No es que yo pretenda, decir que fui una mujer sufrida, es que simplemente eso es verdad
Relato
Mi nombre o por lo menos uno de ellos es Elizabeth, y desde que por desgracia me case, la pasaba de mal en peor, por una parte mi marido, Antonio, de la noche a la mañana lo han despedido de su empleo, quedando como única entrada, el miserable sueldo mío. Si solo fuera eso, tengan por seguro que no me quejaría, pero Antonio desde que se quedó sin trabajo, aparte de ser sumamente celoso, en gran parte de las veces sin razón alguna, también en ocasiones se le iba la mano, cuando comenzaba con sus estúpidas escenas de celos.
Un día yo me encontraba en nuestra habitación, preparándome para vestirme, seleccionando mi ropa para ir a trabajar, cuando él se me acercó y sin hacer el menor ruido, y arrancándome de la mano, las pantis negras, que justamente me pensaba poner en esos momentos, comenzó a preguntarme. ¿Por qué vas a usar estas pantis, tan de puta? ¿Es que quieres que te las vean puesta? ¿De seguro tu amante te las compró, verdad? Yo me quedé fría, no porque alguna de sus palabras fueran verdad, es que en ese momento estaba completamente desnuda, y el susto que me Antonio me dio, fue tremendo, realmente no esperaba que me saliera con esas cosas. Además ya como en ocasiones anteriores, en que me ha comenzado a recriminar, yo me he quedado callada, y él aumenta el tono de su voz, al tiempo que comienza a empujarme y a insultarme, diciéndome puta, y cuanta suciedad se le viene a su torcida cabeza.
A medida que siguió diciendo que de seguro estaba deseosa de llegar a mi trabajo para verme con mi amante. Yo traté de decirle que todo eso eran cosas suyas, cuando de momento, me dio una tremenda cachetada, que me hizo perder el equilibrio y por suerte fui a dar sobre la cama. Tras lo cual, con sus ojos a punto de salirse de sus orbitas se me ha tirado encima, separando mis piernas bruscamente, y dirigiendo su miembro contra mi coño, mientras que yo inútilmente llorando le decía que nada de eso era cierto, que yo no tenía ningún amante en mi trabajo. Antonio, me penetró de manera salvaje, sin dejar de insultarme, y ordenándome que me callase. Me volvió a dar otra cachetada, al tiempo que continuaba moviéndose como poseído por un demonio, sobre mi cuerpo.
Fue una de las tantas veces que él, me agredía verbal y físicamente, para casi de inmediato sacar su miembro para venirse sobre mí rostro. Después de lo cual se retira sin decir palabra, mientras que yo me quedaba llorando tendida en la cama, deseándole la muerta, en ocasiones con algo de ropa encima, pero en otras completamente desnuda, como sucedió en esa ocasión. Esperé un corto rato, y finalmente reúno las fuerzas para levantarme, mientras trato de dejar de llorar. Me lavo, y procurando tranquilizarme, me vestí me arreglé lo más rápido posible, y me fui al trabajo. Que de paso, era otro infierno que me espera.
Si llegaba aunque sean un minuto tarde, la mala sangre de mi supervisora, se presentaba ante mi escritorio, y sin consideración alguna, comenzaba a llamarme la atención frente a todos los presentes, lo que me hace sentir una de las vergüenzas más grandes, que yo haya sufrido. Como si fuera poco, amenazándome con ponerme de patitas en la calle, si vuelvo a llegar tarde. Para colmo, después de ese tremendo mal rato, del regaño, me indicó que pasase por la oficina del director.
Cuando llegué, y nada más vi la manera en que el sucio ese me estaba mirando, supe que era lo que él deseaba. Sin dejar de mirarme como si yo anduviera desnuda, el director, cerró la puerta tras de mí, y colocando una de sus manos sobre mis hombros me pidió que me sentase, pero en lugar de facilitarme una silla, me condujo al sofá que hay en su oficina. Sin retirar su mano de mi hombro, comenzó con el mismo cuento de siempre. Usted sabe Elizabeth que siempre me ha caído bien, pero ya no puedo hacer más nada por usted, son muchas las tardanzas, y su supervisora me las ha hecho ver todas. Por lo que me veo en la triste obligación de despedirla, en ese instante me quedé paralizada. Pensando ¿Cómo iba a ser posible que yo perdiera nuestro único ingreso económico? Casi de inmediato me puse a llorar, y a balbucear, eso que estaba pensando. Fue cuando él me dijo, claro está, que siempre puede haber otra salida, a lo que yo tontamente sin darme cuenta de su juego, entre llanto le pregunté ¿Cuál sería?
