Cuando mi hijo Guillermo se bajó de su auto, apenas lo vi sentí que una especie de corriente eléctrica me subía por todo mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta mi cabeza, además mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza. Él regresaba a casa, para pasar sus vacaciones de verano. Así que atribuí esa rara sensación, a la felicidad que como madre tenía, al ver a mi hijo tras otro semestre de estar estudiando en la capital. Pero apenas me abrazó y me dio un tierno beso en la mejilla, el calor que sentí por todo mi cuerpo, me dejó pasmada…
Relato
Procuré no darle importancia a eso, y muy contenta de verlo nuevamente, agarrada de su brazo lo conduje al interior de nuestra casa. Ya una vez que se ubico en su habitación, me dijo que iba a salir a visitar a sus amistades, lo que aunque algo molesta acepté, ya que dentro de sus amistades, recordé que hay varias chicas en edad casamentera, que no hay día que al verme no me pregunten por Guillermo. Yo me quedé ordenando su cuarto. Fue cuando comencé a poner su ropa interior en las gavetas, que volví a sentir esa rara sensación de calor por todo mi cuerpo. En especial dentro de mi vulva, y de mi vagina. Sensación que hacía muchos años, desde el trágico fallecimiento de mi esposo en un accidente de tránsito, había dejado de tener, cada vez que lo veía, o sentía que mi difunto esposo regresaba a casa.
Para calmarme, fui y me di una refrescante ducha. Luego preparé la cena para mi hijo y yo. Ya estando mucho más calmada y tranquila me puse a pensar en lo que me había sucedido, y llegué a la conclusión de que simplemente, el ver a mi hijo, que es tan parecido a su difunto padre, y que Dios tenga en la gloria. Regresar a casa, me recordó al difunto, pero de una manera que yo no me esperaba. Ya que tras cinco años de ser viuda, jamás antes me había ocurrido algo así.
Así que procuré no volver a pensar en eso, y cuando regresó mi hijo, de visitar a sus amistades, le puse la cena. Luego charlamos, y finalmente él se fue a su cuarto, y yo al mío a dormir. Pero como cosa extremadamente rara, toda la noche me la pasé soñando que mi hijo Guillermo y yo andábamos completamente desnudos. Pero cada vez que él o yo nos acercábamos, como si fuéramos a abrazarnos, yo me despertaba sobresaltada. No podía quitarme su imagen de mi cabeza, hasta que volvió amanecer, y tras prepararle el desayuno, Guillermo volvió a salir, para ir a nuestra finca. Por lo que yo me quedé en casa, y después de lavar los platos, y preparar lo que sería la cena, ya que me dijo que volvería en la noche, fui a su dormitorio a recoger su cuarto.
Como de costumbre, tendí su cama, pero al hacerlo encontré uno de sus interiores, y camiseta usados. No sé por qué, instintivamente me los llevé a la nariz. Y tras olfatearlos apenas por unos segundos, de inmediato reconocí un tenue aroma de orine, pero lo que se fijó con fuerza en mis fosas nasales así como en mi mente, fue el aroma de su sudor, su olor corporal. No sé que me sucedió, que volví oler una, y otra vez tanto sus interiores, como la camiseta, y a medida que lo fui haciendo, como que caí en una especie de éxtasis, de manera incontrolable a medida que seguí oliendo su ropa interior, me llevé la mano derecha sobre mi coño, y tras bajarme las pantaletas, casi de manera inconsciente comencé a darme dedo, sobre mi sensible clítoris, como nunca antes lo había hecho. Yo caí sobre su cama, y además el olor de las sabanas, así como el de la camiseta que mi hijo había usado la noche anterior, penetró con fuerza por mi nariz, haciendo que con mayor insistencia siguiera apretando y restregando mi propio clítoris con más fuerza.
Hasta que de momento, disfruté de un tremendo orgasmo. Yo me quedé recostada por un largo rato sobre la cama de mi hijo, con mis piernas abiertas, mis pantis en los tobillos, y aun con mi mano dentro de mi vulva. Cuando me levanté, hasta sentí vergüenza, por lo que yo había hecho. Lo extraño para mí fue que desde que enviude, en infinidad de ocasiones, un sin número de tipos me habían hecho, proposiciones alguna extremadamente indecentes, pero jamás ni nunca, les llegué a prestar ni la menor atención, era como si el sexo hubiera desaparecido de mi vida, por lo menos hasta esos momentos.
