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Dora la pastora

Relato enviado por : Colosus el 14/12/2004. Lecturas: 17124

etiquetas relato Dora la pastora .
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Resumen
La esposa de un Pastor de iglesia se da cuenta de lo descuidada que tiene su vida sexual y pasa de la oración y dar el amor al prójimo a la pasión desbocada y a recibir la eyaculación en la cama de un prójimo.


Relato
Folla con su vecino. jovencita folla con su vecino
Dora la Pastora

Entre las mujeres de la congregación se había corrido la voz sobre mi relación con Raquel. Tal vez ella pecó de indiscreción pues yo jamás lo comenté con nadie. Yo me enteré que éramos la comidilla entre los chismes femeninos cuando Dora, la esposa del ministro de la iglesia, me pidió que habláramos en privado después del servicio religioso.

Lleno de incertidumbre me quedé en mi asiento mientras todos los feligreses abandonaban el resinto. En breve, la Hna. Dora se sentó a mi lado.

Dora era una mujer de unos 34 años de edad. Piel morena clara, chaparrita, pasadita de peso; mismo motivo por el cual sus senos y caderas estaban muy recalcados; es decir voluminosos. Su cintura también estaba voluminosa pues tras dar a luz a tres hijos estaba rodeada por una leve lonja que le era dificil disimular. Su cabellera era larga y abundante. Siempre bien peinada, pero su rostro carecía del mas mínimo maquillaje. No rimel. No lapiz labial. Nada. Como esposa del dirigente religioso, debía ser el ejemplo de lo que en esa iglesia se predicaba; y la mujer, según ellos, debería lucir completamente natural. Así que Dora tampoco lucía alhajas de ningún tipo. Sin embargo, era muy atractiva y pese a la falta de maquillaje tenía su propio modo de lucir su coquetería. Su limpieza era incomparable y olía a flores.

Con una sonrisa en los labios se dirigió a mi en tono amable

-Raquelito me dijo que te ha estado dando "estudios bíblicos"…

En mi rostro no se pudo disimular la duda de cuánto realmente le había contado Raquel ya que nuestros supuestas lecciones generalmente terminaban con sesiones de sexo oral y anal. Seguramente la pastora creía que solo leíamos la Biblia.

-Pues sí, Raquel me ha enseñado muchas cosas.- respondí relajado.

-Pues me he permitido pedirle a Raquel que la próxima lección la tomes conmigo. ¿Cuándo te la iba a dar Raquel?

-De hecho íbamos a estudiar hoy en la tarde. – Le dije resignado a perder mi sesión de placer con mi bella amante.

-¿En casa de ella?

-No, habíamos quedado que en mi casa.

-OK, perfecto. Entonces ahí nos vemos después del servicio vespertino.

El resto del día me fue imposible hablar con Raquel para que me explicara qué ocurría y porqué la insistencia de la Hna. Dora en darme la lección.

En el servicio vespertino, todo aparentó estar normal. Dora dirigió los coritos como era su costumbre. El predicador no era el Pastor pues había ido a predicar a otra iglesia como solía hacerlo.

Tenía poco tiempo de haber regresado a mi departamento cuando alguien llamó a la puerta. Era Dora. Le abrí y entró casi de prisa. La invité a ponerse cómoda en la sala y le invité limonada fresca la cual tomó casi de prisa comentando que tenía mucho calor.

Tomé mi Biblia y mi folleto de lecciones y me senté junto a ella.

Poniendo su mano sobre la mía, me dijo mientras me veía fijamente

-Mira, estoy enterada de lo que le has estado haciendo a Raquel…

Alarmado, intenté ponerme de pie tras sentirme acusado.

-Yo le puedo explicar…-traté de justificarme inutilmente.

-Trata de calmarte, no vine a reclamarte. Al contrario. Tu sabes que mi esposo es el Pastor. Raquel me tiene mucha confianza y se veía muy contenta pero con dudas sobre la santidad de su conducta. Me relató cómo ha conservado su virginidad pero no se ha quedado sin probar los placeres que le has sabido dar como hombre. Precisamente es por eso que me he atrevido a venir hasta aquí. Verás, mi marido se dedica a Dios. Se la pasa orando y rezando. Pasa horas visitando enfermos y dando estudios bíblicos. Casi no me toca. Yo lo busco pero hasta me ha llegado a insinuar que el sexo es pecado. Pero yo soy de carne y hueso. Cuando Raquel me platicó lo que han estado haciendo, no pude evitar excitarme e imaginarte (y hasta desearte).

