Pero Christian era un maldito bastardo y jugó el juego que más le gustaba, el sitio era acogedor, hacía calor, me invitó a dejar la roja chaqueta sobre una de las sillas, pequé de inocente, fuimos a recorrer las habitaciones, él se acercaba demasiado y yo me esforzaba por mantener distancias y concentrarme en el trabajo.
Relato
CUESTION DE TAMAÑOS
No habían pasado muchos hombres por mi vida, no soy de esas que en el primer encuentro terminan en la cama y necesito cierta afinidad para hacerlo.
Tenía un poco más de veinticinco cuando me casé con Esteban, mi esposo hasta el día de hoy, pronto llegarían nuestros dos hijos, cuando aún no cumplía treinta.
Y no tenía motivos para quejarme, una madre feliz, buena y fiel esposa, solo tenía ojos para mi familia y mi vida giraba en torno a ellos, digamos una típica historia, una vida sin sobresaltos.
Al llegar a los treinta y cinco mis niños ya estaban bastantes crecidos como para buscar mi futuro fuera de casa, la situación económica no era lo mejor por esos días y un nuevo ingreso monetario se hacía más que necesario.
Por recomendación de una amiga entré a trabajar en una importante inmobiliaria de la zona, así que dejaba los chicos con mamá mientras yo cumplía con mis nuevas obligaciones.
Como dije, la inmobiliaria era bastante importante y popular, cada uno atendía solo una parte del porfolio, por lo que pronto me asignaron una cartera de clientes, con lo cual se pretendía un trato un poco más personalizado y cálido.
Así entre tanta gente, conocí a Christian Miralles.
Christian era un joven de no más de treinta años, un tipo tocado por la barita mágica del destino, siempre vivió en la opulencia de su padre, quien tenía dinero para vivir diez vidas seguidas. Supe que entre otras, tenía inversiones en siembras, en coches, en bodegas vitivinícolas y obviamente en el ramo inmobiliario.
Cuando me hicieron cargo de su cuenta tenía cerca de cuarenta propiedades ofrecidas en alquiler y su hijo era quien se hacía cargo de toda esta porción del negocio, era con quien negociaba los valores, con quien discutía los problemas, era quien manejaba el dinero y era el referente de toda la situación
Christian era un muchacho pedante, empapelado en sus billetes, se notaba que le gustaba vivir la vida y prefería pasar largas horas en gimnasios, broncearse al sol y disfrutar copas con amigos y mujeres. Siempre venía en su coche descapotable, con un look informal y siempre con una compañera nueva de turno.
El desgraciado parecía ser un afortunado en todo sentido, era un tipo muy bonito, alto, rubio, de cabellos enrulados, ojos delgados, de mirada penetrante, una mandíbula cuadrada, demasiado varonil, de labios perfectos que parecían dibujados a mano, de ancha espalda y gruesos bíceps en los que lucía llamativos tatuajes, usaba un perfume importado que era imposible no sentirse abstraída por el mismo.
En algún punto el me intimidaba, porque su acostumbrada soberbia lo hacía sentirse en un plano superior, él me hablaba en forma cómplice y sugerente, de esa forma que las mujeres sabemos que es peligroso seguir el diálogo, estaba claro que su objetivo final era llevarme a la cama, se respiraba en el ambiente en nuestros encuentros.
El me miraba como mira un lobo a una oveja, y yo no intentaba provocarlo, es que soy bastante culona y tengo pechos grandes y debía usar un uniforme rojo furioso de la oficina de trajecito y pollera a media pierna que me hacía ver demasiado llamativa, pero no podía hacer nada, todos usaban uniforme rojo ya que era el color del logo de la empresa.
El me desnudaba con la mirada y me seducía con las palabras, muchas veces me hablaba con la vista fija en mis tetas, si ningún pudor, sin ninguna vergüenza.
Y yo me dejé llevar por toda la situación, me sentía halagada que un bombón así se fijara en mí, aunque yo lo tomara como un juego de eterna seducción, porque estaba segura que solo sería un juego, ni siquiera evalué en algún momento hablarlo con Esteban, mi esposo.
