Mi nombre es Susana, y hace poco tiempo me encontré en una situación, definitivamente muy incómoda y desagradable, para mí, de la que me encuentro obligada hablar, porque así lo quiso Héctor mi esposo. A consecuencia de un mal entendido, Héctor me dio un ultimátum diciéndome, que yo debía aprender a ser más humilde, por lo que yo le debí pedir perdón a nuestros invitados para empezar, y posteriormente tuve que ir a la casa del jardinero, para ser su sirvienta, por el tiempo que mi marido se encontrase de viaje, o simplemente como primer paso, Héctor me retiraba mis tarjetas de crédito, y como segundo paso nos divorciaríamos.
Relato
No es que yo sea interesada, pero si imaginan como una mujer como yo, procedente de una de las mejores familias del país, que estudié en los mejores colegios, y siempre me desenvolví entre personas de una excelente educación y posición social, podría vivir sin mis tarjetas, y mucho menos hablar de divorcio. Así que después de que pedí perdón a todos los asistentes a nuestra fiesta, al siguiente día llegué a la casa del jardinero, en uno de los peores barrios de la ciudad.
Todo se debió a que Manuel el jardinero, en el preciso instante en que dábamos una fiesta en nuestra casa, abrió las rociadoras del jardín, y mojó a gran parte de nuestros invitados. Después de que yo bastante indignada por su acción, lo regañe e insulté frente a todos los presentes, en pocas palabras, le dije hasta del mal que iba a morir y lo puse como trapo, hasta que llegó mi esposo. Desde luego que también se encontraba bien molesto por lo sucedido, así que cuando le preguntó al jardinero, por qué había hecho eso, el desgraciado le contestó, que nadie le había dicho que no abriese los rociadores esa tarde. Mi esposo me preguntó y la verdad es que yo no le dije nada, ya que el jardinero es del tipo de gente con la que prefiero no hablar, pero en mi defensa dije, que él debió ver a los invitados a la fiesta.
Fue cuando mi esposo me recordó, que yo le había ordenado desde hacía mucho tiempo a Manuel, que no entrase nunca por el portón principal de la propiedad, que lo hiciera siempre por el portón trasero. Y mi esposo me recalcó en ese instante, entrando por ese portón no se ve lo que sucede en el jardín de la casa. Bueno a consecuencia de eso, Héctor mi marido a modo de castigo y buscando que yo aprendiese algo de humildad me impuso el castigo del que ya les hable, y de negarme a cumplirlo, me presentaría la demanda de divorcio.
Lo primero que me tocó hacer, fue pasar la vergüenza frente a todos mis invitados, pedirles perdón a ellos, porque resultaron mojados a consecuencia de mi negligencia. Pero lo que realmente me hizo sentir mal, fue el pedirle perdón al jardinero, también frente a todos mis invitados, disculparme por el exabrupto que yo misma había provocado, según Héctor.
Pasado ese mal rato, pensé que lo peor ya había pasado, pero me equivoqué. Eso de ser la sirvienta del jardinero era algo que yo no había considerado en serio, pero cuando mi esposo me dijo, a solas. Susana yo te amo mucho pero debes aprender a ser humilde, por lo que quiero que obedezcas enteramente a Manuel, en todo lo que se le antoje, sin importar lo que sea, o vete pensando en el divorcio, y acuérdate que nos casamos por capitulaciones, o sea que te va a ir como llegaste, sin nada.
Sus palabras me hicieron sentir muy mal, pero prácticamente eso no fue nada, a como me sentí cuando llegué a casa de Manuel. Lo primero que me dijo fue Susana, quiero que limpie la casa, pero para eso ponte esa bata, yo de inmediato traté de ponerle límites, al tal Manuel. Pero apenas traté de abrir la boca, me gritó diciéndome. O me obedeces enteramente, en todo lo que se me antoje, sin importar lo que sea, o te vas acostumbrando a ser una puta divorciada y bien pobre.
Sus palabras me dejaron fría, y sin aliento. Casi que me desmayo de la impresión, al escuchar casi textualmente las mismas palabras que me dijo mi marido. De inmediato me volvió a decir que me pusiera la bata, yo comencé a buscar con la vista un lugar donde cambiarme, pero el muy desgraciado me dijo. Hazlo aquí mismo, para que te vayas acostumbrando, a mi. Mi marido y yo en múltiples ocasiones hemos practicado intercambios de pareja, por lo que sé de sobra que Héctor no le molesta el que yo me acueste con otros hombres, pero eso que me había dicho e insinuado Manuel, para mí era algo inaudito.