-¿Quiere que le haga el amor?- Le pregunté sorprendido.

-Hace años tuve un novio. Antes de casarme con el Pastor. Antes de conocer la religión. Con él tuve sexo de todo tipo, incluyendo el anal. Fue algo increíble y llegué a pensar que era parte de una relación entre pareja. Pero llevo doce años casada con el Pastor y cada día se aleja mas la posibilidad. Hace mucho que no experimento un orgasmo. Y el sexo anal, ni pensarlo. Sí, quiero que me hagas el amor. Quiero que me llenes del placer con que has hecho tan feliz a Raquel. Se que no soy tan bonita como ella, ni tan joven. Pero si estoy mucho mas experimentada.

Su cara estaba completamente ruborizada. La ausencia de maquillaje no permitía que su vergüenza se pudiera disimular. Todo su cuerpo temblaba. ¡Cómo rechazar tan rica mujer! Su mero olor me excitaba. Su insinuación me había provocado tremenda erección. Puse mis manos alrededor de su cuello y acercándome a su cara, junté mis labios a su boca. En breve, estabamos unidos en un intenso beso. Mientras nuestras lenguas se acariciaban mutuamente, nuestras manos se dieron a la tarea de recorrer nuestros cuerpos.

¡Besaba como toda una hembra!

Acaricie su cuello, luego su nuca para bajar de inmediato a sus senos los cuales eran de tamaño generoso pero mas bien flágidos y vencidos por la gravedad a pesar de la tensión del sostén. Su respiración iba en aumento mientras sus manos traviesas y exploradoras iban en busca de mi insrumento. Expertamente, desabrochó el cinturón, abrió mi cierre y en breve bajó los pantalones y calzoncillos dejando al descubierto mi mástil en completa erección. Mientras que yo magraba sus tetas, ella tomó entre sus manos mi engrandecida verga y con indescriptible maestría la pajeó otorgándome placer inemesurable.

En breves momentos, terminé de despojarla del resto de su ropa. Efectivamente, era una hembra con belleza completamente al natural. Su abdomen estaba cubierto de estrías debidas a los tres embarazos. Tenía una gran cicatriz debida a una cesarea de uno de sus partos. Sus mamas colgaban pesadamente al igual que las carnes de sus nalgas y caderas. La lonja de su torso era mas obvia en su desnudez. Su pelbis estaba con los vellos crecidos y abultados. No los recortaba ni rasuraba. Me excitó verla tan natural y tan hembra.

Me detuve por una fracción de segundo a pensar lo que estaba por suceder pero el deseo por esa mujer pudo mas que mi pudor. Habría de darle el placer que ella buscaba. Con gusto saciaría su sed de verga dura y aplacaría su fuego. Continué recorriendo toda su piel, su espalda y cintura, sus nalgas y pechos. Dejando nuestras ropas sobre el sofa, la tomé entre mis brazos y la llevé a mi alcoba.

-A ti si voy a poderte dar verega en tu chochita.- le susurré al oído mientras con mis dedos abría sus labios para constatar que su sexo emanaba grandes cantidades de jugo.

-Ya dámela, no me hagas sufrir.- Contestó al tiempo que abría sus piernas para dejar su rajita lo suficientemente abierta para mostrar su color rosado y labios vaginales hinchados de color obscuro.

Me monté sobre ella en posición de 69 al tiempo que le decía:

-Primero vas a gozarla en tu boca y vas a gozar las caricias de mi lengua.

