El ahijado de mi mama

¿Cómo empezó todo? Había descubierto los placeres de la masturbación a una edad temprana, tan pronto como llegué a la pubertad. A veces me frotaba mi conchita virgen una vez al día. No es que fuera tan jugosa en ese entonces como lo es hoy y chapoteara salvajemente a mi alrededor cuando me venia, pero quería sentir la sensación desenfrenada y libertadora con bastante frecuencia, y aprovechaba cada oportunidad para encerrarme en mi habitación o en el baño y darme un poco de placer. Por supuesto, también hubo besos y pequeños tientas en los arbustos con uno u otro compañero de clase, y aprendí que algo salia de las vergas cuando jugaba con ellas.
Fue durante las vacaciones escolares, el ahijado de mi madre Adres, que acababa de cumplir 18 años, vino a pasar unas semanas unos con nosotros en el pueblo. Andrés y yo, a pesar de que el era 5 años mayor, nos llevábamos bastante bien. Una mañana, mis padres ya estaban fuera de la casa trabajando en el campo, quise preguntarle qué quería para desayunar y entré a su habitación. Estaba echado sobre la cama desnudo y trabajaba su polla con devoción. Estaba tan ocupado que ni siquiera se dio cuenta de mi. Me aclaré la garganta, se congeló, luego trató de cubrir su desnudez con una sábana, pero esto solo lo logró de manera incompleta, porque estaba acostado sobre la tela, por lo que mantuvo sus manos sobre su hermosa polla, que inmediatamente se derrumbó.
"Julia, ¿que haces aquí?", tartamudeó con una cabeza roja brillante.
Me quedé en el umbral de la puerta con mi t-shirt algo corto. Aun no consciente de cómo me veía pero los hombres, con el t-shirt ajustado sobre mis pechos floreando.
Sin más preámbulos, me acerqué a él y me senté a su lado en la cama.
"Buenos días, Andrés, ¿molesto?", le pregunté suavemente. "No tienes que avergonzarte, eso lo hacen todos los chicos. Y créeme, las chicas también…
En ese momento no se que se me paso por la cabeza, pero cogí sus manos y las aparte de su verga.
Me miró fijamente, pero luego bajó la mirada cavando sus ojos en mis tetas.
Despacio comencé a acariciar ligeramente su verga, que comenzó a crecer de nuevo. Por primera vez tuve una polla tan grande y gruesa tan cerca de mis ojos.. Las breves desventuras con mis amigos de la escuela no se podían comparar con esta. Mas bien eran pequeñas, diminutas. Tengo que decir en su defensa, que eran de mi edad. Y ademas se corrían muy rápido, tan rapido que no me daba tiempo de ver bien con qué estaba jugando.
"¡Julia!, ¿qué haces ahí, tú... oh, Dios mío, detente, yo…", balbuceo.
Me volví más audaz y agarré su verga con más firmeza, y ahora quería saber qué sucede realmente. Así que empecé a masturbarlo, y tímidamente empezó a acariciarme las tetas.
Al cabo de un tiempo, comenzó a respirar muy fuerte, apretó mis tetas cada vez más fuerte y susurró: "Oh, Julia..., cuidado..., ahhh… ahhh…". Un gruesa crema blanca salió disparado de su glande y voló por los aires, aterrizando en su vientre, Yo miré fascinada, al mismo que miraba la crema que chorreaba en mi mano. De repente se apoderó de mí, no pude evitarlo, me incliné sobre su polla espumosa y me llevé a la boca la crema que aún escupía vigorosamente. Por primera vez en mi vida tuve esperma en la boca y me sorprendió el agradable sabor.
Andrés se fue calmando poco a poco, pero lo que había sucedido le resultaba terriblemente bochornoso. No sabía dónde mirar, sobre todo porque mi t-shirt se había deslizado hacia arriba durante la acción y mi trasero estaba casi completamente al descubierto.
"Julia, cómo... ¿Cómo se te ocurrió hacer esto...?", murmuró.
"No sé, nunca vi una tan grande y me pareció muy fascinante". Se sorprendió cuando acaricié su vientre, que estaba manchado de esperma, y luego me lamí los dedos.
Finalmente, se movió un poco y luego me preguntó si podía besarme y me manoseó las tetas. Mis pequeños pezones eran claramente visibles por debajo de la delgada tela del shirt, y a través de su suave tacto crecían y se endurecían.
Él se volvió más valiente. Metió la mano por debajo de mi shirt y con cuidado y timidez tocó mi conchita a través de la tela de mis bragas. Deslizó lentamente su mano por debajo de la tela y ahora acariciaba mi pecho desnudo. Era la primera vez que alguien me tocaba las tetas desnudas en mi vida, pero lo disfruté.