Pero no quedándome más remedio, frente al jardinero comencé a quitarme toda mi ropa, ya me encontraba en pantis y sostén cuando fui a tomar la sucia bata casera para ponérmela. Cuando nuevamente el muy desgraciado abrió su bocota para decirme a gritos, que me quitase todo, así que con mucha calma y sin prisa, me fui quitando el resto de mi ropa intima, mientras que él se encontraba sentado en una vieja butaca observándome.
Yo estuve a punto de mandarlo bien largo al carajo, pero me tuve que tragar mi orgullo, cuando pensé en lo que mi marido me había dicho. Así que humilde y sumisamente, proseguí a terminar de desnudarme, frente al jardinero, que se estaba tomando una cerveza en esos momentos, viéndome con unos ojos, que yo sabía que no terminaría el día, sin que él me obligase a que me acostase con él.
Obedeciéndolo, me quité el sostén y seguidamente las pantis. Ya estaba por ponerme la condenada bata, cuando me dijo. Susa camina un momento por la casa, quiero ver como se te mueven las nalgas. Resignada a mi mala suerte, le obedecí, y comencé a caminar de un lado a otro de su sala, sin darme cuenta, que una de las ventanas que dan a la calle, se encontraba completamente abierta de par en par.
Cuando el mismo desgraciado de Manuel me dijo riendo lo hizo ver, que unas diez personas entre hombres mujeres y niños de ese sucio barrio se encontraban mirándome, a través de la ventana. Después continuó diciéndome. Mujer ponte la bata, que los vecinos van a pensar que me traje a una puta a casa. Yo muerta de la vergüenza, sobre todo por la manera tan humillante que me trató frente a todas esas personas, casi me pongo a llorar. Pero antes de que yo lo fuera hacer, Manuel me dijo a toda voz. Deja la lloradera esa, para cuando te rompa el culo. Las rizas fuera de la casa no se hicieron esperar, mientras que yo terminé de ponerme la bata, y salí corriendo sin saber a dónde, hasta que me di cuenta que me encontraba en una sucia cocina.
Manuel fue tras de mi lentamente, y riéndose me dijo. Ahora si me provoca que me des una buena mamada, así que al tiempo que decía esas palabras, extrajo su verga del pantalón al tiempo que tomaba asiento en una de las sillas que se encontraban en su cocina. Yo me sentí de la patada, al ver que él hacía eso, no por el hecho de mamársela precisamente, sino por ser quien era él, simplemente el jardinero de casa, que ahora me trataba como si yo fuera a una puta cualquiera.
Tontamente pensé que si le hacía pasar un buen rato, terminaríamos siendo buenos amigos, pero me equivoqué de esquina a esquina, ya que apenas me arrodillé frente a Manuel, me tomó por el cabello y me dijo. Mira Susa, acostúmbrate a la idea de que por estos días vas a ser mi puta personal, Don Héctor me habló bien claro, y te guste o no te guste, debes ser bien complaciente conmigo y con quien a mí se me antoje, está bien claro puta. A mí tras escucharlo, no me quedó más remedio, que asentir con la cabeza.
El miembro de Manuel no es descomunal, digo si lo comparo con el de Héctor mi marido, que también tiene lo suyo. Pero es grande, así que para mi resultaba ser bastante incomodo ponerme a mamar semejante cosa, sobre todo cuando el muy desgraciado, me agarró por el cabello y como si se tratase de una brida de caballo, jaloneaba mi rostro contra su cuerpo, haciendo que a la mala me tragase gran parte de su gruesa verga. Para mí eso resultó ser, algo bastante humillante que él me hiciera eso. Sin contar los muchos insultos, con que se refirió a mí persona en esos instantes. Hasta que en cierto momento sentí de golpe como se venía por completo dentro de mi garganta, obligándome a tragar, gran parte de su semen.
