No pude dejar de pensar en Lorena después de que el día anterior (a una semana del matrimonio), tras presentarla a un amigo, éste se la cogió y yo fui testigo sin que ella se diera cuenta.
Relato
Mientras me deleito con la imagen de Lorena, recordando el rico olor de su largo cabello negro; su marcada tez morena; sus labios carnosos; su estrecha cintura; sus curvilíneas caderas y su amplio trasero, mi miembro adquiere volumen y lo froto recostado en mi cama. Pero no quiero que esto concluya en una simple eyaculación que, envuelta en papel higiénico, termine en el bote de basura.
Con un deseo ferviente por mi antigua compañera de preparatoria me levanto de la cama y le marco a su celular. Apenas la vi ayer pues, tras informarme que se casaría en tan sólo unos días, la llevé a celebrar el término de su soltería a un antro de strippers.
En aquel lugar beneficiaron a mi antigua compañera con una sesión de sexo tan apasionada que seguramente tardaría en olvidar. Y puedo dar fe de ello pues fui testigo. El stripper que había tenido el privilegio de fornicarla era amigo mío y gracias a él pude espiarlos durante toda su cópula. Lo que yo le había propuesto a mi amigo era que la pusiera apunto dándome la oportunidad de beneficiármela yo mismo, pero el muy cabrón se la cogió el solo.
Lorena no se dio cuenta que los espié. Ver aquello me dejó tan caliente que no he podido dejar de pensar en ella. Mientras escucho los tonos constantes de la llamada a través del auricular estoy nervioso, pues no sé exactamente qué voy a decirle. Sé que necesito cogérmela, que esta vez quiero ser yo quien tenga el privilegio de provocarle un orgasmo; pero, ¿cómo se lo digo?
—Hola —por fin contesta.
Permanezco en silencio por un momento, dudando qué decir.
—¿Fernando eres tú?
En mi precipitación al llamarle había olvidado que ella me identificaría inmediatamente pues mi número lo tenía registrado en su celular.
—Sí, hola Lore, ¿cómo estás? —al fin respondo.
—Bien, aunque ando algo adolorida.
— Ah, claro por lo de anoche —respondo irreflexivamente—. «Qué estúpido» —me digo a mí mismo.
Ella no sabe que me di cuenta de que se la cogieron. Es entendible que después de tal arremetida estuviera aún dolorida pues los embistes fueron muy duros, además, la posición en que ella estuvo la mayor parte del tiempo no había sido muy cómoda. Había estado hincada sobre una pequeña silla. Pero no debí mencionarlo.
Después de un silencio incómodo ella continúa hablando.
—Mmm… no, es que hoy fui al gym y ya tenía tiempo que no hacía tanto ejercicio. Pero bueno, ya sabes, a tan sólo unos días ya quiero adelgazar para entrar en mi vestido de novia —ella ríe tras su comentario.
Yo también río y siento disminuir la tensión.
—Oye, muchas gracias por lo de anoche. En verdad te estoy muy agradecida de que me llevaras a ese sitio y me presentaras a tu amigo. Se portó muy amable conmigo.
—¿De verdad se portó bien? —le pregunto algo taimado.
—Claro que sí. Es un tipazo. ¿Por qué no lo llevas a mi boda?
—Ah, claro. Déjame le hablo y ahí le caemos —le digo incómodo pues por el momento únicamente pienso en estar a solas con ella—. Por cierto, me gustaría verte hoy. Sé que ya es tarde pero necesito hablar contigo.
—Híjoles Fer. La verdad es que ahorita estoy muy cansada, además ya te dije que ando toda adolorida, y mañana tengo que supervisar los últimos preparativos para la boda.
—Mira, dame chance de ir a tu casa. Paso por ti y te invito a cenar, ¿qué te parece?
—Bueno, está bien, aquí te espero —me responde casi de mala gana.
Termino la llamada y con la sangre embotada en mi cabeza me apresuro a ir por ella.
Llego a su casa y le llamo a su celular avisándole para que salga. No toco el timbre pues no quiero toparme con alguno de sus padres; Lorena me ha contado que aún vive con ellos y éstos son muy recelosos. Ella sale y entra al auto saludándome con un beso en la mejilla.
Estoy cenando en un restaurante con Lorena. Comemos unos cortes de carne tipo argentino y bebemos vino.