Al acercar mi pedazo de carne a su rostro, ella lo tomó con una mano y de inmediato se dio a la tarea de mamarlo como si su vida dependiera de ello. Yo por mi lado, me dediqué a saborear los jugos que fluían en cantidades generosas de su rajita. La oía gemir en cada lamida y sentía su cuerpo vibrar cuando dedicaba tiempo a succionar su clítoris el cual estaba erecto y fuera de su prepusio. Su boca al rededor de mi verga se sentía tibia y húmeda. Era una hembra que sabía dar placer a un hombre. Su mano al rededor del tronco la giraba para retorcerlo mientras su boca saboreaba el glande y el resto de pene. Movía su lengua magistralmente brindándome un placer infinito en cada roce. Era una experta mamadora de verga y parecía gozar tanto como yo.

Entre el poblado pelambre, con mis dedos abrí sus labios vaginales dejando al descubierto la totalidad de su sexo. En seguida me dediqué a lamer su cuevita con suavidad pero velozmente. Corría mis manos por diferentes partes de su cuerpo enardecido. Sus nalgas eran eróticas y me producía mucho placer tomar cada gluteo entre mis manos y estrujarlos con fuerza y abrirlos de par en par hasta que su culito se estiraba frente a mis ojos. La nalgueaba y volvía a abrirlos cada vez con mas fuerza. Tras cada nalgada ella gemía de placer. Cada vez abría sus nalgas con mas fuerza hasta que parecía que la piel de su esfinter iba a reventar. Su cuerpo entero se retorcía. Fue entonces que acerqué mi lengua a su pequeño ano. Perfectamente sabía que ella buscaba que le diera placer en el culo, al menos es lo que me había insinuado. Se le veía muy estrecho y lo traía limpiecito pues al probarlo con mi lengua solo me supo a sexo. Mientras le metía la lengua para comenzar el proceso de dilatación, sentía como ella seguía dedicada a mamar mi verga como la mejor de las putas. ¡Jamas hubiera imaginado que la esposa del Pastor fuera tan candente en la cama!

¡Vino buscando que la enculara, pues con gusto iba a romperle el culo!

Metí mi dedo índice hasta lo mas profundo de su vagina para de inmediato sacarlo y embarrar los jugos extraídos en su diminuto agujero. Repetí esto varias veces mientras ella gemía cada vez mas fuerte hasta que su culito estaba lo suficiente lubricado. Entonces mi dedo empezó a buscar entrada por la puerta trasera. Le agregué cantidades generosas de saliva. El dedo resbalaba con facilidad. Ella se quedó quieta. Metí mi dedo hasta la mitad sin dejar de viborear su clítoris. Tras un momento, Dora regresó a darme placer con su boca mientras dejaba escapar ciertos sonidos gloturales y movía su cadera en forma circular. Terminé de meter el dedo el cual ella recibió con mucho agrado pues tras gemir y quedarse quieta por un breve momento, empujó sus nalgas contra mi mano al tiempo que su lengua se paseaba por la piel de mis testículos.

Rellenaba su boca con un testículo mientras que golozamente lo acariciaba con su lengua fuera de control. Yo me dedicaba a lamer su clítoris y a meter y sacar mi dedo de su apretado culito.

-¡Mmm! ¡Qué rica verga! La tienes mas grande de lo que me había imaginado. - dijo con la respiración entrecortada.

-¿Te gusta? – Le pregunté torpemente.

-Mmmm…¡me encanta!- y seguía mamándola

Sacando el dedo de su culo, junté mi dedo medio y procedí a meter ambos. Al sentir la diferencia de grozor ella empezó a gemir fuertemente y a gritar

-SI…SI…SI

Sin detenerme, terminé de meterlos. Ella abría y levantaba las piernas para darme acceso total. Una vez adentro de su recto, los separé en forma de tijeras y los retorcí en círculos. Su agujero menor empezó a ceder al ella no poner la menor resistencia. Los saqué y regresé a la carga con tres dedos.

-¡AHHH!-Gritaba ensordesedoramente- SÍ, SÍ…ASÍ…

Estaba como fuera de control. Había suspendido de mamar mi verga. Con sus manos bajo la cadera, levantaba su cuerpo hacia mí. Restregaba sus voluminosas nalgas contra mi mano buscando el placer que la penetración de mis dedos en trío le daban.

-Ya, dame verga. ¡Métemela! YA.

