardor eran intensos.

Le pedí que se detuviera un poco o que lo hiciera despacio para darle tiempo a mi ano a que se fuera acostumbrando o acomodando al enorme visitante que tenía, pero él seguía con el mismo ritmo violento.

Después de un rato de rodillas, bien enhebrado y sintiendo aún la incomodidad, tome la decisión de sacarme su verga para obligarlo a cambiar de posición, por una que fuera menos dolorosa.
Cuando él hizo su movimiento para atrás yo me hice hacia delante lo que permitió se me saliera su verga, momento que aproveche para ponerme recostado de lado y le pedí que lo hiciera así en la posición de la cuchara, postura que, había leído, me permitiría tener una posición más cómoda ya que es recomendable como postura de inicio del acto sexual anal o para aquellas personas que no hayan tenido sexo anal anteriormente.
Me pidió que me acostara; mis nalgas y por su puesto mi ano quedaron al final de la cama exactamente en frente donde él estaba. Me levantó las nalgas y me puso una almohada debajo; me levantó mis extremidades inferiores a la altura de su cintura y las sujeto halándome hacia él.

De nuevo me introdujo su enorme pene que entraba ya sin tanta dificultad. Fue una penetración muy profunda. Su tremendo mástil cabezón, así como estaba grande y duro se deslizaba con suma facilidad por mi orificio hasta el fondo y reinició sus furiosos movimientos lo que me producía una sensación rara de morbo sintiéndome enhebrado, como una verdadera hembra; y la penetración ya no era doloroso, aunque todavía sentía un leve ardor.

En esa posición me daba tremendas embestidas, con mucha fuerza sin descansar y por la presión y estimulación que estaba ejerciendo su enorme verga sobre mi próstata, tenía la sensación que me iba a orinar y le pedí que me la sacara para poder hacer esa necesidad.

-Ya voy a acabar- me dijo.

Por la fuerza y violencia con la que me estaba follando, creí que ya estaba por expulsar sus tremendos chorros de semen. Pero después me doy cuenta que no era así, ese sólo era el principio, pues faltaba mucha más acción.

Todo ese tiempo ensartado por su tremenda verga hasta el fondo de mi conducto rectal, había mantenido los ojos cerrados o si los habría no miraba para ninguna parte en particular y menos a él, pues aún tenía vergüenza por lo que estaba permitiendo que me hiciera y la posición en que me tenía.

De pronto detuvo sus furiosos movimientos y colocó mis extremidades inferiores sobre sus hombros; me pidió que le pasara los pies alrededor de su cuello y que le mirara a la cara; con mis piernas a la altura de su cuello, le permitió a él mejorar el ángulo de penetración, que fue más vertical y profunda.


No recuerdo que, hasta ese momento, haya estado disfrutando de esa tremenda follada que me estaba dando, más bien creo que aún trataba de encontrar cuál era mi ganancia de estar ahí enhebrado con tremendo mástil hurgando en mis entrañas, aunque sí recuerdo que tenía claro que estaba cumpliendo mi fantasía; se me estaba haciendo realidad un sueño, al menos la felación que le hice la había disfrutado; su polla enorme me pareció deliciosa y eso me tenía satisfecho.

También recuerdo que estaba satisfecho porque mi cogida se estaba consumando en condiciones bastante aceptables, con seguridad, en el extranjero y con un extranjero, lo cual me garantizaba mi anonimato; él y sus atributos (especialmente su monumental verga), era fantástica e ideales para mí, que era la primera vez.

De ahí que cuando me puso “armas al hombro” y me pidió que lo mirara, no me resistí, estuve dispuesto a satisfacerle de inmediato. Si había mantenido cerrado los ojos y, en especial, deliberadamente no lo miraba era por la vergüenza que sentía ante él y conmigo mismo. Creo que con las características y atributos que él tenía y que los estaba poniendo a prueba, si merecía que lo contemplara porque en verdad era todo un semental; tenía una buena verga en tamaño y grosor; el aguante para prolongar por bastante tiempo el acto sexual y por la fuerza y violencia que ponía en cada movimiento sin desmayar. Creo que si me hubiera pedido una sesión de besos o que le diera más sexo oral, también se los hubiera dado porque se lo merecía.

