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DE CÓMO ME CONVERTÍ EN UNA PUTA Y ME GUSTÓ

Relato enviado por : gustavo8000 el 19/11/2011. Lecturas: 20678

etiquetas relato DE CÓMO ME CONVERTÍ EN UNA PUTA Y ME GUSTÓ   Fantasías .
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Resumen
El alcohol es malo, y los pinchazos en las ruedas a las tantas de la madrugada, también. Esta es la historia de cómo un pinchazo supuso que me hiciese toda una puta y me desvirgaran analmente, y como pasé la noche más guarra e increíble de mi vida.


Relato
Hola, me llamo Natalia, Nati para los amigos y les contaré lo que me sucedió la semana pasada, y que cambió mi vida. Pero primero les cuento de mí. Soy morena de pelo, piel blanquita, de estatura mediana, tirando a delgadita, pero con unas tetas muy grandes, es más, excesivamente grandes para mi cuerpo, según creo yo. Vivo en Puerto de Sagunto, una localidad cercana a Valencia (España).
La historia que paso a contarles a continuación ocurrió el viernes pasado. Esa noche había quedado con unas amigas para salir en Valencia. Me vestí con una minifalda cortita y una camiseta bastante escotada, muy provocativa: me gustaba destacar mi mejor arma. La noche fue muy divertida, e incluso estuve a punto de ligar con un apuesto chico, pero no pudo ser porque se hacía tarde. Quería acostarme pronto para al día siguiente levantarme pronto y aprovechar la mañana adelantando unos trabajos que tenía que presentar en fechas cercanas. Así que con el calentón, y un par de copas de más, todo hay que decirlo, me fui a buscar el coche.
Dejé a mis amigas en casa y enfilé la autovía que lleva desde Valencia a Sagunto. Andaba un poco afectada por el alcohol, aunque podía conducir bien si iba despacito. Un poco antes de llegar a Sagunto, me salí de la autovía para coger una carretera que me llevaría directa al Puerto de Sagunto. La carretera era estrecha y curvada, con campos de naranjos a ambos lados. Al par de minutos, de repente, el coche empezó a hacer un extraño ruido, seguido de unos pof-pof y comenzó a perder velocidad. Tan solo pude pararme en un hueco que se abría en la carretera, bastante oscuro. ¡Me había quedado sin gasolina!
¡Vaya fastidio!: tirada en mitad de una comarcal a las tres de la mañana, a medio camino entre la nada (campos de naranjos) y el Puerto de Sagunto. Pensé en llamar a mis padres o a algún amigo, pero estarían todos durmiendo y preferí no avisar a nadie. Sacar a mi padre por quedarme sin gasolina y medio borracha era bronca segura, así que decidí esperarme a ver si alguien pasaba y me acercaba a una gasolinera.
Con la mala suerte –o buena, según se quiera leer- de que a los cinco minutos, vi unas luces acercarse por la carretera. Al acercarse a mí, redujeron la velocidad, y un turismo de aspecto deportivo se detuvo delante de mí. Bajaron una ventanilla y me acerqué a ellos para pedirles ayuda. Pero cuando iba a explicarles mi situación, no me dejaron ni empezar.
-Mmmh, ¡mira que tenemos aquí! – dice el conductor. Él y su acompañante (son dos los ocupantes del vehículo) rieron. Eran dos chicos jóvenes, de en torno a 19-20 años. Venían vestidos con pinta de volver de fiesta también, pero más bien de una discoteca industrial. El coche deportivo tuneado, pensé, les iba a juego.
-Buenas noches…
-Hola preciosaaa-me interrumpieron.-No te habíamos visto nunca por aquí. – Risas. La música de discoteca sonaba en el coche.
Al acercarme al coche y asomarme por la ventanilla no pude evitar ponerles mi escote de infarto casi a la altura de sus caras: todo lo que me había arreglado esa noche ¡iba a dar pleno resultado ahora mismo!.
-¡Buenoo!-dijo el copiloto. – ¡Menudo género!. Esto hay que probarlo.
Me quedé un poco confusa. No entendía de qué hablaban.
-¿Cuánto nos pides por una mamada, guapa?-me preguntó sin miramientos el conductor.
Me dejó tan perpleja aquella proposición, que apenas logré balbucir una respuesta. Pero, sin dejarme hablar, añadió: -espera, que voy a aparcar.