Tras incorporarme, coloqué una almohada debajo de sus caderas. Tomé entre mis manos cada uno de sus tobillos y los jalé hacia sus hombros. Ella abrazó sus piernas y las apretó contra su pecho dejando libres mis manos sin perder esa posición tan accesible. De rodillas sobre la suavidad de mi cama, tomé el frasco de vaselina del buró y me apresuré a untar una buena cantidad al ano de Dora y a lo largo de los 20 cms de mi verga erecta. Conforme metía mis dedos llenos de vaselina hasta lo profundo de su colita, ella continuaba retorciéndose y gimiendo de placer. Alterné entre meterle tres dedos al culo y metérselos a su rajita inundada en sus propios jugos. En los dedos de mi otra mano puse mas vaselina y le metí tres dedos en su conchita y tres en el trasero. Esto pareció volverla loca pues sus gritos, jadeos y la forma como se retorcía en la cama eran impresionantes.

Con mis manos empuñadas me apoyé sobre el colchón quedando mis brazos al rededor de sus muslos. Puse la punta de mi verga en la entrada de su vagina y sin mas se la metí hasta el fondo de un solo golpe. De su garganta salió un chillido agudo y prolongado. Doblaba mis brazos y en seguida los exendía con fuerza para provocar que su cuerpo se meciera en la cama logrando un acompasado mete y saca en su rajita. Mi alcoba se llenó de un coctel de sonidos. Se oía el rechinar de la cama acompañado del sonido provocado por el choque de nuestros cuerpos, los gritos de Dora entre y la combinación de mis pujidos y gemidos.

Con la respiración entrecortada y en medio de su gritera alcanzaba a decir una que otra palabra

-Ahhhh, que grande la tienes…

Sin tregua yo seguía perforando sus entrañas con furia.

-Sííí…sííí…no dejes de moverte…estoy llegando…

Balbuceó mientras su cuerpo se convulcionaba envuelto en un intenso orgasmo. Su cuerpo bañado en sudor igual que el mío. Su corrida me excitó más pues no hay cosa que de más placer a un hombre que sentir que su hembra explote en un orgasmo. No interrumpí el mete-saca pero si ajusté el ritmo a lo que su lenguaje corporal me comunicaba.

Mi verga estaba a punto de estallar. Las paredes vaginales estaban a una temperatura ardiente y sus flujos permitían que hubiera una exquisita lubricación para dejarme navegar libremente en ese tunel de carne que proporcionaba un placentero cosquilleo en todo lo largo y ancho de mi lanza. Sentí que perdía el control y sin querer todavía eyacular, saqué mi miembro para recuperar mi respiración y control. Mis brazos seguían apoyados sobre la cama así que no me fue fácil volver a meterla al primer intento. Sentí como ella estiró una mano y tomando mi pene lo dirigió a su agujero. Al sentir contacto al rededor de mi glande, volví a presionar sin lograr entrar de nuevo en su cuerpo.

Dora lo había dirigido a su ano. Por eso la entrada estaba mas difícil. Con una mano abrió sus nalgas y con la otra se aferró a mi estaca mientras me decía que empujara. Lentamente sentí como la cabeza de mi verga se comprimía al ir entrando a la gruta menor. Ella volvió al jadeo y al chillido mientras daba su aprobación a ser enculada.

Una vez que sentí firmeza en la estocada, empujé con todo mi cuerpo penetrando su culito hasta el fondo. De nuevo, la recamara se sofocó con sus gritos de placer al continuar embestiendo su fundillo.

-Aaaayyy…me vas a reventar.

La oí decir sin entender si lo que decía era provocado por el placer o si había alguna molestía.

-¿Te molesta?

-Muy poquito, pero me da mucho placer.

Quería ser enculada, pues tendría que soportar cómo le taladraba el culo sin reparo hasta que le llegara el placer total. Dado que no protestaba, decidí que la estaba gozando y procedí a cogerla de lo lindo. Los mete y saca eran con fuerza y velocidad. Tenía un culo riquísimo, sin duda la vaselina ayudaba a que se le resbalaran mis 20 cms propinándole el más grato placer. Habiendo soltado sus nalgas, ahora sus manos estaban en mi espalda las cuales frotaba con fuerza, se aferraba a mi carne hasta el punto de enterrar sus uñas. Yo disfrutaba sus caricias mientras arremetía ese culo que estaba por reventar. Mis brazos empezaban a cansarse de sostener mi cuerpo y ser la fuerza motriz para impulsar su cuerpo hacia mi.