Yo me levanté, me fui al baño me asee, me calmé, y nuevamente entré al dormitorio de mi hijo, donde de manera bien rápida recogí toda su ropa. Nuevamente pensé que bien pudo ser el gran parecido de mi hijo con su difunto padre, lo que me llevó actuar de esa manera tan rara. Y procuré no seguir pensando nuevamente, más en eso. Así que el resto del día, hasta salí hacer compras, visité a una amiga, y hasta entré a la Iglesia, y le recé una novena a mi difunto esposo, pensé entrar al confesionario, pero como que aun me sentía sumamente avergonzada, decidí confesarme en otra ocasión. Cuando ya comenzaba a oscurecer, regresé a casa, y me encontré a Guillermo mi hijo, saliendo del baño, todo mojado, con apenas una pequeña toalla alrededor de su cuerpo. Yo me quedé sin saber ni que decirle, ni que hacer. Solo me le quedé mirando de pies a cabeza. Hasta que de momento me di cuenta de que, yo me estaba relamiendo los labios, mientras observaba a mi propio hijo, semidesnudo.
Yo estaba súper confundida, entrecerraba mis ojos, y lo que veía, o mejor dicho visualizaba, o me imaginaba, era a mi hijo Guillermo y yo, completamente desnudos, tendidos sobre mi cama, besándonos, y acariciándonos mutuamente. Fue cuando su voz al preguntarme que me sucedía, me sacó de mi estupor. Yo simplemente le respondí que nada, además le dije que su cena ya estaba puesta, y que yo me iba a dar un refrescante baño, porque me sentía sumamente acalorada.
Con mi corazón latiendo sumamente rápido, entré a mi dormitorio, me quité toda la ropa, y de inmediato entré a la ducha, donde después de un buen rato, de estar dejando que el agua fresca callera sobre todo mi cuerpo, salí. Tal y como me encontraba aun sin llegar a secarme, me tiré sobre mi cama, y de inmediato me puse a llorar. Lloraba por no poder quitarme de mi cabeza la imagen de mi hijo, diciéndome mentalmente a mí misma, en eso no debes ni pensar, lo que a la vez me hacía sentir peor.
Fue cuando de momento sentí, que alguien tomaba asiento en mi cama justo a mi lado. No podía ser otra persona, que no fuera mi hijo. Yo asustada y tratando de ocultar mi completa desnudez con mis manos y brazos, me senté y lo vi. Al igual que yo estaba completamente desnudo, salvo por la pequeña toalla que tenía enrollada a su cintura. Tomándome entre sus brazos, me preguntó que me sucedía. Como que si el hecho de que yo estuviera del todo desnuda, ante su presencia, no fuera importante.
Yo procurando contener mis lágrimas, y aun tratando de ocultar mi completa desnudez, comencé a decirle. Es que no se qué me pasa hijo, desde que regresaste a casa, me he sentido muy rara. Es que apenas te veo, y no sé qué me sucede, la cabeza se me llena de ideas raras, cosas que nunca antes había pensado, ahora no puedo dejar de pensar en ellas. Fue cuando Guillermo abrazándome, me dijo. Mamá por favor cuéntame, en que cosas son en las que piensas al verme. Yo aun que me sentía que me moría de la vergüenza, casi sin dejar de llorar, y prácticamente tartamudeando, comencé a decirle. Es que no puedo dejar de pensar en ti, y antes de que él dijera algo, continué diciéndole. Yo sé que soy tú madre, y que tú eres mi único hijo, pero de mi mente no puedo quitarme la loca idea, de que los dos nos acostemos juntos… Yo sé que eso no está bien, sé que es un grave pecado, pero por más que lo intento, la verdad es que quisiera que me hicieras tú mujer.