A medida que yo luchaba por no dejar que las nauseas me controlasen, lo escuché decirme. Bien Susanita, por lo visto has aprendido a mamar muy bien, pero ahora déjate de puterías y ponte a limpiar la casa. Resignada, comencé primero por pasar la escoba, y al terminar me puse a pasar el mapo con mucho detergente, ya que ese piso estaba asqueroso, pero cuando me encontraba exprimiendo el mapo, se me acercó por detrás Manuel y levantando la bata me ha metido su mano dentro de mí coño, sin compasión alguna, cuando traté de zafarme, me dijo. A ver quiero saber que tan calientes eres, por lo que mientras él continuaba prácticamente introduciendo toda su mano dentro de mí vulva, yo sobreponiéndome a la indignación, me dejé llevar por el placer que comenzaba a sentir, hasta que de golpe sacó todos sus dedos dejándome a medio camino.
Al terminar Manuel de hacerme eso, se retiró por lo que me dediqué a recoger toda su ropa para lavarla, hasta que descubrí que Manuel no tenía lavadora. Cuando le comenté que pensaba llevarme la para casa para ponerla en la maquina lavadora, me entregó una gran cantidad de monedas y me dijo. En la esquina, hay un negocio que tiene lavadoras y secadoras, así que no te hagas la pendeja y lleva toda mi ropa y lávala.
Apenas puse un pie en la calle, me sentí nuevamente extremadamente mal, frente a ese sin número de personas que no me conocían, pero que de seguro, o me habían visto completamente desnuda o habían escuchado a Manuel, como me trataba como si yo fuera una puta cualquiera. A medida que pasaba entre las personas las escuchaba cuchichear, algunas se reían, otras me miraban con ojos de cierto desprecio, pensando quien sabe que de mí. En fin no sé realmente, pero lo que sí sé es que me sentí muy mal.
En la lavandería no faltó quien me buscase conversación, a los que yo cortaba lo más pronto posible, al fin y al cabo a mi no se me había perdido nada realmente en ese lugar, me encontraba ahí, bajo presión. Así que apenas terminé de lavar, regresé a la casa de Manuel. Claro que no faltó quien me llamase pretenciosa, y otras cosas más, pero hubo uno que otro que sacando unos cuantos billetes, me lo mostraban, para insinuarme que me acostase con ellos.
No había terminado de guardar la ropa de Manuel, cuando me ordenó que me pusiera a cocinar, lo que yo hice por lo visto no fue de su agrado, ya que aunque le advertí desde el principio, que mejor era que si él quería yo iba a comprar algo ya hecho, ya que yo no sé cocinar, a pesar de lo que se lo dije, él muy desgraciado me obligó a que lo hiciera, resultado finalmente un gran plato de arroz todo pegado y en gran parte quemado, al igual que toda la carne, que me quedó extremadamente cocida, dura y sin sal. Manuel después de insultarme un sin número de veces, me obligó a que me lo comiera todo un plato, y después me ordenó que el resto se lo tirase a un feo perro callejero, que él tenía en el patio trasero de su casa.
Esa noche antes de salir par casa, Manuel me dijo, mañana te presentas aquí a las 8 de la noche, y te vienes vestida de lo que eres, yo puse cara de no entender sus palabras, hasta que riéndose, me dijo. Puta, Susanita, puta, ha y también quiero que te perfumes, y te maquilles, no te hagas la pendeja que tú sabes muy bien a que me refiero, ha de paso dejas tu auto en la casa, te vienes en el tren. Saliendo de su casa, me puse a pensar que el desgraciado de Manuel, como que tiene la habilidad, de humillarme en cualquier momento, y con suma facilidad.
Al día siguiente, después de que hablé por teléfono con mi esposo y le conté todo lo sucedido, tras morirse de la risa me preguntó que había aprendido, y tontamente le respondí que nada. Ya resignada a mi mala suerte, me dediqué a buscar la ropa que Manuel me había exigido que llevase puesta. Una vez que encontré lo que me imaginé él deseaba verme puesto, me lo probé.
Se trataba de una mini falda escocesa, de color rojo, una pequeña blusa blanca semitransparente, aparte de unos zapatos negros de tacos muy altos. También me puse unas medias negras en encaje, un liguero, desde luego que las pantis del mismo color así como también el fino sostén negro en encajes. Pero algo no terminaba de agradarme, realmente me daba la impresión que parecía toda una puta, pero cualquiera que me conociera, sabía que se trataba de mí.
Así que me acordé de una abundante y gran peluca rojiza, que tenía en mi closet guardada desde hacía mucho tiempo. Una vez que me la puse, me maquillé de manera exagerada, como nunca lo hago, y después me puse unos grandes lentes oscuros, ni mi madre me reconocería. Además para completar entré en el baño de Jenny la sirvienta de casa, y sin pedírselo me puse su repulsivo perfume que encontré en su baño.