Aparcó entonces detrás de mí coche. Yo empecé a asustarme, puesto que no sabía las intenciones de aquellos chicos. Salieron del coche y, casi sin mediar palabra, el conductor se acercó y se sacó la polla del pantalón.
-Vamos, nena. Eres mejor de lo que habitualmente se pone por estas carreteras, y por eso esta noche te mereces un “juguete” de calidad- dijo, mientras empezaba a menearse el miembro delante de mí.
-¿Cuánto me cobras por hacerle una mamada a esta anaconda que te traigo aquí?. El conductor empezó a menearse la polla seriamente delante de mí. Me quedé callada, bloqueada. A la poca luz de la luna y los faros del coche de los chicos, pude ver como la verga del conductor empezaba a ponerse dura y a crecerle. Yo hacía tiempo que no probaba verga alguna (había roto hace unos meses con mi novio, y desde entonces, no había probado bocado. Y encima, mi novio no me satisfacía mucho, todo hay que decirlo). Ver aquello empezó a calentarme mucho y rápido. Además, aquel muchacho tenía un vergón que nada tenía que ver con el de mi novio, ¡ya lo creo!: Ya se veía venir, aun teniéndola semi empalmada.
- Vamos, nena. ¿Cuánto me pides por chupar esta polla tan sabrosa?
Aquí viene cuando se me cruzaron los cables. El calor empezaba a abrasarme el cuerpo a oleadas, la excitación y la lujuria de la situación me habían puesto húmeda y casi chorreando al ver como el conductor se tocaba esa vergota.
¡Me había confundido con una puta! Y yo tenía, delante de mí, una verga a disposición, de un chico que se le veía bastante majete, para disfrutar de ella. La polla era más grande que la de mi ex novio y empecé a preguntarme, mientras empezaba a salivar, si follaría bien. Como decía, los cables se me cruzaron y me metí en el papel, aunque no lo iba a poner todo tan fácil.
-¡Oye! ¿Acaso te crees que soy puta?- le dije fingiendo una expresión ofendida.
- Claro, claro, ¡qué despiste el mío!- dijo irónicamente.
- ¿Cuánto te tendría que cobrar un bombón como yo para hacerte una mamada?
El chico me miró un instante.
-Pues… ¿qué tal 10 euros la mamada, y 20 por el polvo?
-¡Puff! – Rezongué.- Ni de coña, yo tengo más caché. – El tío ya tenía la polla bien dura, y ahora sí me estaba excitando de verdad.
-Uhhmmm, ¿te haces la interesante?.
-Por una mamada, 30 euros. Por un polvo, 60 –aventuré. Ya que estaba, si me iba a convertir en puta, que no fuera por dos euros. Pensé que me iban a decir que no.
-¿Y si te cogemos los dos a la vez? – intervino por primera vez el copiloto, todo serio.
-¿Cómo?- exclamé atónita. Los dos a la vez, pensé… Nunca lo había hecho por detrás. El hombre insistió, esperando una respuesta. Medité una cifra pensando en ahuyentarlos.
-Puff, eso os va a costar caro… 200 euros?- Esperaba haber dicho una cifra bastante alta y que se cortasen, y me pidieran solo un polvo con aquella vergota que tenía ganas de mamar.
El conductor miró a su acompañante, intrigado. Este, sin decir palabra, sacó de su bolsillo una cartera, sacó los doscientos euros, y me los ofreció. ¡No daba crédito!
-El culo es mío.- Dijo sin más explicación.
-¡Por supuesto, Juan! No lo había dudado- dijo, medio riendo. Juan también se reía, pero esa risa a mí me puso muy nerviosa: tenía algo misterioso, no sabía qué, pero que me tenía intranquila.
-Buenooo, y esto, ¿cómo lo montamos? – dijo javi, ya nervioso por pasar a la acción.
-Iremos a un motel que hay aquí cerca- dijo Juan. – Sube al coche.
Total, que medio flotando, me subí en el coche. El conductor, Javi, era muy dicharachero, pero el otro iba callado, muy taciturno: parecía tener un cierto misterio que no sabía cuál era…
Javi, guiado por José, condujo rápido hasta un hotel de carretera, cerca del Puerto de Sagunto, en el que jamás me habría fijado de lo cochambroso que estaba. Paramos y Juan fue a hablar con el propietario, mientras Javi no dejaba de mirarme por el retrovisor, con gestos de ansiedad. Yo estaba que no me lo creía, excitada por el morbo de la situación: en un coche con dos hombres que me habían recogido a las tantas de la madrugada haciéndoles de puta por 200 euros. Estaba loca. Loca y dominada por la lujuria.
