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el chico de la remisería

Relato enviado por : Anonymous el 13/04/2010. Lecturas: 6498

etiquetas relato el chico de la remisería   Transexual .
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Resumen
Me mira de arriba abajo, el pelo largo que me cae sobre los hombros, la blusa de lycra pegada al cuerpo que me desnuda los hombros, la pollerita corta que me cae acampanada por las caderas, las piernas desnudas, bronceadas y suaves, la boca roja, el maquillaje, los tacos.


Relato
Esta historia es real y me ocurrió hace algunos meses en un barrio de la ciudad de Buenos Aires. Las circunstancias y los nombres están cambiados, pero no los hechos, que pasaron tal cual los escribo. Ahora ya no tengo miedo y por eso me animo a recordar y contar. Esa noche, las cosas fueron así:

-¿Qué mierda hacés?, me dice, amenazante y bastante sorprendido -¿Quién sos vos? ¿Qué hacés acá?
-Soy yo, Juan-, le digo suplicando, -No digas nada, ayúdame, por favor-.
Y para mis adentros, en mi desesperación, pienso por qué, justo, me tenía que descubrir el pelotudo de Juan. Me mira de arriba abajo, el pelo largo que me cae sobre los hombros, la blusa de lycra pegada al cuerpo que me desnuda los hombros, la pollerita corta que me cae acampanada por las caderas, las piernas desnudas, bronceadas y suaves, la boca roja, el maquillaje, los tacos. Duda un instante, hasta que me reconoce.
-¿Carlitos...? ¡Sos vos, Carlitos!? ¡Qué hijo de puta! Mirá como estás...tan...-, se lame los labios con la lengua, sonriendo. -...hermosa. ¡Qué cosa! La verdad... que estas muuy bien. Nunca me hubiera imaginado. ¡Mirá vos!, asi que Carlitos no era Carlitos sino una perrita bien putita. Date una vuelta ¿a ver el culito? ¡Cuando se enteren los muchachos!
-¡No! ¡No! ¡Por favor!-, le suplico, lo agarro.
Me saltan las lágrimas. Tengo miedo como nunca sentí. El llanto me baña las mejillas. Le repito, con la voz entrecortada, llorando.
–Por favor, ayúdame, no se como salir sin que me vean.
El muy turro parece divertirse con la situación, pero me mira y al rato algo cambia en él. Se pone serio:
-Bueno, vamos a ver, nene. ¿Dónde están tus cosas, tu ropa?
-Adelante, en un bolso, donde están ellos.
Ellos son los cinco choferes de la remisería, y yo el chico recepcionista del turno noche, salvo los miércoles cuando todos juegan a la pelota en una canchita a tres cuadras de donde estamos. Hoy es miércoles y no tendría que haber nadie, pero algo falló con el partido. Ahora estoy en manos de Juan que siempre fue un idiota presumido, un ventajero sucio y mal bicho. Lo odio, pero no tengo más remedio que rogar por su auxilio.
-Por lo que más quieras-, le imploro (y me arrepiento del doble sentido). Se calla, piensa un instante, y me dice:
-Mirá, nene, haceme caso lo que te digo y todo va a salir bien. Vos no te preocupes, hacé lo que te digo que vamos a pasar delante de ellos. Te aseguro, -me dice- que si mostrás bien ese culo redondo nadie se va a fijar en tu cara. Tomá, secate las lágrimas, que Juan te lo resuelve todo.
Estoy aterrado, tiemblo como una hoja pero estoy dispuesto a seguirlo con tal que me saque de acá. Antes de salir me dice al oído:
-Acordate, la cola para atrás,...y bien putita.-
Hacemos lo que él dice. Me abraza y salimos caminando por el pasillo hacia la entrada, tenemos que pasar por delante de los hombres. Algunos están sentados en los sillones y otros alrededor de la mesa. Antes que nos vean llegar, Juan dice en voz alta, casi gritando:
-¡Saluden a Carla que me vino a visitar! ¿No está buena? Traviesa y reputa. O sea, ¡obvio que me voy! Un poco de placer y vuelvo. O no, mejor no me esperen, eh?-.
Camina dos pasos y dice:
-¡Ah!, me olvidaba, Carlos dejó una nota que se sentía horrible y se fue a su casa.
Paso caminando sobre mis tacos altos, soy una diosa, muevo las caderas, me quiebro para atrás, la cola casi al aire, sensual, gatuna. En el momento en que tengo que pasar por delante de ellos y me pueden ver la cara, Juan se para de repente, exhibe mi espalda y me abraza. Sus manos rodean mi cintura y bajan manoseándome las nalgas, bizarro. Después me levanta la pollera y exhibe mi cola pelada, mi tanga azul; me pasa un dedo por la raya. Antes de que me de cuenta, me abre la boca con su lengua, la entra golosa en un beso caliente y húmedo.
