DIARIO DE UN JOVEN SALIDO (14)

Aún excitado por la expericiencia vivida esta tarde, cojo mi cuaderno íntimo y me pongo a escribir sobre

EL EMBARAZO DE TIA SANDRA

Querido diario:

Sobre tía Sandra, la hermana de mi madre, ya hablé anteriormente (capítulos 5 y 9). Ya conté su relación pasajera con un ardiente cubano de poronga proporcional a su gigantesca estatura, y de la que también puede dar testimonio mi mamá ... Pues resulta que el caribeño no sólo dejó bien dilatados coño y orto de mi querida tía, sino que le dejó como recuerdo un embarazo. Marquitos, que así se llamará el bebé (como su padre), es el fruto de las apasionadas sesiones de lujuria y desenfreno que vivió Sandra con el mulato tras su divorcio . A punto de dar a luz, tía Sandra se ha venido a vivir con nosotros para estar mejor atendida las últimas semanas de gestación y tener familiares que la cuiden tras el parto, pues como es sabido su amante regresó a la fuerza a su paradisíaca isla.

Curiosamente, el embarazo hace que tía Sandra esté muy sexy con su ropa pre-mamá, luciendo su pancita a punto de reventar y sus tetas gordas repletas de la leche que amamantará al bebé. Pero mi tía sigue echando mucho de menos a Marcos ... y a su pollón, y más de una vez se deprime y llora un ratito o se encierra en su habitación (que es la mía, pues he tenido que cedérsela y pasar yo a dormir en el sofá del salón) y charla durante largo tiempo por teléfono con el cubano mientras él la recalienta a distancia diciéndole guarrerías y ella se masturba con un consolador. El otro día, a través de otro teléfono conectado, pude escuchar su conversación:
- Marcos, estoy recaliente, echo en falta tu verga dentro de mí.
- Imagínate que te acabo de chupar la concha, mi amol, y así mojadita te inserto mi chota hasta que nos corramos juntos.
- Sí, sí, ya me vengo, ya me vengoooo ...

Aquella tarde quedé en casa con ella, pues mi padre estaba trabajando en su taller y mamá y mi hermana habían ido de compras. Ante la inmediatez del parto (era cuestión de un par de semanas) siempre había alguien en casa para acompañarla. Después de ver un rato la televisión, necesité coger algo en mi dormitorio, donde estaba ella descansando, así que golpeé la puerta y pedí permiso para entrar. Cuando entré en el cuarto me la encontré tumbada sobre la cama, semidesnuda, en bragas y con sus formidables pechos fuera del sostén dándose una crema hidratante sobre el vientre y tetas. Una corriente me subió de pies a cabeza al verla en aquella postura, en la que destacaban unos abultados labios vaginales debajo de la bombacha. Ella percibió mi excitación y con una señal me pidió que me acercara. Sin mediar palabra, dirigió su mano a mi entrepierna y por encima del pantalón empezó a palpar mi verga.Cuando la notó bien dura, se incorporó de la cama, me desabotonó el pantalón y lentamente me lo bajó junto a los calzoncillos. Pronto se alzó mi polla como un mástil ante su cara. Suavemente, me descapulló y se metió todo el miembro en su boca. Estaba en el séptimo cielo, viendo como la reputa de mi tía me hacía la mejor mamada de mi vida, lamiéndome los huevos e introduciendo toda mi pija hasta tocarle la campanilla, cuando de repente sentí un fuerte portazo ...
No tuvimos tiempo a recomponernos. En la puerta de la habitación, atónito, con los ojos como platos, se alzaba la figura pétrea de mi padre.
- ¡Pero serás zorra! - exclamó - ¿Pero cómo te atreves a hacerlo con tu propio sobrino? ¿No ves que casi es una criatura?
- ¿Una criatura con esta polla? - se defendió ella - Seguro que la tiene más grande que tú.

Me disponía a escapar como alma que se lleva el diablo, cuando mi padre cerró con fuerza la puerta del cuarto, echó el pestillo, y me retuvo dentro. Sacó su ropa de trabajo (aún llevaba puesto el buzo de mecánico), tiró todo al suelo, y mostrando un cipote empalmado con un glande reluciente y gordo, se dirigió a la cama donde tía Sandra estaba toda espatarrada. Le abrió todavía más las piernas y agarró sus bragas por los extremos y se las sacó de golpe. Su pubis estaba rasurado ante la proximidad del parto y sobresalía una vulva carnosa y colorada, semiabierta por la preñez y por la excitación. Papá empezó a masajerarle la almeja sin piedad. Ella se quejó pero prontó empezó a mojarse y calló de inmediato. Mi padre le separó los labios vaginales y pude ver un clítoris erecto e hinchado. Entones le metió un dedo dentro del coño, luego dos ... y le imprimió ritmo. Tía Sandra se masajeaba los pechos y empezó a exprimir los pezones; unas gotitas de leche empezaron a salir de ellos. Al ver aquello, mi padre se dirigió a las tetas y empezó a apretarlas, y chorros de leche empezaron a salir como de un chafarís; debían estar muy sensibles los pezones porque tía Sandra soltaba unos grititos no sé si dolor o de placer. Papá mojó su polla con aquella leche para lubricársela bien y de una embestida se la metió toda dentro del chochito.
Yo no dudé en ocuparme de las tetas de mi tía. Empecé a succionar sus pezones gordos y oscuros como castañas mientras me bebía su leche como un mamoncete. La muy puta pedía más y más poronga, sin importarle su estado ni el daño que podía ocasionarle al bebé:
- ¡Llevo ocho meses sin una verga dentro! ¡Dame caña, cabrón! - le gritaba a mi padre. Para acallarla, le metí mi polla en la boca, que absorbió con delectación.
Fue entonces cuando empezó a sentir unas contracciones muy fuertes en el útero. Mi padre sentía cómo su polla era aprisionada rítmicamente y creyó enloquecer de placer. De pronto, empezó a notar que un torrente líquido salía del coño de su cuñada.
- ¡Te estás meando de gusto, so guarra! - le dijo papá.
- ¡Estoy rompiendo aguas, voy a parir! - gritó ella en medio de espasmos de placer.
Papá notó cómo su polla tropezaba con un obstáculo dentro. Pero era tanta su excitación que no fue capaz de detenerse. Metió el pene con más fuerza mientras su chota y cojones se pringaban de un líquido dulzón y amarillento, y en aquel momento los dos orgasmearon al mismo tiempo, en medio de grandes alaridos de placer, mientras yo me corría sobre sus tetas. Cuando mi padre retiró su verga, el líquido amniótico salió a chorros y al poco asomó por la vagina dilatada una cabecita ...
Un precioso bebito negro todo mojado y con toda la lefada de mi padre sobre la carita.

Ya en el hospital, al poco llegaron presurosas mi madre y mi hermana. Se abrazaron emocionadas a la tía Sandra, postrada en una cama, mientras se deshacían en piropos al recién nacido.
- ¡Qué lindo es, igualito que su papá!- exclamó mi madre.
- ¡Qué valiente has sido, tía Sandra, al dar a luz en casa! - dijo mi hermana.
- Los valientes han sido tu padre y tu hermano. Menos mal que estaban allí cuando me puse a parir ... ¡Y qué buen trabajo hicieron!

XOEL