Al instante volvió Juan e indicó que pasásemos. Tras subir unas escaleras y cruzar un pasillo un poco mostoso, entramos en una habitación bastante sencilla: cama de matrimonio grande, baño completo en el lateral, una mesita vieja y un sillón al lado de la puerta por todo mobiliario. Juan se sentó en el sillón, Javi en el centro de la cama, y yo me quedé de pie, parada, callada. Ellos también. Se hizo un incómodo silencio unos segundos.
-Bueno, ¿qué hacemos? – dije Javi, sin duda el más nervioso de los dos, mirándome expectante. Yo no sabía qué hacer, qué contestar, estaba un poco cohibida por la situación.
-Javi, ¿todavía no te has dado cuenta de que esta chica en realidad no es puta?- intervino Juan, demoledor en sus afirmaciones como ya iba siendo habitual.- No tiene ni idea de cómo va esto… pero yo sí.
Se levantó y depositó unos cuantos preservativos en la mesita de noche. Después cogió el sillón y se lo puso en el extremo de la habitación más alejado de la cama.
-Hará lo que nosotros le digamos que haga. Así que, por lo pronto, vas a desnudar a mi compañero, y le vas a chupar la polla, que te mueres de ganas: se te ve en la cara… zorra- terminó, con voz autoritaria, indicando con un gesto a su compañero.- Lo único que tienes que hacer es no girarte para verme a mí, ¿estamos?.
Volvió el silencio a la habitación. Yo estaba excitadísima y mojadísima, así que intenté recordar cuando intentaba coger a mi aburrido ex, cuando estaba juguetona y con ganas de sexo, y me puse delante de Javi y me puse a cuatro patas. Al mismo tiempo, pensé, le estaba mostrando todo mi culo a Juan, que debía tener una visión panorámica por debajo de mi corto vestido. No verle me daba mucho morbo, aunque ahora traté de concentrarme en Javi, que era a quien que tenía delante.
Me acerqué lentamente, cual gata en celo, y empecé a desabrocharle pantalón y cinturón. Él me miraba hacer en silencio, expectante, semierguido en la cama apoyado sobre sus brazos. El enorme bulto que ya había visto antes pugnaba por salir de su calzón cuando le bajaba los pantalones, así que lo liberé quitándole también los calzones. Allí, a la luz de la habitación, parecía igual de grande, palpitante y venosa que entre los naranjos. Me humedecí todavía más solo con volverla a ver.
Me acerqué un poco más y empecé a sobar aquel palo caliente con mi mano. Me notaba muy excitada haciendo esto, pero traté de concentrarme y empecé a disfrutar de tener aquella verga en mi mano, tanto que me dejé poseer por la lujuria, y me acerqué más y empecé a lamerle los huevos y el tronco hasta la punta, donde le lamí todo el capullo para después volver a lamerle la toda la polla. Le dejé el tronco bien húmedo y entonces se la empecé a comer. El conductor echó la cabeza hacia atrás, jadeando de placer, tanto que parecía que se fuese a correr del gusto.
-¡Resulta que lo haces muy bien!.
Estaba jugueteando, con boca, lengua y manos, en fin, con todas las armas de mujer, llevando al cielo a Javi, cuando Juan intervino nuevamente:
-Para. Desnúdate, y recuerda: sin mirarme. Desnúdate para Javi.
Me levanté y empecé a moverme sinuosamente, como Kim Bassinger en nueve semanas y medias, haciéndole un striptease de lo más clásico, lentito, intentando ponerle mucho morbo mientras me desabrochaba el vestido ajustado que llevaba. Al mostrar la ropa interior con un poco de encaje, le arranqué un gemido de placer a Javi, que empezó a menearse la polla frenéticamente.
-¡Joder, menudas tetas te gastas! Mmmmh, ¡cómo me gustan!
Me solté entonces el sujetador y me lo quité lentamente, siguiendo con mi striptease.
-Acércate a Javi.- Intervino Juan desde el sillón.- Javi, cómele las tetas, lo estás deseando. Vamos, acomódate. Y tú, ponte encima de él, ¡y no te gires!.