—Así que, ¿qué te pareció la experiencia con mi amigo Roberto? —le pregunto.
—Es… fue… —dice quedándose en silencio sin saber cómo continuar—. Ay Fer, no sé cómo decirlo pero fue especial —me responde con un extraño brillo en su mirada que no había visto en ella antes.
Me da la sensación de que el evento le fue muy significativo. Sonrío, aunque no puedo evitar sentir celos al recordar a Roberto apareándose con ella, la chica a quien deseo desde hace más de diez años y a quien entregué, prácticamente, en bandeja de plata para que mi “amigo” la disfrutara. Él a penas la había conocido veinte minutos antes de cogérsela. En mi mente aparece una imagen en la que Roberto, con su musculatura bien marcada y cubierto de sudor, mantiene aferrada a Lorena de su cintura con brazos tan sólidos como el acero mientras la penetra desde atrás. Roberto voltea a verme y me sonríe cínicamente al mismo tiempo que levanta un dedo pulgar y me guiña un ojo.
De repente me doy cuenta que perdí el hilo de la conversación así que pongo atención en lo que me está diciendo Lorena. Parece como si me hubiera ido dejándola de escuchar por unos segundos, pero ahora vuelvo a atenderla.
—…sí, al ser hija única mis padres me sobreprotegieron mucho. Es por eso que sólo he tenido dos novios, incluyendo a Álvaro —me dice Lorena.
—¿Sólo dos, en serio?
Lorena asiente con la cabeza luciendo un tanto avergonzada.
—Sí, de hecho.
Me quedo sorprendido ante sus palabras. Con ese porte, con esa forma de vestir, nunca creí que aquella mujer tan hermosa tuviera tan poca experiencia en el amor. Hasta ese momento yo creía que Lorena había tenido varios novios desde su adolescencia, y por supuesto que ya había tenido varias relaciones sexuales desde que íbamos en la escuela. Ahora comienzo a entender por qué el evento en aquel antro de strippers pudo significar tanto para ella.
Animado por el efecto del vino le hago una pregunta.
—Lorena, ¿sólo has tenido sexo con esos dos novios?
Lorena, ligeramente sonrojada, sonríe guardando silencio por un par de segundos.
—No sé por qué te cuento esto pero sí, yo sólo he tenido intimidad con mis novios.
—¿Así que sólo con dos?
—Bueno, en realidad tres.
Tras un suspiro ella continúa.
—Mira, supongo que te tengo confianza. Tú has sido muy bueno; la mayoría de los hombres sólo se acercan a mí buscando un acostón y después de todo tú me brindaste esto sin más, así que te lo voy a confiar, tu amigo Roberto y yo tuvimos sexo en el privado. Y sí, el fue a penas el tercero en mi vida.
Yo sonrío, estúpida o ingenuamente, quizás, pues tal vez, en alguna parte, Roberto se ríe de mí al haberle ofrendado a la mujer que más deseo en el mundo. Pero qué diablos, mis acciones habían ofrecido la oportunidad de que ésta hermosa mujer que tengo enfrente de mí disfrutara de sí misma, quizás por primera vez en su vida.
—La verdad nunca imagine, es decir… siempre creí que siendo una chica tan atractiva habías tenido más de un novio ya desde la prepa. Tú siempre te viste tan sexy —le digo.
Lorena sonríe.
—Gracias, pero creo que me vestía así en rebeldía contra mis padres. Ellos siempre me han querido controlar.
—Y no crees que eso te están haciendo ahora, es decir, imponiéndote este matrimonio.
—No, casarme con Álvaro yo lo decidí —me responde rotundamente.
Tras salir del restaurante, Lorena y yo viajamos en mi auto. Siento que hay mil y una ideas dando vueltas por mi cabeza.
«¿Acaso debo llevarla a su casa sin chistar? Y dejar que mi calentura me consuma. ¡No!»
Sin previo aviso conduzco mi vehículo hacia la entrada de uno de los moteles que abundan en la avenida. Lorena se sorprende.
—¿Qué pasa?
Después de estacionarme le respondo.
—Mira Lore, creo que te has perdido mucho de ti misma hasta ahora. Quizás tus padres no te están obligando a casarte, pero, ¿y si eres tú quien en otro acto de rebeldía lo haces? ¿Acaso terminarás con un hombre sólo por llevarle la contraria a tus padres?