Al mirar su rostro, me pareció que la estaba pasando de lo mejor, estaba disfrutando; se estaba dando un banquete conmigo y en especial con mi agujero pues lo estaba desvirgando, aunque lamentablemente no hubo sangre como me hubiera gustado para sentirme como una verdadera hembra desvirgada por su macho.

Al penetrarme más profundamente, creo que lo calentó más y sintió más satisfacción porque se recostó sobre mi pecho y me toco, acarició, apretó, beso, chupo y lamió mis tetitas; las beso, chupo y lamió por unos instantes que me parecieron sencillamente deliciosos. Ello me sorprendió porque hasta ese momento ninguno había hablado de caricias y besos. Nada más las que fuesen necesarias como parte de la felación que se había cumplido y creo que ambos estábamos satisfechos con ello.

Capítulo V

Después de varios minutos en esa posición, de pronto detuvo sus furiosos movimientos y me pidió que me diera vuelta o sea que me pusiera de bruces, pero con la condición que no se le saliera su pene de mi ano.

Me dispuse a complacerlo y tomando en cuenta el espacio de la cama, decidí girar mi cuerpo hacia el lado izquierdo. Para ello baje mis pies de su cuello e inicie el movimiento muy despacio. Primero encogí mi pierna derecha y muy despacio la pase, a la altura de su estómago, para el otro lado. Simultáneamente iba girando mi cuerpo hacia el mismo lado tratando de alcanzar la posición que me había pedido; una vez logré pasar mi pierna derecha, deslice la izquierda para el lado contrario y quede embrocado con las piernas abiertas ofreciéndole mis nalgas y mi ano; me acomode poniendo mis brazos arriba de mi cabeza, abrazando una almohada, tratando de cubrir mi cuello.

Durante el movimiento que hice, su miembro permanecía dentro de mí recto y en ningún momento se salió.

Con sumo cuidado y sin sacármela, él se acomodó entre mis piernas; me las haló y levantó levemente hacia su pelvis, sobre sus muslos de manera que la entrada de mi ano le quedó justa en el tronco de su verga. Una vez cómodo, sin perder tiempo reinició su endemoniado ritmo empujando su verga hacia el fondo hasta hacer contacto con mis intestinos.

Después de unos minutos en descomunal faena detuvo sus violentas y enérgicas acometidas. Despacio me sacó su enorme mástil y retiro sus piernas de la posición en que estábamos; mi estómago y pelvis quedaron apoyados en la almohada; me pidió que cerrara las piernas con lo cual también se juntaba o estrechaba la ranura de mis nalga y se cerraba la entrada de mi ano.

Lo hice sin poner resistencia. De hecho tan solo una vez me negué a hacer lo que él me pidió. En todo lo demás le complací. Él era el hombre, el que tomaba la iniciativa, que mandaba, el macho que tomaba las decisiones; yo era la mujer sumisa; estaba haciendo el papel de hembra a quien estaban cogiendo y desvirgándola; estaba caliente por sentir y disfrutar de una buena verga dentro de mí entrañas y que por eso obedecía sin chistar.

Debo confesar que me sentía dominado por él, quizá por mi inexperiencia o por mi calidad de extranjero o era porque estaba contento por la suerte que había tenido de encontrar una pareja nada despreciable ni desde el punto de vista físico, ni del tamaño de su verga ni de su resistencia. Hubo momentos en que me sentí una verdadera hembra y que no estaba dispuesta a perder la ocasión de disfrutar mi fantasía y ello significaba que debía probar y disfrutar el momento y las distintas posiciones que quería el semental que me había tocado en suerte.

Ahora él se sentó sobre mis piernas y nalgas; nuevamente sentí cuando puso le enorme cabeza de su verga entre la ranura de mi trasero buscando mi orificio rectal. En la posición anterior, con mis piernas bien separadas le proporcionaba un ángulo abierto y le facilitaba una penetración profunda; ahora con mis piernas cerradas, aunque la penetración continuaba siendo profunda, la situación era distinta porque significaría que él tendría algún grado mayor de dificultad para penetrarme yo para albergar, al menos la entrada de su cabeza, de su enorme miembro. Sin embargo, dado que mi esfínter estaba totalmente dilatado, no le costó mucho trabajo encontrar el agujero y de nuevo ahí va su enorme cabeza de color rosa pálido ensanchando la entrada y abriendo camino para que tuviera vía libre, hasta el fondo.