Ya era la hora de marcharme a casa de Manuel, por lo que llamé un taxi que me llevó hasta la estación del tren, no sin tener que soportar las insinuaciones del maldito chofer. Del tren me fui a pie a casa de Manuel. Pasando los mil mal ratos, por todas las cosas que me fueron diciendo un montón de mal vivientes, durante el trayecto. No es que nunca me hayan dicho alguno que otro piropo, pero las barbaridades que me dijeron en esos momentos, me dejaron boquiabierta, pero procuré no demostrar que los había escuchado. Por lo que uno de los tipos en la calle me gritó en varias ocasiones. Tras de puta, sorda….
Claro que pasar por todo eso, me hizo sentir muy mal. Hasta que llegué a casa de Manuel. Él al verme se sonrió, y dándome una buena nalgada me dijo. Vez como si sabes vestirte como lo que eres de verdad… Y estaba por entrar a su casa, cuando empujándome me dijo, no que va, ya mismo nos vamos para una fiesta en casa de tus hermanas… rápidamente comprendí que su sarcasmo era dirigido a mí, ya que realmente no tengo hermanas, entonces se refería a una fiesta organizada por putas.
En efecto el muy desgraciado de Manuel me llevó a un sucio prostíbulo, y después de hablar con la dueña o encargada, me tomó de la mano y me condujo a una de las habitaciones, ya en ella me dijo secamente quítate la ropa que te quiero joder por el culo. Yo obedientemente le hice caso, pero no esperaba que el muy hijo de la gran puta, dejase la puerta abierta de par en par, no me había dado cuenta de eso, por lo que tragándome todo mi orgullo, dejé que el muy bastardo me enterrase toda su verga por mi culo, ya llevaba un buen rato moviendo mis nalgas, hasta que al escuchar un comentario fuera de la habitación, de cómo yo movía mis nalgas. Al ver de donde procedía el cometario, me di cuenta de que unos cinco hombres nos observaban, desde la puerta. Una cosa es que a una le den por el culo a solas y otra que un montón de mirones te observen, en ese momento me sentí tremendamente vejada y humillada otra vez por el desgraciado de Manuel.
Cuando terminó conmigo, pensé que le bastaría con hacerme pasar esa vergüenza, frente a ese montón de extraños, pero no fue así. Después de que me lavé. Y comencé a vestirme, Manuel esperó a que me pusiera las pantis, las medias, el liguero y el sostén, para decirme que lo acompañase hasta el medio de la sala. Lo que hice, temiendo que nueva locura se le podría ocurrir al muy desgraciado. Cuando me paré a su lado de inmediato comenzó a decirle a todos que iba a subastar una mamada mía, al escucharlo aunque sin intenciones de negarme, muerta de vergüenza, me resigné a seguir sus ordenes por temor a que las cosas se pusieran peor para mí.
A medida que iba escuchado las irrisorias cantidades que ofrecían porque yo les mamase la verga, Manuel me fue quitando poco a poco, lo poco que yo aun tenía puesto, hasta que me dejó del todo desnuda frente a ese montón de hombres y mujeres que no dejaban de burlarse de mí.
Así que cuando finalmente cerró el trato con un negro, terminó por arrancarme la peluca frente a todos esos desconocidos. Se podrán imaginar cómo me sentí, al ver que me había quitado mi disfraz. Pero a medida que me obligó a que le mamase su verga a ese negro, frente a todos los presentes, por otra parte le cobró a otro tipo que se empeño en también darme por el culo, pero cuando ese terminó de llenar todas mis nalgas con su leche, dos tipos aparecieron trayendo a un chico que aparte de ciego tenía cara de retardado, pero al bajarle los pantalones, asustada pude ver que su verga era casi del grueso y del largo de mi brazo.