El bastardo además, sugería cada tanto en voz baja que tenía un pene enorme, incluso acomodaba su entrepierna en forma exagerada, jugando a que yo no lo estuviera observando, a mí me provocaba risa y si bien el tamaño no era relevante siempre pensaba para mis adentros ‘tiene plata, tiene pinta, y encima, una pija enorme, hay gente con suerte en este mundo’
Pero el límite entre el juego y el pecado estaba más cerca de lo que imaginaba…
Esa tarde habíamos quedado en ver una de sus propiedades, un loft que había comprado un tiempo atrás, que había modificado y que ahora deseaba alquilar, quedamos en encontrarnos a las cinco de la tarde, solo el, solo yo, en una rutina que ya habíamos realizado muchas veces, tanto con el como con otros clientes, era parte de mi trabajo.
Él se ofreció llevarme con su coche, pero preferí agradecerle e ir en el mío, para que las cosas no se mal interpretaran.
Pero Christian era un maldito bastardo y jugó el juego que más le gustaba, el sitio era acogedor, hacía calor, me invitó a dejar la roja chaqueta sobre una de las sillas, pequé de inocente, fuimos a recorrer las habitaciones, él se acercaba demasiado y yo me esforzaba por mantener distancias y concentrarme en el trabajo.
Al llegar a la cocina, abrió la heladera y sacó una botella de vino tinto, le dije que no bebería, obviamente había estudiado la jugada, en un sitio para alquilar, los artefactos eléctricos están desconectados, le repetí mi negativa, que no se molestara pero el pareció no escucharme, sacó dos copas, las llenó, me alcanzó una y me dijo
Hazte un favor, prueba esta exquisitez, es de lo mejor de la bodega de mi padre…
Bueno, una copa no me mataría, y en efecto era exquisito, a la primera siguió la segunda y luego la tercera, rápidamente se me subió a la cabeza, reímos, poco a poco caí en su tela araña…
En la cuarta copa simuló un desliz y el vino cayó sobre mi blanca camisa, el tinto transparentó la seda y el frío invadió mis senos, me pidió disculpas por su torpeza, tomó una servilleta y refregó sutilmente mis tetas, en ese punto me sentí perdida, estaba mojada, caliente, embriagada, sentía los cachetes ardidos y que todas mis defensas de tantas arremetidas de meses y meses estaban a punto de caer…
Me dijo que la lavaría en el lavarropas, lo dejé desabrochar botón tras botón con mi mirada clavada en la suya, me tomó de las nalgas y me arrastró contra su cuerpo, me paré un puntas de pies y alcancé su boca en un pecaminoso beso, profundo y eterno, que me sacaba de la rutina de la vida conyugal.
A los besos siguieron las caricias, el deseo, la locura, sus manos recorriendo mi cuerpo, su verga que se endurecía bajos las ropas, refregándose en mi ombligo, en mi vientre, mi concha inundándose en deseo, mis pezones hambrientos aun bajo el sostén, nuestra respiración entrecortada, aflojó con delicadeza el cierre de la pollera y me desnudó lentamente, le llevó hasta la mesa, me giró, me inclinó y sacó mi bombacha, lo dejé hacer, sus manos recorrieron mis grandes nalgas y sentí su lengua en mi intimidad, lamió mi concha, mi culo, mi clítoris, solo deseaba que me penetrara.
Volvió a girarme, me levantó un poco para que me sentara sobre la mesa, terminó de desnudar mis senos y me comió las tetas a besos, jadeaba como poseída, le imploré
Cógeme maldito, cogeme…
Estás preparada? – preguntó con ese aire de fanfarronería que lo caracterizaba.