Fue una penetración muy profunda y vertical con su fenomenal trozo duro, templado e hirviente. Él continuaba con su ritmo de empujarme su verga hasta el fondo y yo tratando de resistirla y disfrutarla. Ya no dolía ni ardía, creo que mi agujero ya estaba totalmente acostumbrado a albergar su enorme visitante grueso y cabezón por lo que me dispuse a disfrutar ese subliminal acto de sexo y lujuria, en un caso muy especial porque era con otro hombre, que me estaba cogiendo con su descomunal verga haciéndome gozar de un acto sexual que nunca había probado.

En ese momento lujurioso y de emoción al máximo, dándose un verdadero banquete con mi agujerito y tratando de llegar al climax, me dio otra muestra del enorme gozo que estaba teniendo y que no obstante el trato un poco osco, violento o sin delicadezas que me estaba dando, comprendí que no estaba hecho de piedra, que al final era un hombre.

Con voz jadeante me dijo:

-Que rico culo tenés-,

-¿Te gusta mi verga?-

-¿Te gusta que te coja?-

No le contesté, sólo creo que me sonreí o quizá asentí con la cabeza, dándole mi aprobación.

Esas manifestaciones fueron producto del momento emotivo y placentero que estaba teniendo y realmente me hicieron gracia, porque eso que tuviera un rico culo, era una afirmación que solamente él podía hacer, porque era quien lo estaba disfrutando.

Lo de gustarme su verga, creo que si era verdad. Aún cuando no conocía otras más que la mía, puedo afirmar que él tenía una hermosa herramienta, grande, gruesa, cabezona, de color rosado pálido, curvo y podría agregar que además estaba rica y deliciosa ya que la había disfrutado divinamente.

Creo que me sonreí porque si estaba satisfecho y hasta se puede decir emocionado con la parte que me había tocado, según pensé en un instante cuando la miré, toqué y saboreé por primera vez. Me considere afortunado porque me había ganado el número premiado de la lotería. En realidad era mi primera experiencia con un hombre; mi ano era hasta ese momento virgen.

Ahora, en lo de gustarme que me cogiera, pues hasta ese momento no lo tenía claro que me fuera a gustar. Sin embargo, también me hizo gracia, porque precisamente estaba ahí, con él, permitiendo que me follara porque quería experimentar el placer se siente con una verdadera y descomunal verga y la verdad, creo que también me gusto; no puedo dejar pensar en que me gustó el acto y la persona con quien lo hice. Creo que efectivamente, ese era un día de suerte para mí, porque el número de la lotería me salió premiado y con el premio mayor.

Otra vez me pidió que lo mirara a la cara, pero en esta ocasión, debido a que estaba de bruces sobre la cama, lo tenía que mirar a través del espejo que había puesto en la cabecera de la cama. También lo complací sin protestar, aunque sólo lo hice por unos instantes de manera fugaz. Él sentado sobre mis nalgas y piernas, continuaba empeñado en mantener su miembro dentro de mí, sin perder un segundo en su rítmico y clásico moviendo, me estaba “midiendo el aceite”.

Con voz jadeante, me atreví a pedirle que acabara.

-Ya falta poco-, me dijo y siguió con su ritmo de mete-saca.

Se embrocó sobre mí y me beso la espalda. Sentí sus labios, su boca y su lengua caliente sobre mi espalda, por los hombros, el cosquilleo que me producía sus bigotes recortados y su respiración bien agitada sobre mi cuello.

Estando en esa posición se percató que detrás de la cortina que yo había bajado para tapar posibles agujeros en la madera, estaba otro espejo. Me sacó su verga de manera casi violenta y se dejo escuchar el clásico sonido de “plock”. Se puso de pie, se dirigió hacia la cortina, la levantó dejando descubierto el espejo, regresó, se subió a la cama de nuevo, se agarró con su mano su precioso y descomunal miembro y buscó nuevamente mi ranura entre mis nalgas y de inmediato encontró mi agrandado y profundo agujero.