Me senté encima de Javi, notando su verga bien dura al otro lado de mi braguita, pegada a mi culo. Me agaché y él empezó a comerme los pechos con intensidad.
-Más despacio chaval, que queremos gozar todos.
La forma autoritaria en la que Juan hablaba me tenía super excitada: el morbo de oírlo, pero no verlo, de cómo dirigía todo el proceso. Eso, junto con la comida de tetas que me estaba dando Javi acabó por ponerme verdaderamente caliente.
-Mmmh, qué tetas más grandes que tienes, nena. Me encantan…
-¡Basta! – gritó Juan.- Ahora, fóllatela. Parecía un poco alterado, pero ante el grito autoritario, me moví rápidamente para coger un condón de la mesita de noche. Sin pensármelo dos veces, me bajé las bragas rápidamente y sin que nadie me dijese lo que tenía que hacer, me subí a la cama, me planté encima de Javi, me apoyé sobre el pecho del chico, le agarré la polla, le puse el condón y con destreza la conduje hacia mi coñito húmedo. A la de una, a la de dos y….. zaca! Me dejé caer clavándome de una aquella enorme estaca. Los ojos se me abrieron de par en par: ¡menudo empalamiento!
-Oohhh- gimió Javi. – ¡Joder, qué bueno!¡ Ostia, tío, esta super caliente la puta esta!.
-Pues nada, dale caña Javi.
Javi empezó a moverse, meneando la polla en mi interior con bastante destreza, metiéndola y sacándola a un ritmo rápido. Era un chico delgado, joven y atlético, no muy musculado pero bastante fibroso: estaba en forma y me lo demostró con una cogida formidable, que pronto me llevó a un primer orgasmo. Pero no me dio tregua, y el chico siguió a un ritmo frenético. Aguanté como pude las frenéticas embestidas de aquel caballo, que me la metía sin parar. Estaba exhausta del primer orgasmo pero el chico no paró, y pronto volví a notarme caliente de nuevo. Javi empezaba a jadear, parecía que estaba a punto de venirse y finalmente, noté cómo se corría en mi interior profusamente. Jadeó y tembló unos instantes, hasta que se quedó quieto, agotado, con los ojos cerrados.
-¡Brutal, Juan, vaya hembra!.
-Me alegro Javi. Tú, sácale el condón y límpiasela. Y vuelve a chupársela de nuevo.
Así lo hice. Mientras me acomodaba para ello, no me percaté de que seguía a cuatro patas, dejando todo mi culo a la vista de Juan. Concentrada en mi tarea de limpiar aquella verga que me había producido un tremendo orgasmo, y con verdaderas ganas de volver a ponerla tiesa otra vez, no me percaté de que Juan se había levantado y se había acercado a mí.
De repente, sentí su mano en mi culo, y di un respingo.
-Quieta, puta. Estate quieta y abre las piernas. ¡Y no te gires!.
No me giré. Me sentía sumisa ante aquel chico de voz autoritaria. Noté como ponía suavemente su mano en mi culo. Noté cómo se tumbaba en el suelo, detrás de mí. La humedad y el calor aumentaban en mi cuerpo de una manera tremenda. No entendía el efecto que esa voz causaba en mí, pero me tenía frenética. Comencé a chupar de nuevo la polla de Javi con intensidad, pensando en que era la suya.
Juan pasó su mano por mi culo y por mi coñito, sin entrar en él. Yo estaba mojada, y sentía verdaderas corrientes eléctricas cuando aquel hombre tocaba mi cuerpo. Sus manos se deslizaron por unos instantes de ese modo, y fueron centrándose cada vez más sobre mi orificio anal. Sentía una sensación indescriptible, que no había sentido jamás, pero me gustaba y me tenía a mil. Yo seguía chupando con intensidad la polla de Javi, pero ya de manera autómata, pues todos mis sentidos se centraban en lo que me estaban haciendo por mis bajos.
Noté que empezaba a jugar con su lengua en mi orificio. Cada círculo que daba, cada vez que intentaba meter su lengua en mí, yo veía estrellas, y corrientes eléctricas recorrían todo mi cuerpo. Me tenía tremendamente excitada, gimiendo mientras me comía la polla de Javi, que parecía revivir por momentos.