-Ponte a gatas.- Le ordené después de haber desfundado mi falo.

Ella obedeció y en un dos por tres estaba en cuatro con la cintura arqueada lo cual dejaba su culito afilado y dispuesto. Sin reparo, tomé mi verga con una mano y la dirigí a su vagina. La embestí con todas mis fuerzas hasta llegar al punto de sentir que el semen reborboteaba y amenazaba con derramarse. Saqué mi pito y aspirando profundamente para recobrar el control y evitar la eyaculación, volví a clavarla en su aun lubricado culo. Ella se retorcía mientras gritaba y se perdía en un aullido sofocador. En cada embestida mi cuerpo chocaba contras los cachetes de sus redondas nalgas. Mis manos se aferraban a sus caderas y el vaiven de mi cuerpo oscilaba libremente mientras en cada centímetro de mi pene sentía cuando ella ponía presión a su esfinter para morder el pedazo de carne caliente que la penetraba.

Mientras la oía pujar y gemir, la agarré con fuerza de los hombros y mientras la embestía, jalaba su cuerpo hacia mi logrando unas penetraciones profundas y salvajes. Sus gritos se ahogaban en cada pedazo de pared de mi habitación.

-Sí…Así…Más…Dámela toda

Si se salía del ano, la atornillaba en su rajita; luego regresaba al estrecho culito. Los dos agujeros estaban deliciosamente buenos. Los dos le producían placer pero sus reacciones eran diferentes dependiendo de que hoyo le estuviera rellenando.

-¡Está buenísima Dora!

Le dije mientras le propinaba una ligera nalgada a la que ella resondió con un gemido de placer. Me dediqué a picarle el culo con mi endurecida pija mientras repetidamente le acomodaba azotes con mi mano cada vez agregando mas fuerza hasta que la piel de sus nalgas se tornó de un color rojo profundo. Ella había perdido completamente la voluntad y se entregaba íntegra a la follada que le daba.

-Más…Así…AAAAYYYYY…Sí…Toda…Toda…mmmm

Su cabellera se agitaba como la melena de una yegua desbocada. Yo le agarraba con una mano la cadera y con la otra seguía jalándola de su hombro hacia mí y esporádicamente le acomodaba nalgadas en sus ya enrojecidos cachetes. Su culo era el protagonista.

-Toda…toda…dámela toda…

Mi cuerpo se llenó de una excitación que no pude controlar mas. Ese divino culo apretaba mi verga y estaba por ocasionar que le vaciara todo mi semen en lo mas profundo de su intestino. Ella tenía una de sus manos en su rajita y la movía aceleradamente en la zona de su clítoris. Sin parar, seguí cabalgándola hasta que estallé y con fuertes espasmos descargué cantidades abundantes de semen que había madurado y era necesario despojar.

Mientras eyaculaba, apretaba su cadera y hombros con fuerza. Gemía fuertemente y la embestía entregándole toda mi fuerza y velocidad.

-¿Querías verga? ¡Pues gózala!…¡Te estoy llenando el culo de semen!

-AH…SI…DAMELA TODA…ME VENGO.

Entre chillidos, su cuerpo explotó en el más profundo de sus orgasmos de esa tarde. Todo su cuerpo se convulsionaba y al terminar quedó temblando y llorando al tiempo que sus labios dibujaban una sonriza.

Después de descansar un breve momento, la invité a la regadera en donde le lavé su culito, sus estrías, sus voluminosos pechos y su lonjita coqueta.

-Pastora, soy la oveja negra de tu rebaño

-Pastora en la iglesia. Aquí soy Dora, la que te adora.

Dora era para todos la abnegada pastora. Una mujer consagrada, dedicada al estudio de la Palabra.

Desde ese día, para mi fue "Dora La Ponedora". Dora la Mujer.
 

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Si te ha gustado Dora la pastora vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:21) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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