Yo tampoco me quedé atrás y empecé a acariciar su polla que poco a poco volvía a su grandeza. Cachonda mantenía su polla en mi mano; la acaricié, empujé el prepucio hacia atrás y ahora acaricié su grueso glande y la hendidura en su punta, que desprendía las primeras gotas por el tratamiento. Ahora se volvió un poco más salvaje. Golpeó mi pezón con la boca y lo chupó, mientras comenzaba a acariciar mi conchita con una mano a través de mis bragas. Con entusiasmo seguí frotando su verga, probablemente exagerado un poco, porque de repente dejó que mi pezón se le escapara de la boca, gritó, se retorció brevemente y volvió a correrse sobre mi mano. De nuevo se sintió terriblemente avergonzado.
Me levanté, me quité el t-shirt y me bajé las bragas. Ahora estaba de pie frente a él con mi cuerpo de niña. Me miró fijamente, devorando mis pequeños pechos y mi dulce vagina.
Tenía una sensación extraña entre las piernas, me toqué con una mano y sentí que estaba toda mojada.
Su verga se había elevado de nuevo y estiraba su cabecita hacia arriba. El prepucio se deslizó hacia atrás y liberó el glande, que aún estaba cubierto con los restos de su éxtasis.
Me acerqué a él y acurruqué mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios se encontraron, y mientras nuestros labios jugaban entre sí y nos turnábamos para pasarnos la lengua por la boca del otro, sentí algo duro como un hueso en mi estómago. Nos besamos sin parar, y cuando le agarré la polla, me pasó la mano por la pierna.
"Ven", me susurró al oído, "ahora quiero sentirme completamente dentro de ti".
"Pero, por favor, ten cuidado, es la primera vez para mí".
"Para mí también”, ya lo sabes.
Decidí que él fuera el que me desflorara, y hoy y ahora era el momento adecuado para ello.
Me miró, y de alguna manera parecía bastante asustado. Sin embargo, no podía tenerlo en cuenta, porque ya tenía suficiente ansiedad. Me tumbé en la cama y abrí las piernas lo más que pude. Me miró, y obviamente estaba particularmente fascinado por mi conchita, que ahora podía ver correctamente por primera vez. Agarro su verga con la mano y puso el glande en mi agujero.
"¡No tengas miedo… lo haré despacito!", poco a poco lo fue introduciendo. Pero luego sintió resistencia en mi túnel. Adiviné lo que venía ahora. De repente empujó y se deslizó dentro de mí en todo su tamaño. Un dolor punzante me recorrió, pero fue reemplazado inmediatamente por la sensación de sentir una polla real y rígida en mí. Lo rodeé con mis piernas y comenzó a empujar suavemente. Lo animé empujando mi abdomen en su dirección, y así rápidamente encontramos un ritmo en el que armonizamos. No tardé mucho y mi cuerpo empezó a vibrar. Me llevó al clímax.
En ese momento gimió en voz alta y disparó su crema en mi coño.
Sentí cómo su esperma golpeaba mi trompa contra las paredes y chorreaba profundamente dentro de mí. Por primera vez me habían follado, y había experimentado un orgasmo, producido por una verga.
A partir de ahí lo hacíamos varias veces al día; probábamos diferentes posiciones. Me encantaba chuparle la polla antes de follar y sacarle su crema, aunque solo fuera para que duraba más tiempo mientras me follaba después. Andrés también desarrolló una preferencia por lamer mi joven conchita.
Una tarde llegó lo que tenía que llegar. Estaba sentada sobre él, tenía su abultada verga en mi coñito y, después de haberme llevado al clímax, estaba haciendo lo posible para hacerle explotar su polla. Cabalgaba arriba y abajo en su verga, y justo cuando gimió en voz alta y me inyectaba su crema en mi coño, la puerta se abrió y mis padres se pararon en la puerta con una expresión estupefacta. ¡Me quedé petrificada! La polla de Andrés se encogió en mi coño en tiempo récord, y cuando finalmente me levanté de él, su polla se deslizó fuera de mí y mi padre vio el semen goteando de mi coño.
Hubo un rapapolvo feroz, me dieron arresto domiciliario y Andrés fue enviado a casa al día siguiente.
Mi madre, que era un poco más perspicaz que mi padre, me arrastró al día siguiente al ginecólogo. Después de un breve examen, le dijo a mi madre: "No parece que esté embarazada, pero si la chica va a volver a tener sexo, tendría que tener seguridad".
Mi madre me dio permiso para tomar las pastillas. Tenía el camino abierto para mis futuras aventuras. Andrés y yo quedamos algunas veces y lo disfrutamos.