Tomó distancia, aflojó su jean, se lo sacó rápidamente junto a su calzoncillo, mis ojos se abrieron de tal forma que el solo volvió a reír, el hijo de puta tenía terrible verga, era enorme!!! En mi vida había visto algo así, era más del doble y por mucho del largo que la de mi esposo y de cuanto hombre me hubiera acostado, gruesa como mi antebrazo, una barra de carne amenazante, me quedé observando ese monumento como una tonta, incrédula, con la boca abierta, sin dudas me destrozaría…
Él tomó un preservativo y comenzó a desenrollarlo, cubriendo con trabajo su verga, cuando llego al final aun le quedaban unos cinco centímetros por cubrir.
Se acercó a mí, levantó mis piernas hacia atrás, haciéndome recostar el borde de la mesa, me sujeté con fuerza y me preparé para la embestida, cerré los ojos, Christian refregó entonces su falo tan largo como era sobre mi clítoris, una y otra vez, una y otra vez, al fin buscó centro y lentamente lo introdujo en mi interior, era tan gordo que creí desmayarme de placer, empezó a moverse hacia atrás y hacia adelante llegando en lo profundo de mi caverna, en cada empuje parecía matarme, no me hacía suspirar, no me hacía gemir, me hacía gritar, parecía destrozarme el útero y comencé a sentir orgasmos tan profundos como nunca había sentido.
Pasé una mano bajo mi pierna y tomé la base de su tronco acariciándole las bolas, él me dijo entonces
Te gusta mi pija? te gusta mi pija?
Si!!! – grité un tanto inconexa – meté… mela toda! ayyy!!!! róm… rómpeme ayyy!!! toda!
Y mientras lo decía tiraba de sus bolas hacia mi concha, para obligarlo a cerrar distancias, con mi mano libre refregaba mi clítoris mientras sus dedos jugaban con mis pezones. Exploté de una forma increíble, como nunca lo había sentido en mi vida, una lágrima rodó por mi mejilla.
Entonces se retiró y se sentó al costado, sobre un sillón, con sus piernas abiertas y su verga erguida me dijo
Vení, quiero verte trabajar un ratito…
Bajé de la mesa y fui sobre él, le di la espalda, mi culo quedó ante sus ojos, me senté lentamente sobre su verga, me dejé caer poco a poco, un poco más, un poco más, hasta lograr que la entrada de mi argolla llegara a sus bolas, nunca había imaginado ser tan flexible, pero me comía por completo ese monstruo.
Ahora era mi turno de moverme, primero lentamente, entrando y saliendo, luego más rápido, y más, un doloroso placer me invadía y fui más fuerte, y más, y más rápido y más… solo quería pija y más pija.
Él me tomaba de las caderas y me tiraba hacia abajo, no hacía falta, me encantaba, al fin lo sentí venir, aceleré el ritmo y lo hice acabar todo en mis entrañas…
Cuando todo terminó comencé a recoger mis prendas mientras él retiraba el preservativo lleno de semen con una sonrisa en los labios, adiviné sus pensamientos: ‘otra más para mi colección’.
Fue raro, era mi primera infidelidad, no sentí culpa, no sentí remordimientos, solo sentía una calentura de ninfómana que nunca había sentido.
Esa noche cogí con Esteban, mi esposo, pero no era lo mismo, lo amaba, es cierto, pero una cosa era el amor, otra el sexo…
Al día siguiente, al levantarme solo pensaba en la pija de Christian, no podía hacer otra cosa, me sentía húmeda y con ganas de masturbarme, sin que mi esposo lo notara me puse un sugerente conjunto de ropa interior, por si lo necesitara…
Pasado el almuerzo no puede esperar más, llamé a Christian y le sugerí volver a encontrarnos, misma hora, mismo lugar, para arreglar unos detalles, el entendió mi indirecta y todo volvería a darse…
Esa tarde no habría preámbulos, fue amor animal, salvaje, casi sin palabras nos arrancamos las ropas, me tiró sobre la cama, me comió las tetas con paciencia, saboreó un pezón, el otro, me adulaba, estaba derretida por él, le pedí chuparle la verga, se acomodó de manera de poder tener su sexo en mi boca, y el mío en la suya.