Aunque traté inútilmente de escaparme, Manuel y los otros dos tipos se encargaron de sujetarme frente a todos los presentes, al tiempo que el ciego retardado, a medida que me fue agarrando con sus sucias manos, me clavó su inmenso miembro, dentro de todo mi coño. Al principio me sentí sumamente mal, escuchando las cosas que decían sobre mí, pero a medida que el muchacho comenzó como un desesperado a meter y sacar su inmensa verga de mi adolorido coño, aunque no lo crean yo comencé a disfrutar en parte de lo que él me estaba haciendo, y dejó de importarme lo que el resto de los presentes decían de mí, por un corto tiempo me sentí la persona más infeliz del mundo, mientras que el tal Manuel se burlaba de mí y continuaba insultándome, hasta que finalmente tanto el chico como yo disfrutamos de un tremendo clímax, que me dejó aparte de bastante adolorida, cansada.
De momento Manuel me dijo que después que me lavara el coño, me pusiera la falda y la blusa sin más nada abajo, y así salimos finalmente del burdel, donde me tuvo trabajando. Ya íbamos caminando por la calle, rumbo a su casa, cuando una patrulla nos detuvo, Manuel saludo a los dos policías, de manera que me imaginé que ya conocía bastante bien. Después de hablar entre ellos tres algo separados de mí, Manuel me llamó a su lado y les dijo a los dos, bueno si quieren aquí mismo se la pueden pegar, ya saben que a esta hora no hay quien pase por aquí.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando, Manuel les estaba ofreciendo mis servicios, como si yo fuera una cosa de su propiedad, para colmo a unos policías. Por la cara que puso el más joven, supuse que no iban a aceptar, pero cuando él otro el más viejo, me tomó por el brazo llevándome tras la patrulla, ordenándome que me inclinase, y sacando su verga, y sin mucho miramiento me la enterró dentro de mi ya adolorido coño, el más joven se sacó la suya y agarrándome por la quijada me puso a mamar.
A los dos policías no les importó, que yo tratara de oponerme, es más como que eso los excitó más todavía, y a mí me hizo sentir más humillada aun. Entre ambos me sujetaron por todo mi cuerpo, mientras uno me jaloneaba contra su cuerpo el otro me obligaba a que me tragase su hedionda verga, hasta que después de un rato, finalmente después de que ambos se corrieron dentro de mi cuerpo, me dejaron tirada en una sucia cuneta, de donde Manuel después que ellos se marcharon me levantó preguntándome de manera sarcástica ¿Cómo se siente la señora?
Lo cierto es que ya ni fuerzas tenía, y él casi cargándome me arrastró hasta su casa, mientras que yo trataba de expulsar de mi boca el semen que uno de los policías me había dejado, y por mis muslo chorreaba toda la leche que el otro había dejado dentro de mí coño .
Serían como las tres o cuatro de la madrugada, cuando Manuel me despertó tirándome un balde de agua fría y diciéndome. Susa anda y lávate el coño y la boca, puta sucia, que se me antoja metértelo ahora mismo. Yo entre lo asustada que estaba y lo agotada que me encontraba, me puse a llorar al tiempo que sin dejar de obedecerlo, me puse a lavar todo mi coño y mi boca. En cierto momento me dijo que deseaba que nuevamente se lo mamase, y ciegamente lo obedecí, pero al poco rato extrajo su verga de mi boca y dándome un empujón me tiro al piso, para de inmediato caerme encima y tras arrancarme toda mi ropa, incrustarme toda su verga dentro de mi coño, salvajemente, sin dejar de reírse.
Hasta que cuando yo comenzaba a medio disfrutar de lo que él me hacía, se vino dejándome con las ganas y mirando el techo de su casa. En ese instante sintiéndome tremendamente humillada hasta más y no poder, rompí a llorar nuevamente, si hacerme sentir de esa manera, usada, ultrajada, vejada y humillada era su intención, lo había logrado, la humillación era tal que no quise ni pude, ni tan siquiera ponerme de pie para irme a lavar.
Yo pensé que después de eso no me podía suceder nada peor, pero me equivoqué. El muy desgraciado metió a su perro a la casa, y cuando me vine a dar cuenta, que su animal me lamía todo mi coño. Traté de escaparme pero Manuel me tomó por el cabello y me obligó a quedarme de rodillas y con mis pechos pegados al piso de su casa. Yo no quise ni imaginarme que era lo que él deseaba hacerme, pero mis mayores temores se confirmaron cuando lo escuché decirle a su perro, bueno Leal, te traje una buena perra, disfrútala. El animal me siguió lamiendo mi coño por un buen rato, aunque yo inútilmente trataba de escaparme, hasta que alguien golpeó con fuerza la puerta de su casa. Yo me sentí como salvada en el último segundo, pero cuando Manuel gritó, pueden pasar. El mundo se me terminó por venírseme abajo.