Dado que tenía mi ano muy lubricado y mi esfínter estaba totalmente dilatado, se le facilitó que me volviera a ensartar su enorme verga, sin mayores dificultades ni esfuerzos ni para él en su tarea de empujar ni para mí para darle albergue a semejante criatura.

En unos segundos me tenía nuevamente ensartado en su enorme estaca hasta lo más profundo y nuevamente a bombearme para tomar el ritmo en busca de satisfacer su necesidad de eyacular dentro de mis entrañas, aunque sea dentro del preservativo

Capitulo VI

Después de un largo rato una vez más me saco su enorme instrumento; sentí alivio por ello pero estaba claro que éste no era el final ya que yo sabía que él no había acabado, solamente se trataba de cambiar de la posición en que me encontraba para otra que él quería.

Me pidió que volviera a la misma posición de “perrita” que me puso o tuvo al inicio.

Me levante; me incorporé a medias para ponerme en esa posición. Cuando lo miré parado al borde la cama pude apreciar que su monumental pene aún estaba muy saludable, se veía erecto, imponente, robusto, rojo, con la cabeza ensanchada o quizá inflamada, apuntando hacia delante en toda su plenitud, conservando su dureza, grandeza y rigidez. Realmente estaba impresionante y yo, no puedo describir si estaba más aterrado por lo que continuaba o faltaba todavía o estaba emocionado por la descomunal verga que me estaba disfrutando y que no daba indicios de cansancio o agotamiento.

De nuevo me tomó, abrió y acomodó las piernas y los brazos tratando que mi agujero le quedara en la mejor posición; y cuando consideró que mi agujero estaba en la posición y altura apropiada, me colocó la enorme cabeza de su verga en la entrada de mi culo y empujo; no recuerdo si la presión ejercida fue violenta o suave, porque dado el agrandamiento de mi esfínter, éste no puso resistencia y me la introdujo sin mayores esfuerzos para ambos; pronto estuvo hasta el fondo revolviendo mis intestinos, porque sentí el contactos de sus testículos en mis nalgas y reinició su movimiento clásico empujando y sacando su enorme y delicioso pene, con mucha energía y virilidad, como si este fuera el principio.

Ese miembro duro, cabezón y grueso entraba hasta el fondo por el conducto de mi recto, sin mayores complicaciones y quizá hasta con cierta facilidad.

Después de un rato follándome con su ritmo violento, me pidió que lo ayudara, que moviera mi cuerpo y por supuesto mi culo de adelante y hacia atrás para que fuera yo mismo el que me clavara su enorme trozo de carne caliente.

Fue otra orden a la que no me resistí. No puse objeción y de inmediato lo complací. Yo mismo empujaba mi cuerpo para ensartarme su estaca y para adelante teniendo el cuidado que esa ricura no se saliera de mi ano.

La verdad ya no dolía, talvez una pequeña incomodidad por la presión que ejercía la cabeza sobre mi próstata y algún leve ardor. Sentía alguna satisfacción, aunque continuaba descontento porque no alcanzaba a experimentar las expectativas que me había imaginado.

Simultáneamente con los movimientos que estaba haciendo hacia delante y hacia atrás decidí contraer mi esfínter, apretándole o exprimiéndole su verga, tratando de alcanzar mayor satisfacción, también esperaba que con ello le diera a él acabara más rápido.

Sentí como lo disfruto porque pegó unos pequeños gritos de satisfacción y se recostó sobre mi espalda y me la besó nuevamente y me repitió:

-que rico culo tenes

-que rico lo haces.

Nuevamente no le conteste, pero ambas exclamaciones las tome como un agradecimiento de su parte, porque en ellas estaba reconociendo que le estaba dando una tremenda satisfacción, con quien la suerte había querido que compartiera ese momento y se hiciera realidad mi sueño.