Christian me empezó a chupar la concha mientras yo le lamía la verga, me costaba concentrarme en ambos frentes, pero su pija era tan grande que no podía comérmela, lamer ese glande gordo, recorrer ese tronco con mi lengua de punta a punta en una devoción eterna…
Él fue más perseverante y se llevó el premio, lamió mi clítoris con tanta insistencia que no pude seguir chupando y solo me concentré en mi propio placer, exploté en su boca. Le pedí que me cogiera, que me cogiera toda…
Con fuerzas me puso boca abajo y ahora acariciaba mis nalgas que quedaron a su merced, estaba entregada y preparada para recibirlo, se puso sobre mí para cabalgarme, fue entonces cundo de improviso escupió en mi culo y casi de golpe enterró un par de dedos, me sobresalté y exclamé
No! no! pará… que haces, estás loco?
Pero el me mantenía con fuerzas y seguía jugando con mi esfínter, por lo que reclamé con mayor insistencia
Te dije que no!!! la cola solo se la doy a mi marido! es de mi marido! estoy casada!!!
Pero Christian no pensaba ceder, apoyo la punta y empujo, yo seguía negándome como podía, mi esfínter comenzó a doler, mis súplicas se mezclaron con dolor, pero las cartas estaban echadas…
El bastardo me la puso en el culo, lo sentía abrirse como nunca antes, y se dejó caer hasta metérmela hasta el fondo, era grandiosa…
Mientras me la daba por el culo recostó su pecho sobre mi espalda y comenzó un juego hablándome al oído
Y te gusta?
No… es solo… de mi… marido… ayyy!!!
Me parece que si te gusta, putita…
Mmmm… ayy… que grande es…
Y ahora es mío, no es más de tu marido… no es cierto?
Siii… mmm!, ahora es tuyo…
Y te gusta que te lo rompa todo?
Siii!!! Rompémelo todo y llenámelo de leche…
Ese juego dialéctico me calentaba tanto que sin darme cuenta él había dejado de moverse y era yo quien levantaba y bajaba mi trasero para que su verga se moviera en mi interior, estaba poseída…
De pronto salió de su posición y vino sobre mi rostro, se estaba acabando, me enterró la verga en la boca y me la enterró hasta el fondo, su semen caliente y pegajoso saltó en mi esófago, lo dejé hacer, sentí al amargor en lo profundo de mi garganta…
Habíamos terminado y nuevamente me sentía caliente, ninfómana, solo quería su verga, y después de ese momento asumí que le permitiría cualquier cosa, lo que quisiera, no importaba cuanto me rebajara...
Y todo se transformó peligrosamente en mi vida, se me hizo una adicta rutina, me cogía a diario, y todos mis huecos fueron suyos, empecé a dejar a mi esposo en segundo plano, a mis hijos, a mi trabajo, hubiera dejado todo para irme con él, donde fuera, se transformó en eje de mi vida, en centro de mis pensamientos, en fuente de mi placer.
Pero para Christian solo era una más, un pasatiempo, y cuando se cansó de mi empezó a poner distancias y excusas, y yo me empecé a sentir rechazada y el miedo a no poder disfrutar esa pija enorme se hizo latente.
Opté por acosarlo, por amenazarlo, por buscar escusas para encontrarme a solas con él, en cualquier lado, en cualquier momento, me di cuenta que necesitaba el placer de esa verga como agua en el desierto, no quería ceder, estaba despechada…
Hace un par de meses que Christian está en Europa, parte por negocios, parte por deshacerse de mí, en mi hogar todo sigue como siempre, Esteban es demasiado ingenuo como para sospechar nada y poco a poco empiezo a resignarme y a tratar de redescubrir mi sexualidad, aunque noche a noche sueñe con ese fanfarrón que me llevó al infierno…
SOLO MAYORES DE EDAD
Si tienes comentarios, sugerencias al respecto puedes escribirme con título ‘CUESTION DE TAMAÑOS’ a dulces.placeres@live.com
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513555 veces