Yo no sé cómo pude decirle esas palabras, a mi propio hijo. Sin dejar de abrazarme, Guillermo me dijo. Mamá yo soy tú hijo, y no hay cosa en el mundo que me impida, el evitarte cualquier sufrimiento, y al decir eso. Comencé a sentir sus carnosos labios, contra los míos. De momento como que sentí que todo se nublaba, ya sus manos, y brazos no tan solo me mantenían en contacto mi piel, con el resto de su cuerpo por medio de un fuerte abrazo, sino que además comencé a sentir como sus manos comenzaron acariciar mi desnudo y mojado cuerpo. Yo ni tan siquiera pensé en rechazarlo, y mucho menos oponerme a lo que mi hijo, me estaba haciendo. Prácticamente me entregué entre sus fuertes brazos, y lo dejé que él fuera quien me guiara. Su boca no dejaba de besarme con insistencia, su lengua penetró dentro de mi boca, y yo gustosamente la acepté. Mientras que una de sus manos, acariciaba mis mojadas tetas, y la otra la pasaba tiernamente sobre mis muslos, separando mis piernas sin mayor esfuerzo.
Yo ni idea tengo por cuánto tiempo estuvimos así, lo que sí sé es que yo lo ayudé a retirar la pequeña toalla que tenía alrededor de su cintura, y sin ver, coloqué mi mano sobre su erecto miembro. El que comencé acariciar tiernamente. Luego poco a poco, Guillermo siguió besándome por todo mi cuerpo, no tan solo besó y sabrosamente me chupo mis pezones, sino que arrancándome profundos gemidos de placer, divinamente me mordisqueó las aureolas y pezones de mis paradas tetas. Luego su boca siguió bajando por sobre mi vientre, sentía su hábil lengua, lamer mi ombligo, Para luego con sus fuertes y viriles manos, separar mis muslos y para mi mayor y agradable sorpresa, colocar su cara contra mi peludo coño.
Por un largo rato, mi propio hijo me arrancó profundos, y placenteros gemidos, a medida que con una habilidad semejante a la de su difunto padre, no tan solo me besaba todo mi coño, sino que me lo mamaba de forma y manera magistral, haciendo que yo de la alegría y la felicidad que estaba recibiendo, llorase pero de placer. Mi corazón latía a todo dar, y aunque mi hijo con su boca me había provocado de manera seguida, una serie de múltiples orgasmos, mi mayor deseo era que me penetrase. No les diré que aun en esos felices instantes, llegué a pensar que no estaba bien lo que hacíamos, pero la verdad es que poco me importó eso. Lo que yo deseaba intensamente era que Guillermo, mi hijo me hiciera su mujer en esos momentos. Por lo que cuando sentí que comenzó a retirar su rostro de encima de mi coño, mis llantos de felicidad y alegría se tornaron en una profunda, y emotiva risa reflejo del placer, que sentía en esos momentos.
Tal y como lo había imaginado, fue mucho mejor aun, cuando Guillermo comenzó a penetrarme con su erecto, y venoso miembro, yo vi las estrellas, me sentí como en la gloria, no sé que más decirles, ya que pienso, que lo que diga de seguro me quedaré corta, para expresar lo magníficamente bien que me fui sintiendo a medida que la verga de mi hijo fue penetrando mi peludo coño. Yo no tan solo gemía, o lloraba, y me reía a la vez, sino que a pleno pulmón gritaba de satisfacción, sin importarme un bledo, quien pudiera escucharme, o llegasen a pensar de lo que sucedía en nuestra casa.
Guillermo, y yo disfrutamos mutuamente el uno del otro al máximo. Inevitablemente no pude dejar de pensar en mi difunto esposo, de lo mucho que él me hacía feliz, cada vez que manteníamos relaciones. Mi hijo no dejó de meter y sacar su miembro de mi caliente y excitado coño, hasta que ambos disfrutamos de un éxtasis increíble, yo perdí la cuenta de cuantos orgasmos me hizo disfrutar esa noche. Ya al amanecer, algo que yo hacía a menudo con su padre, era que después de asearme, en el bidet, y darme un baño, mientras él se encontraba dormido, tomaba una toalla húmeda en agua tibia, y usando jabón, me dedicaba a limpiar su miembro. Y una vez que ya se lo secaba, con mi propia boca me dedicaba a mamárselo.
Cuando mi hijo comenzó a sentir como yo le estaba mamando su miembro, esbozó una gran sonrisa, y no me detuve, hasta que sentí como mi boca, y hasta mi garganta se llenaban de su leche. Después de esa noche, al día siguiente al despertarnos, nos dimos un tierno beso, y procuramos que nadie fuera de nosotros dos, nadie se dé cuenta de lo que sucede entre él y yo….
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783538 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:02) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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