Yo me dejo hacer, estoy a su merced para que me saque de ahí. Mi cabeza vuela y me siento irreal, etérea. Alcanzamos la salida con los hombres atrás, oigo que gritan cosas sobre mí, sobre lo puto que soy, sobre lo que me harían, se ríen.
-Subite al auto-, ordena.
Abro la puerta del acompañante y al agacharme siento las miradas. Después me siento, me tapo la cara con el pelo. Lo miro con odio.
-Todo eso estuvo de más-, le digo.
Ni me mira. El hijo de puta se demora a propósito esperando a los tipos que llegan hasta el auto. Hago todo lo que puedo para taparme, pero es inútil, me van a ver.
-Vení-, me dice.
Me arrastra la cabeza con su mano derecha hasta el medio de sus piernas. Esta tibio y siento un olor extraño. Mi boca esta encima de su pene. Lo tiene parado, duro. Oigo gritos de la jauría. Finalmente, Juan arranca antes que puedan ver mi cara. Todavía me tiembla todo el cuerpo varias cuadras más allá, cuando se detiene al lado de un paredón, bajo unos árboles que oscurecen la calle.
-Gracias-, le digo. -A pesar de todo-, agrego. -No sabés lo que hiciste por mí esta noche. Por favor, te pido que mantengas mi secreto y no le digas a nadie, te lo ruego por lo que más quieras-.
-Esto es lo que quiero-, dice.
Con dos de sus dedos se acerca a mi mejilla y me acaricia. Me dice que no me preocupe. Pero no puedo dejar de llorar y de repetirle, de suplicarle que no diga nada, que no haga nada. Me toma la mano y la besa. Me siento mal. Me pregunta por mí, por mi historia. Le cuento de los años en secreto, de lo suave que me siento cuando me visto de chica, de la obsesión de ser Carla, y mis gestos son de esta chica que mi cuerpo evidencia. ¿Por qué no vuelvo a Carlos? Me río como Carla, me muevo como ella. No es a propósito pero soy Carla. Y el lo nota.
Juan es el galán del grupo, presumido, sobrador, un tarado que se jacta siempre de sus conquistas, de su levante con las minas. Tiene unos treinta y cinco años y es inmenso. Varias veces en la remisería sacó el tema de los travestis y, como es lógico, yo evité todo comentario.
-Si están buenos yo les doy- era su conclusión.
Perdido en mis peores temores escucho que dice: -Vamos, que te voy a dar ropa para que vuelvas a tu casa.-
Menos mal. Había pensado lo peor pero en una hora todo esto va ser pasado. No es que no entienda las consecuencias, pero quiero estar en casa, que todo este mal sueño termine. Arranca y andamos en silencio por cuadras y cuadras desiertas. Me siento extraño y sigo aterrado por la situación en la que estoy envuelto. No decimos palabra pero de a ratos siento que me mira las piernas y se sonríe, me da miedo.
Llegamos por una calle solitaria a una casita de barrio, de una sola planta, sencilla. Estaciona y bajamos. El va adelante y yo lo sigo. Abre la puerta y me hace pasar. La estancia está a oscuras y Juan prende un velador de luz rojiza que hace todo más denso. Me siento sola, abandonada.
-Ya vengo-, dice. Y se va por una puerta lateral. Empiezo a mirar, hay un sillón, una mesa. No se que pensar. Algo anda mal. Tengo la piel de gallina, soy una travesti indefensa en la casa de un tipo. No se cuanto tiempo pasa pero de repente aparece y me saca unas fotos con el celular. Después se ríe y me agarra de las muñecas con fuerza. No puedo resistir el nudo de sus manos que me aferran. Me da vuelta como a una pluma, me cruza los brazos por delante y me abraza. Siento el olor a hombre que me envuelve. Se pega a mí. Me apoya con su palo caliente, frotándose, subiendo y bajando encima de la pollerita en el desfiladero de mi cola. Indefensa, escucho su voz:
-¡Qué fuerte que estás! Te voy a coger-.
Me besa el cuello, me muerde la oreja, me lame. Está caliente. Me suelta los brazos pero me aprieta por la cintura con su brazo y con la otra mano me acaricia las tetas. La pija sube y baja empujando, como un perro en celo. Oigo mi grito:
– ¡No, Juan, no, por favor!-
Trato de soltarme, le pego con mis codos, pero no puedo, es demasiado fuerte.