Sus ojos brillaron en ese instante, y sus amarillentos dientes, me indicaron que yo había caído en la trampa. Como haciéndose el importante, me dijo. Bueno Elizabethsita, si tú eres buena conmigo, yo seré bueno contigo, y al decir esas palabras, su mano descendió de mi hombro, de manera bien descarada y la colocó sobre mis senos. En otro momento, de seguro lo hubiera mandado para el infierno. Pero me acordé que la vez que lo hice, me suspendió de empleo y sueldo por una semana, y para colmo de males, el desgraciado de mi marido cuando se lo conté, no me creyó nada, lo que dijo fue que de seguro yo había provocado todo.
Yo me quedé en silencio, y sus manos siguieron tocando mi cuerpo, su boca se acercó a la mía, y sin más ni más al ver que yo no oponía resistencia, comenzó a besarme de manera viciosa. Yo por dentro lo maldecía, mientras que él, continuó aunque de manera bien torpe, acariciando todo mi cuerpo, en una de esas caricias, introdujo su mano bajo mi falda y en cosa de segundos, la llevó hasta mi coño, y por sobre las pantis comenzó acariciarlo. Me sentía sumamente indignada, por lo que él desgraciado me estaba haciendo, pero sin otra opción que dejarlo continuar.
De momento él acercó su cuerpo más al mío, obligándome en cierta forma a recostarme sobre el sofá. Yo estaba resignada, por lo que no opuse resistencia alguna, es más cuando sus manos continuaron agarrando descaradamente mi coño, yo le facilité todo abriendo mis piernas. A los pocos segundos ya el director, me había quitado las pantis, subido la falda y dirigía su miembro contra mi cuerpo. En mi vida le había sido infiel a mi marido, pero en el estado de ánimo que me encontraba, en parte lo tomé como una venganza hacía él. Por lo que cuando comencé a sentir, que el miembro del director comenzaba a penetrarme, deje de comportarme como si yo fuera una panela de hielo. A medida que me seguía introduciendo su cosa, yo comencé lentamente a mover mis caderas, y dejé de reprimir el impulso que tenía de disfrutar, lo que muy a mi pesar me sucedía.
A medida que comencé a moverme, bajo su cuerpo, el director se dio cuenta de el cambió en mi forma de actuar, y en su rostro se volvió a dibujar otra lasciva sonrisa. Yo cerré mis ojos, para no verlo en parte, pero también lo hice para sentirlo todo. A diferencia de con mi marido, el viejo continuó por un buen rato, por muchísimo más tiempo que mi marido, sus manos me acariciaban ya de manera más segura, sus dedos desabotonaron mi blusa y buscaron mis senos, los que apenas estuvieron al aire, él deliciosamente comenzó a chupar. Lo cierto que el tipo no es un príncipe azul, pero algo que si sabe es como tratar a una mujer, en ciertos momentos llegaba a detenerse por completo, para luego al poco rato continuar metiendo y sacando su verga de mi coño, haciéndome disfrutar de algo que prácticamente ya había olvidado.
Mi mayor preocupación en esos instantes era que alguien entrase y nos encontrara así, por lo que procuré controlar mis gemidos, reflejo del profundo placer que sentía por todo mi cuerpo. Cuando no era que me acariciaba o chupaba mis pezones, sus manos me tocaban todo mi cuerpo, haciendo sentir increíblemente deseada. Él a también a diferencia de mi marido, solo tenía hermosas palabras para referirse a mi cuerpo. Así los dos continuamos hasta que después de un largo rato, y de disfrutar de un tremendo orgasmo, ambos alcanzamos un clímax lujurioso. Cuando el director finalmente se incorporó, me ayudó a levantarme, y personalmente me condujo a su baño privado, donde después de asearme, me vestí me arreglé y me el cabello.
Yo pensaba retirarme, pero el viejo me dijo, que le agradaría que nos viéramos más seguido, fue como de repente en un arranque que tuve se me ocurrió decirle, bueno nómbreme su secretaria privada, y me tendrá a su entera disposición todos los días, pero eso si con un sueldo que valga la pena. Desde ese mismo instante, todo lo que le solicite me lo concedió, tal fue mi cambio que en ese mismo momento decidí divorciarme de Antonio. Cuando después de sacar todas mis cosas de casa, llamé por teléfono a Antonio y le dije que mi abogado se comunicaría con él para firmar el divorcio. El muy puerco cambió completamente, casi llorando, me pedía que regresara. Cosa que no hice ni haré, ya que decidí que no volvería a permitir que él u otro hombre me pongan ni un dedo más encima.
Yo ahora soy prácticamente la jefa de la oficina, la que era mi supervisora, le hice la vida imposible de la misma manera que ella me la hacía a mí, hasta que finalmente renunció.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513552 veces