Mi abuela a la que yo amaba tanto, ya que era la única que me comprendía, al fallecer me dejó de todas sus propiedades, para dolor del resto de la familia, incluso de mi propios padres. Ya que según todos ellos, yo no fui hecho para hacerme cargo de todas esas propiedades. Ya que lo mío es el arte, en especial la danza y el ballet.
Relato
Pero por no darles gusto, comencé hacerme cargo de todas y cada una de las distintas propiedades, las que fui visitando una a una, y durante dichas visitas fui conociendo a los distintos administradores, a los que en su gran mayoría deje a cargo, ya que ellos a diferencia de mi familia y yo, si saben hacerlas producir como es debido.
Todas menos una, una apartada y casi perdida hacienda, que mi abuela había adquirido meses antes de fallecer, al llegar de inmediato me di cuenta, que nunca antes dichas tierras habían sido trabajadas debidamente. Ya estaba por marcharme, cuando el encargado, me propuso que lo acompañase para que conociera la extensión, y limites de dichas tierras.
Realmente eso no nos llevó mucho tiempo, salvo por una zona extremadamente boscosa, y selvática, que era parte de la propiedad. Yo no tenía muchas ganas de caminar, pero fue tanta la insistencia del encargado que finalmente acepté. Y no bien nos comenzamos adentrar en ese tupido bosque selvático, ya estaba yo de pies a cabeza, completamente empapado de sudor.
Fue cuando accidentalmente tropecé y rodé por una pequeña ladera, hiendo a para mi cuerpo a un tremendo lodazal, que se encontraba a la orilla de un riachuelo. Paradójicamente, ese es el riachuelo que forma parte de uno de los linderos. Como consecuencia de eso, todo mi cuerpo, mi ropa, incluso mi ropa interior se llenó de lodo o fango. Fue tanto el malestar y la frustración que sentí, que de la rabia, me puse a llorar, a maldecir la hora en que acepté ir a ese sitio, en fin me dio un ataque de nervios. A todas estas el encargado no dijo una sola palabra, simplemente se me quedó viendo en silencio, y me pareció ver que hasta se sonreía, hasta que finalmente me fui calmando, y dejé de hacer pataletas.
Una vez que me calmé, le dije que nos retirásemos de inmediato, pero él me dijo, que en la situación en que yo me encontraba, lo más sano y saludable era que me quitase toda esa ropa, como pudiera la sacase todo el barro, la lavase, la exprimiera, y la dejara secar un poco. Lo que realmente no me importaba mucho, pero cuando me indicó, que también era muy probable que alguna que otra sanguijuela, se me hubiera pegado al cuerpo, y mientras tuviera toda la piel embarrada, no las iba a poder ver, ni sentir, mientras me estuvieran chupando la sangre.
Casi volví a caer en otro ataque, y justo cuando iba a comenzar a darme otra de mis pataletas, el encargado me ha dado tremenda cachetada. Eso me dejó como paralizado por unos segundos, y de inmediato volvió a insistir en que me quitase toda la ropa, y procediera a quitarle en barro y lavarla, para de inmediato bañarme en aquel riachuelo. Yo sumisa y obedientemente le hice caso, me desvestí completamente, y a medida que lo iba haciendo, fui viendo horrorizado, como sobre mi piel iban apareciendo esos feos y asquerosos bichos que comenzaban a chupar mi sangre.
Ya iba yo otra vez a caer en una ataque, cuando Ernesto el encargado de esas tierras, con su gruesa voz me ordenó de inmediato, que me metiera al agua, que una vez me quitara el barro de mi cuerpo, al salir él me iba a ayudar a retirar todas las sanguijuelas de mi cuerpo. Así que mientras yo lastimeramente me quitaba todo el barro, y siguiendo sus instrucciones no toqué a esos feos bichos. Él fue cortando con su machete, un sin número de hojas de plátano, las que fue amontonado como si fuera una especie de alfombra. Al salir yo del agua, me ordenó que me tendiera sobre dichas hojas.
Y una a una con su cuchillo, y echando el zumo de unas cuantas raíces, fue retirando las sanguijuelas de mi pecho, cuello, brazos, y piernas. Al terminar me ordenó, que me diera vuelta, y continuo laboriosamente retirando de toda mi espalda, muslos y hasta entre mis nalgas, aquellas feos animalejos. Pero al terminar, seguí sintiendo sus grandes y callosas manos, que continuaron recorriendo mi cuerpo, en especial mis nalgas. Quizás ustedes no se han dado cuenta, porque no me conocen personalmente, pero él si se dio cuenta apenas me escuchó hablar, según me dijo luego, de que yo era gay. Aunque desde que llegué a esas tierras, y en esos momentos por mi mente no pasaba, ni la más remota idea de llegar a tener sexo, en esos momentos, y menos con el salvaje del encargado ese.
Así que a medida que él continuó acariciando y agarrando mis nalgas con fuerza, yo procuré tratar de ponerme de pie, pero fue en vano, el peso de su cuerpo centrado en una de sus manos, hizo imposible el llevar a cabo esa idea. Yo me comencé a poner nervioso, mientras que él con su gruesa y firme voz, me fue diciendo, quédate quieto, que hace tiempo que no veía un culito tan lindo y provocativo como el tuyo.