Lorena notablemente molesta me exige:
—Llévame a mi casa Fernando, no hagas que pierda la buena imagen que tengo de ti. ¿Qué hacemos en este lugar?
—Lore, no te voy a obligar. Sólo te pido que llegues hasta donde tú decidas.
Tomo una de sus manos y cautelosamente la coloco sobre mi muslo a la vez que la acaricio.
—Yo siento algo por ti desde la preparatoria. Mira, compruébalo.
Dichas esas palabras, muevo su mano con cuidado hasta mi entrepierna donde, bajo mi pantalón, mi pene erecto aguarda. Lorena me mira con rostro impávido y yo aprieto mi mano sobre la suya para que ésta, a su vez, comprima mi pene. La dureza de éste es innegable y Lorena lo constata.
Por vez primera me atrevo a besarla. La sujeto de la nuca con ambas manos y me doy cuenta que ella, por cuenta propia, sigue aferrada a mi miembro.
Tras los trámites necesarios ambos entramos a una habitación. Enciendo las luces para poder ver a Lorena en todo su esplendor. Ella luce hermosa. La abrazo y beso, esta vez profundamente pues, cuando abre su boca, hundo mi lengua enredándola con la de ella.
Recorro su cuerpo con ambas manos; la voluptuosidad de su silueta me lleva por montes y valles que transito con sensualidad. La acaricio desde su espalda hasta sus glúteos; por primera vez, están en mis manos estos montes de carne, por primera vez los sopeso; los amaso; los exprimo. Creo que no puedo abarcarlos por completo pero, aún así, tomo cada uno de los dos gajos que integran su trasero con tal ímpetu que logro levantarla unos centímetros del suelo.
Arrojo a Lorena sobre la cama y comienzo a desnudarla. Su cuerpo es tan hermoso como imaginé; su piel es tersa; sus pechos voluptuosos; sus pezones oscuros y suaves al tacto. Meto uno de ellos en mi boca y jugueteo con él hasta que queda erecto. Sigo con el otro y después la beso.
Lorena me desnuda ávida de encontrarse con mi miembro el cual salta hacia su cara tras liberarse del calzón.
—Ay Fernando, tu amigo está a todo lo que da —ella me dice con sonrisa pícara.
Quedo mudo tras escuchar tales palabras de boca de Lorena. Nunca creí que algo así saliera de su boca. Por otra parte, mi miembro no podría estar más excitado, desde hace mucho que había soñado por este momento. Al ver cómo se introduce a mi “amigo” entre sus labios me aferro a su cabeza, su succión es impresionante. Estar dentro de su boquita no tiene comparación, se siente cálida y húmeda.
La acción de Lorena me lleva casi al éxtasis, pero sería una descortesía terminar antes de brindarle la misma satisfacción así que retiro mi pene de su boca, la cual beso, para después bajar hacia su sexo.
De pequeños y húmedos besos paso a lamerle toda su raja. Su olor es delicioso. Cuando mordisqueo su pequeño clítoris ella emite algunos pujiditos que me satisfacen. Ahora, tras haber ensalivado bien su puchita introduzco mi lengua en tan jugosa hendidura. Ella me ve y yo, sin dejar de meterle mi lengua, le devuelvo la mirada con una sonrisa.
Después de varios minutos gozando mutuamente de nuestros cuerpos ha llegado el ansiado momento de penetrarla. Desde que tenía dieciséis años he soñado con este instante. De una pequeña mesita tomo uno de los preservativos que el motel ofrece a sus clientes. Lo saco de su empaque y con él enfundo a mi “amigo”. Mi pene parece un salchichón embutido en aquella tripa artificial. Coloco la punta justo a la entrada de la cueva íntima de mi amiga y paseo la cabeza de mi glande de arriba abajo.
«¿Cuánto anhelé este momento?» —pienso.
Por fin comienzo a penetrarla viendo como la punta de mi pene se abre paso en su lubricada vagina. Doy vistazos al rostro de mi amiga para notar sus reacciones. Ella muerde sus labios suavemente; nunca la había visto tan hermosa. Al entrar toda mi erección en ella, permanezco sin moverme por un rato pues deseo disfrutar de su calor íntimo y su estrechez vaginal.