–No lo hagas, no quiero, ¡basta, por favor! No me violes, no me lastimes.
-No tenés opción. Dame lo que quiero y nadie se entera. Resistite y mañana todos ven las fotos. Incluso el patrón. ¿Es amigo de tu papá, no es cierto? Por eso entraste en la remisería, ¿verdad? ¿Qué va a decir papi de su nene putito con pollerita?
-¡Por favor no!, ¡Por favor! ¡A mi papá no! ¡No quería estar con un hombre, era solamente un juego!
-Ahora vas a jugar conmigo, y vas a ver que te va a gustar.
-¡Soltame! ¡Dejáme! ¡No lo hagas! ¡Dejá que me vaya!-
- Como no –me dice-, andá nomás, pero después no digas que no te avisé. Me dispara otra foto. No puedo moverme, no tengo opción.
-¡Por lo que más quieras, tengo plata, te doy plata!
-No quiero tu plata, lo único que quiero es entrarte en ese culo hermoso que tenés. Si haces lo que te digo, te doy las fotos.
No puedo pensar, estoy mareada y me quedo quieta asumiendo en silencio lo que va a pasar y al final me resigno. Todo esto es por mi culpa y lo tengo que remediar. Voy hasta un espejo y me acomodo el pelo, me seco los ojos y me retoco los labios rojos. Me acerco hasta él:
-Nunca lo hice, no me lastimes, por favor. Te suplico que no me hagas doler-. Lo digo y no puedo parar de temblar.
Con su lengua húmeda me atraviesa la boca, me muerde suavemente los labios, me chupa la lengua. Me toma la mano y me lleva suavemente a la habitación, hasta la cama. No tengo opción. Si mis viejos se enteran estoy perdido. Me dejo llevar. Se va un momento y vuelve con una crema. Me da vuelta y me acaricia por debajo de la pollerita. Se embadurna los dedos.
–Para que no duela, es anestesia-, me dice.
Me busca; salto para delante cuando me acaricia la entrada. El dedo penetra, aceitoso, no se cuanto, pero me parece mucho. Lo saca y entra con más. Me dejo hacer, estoy entregada. Tengo terror, la piel se me eriza y no paro de temblar. Me va a violar. Es mi primera vez. No quiero. ¡Dios, no quiero!
Se baja los pantalones y le veo la pija. La tiene parada, más grande que la mía, el glande le brota rosado, desnudo y brillante. Se está riendo. Levanta la pollera con suavidad y corre el triangulo de mi bombachita. Para que la anestesia no lo afecte, el hijo de puta se pone un forro y se encrema por encima. Con las manos en mis hombros desnudos me apoya la pija en el agujero, primero con suavidad y después con más fuerza. El dolor que me provoca es terrible, demasiado, no puedo evitarlo y me sale un grito desgarrador. Siento que me está matando.
-No grités, la puta que te parió, pendeja de mierda-.
Me tapa la boca y lo muerdo cuando me entra. Me putea y aprieta más. Me abre, me está rompiendo el culo. Me duele tanto que grito a pesar del miedo.
-¡Pará Juan, pará! ¡Me duele!, me duele mucho, ¡Por favor, dejame! ¡Salí! ¡Ya está!
Trato de escapar, pero cuando me voy para adelante me agarra de la cintura y empuja más.
-¡No está un carajo! ¡Basta de gritar o te mato acá, puto!
Se queda quieto, con la mitad de la pija en mí, adentro de mí. Me agarra con fuerza y no puedo salir. Tengo miedo, si me muevo va a cumplir con su amenaza. No se cuanto tiempo pasa, tal vez un par de minutos pero de repente el dolor se va, es la xilocaina que hace efecto. Siento el canal abierto y como dormido, y no puedo dejar de llorar. ¿Cómo llegué hasta acá? Como puedo ser tan puto. ¿Cómo fui tan idiota, tan inconciente y vestirme en la remisería? Tengo una pija metida que me parte el culo y una vergüenza que no voy a olvidar por el resto de mi vida.
-¿Ves que no duele más?-.
Y empuja hasta que me la mete toda. Me abandono. Ya no puedo gritar más. Me rindo.
-¿Ves que te gusta, puta? ¡Decí que te gusta! ¡Dale! ¡Decí que te gusta!
Me muerde el cuello, me acaricia, me mete la lengua por todos lados, me toca las tetas.
-¡Reconocé que te gusta ser Carla! ¡Que te gusta estar con la pija adentro!-
Cada vez que grito se excita más. Me entierra el tronco, hasta el fin, hasta atrás, toda adentro. Me dice cosas:
-¡Que puta que sos! ¡No sabés lo que me calientan tu culo y tus piernas! ¡Pero, mirá cómo le gusta que le rompan el orto a la putita! ¡Cómo te gusta la pija Carlita!