Yo en ese instante, me sentí alagado pero sometido, y eso último nunca lo había permitido. Por lo que traté inútilmente, de nuevo ponerme de pie. Fue cuando con mayor fuerza, sentí que sus fuertes manos separaban mis nalgas, y casi de inmediato sus gruesos dedos llenos de su propia saliva, introduciéndolos dentro de mi apretado culo. Al principio uno, luego dos, y así sucesivamente hasta que me pareció sentir casi como toda su mano, la introducía dentro de mi culo, mientras que yo llorando a lagrima viva, le pedía que parase, que se detuviera, que no continuase, haciéndome eso.
Pero al mismo tiempo, esa rara y extraña sensación de ser sometido, por otro hombre más fuerte y grande que yo, me fue agradando. Al punto en que a medida que el continuó prácticamente metiendo su gruesa mano dentro de mí, yo comencé a mover, y para mis caderas lentamente, al tiempo que mis gritos y llanto se fueron convirtiendo, en profundos gemidos pero de placer, como nunca antes los había expresado.
No tengo ni la menor idea de cuánto tiempo estuvimos haciendo eso. Lo que si se, es que a medida que Ernesto continuaba empujando su mano dentro de mi culo, yo con más fuerza movía mis caderas, y más deseaba que continuase haciéndome eso. Hasta que me dijo, nena ya estas lista para que te rompa el culo con mi verga, a lo que yo tímidamente respondí que sí.
Sentí como fue extrayendo su mano de mi adolorido pero gozoso culo, en esos instantes, aproveché y de reojo le di un rápido vistazo a su grueso cuerpo, bien velludo, moreno, y completamente erecto su venoso, grueso, y largo miembro. Al verlo me asusté, y hasta dudé que pudiera penetrarme sin llegar a romper mi culo. Pero quizás por lo que momentos antes, me había estado haciendo con una de sus manos, su verga prácticamente se deslizo dentro de mi culo completamente. Sentí como su grueso y casi morado glande se abría paso dentro de mi culo, como sus grandes testículo golpeaban una y otra vez mis rosaditas nalgas, al mismo tiempo que yo nuevamente comencé a contonear mis nalgas, restregándolas contra su cuerpo. Deseando sentir profundamente, y bien dentro de mí, todo eso que él me empujaba una y otra vez.
Por primera vez en mi vida puedo decir que sentí completamente, como toda su leche inundó todo mi culo por dentro, y en el momento que finalmente extrajo su vergajo de mi culo, escuché claramente como si destapasen una botella de champan. Yo quedé completamente extenuado, y hasta me dormí por un buen rato, y al él despertarme, me volví a meter al agua, para lavarme y expulsar todo lo que él había dejado dentro de mí. Pero al regresar a su lado con algo del agua y mi camisa le limpié su verga, y al terminar de hacerlo, gustosamente me dediqué a mamársela, hasta que su caliente leche llenó mi boca y garganta, la que me tragué gustosamente.
Al regresar a la vieja casa, nos esperaba su mujer, una india que al ver la manera en que yo caminaba, se me acercó, me ayudó a caminar y entre rizas, comenzó a regañar a su marido, en un idioma que yo no comprendía. Durante esa noche, y en la cama con él y ella, Ernesto me volvió a comer el culo divinamente, mientras que sin yo querer hacerlo, me vi comprometido a mamarle el coño a su mujer.
Por los tres días que permanecí en aquellas retiradas tierras, Ernesto continuó clavándome por el culo, de lo que posteriormente me enteré, que su mujer me lo agradecía mucho. Ya que a ella, por lo visto no le gustaba que él se lo hiciera a ella. Antes de retirarme de aquel salvaje lugar, hice los arreglos necesarios, para que toda esa tierra fuera a pasar a manos de Ernesto. Él en agradecimiento, hizo una especie de fiesta, a la que invitó a varios parientes de su mujer, a los que mientras ella al parecer les contaba a las mujeres, como yo le mamé el coño, después de que Ernesto me volvió a dar otra buena clavada, y después de él algunos de los parientes de su mujer, también me dejaron el culo abierto como una ponchera.
Por casi dos semanas, no pude ni ir a practicar danza ni ballet, ni tampoco dejé que mis parientes me vieran, ya que la manera en que caminaba seguramente me hubiera delatado.
Entramos al cuarto y empezó todo, él me tomó por detrás y empezó a tocar mis nalgas y me susurraba cosas al oído: ¡eres una puta q aprenderá de mí!, ¡eres mi perra! Y yo se lo confirmaba le dije q seria su perra, el me volteo y quedamos frente a frente, y acercó su boca a la mía, pero mas q besarme su lengua paseaba por mi boca.
Relato erótico enviado por Putitacachonda el 29 de December de 2009 a las 23:34:17 - Relato porno leído 140390 veces
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Relato erótico enviado por mena55 el 24 de August de 2008 a las 13:55:00 - Relato porno leído 114054 veces
Si te ha gustado Decidí regalar una parte de mi herencia… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Decidí regalar una parte de mi herencia….
narrador
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:07) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:40) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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