Estuvimos así como cosa de diez minutos. Entonces, Juan probó a meter un dedo. Ya me había lubricado bastante, así que entró sin mucha dificultad. Lo mantuvo como cosa de un minuto dentro, sin moverlo, para después empezar a moverlo lentamente. Con la otra mano, se había puesto a acariciar mi coñito, y aquello fue demasiado para mí y me corrí profusamente en sus manos.
Por espacio de cinco minutos siguió jugando con aquel dedo en mis entrañas. Transcurrido ese tiempo, introdujo un segundo dedo, y siguió rigurosamente con el mismo esquema. A los veinte minutos, yo tenía cuatro dedos dentro, ¡no me lo podía ni creer!. Cuatro dedos dentro e iba camino de mi tercer orgasmo esa noche.
Finalmente, Juan paró con esa dulce tortura. Noté que me ponía algo, supuse que lubricante, porque estaba un poco fresco, y era líquido, y noté como me embadurnaba bien por dentro y por fuera.
Juan no decía esta boca es mía. Javi estaba tumbado en la cama, con la cabeza levantada sobre la almohada, mirando con detalle detrás de mí. Tenía la polla dura como una estaca, pero parecía estar más a la expectativa de lo que hacía su amigo a lo que le estaba haciendo yo. Yo también, la verdad. Ahora acariciaba con un poco de descuido la polla de Javi, más atenta a lo que sentía que me hacía Juan por detrás.
Entonces noté algo diferente. Como una especie de pelota que pugnaba por introducirse en mi culo. A pesar de la dilatación que debía tener por los cuatro dedos que ya me había metido, parecía que aquello era más grande. Pensé si estaría pensando meterme la mano entera, pero yo no protesté. Estaba en celo.
Juan siguió presionando. Poco a poco, aquella pelota, mano o lo que fuese, fue entrando poco a poco, hasta que pasó mi esfínter y se alojó en el inicio de mi recto. Entonces comprendí lo que era: su polla. Se me abrieron los ojos de par en par: me estaban desvirgando el culo, y aquello me iba a gustar mucho.
Con mucha paciencia, Juan fue intoduciendo poco a poco aquella cosa. Yo la sentía enorme, y notaba cómo iba penetrándome centímetro a centímetro.
A pesar de la lentitud, a mí me costaba adaptarme a aquella cosa que parecía enormemente gruesa. Me dolía un poco, pero empezó a dolerme de veras, cuando sobrepasó la distancia trabajada por su mano. Cuánto mediría su polla, me pregunté yo. Esperaba que terminase de meterla de un momento a otro, notar su pelvis chocar contra mi culo, pero aquel momento no llegaba. Empecé a preguntarme si aquello que me estaba metiendo sería algún instrumento sexual, de tortura o qué se yo, porque parecía que me iba a empalar hasta la garganta, pero, aun con el dolor que me producía su entrada, lo hacía tan despacito que ese dolor conllevaba un extraño placer. Y al cabo de un rato, el dolor remitía y se quedaba solo el placer, muy interesante. Así que le dejé seguir haciendo.
Pero aquello no acababa. Por aquel momento, tenía totalmente desatendido a Javi. Mi mano se había parado, concentraba como estaba en cómo me empalaba. Le miré: me miraba con una media sonrisa, divertido por la situación.
-Ja, ja, ja. Juan, deberías ver la cara que está poniendo. La muy perra está gozando con cada milímetro que le metes de verga. Lo que no sabe, es que todavía te queda un poco más por meter.
Yo no daba crédito al comentario. El tal Juan debía tener una tranca tremenda. De caballo, vamos.
-¿Cuánto le mide? – le pregunté asustada a Javi.
-Je, je je je. Su cara es un poema, Juan. Cariño, mi polla, a su lado, es como si fuera la de un bebé.- me dijo desternillándose de risa.
Yo ya no sabía que pensar. Allí estaba, empalada por una anaconda que parecía no tener fin. Finalmente, noté su pelvis tocar mi culo.
-Venga Javi, esto ya casi está. Prepárate que nos la vamos a follar los dos a la vez. Esto es lo que habíamos acordado, ¿no?