Aunque no quiero que Juan se de cuenta, estoy transpirando y me hierven las sienes. Me da mucha vergüenza pero la tengo parada. Ahora si, entra y sale a su antojo, me empuja con ritmo. Los pensamientos se me amontonan ¿Qué es lo que me pasa? No puede gustarme, no quiero que me guste, pero no aguanto más el deseo de decirle que me la de toda, que haga de mi lo que quiera, que soy su putita, que ahora el que va a gritar va a ser él. Pierdo el sentido del tiempo, un mundo de colores me da vuelta por la cabeza. No se cuanto tiempo pasa pero la voz de Juan me despierta: -
¿Viste que te iba a gustar? ¡Si! ¡Seguí! ¡Así, cométela toda!
Caigo en la cuenta de que ya no me importa nada. Me empiezo a mover para los costados, la saco un poquito y me la meto de nuevo, lo cabalgo.
-¡Ay, Juan! ¡Así! ¡Dame más! ¡Dale! ¡Así! ¡Bien hasta adentro! ¡Haceme mujer! ¡Cogeme!
Ahora no grito más, son gemidos de placer que me encantan, y los de Juan me calientan. Todo es puro placer, no se lo que me pasa pero me abandono. Soy lo que me gusta ser, una perrita sumisa a la que se están cogiendo.
-Si, si, asi, metéme la pija hasta el fondo, hijo de puta ¿no es esto lo que querías? Te lo doy. ¡Atravesame toda!
La cabeza se me va para atrás y agito el pelo sobre Juan. Sus manos en mi cintura le sirven para meterla y sacarla a su antojo. Bajo la mano por delante y le acaricio los huevos. No me cuido más, quiero que se corra, que gima de placer por mí. Me saco la pija de adentro y lo siento en la cama. El no dice nada y se deja hacer. Me siento sobre la poronga de Juan, sin pudor, de frente a él. La acomodo y me la vuelvo a meter. Nuestras lenguas se lamen. Estoy tan caliente que me puede hacer lo que quiera. ¡Qué placer! ¡Quiero más! Hago sentadillas y entra y sale, entra y sale.
De repente los ojos se le van para atrás y acaba gritándome: ¡Así, pendeja! ¡Sacáme toda la lechita! ¡Que puta que sos! ¡Cómo me calentás!
Aprovecho y le arranco el celular. Ya no puede parar y apenas nota cuando arranco el chip con las fotos. Me lo meto en la boca y lo mastico para romperlo. Poco a poco se le va ablandando, de repente jadea y la mete de nuevo.
Ahora se como salirme de esto sin que me vuelva a extorsionar, ahora estoy segura. La leche se me dispara sobre el vientre de Juan. Grito de placer y me ayudo con la mano. Me saco la pija de Juan despacito y le retiro el forro lleno de semen. Juan está acabado, como dormido. Le saco los pantalones y las zapatillas. Lo dejo desnudo. Aprovecho para sacarme la blusa y la pollerita y ponerme los pantalones de Juan y su camisa. Todo me queda grande, pero con el pelo recogido puedo volver a casa. Meto las cosas en una bolsa y me voy sin que parezca preocuparle lo que hago. Me mira y sonríe. En el taxi pienso que no tengo vuelta atrás, que ahora se que no va a decir nada. Estoy tranquilo y decido que al día siguiente voy a ir a trabajar como si nada.
La noche del día después cuando llegué a la remisería estaba descompuesto de miedo. Yo era, sin que ellos lo supieran, el comentario del día.
-¿Vos le darías?
-¿A quién?
-Al trava de ayer, el que estaba con Juan
-Tenía una cola como para darle hasta que pida basta.
En eso aparece Juan. Todos le preguntan a la vez, se ríen, imaginan.
-¿De donde sacaste ese trava? Era una nenita ¿Cuánto tenía, dieciocho, diecinueve?
Juan no decía nada. Me miraba y se sonreía. Cuando vio que el ambiente estaba como quería, se despachó-
Carla, se llama. ¡Y como le gusta la pija! ¡Le encanta tenerla adentro, siempre quiere más! Con decirles que la muy puta quería una fiestita con ustedes. ¡Se me quería venir para acá! No saben lo que le gusta chupar pijas. Me hizo que le acabara en la boca y me limpió la leche con la lengua. ¡Qué puta! ¡Que pedazo de puta! ¿No, Carlitos?




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Si te ha gustado el chico de la remisería vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:00) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:33) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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