Eran unos vecinos de él a los que Manuel, borrachos y mal vivientes que él había invitado a ver el espectáculo, del que yo estaba a punto de ser la estrella principal sin querer. Todos me miraban de una manera, que me hacían sentir menos que un poco de mierda, Manuel les dijo. Como se los ofrecí aquí la tienen, la perra esposa de mi patrón, va ser follada como lo que es. El animal apenas dejó de lamer mi coño, rápidamente se trepó sobre mí y en cosa de segundos me clavó todo su miembro dentro de mí coño. Ya no me quedó más remedio que dejar que todo fluyera, sin importarme los sucios comentarios que decían sobre mí.
La bestia movía todo su peludo cuerpo sobre el mío, sujetándome con sus patas delanteras, y arañándome las costillas, como si yo en realidad fuera una perra. Yo por mi parte a pesar de lo agotada y exhausta que estaba, comencé a moverme, lo que a su vez produjo un sin número de vulgares comentarios sobre mi persona. Lo que ya en esos momentos poco me importaba, es más en cierto momento me sentí como si fuera realmente una perra. Los acelerados movimientos de Leal, me hicieron pensar que eso duraría realmente poco tiempo, pero desconocía el aguante que tienen los perros para el sexo, al sentir que su miembro crecía aun más dentro de mí coño, en parte me sorprendí. Cuando pensé, que todo había terminado al bajarse el perro, de sobre mí cuerpo.
Me di cuenta de que su miembro aun permanecía por completo dentro de mi coño. Yo iba a tratar de sacarlo con mis propias manos, cuando Manuel me dijo, quédate quieta si no quieres que Leal te muerda, cuando a él se le baje, es que te lo podrás sacar de tu coño. Por lo que tuve que quedarme culo con culo pegada al perro, hasta que después de casi media hora, finalmente el animal me pudo sacar todo su miembro, para de inmediato dedicarse a lamer nuevamente mi coño, sin que yo pudiera hacer nada, cuando eso pasó ya la mayoría de sus invitados se habían marchado.
Cuando desperté me encontraba tirada en el piso de la casa de Manuel, desnuda hedionda a sudor, a sexo, y a quien sabe que más. Manuel no se encontraba, toda mi ropa estaba hecha trizas, por lo que tomé una sucia bata casera, y tras encontrar mi cartera, me fui a mi casa. Apenas llegué llamé a mi doctor, quien después de escucharme decirle que había sido raptada, y violada por un sin número de hombres, me indicó que me dirigiera a su clínica donde me darían la atención necesaria, con la discreción correspondiente.
Cuando regresó mi esposo de su viaje de negocios, se sorprendió al encontrarme convaleciente en casa, llorando comencé a contarle todo los malos ratos que Manuel me había hecho pasar, Héctor me preguntó ¿qué has aprendido? En ese instante le dije de inmediato a ser más humilde, al fin y al cabo eso era lo que él deseaba escuchar. Pero algo que no le dije, que también aprendí a satisfacerme sexualmente, con tipos que ni conocía, como con un negro impresionante, con un ciego retardado, con más de un hombre a la vez, como con el par de policías sádicos, y hasta con un sucio y lanudo perro.
De esa última experiencia, decidí comprar un gran Danés, con el cual ya he tenido múltiples encuentros a solas, cada vez que mi marido sale de viaje. En cuanto al desgraciado de Manuel, cierto día leí en la prensa, que su cuerpo había apareció tirado en una cuneta, muerto con todas sus tripas por fuera, al parecer un marido vengativo lo dejó así.
...Hermanito, ya no sigas. No sabes lo que haces”.-Me decía llorando Astrid.
Yo, cegado me dije a mí mismo que si ya había llegado hasta ahí, no podía irme sin meterle el polvo...
Relato erótico enviado por charly_bo el 11 de June de 2012 a las 00:00:02 - Relato porno leído 247195 veces
Si te ha gustado El castigo… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar El castigo….
Narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
carlosjuan_santiago
(29 de December de 2009 a las 18:56) dice:
El relato es bueno, y la tía se merece eso y mas. varo24
(22 de December de 2009 a las 05:48) dice:
de los relatos de esta categoria es muy bueno que raro que no tiene comentarios. katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:06) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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