Tras breves segundos, Lorena coloca sus piernas alrededor mío y con sutiles pero constantes movimientos me comprime hacia sí misma. Esto no hace más que despertar mis reflejos por lo que, instintivamente, comienzo a moverme entrando y saliendo de ella. Poco a poco nuestros movimientos aumentan de ritmo. De repente se escucha un tono melódico que tardo en reconocer como el timbre de un celular. Es el teléfono de Lorena que, desde su bolsa, está llamando. Ambos nos miramos como interrogándonos el uno al otro sobre si debemos parar o no, pero al parecer ninguno de los dos está dispuesto a hacer una pausa que interrumpa nuestro coito. Así que, sin detenernos, lo dejamos sonando hasta que deja de hacerlo. Sin embargo, unos segundos más tarde vuelve a timbrar.
—Si quieres contesta —le digo.
—Okey pero no te salgas.
Lorena, aferrada con sus dos piernas alrededor mío, se estira hasta el buró sobre el que está su bolsa. Cuando logra alcanzarla busca dentro su teléfono móvil. Mientras tanto, yo continúo con el movimiento de manera suave para no perder la erección. Viendo la pantalla de su teléfono identifica quien le llama.
—Es Álvaro —me dice casi en un murmullo.
Lorena me hace una seña de que guarde silencio y le responde.
—¿Qué pasó amor? —dice en tono tierno.
Escuchar la ternura en su voz, y saber que Lorena habla con su futuro marido, me prende a mil y comienzo a arremeter con mayor frenesí. Al mismo tiempo alcanzo escuchar la voz de aquel a través del celular y pienso: «Me estoy cogiendo a tu futura esposa».
Entre pujidos contenidos, Lorena sigue conversando con su novio.
—Mmm… ejem, sí amor, salí con un… una compañera de la escuela a quien no veía ufff… desde hace mucho. Sí como ves, mmm… por eso no me encontraste en casa. Sí, aun voy a tardar, tenemos tanto que contarnos. Sí, seguro, la invito a nuestra boda y ahí te la presento. Va, bueno amor, besitos, bye.
Lorena por fin corta la llamada y en tono aparentemente regañón me dice:
—Te pasas, ves que estoy hablando y tú dándome bien recio. Pero ahora vas a ver.
Una sonrisa perversa aparece en su rostro y con movimientos decisivos, Lorena me hace girar quedando ahora yo acostado y ella sobre mí. En esta posición, quien tan sólo ayer era una antigua compañera y ahora es mi amante, comienza a cabalgarme cual vaquera de rodeo; primero lento y suave pero después violenta y bruscamente. Por primera vez me doy cuenta de la energía desbordada que posee Lorena.
De repente un pensamiento aparece en mi mente: «Quiero dejar preñada a esta mujer».
Con agilidad en mis movimientos (para que ella no pueda evitarlo) dejo salir mi pene y le retiro rápidamente el condón para inmediatamente después volverlo a introducir en su jugosa vagina. Ya sin funda de por medio, la tomo de sus frondosas nalgas impulsándola hacía mí en una última y contundente arremetida que culmina con mi eyaculación.
—¡Se siente muy caliente, aaah! —grita ella casi en un chillido.
Lorena trata de separarse al sentir mi cálida simiente en su interior pero yo la mantengo aferrada hacia mí para impedírselo.
Tras haber recibido hasta la última gota, Lorena se deja caer sobre mí. Exhaustos, permanecemos en silencio por un largo rato.
Ella rompe el mutismo con una pregunta que me susurra al oído.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? —le digo en respuesta.
—¿Por qué te viniste dentro?
—Porque te amo, sé que te amo, no es sólo sexo es algo más. Jamás antes había corrido este riesgo. Eyacular en una vagina es un gran riesgo que nunca he querido correr, no sólo por las enfermedades sino por los hijos, la responsabilidad, ya sabes; pero tú, eres tan…
La miro y ella a mí, como nunca antes; como si nos descubriéramos por primera vez el uno al otro. No decimos nada más clausurando nuestros labios con un beso febril. Dormimos.
Durante la noche sueño con la boda de Lorena. En mi sueño soy yo quien termina casándose con ella.
Amanece, es viernes, estamos a tan sólo unos días de su boda. En menos de una semana ella se casará y terminará la noche en brazos de otro, pero hoy amanece en los míos. Esta mañana soy yo quien tiene la oportunidad, y el placer, de hacerle el amor hasta dejarla exhausta.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513578 veces