Continúe empeñado en cumplir con la tarea que me había encomendado y le puse más fuerza a mis movimientos para adelante y para atrás y al mismo tiempo, contrayendo mi esfínter para apretarle su enorme verga que ya no la sentía tan cabezona, ni tan grande ni tan gruesa, no obstante que continuaba dura y bien erecta como al principio.

En ese momento y en esas circunstancias le estaba encontrando el lado positivo y me estaba gustando la penetración porque ya no sentía ni dolor ni ardor, ni las ganas de orinar, solo pensaba en el morbo de cómo me tenía enhebrado con su enorme verga. Incluso ya no me preocupó que sus gemidos fueran escuchadas por los empleados de la pensión. Eso ya no tuvo importancia, era más interesante disfrutar el momento, la tremenda o soberana cogida que me estaba proporcionando.

Llegó el momento culminante; el climax, el orgasmo o la eyaculación. En ese momento nada me hubiera hecho más feliz que sentirme hembra y recibir los tremendos chorros de semen que estaba expulsando mi macho dentro de mis entrañas, pero eso era imposible, porque no soy una mujer y lo estábamos haciendo con preservativo. Él pego unos gritos o exclamaciones de satisfacción y sentí cómo su verga se contraía y me lo imagine que en ese momento estaba vomitando los chorros de semen.

Instantes después se quedó quieto, resoplando, con su respiración agitada pero aún sentía su polla adentro; después pude sentir como se iba aflojando, como fue perdiendo dureza y me la fue sacando despacio, sin prisas. Estaba jadeante y sudoroso; yo también estaba jadeante, sudoroso y agotado.

Él estaba de pié, sólo se alejó de la cama para permitir que yo me incorporara y me bajara; se quitó el preservativo que, según lo pude ver de manera fugaz, había mucho semen y lo tiró a una caja de cartón que hacía de basurero.

Yo también me incorporé, aún tembloroso, asustado y creo que contento, me dirigí hacia donde estaba el rollo de papel. Me envolví papel en la mano y me limpie la crema que tenía en mi ano y entre las piernas. Al momento de limpiarme, pudo tocar mi agujero y lo sentí bien ensanchado, lo palpe con una entrada grande, aunque no dolía ni ardía. Ambos nos vestimos de prisa.

No hubo comentarios. Salimos de la pensión, yo detrás de él. Me dijo, buscamos un taxi y en el primero que pase te vas, yo esperare otro, porque vamos en rumbos distintos.

Se aproximaba un taxi y le hicimos la señal de alto y paró; abrí la puerta del auto me subí en la parte de atrás, nos dimos la mano sin decirnos otra cosa; le dije al taxista hacia donde me dirigía, arrancó y nos fuimos. Volví la vista hacia atrás y aún pude ver que estaba caminando hacia la otra dirección.

El taxista un poco curioso me pregunto que andaba haciendo en esa zona tan peligrosa, era una situación un poco embarazo para mí y no tenía ninguna excusa y no se me ocurría ninguna mentira y decidí no contestarle, pero como insistió, se me ocurrió decirle que mi amigo me había solicitado que lo acompañara a hacer una gestión por esa zona, que precisamente por ser tan peligrosa, no se atrevía a ir solo, lo cual me pareció que lo dejó satisfecho.

Epílogo

Llegué al hotel y lo primero que hice fue tomarme un trago doble de wisky.

Me desnudé, me metí a la regadera y me bañe muy despacio, deje caer bastante agua, sentía que necesitaba algo refrescante que me aliviara o me hiciera sentir mejor.

Me estuve tocando mi agujero que lo sentía adolorido, ardiente y abierto. Me lo toque varias veces y continuaba ensanchado.

Cuando salí de la regadera me puse mi ropa para dormir, me eche mucha crema en mi ano y me tome más de media botella de wisky.

Al acostarme me volví a poner más crema y me quede dormido, que creo que eran más de la doce de la noche.

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Comentarios enviados para este relato
sexyboy017 (5 de June de 2010 a las 02:37) dice: bueno y creible pero es un relato no un testamento jejejejejeje si me gustooo

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:15) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:47) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

Sereja (11 de March de 2010 a las 06:20) dice: Buen relato, me recuerda mucho a mis experiencias gay


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