Juan me cogió, empalada como estaba y me subió a la cama. Me dispuse como pude sobre la verga de Javi, y este se dispuso a metérmela. Cuando lo quiso hacer, pensé que no había espacio. Me notaba mi coño totalmente comprimido por la enorme tranca que tenía en mi culo, y a Javi le costó metérmela al principio. A los pocos movimientos suyos, empecé a acostumbrarme a estar tan abierta. Pero ya no podía controlarme, era tal el placer que sentía que me notaba lubricando a chorros en lo que parecía un estado de orgasmo casi permanente. Javi pronto empezó a moverse bastante rápido, pero Juan seguía estático dentro de mí. Al cabo de unos minutos, empezó a moverse lentamente, a lo cual yo ya no me contenía, y comencé, no a gemir, sino a dar alaridos de placer. Gritaba como loca, me agarraba a las mantas como si estuviese endiablada, porque aquel empalador, junto con su amiguito menor, me estaban llevando al cielo.
En un par de minutos, y tras dos orgasmos casi seguidos (y llevaba cuatro ya), Juan estuvo en todas sus condiciones para empezar a follarme bien el culo, y empezó a moverla con mayor frecuencia. Pronto empezó a meterla y sacarla casi entera, y con mayor velocidad. Javi, que tenía la polla literalmente apretada en mi coño, acabó de correrse por segunda vez, junto con mi quinto orgasmo, y decidió salirse de la jugada.
-Joder Juan, casi me la aplastas. Te la dejo toda para ti.
Juan no dijo nada. Nos apoderamos de la cama, yo a cuatro patas, él detrás mío. Qué manera de empalarme, y de llevarme al cielo. Se le notaba ya con la respiración agitada, gozando de lo que estaba haciendo. Pensar eso, oír sus roncos estertores, me llevó al sexto orgasmo de la noche. No me lo podía creer, pero era cierto.
Estuvo cogiéndome como diez minutos más, donde tuve otros dos orgasmos más, creo. Digo creo, porque a aquellas alturas, mi nivel de excitación era casi constante, la sensación de orgasmo ya parecía que no fuese puntual, sino constante. Juan se había puesto a un ritmo frenético, estaba ya desaforado, y me penetraba mi culo sin piedad, a todo meter. Metía y sacaba aquel vergón ya con facilidad de mi culito dilatado, y yo simplemente, aguantaba aquellas embestidas dignas de un caballo como podía, esperando (pero sin quererlo) que se corriese y me llenase con su leche.
Pero él tenía otros planes. Cuando ya estaba llegando a su final, la sacó toda y me giró dejándome extendida sobre la cama. Se puso encima de mí, sobre mi estómago, y me plantó la polla en medio de sus tetas. Yo no salía de mi asombro. Sin decirme nada, solo con cara concentrada, cogió mis dos tetas, duras al instante, y las apretó contra su polla,
Mientras empezaba un movimiento de mete saca con ellas. Al parecer, mis tetas le excitaban tanto como a mí ver su enorme polla a escasos centímetros de mi cara. Le dio unas cuantas embestidas más, pero no pudo soportarlo, y finalmente explosionó en un jadeo produndo, excitante, de macho dominante.
-Aaaah,
La corrida fue brutal. Chorros y chorros de lefa, a presión, caliente, espesa, empezaron a bañar mi cara, hasta dejarme completamente bañada en blanco. Cuando pareció terminar con la lluvia, conseguí abrir los ojos, para ver su enorme capullo (aquello que pensaba un pelota u objeto extraño) todavía goteando leche, descansando entre mis tetas, también bañadas en leche.
Vaya nochecita. Fue increíble. La recuerdo como si fuera ayer, noche tras noche.
Juan hizo ademán de levantarse, pero no le dejé. Al tío que me había proporcionado ya ni sé cuántos orgasmos en una noche, probablemente la mejor experiencia sexual de mi vida, ¿no le iba a limpiar bien la polla y extraerle hasta la última gota que le quedaba?. Así que me incorporé, y terminé bien mi faena como puta. En verdad, me había ganado el dinero a conciencia.
Me duché y los chicos me acercaron amablemente con una garrafa de gasolina a mi coche. Allí los perdí de vista. Pero antes de irme, me acerqué a Juan y le dije:
-Toma, la factura. – Y me fui, dejándole un papelito con mi nombre y mi teléfono.
Ahora paso el día pegada al teléfono a la espera de que me vuelva a llamar.
Bueno, espero que les haya gustado y que disfruten con la historia, ¡aunque ya les digo que no lo harán como lo hice yo!. No dejen de votarme y dejarme comentarios.
¡Ah! Y respecto a la medida de aquella anaconda… eso se lo dejo a su imaginación!!

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:12) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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