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El correo de la tarde

Relato enviado por : vicioso el 19/04/2004. Lecturas: 2783

etiquetas relato El correo de la tarde .
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Resumen
La historia de un encuentro íntimo con un admirador de mis publicaciónes, con el que experimenté a pleno el contenido de mis relatos.


Relato
E L C O R R E O D E L A T A R D E

Hace unos días, después de haber publicado mi último relato "TACOS ALTOS" recibí un mail de un chico que quedó bastante impresionado después de leerlo. Evidentemente se sentía atraído hacia mi y deseaba poseerme a toda costa. A continuación transcribo un fragmento del mail:



"Leí hace segundos tu relato titulado "TACOS ALTOS", descrito con tanta precisión que me excitó de tal forma que finalicé masturbándome a la salud de tu cola y culminando con una eyaculación enorme.

Me agradó mucho como has detallado tal momento; me encantan las colas, en especial como la tuya y de personas como tú y me gusta penetrarlas llenándolas de placer hasta descargar en ellas todo mi líquido caliente. Además me gusta que me practiquen sexo oral hasta descargar mucha leche en la boca de quien me lo hace.

Soy activo y me dejó enloquecido tu relato. Te felicito y espero si no es mucho pedir que podamos vernos muy pronto."

Me impactó mucho recibir un mensaje como este y a la vez me moría de curiosidad por conocer a su autor. Luego de una respuesta de mi parte recibí otro mensaje de las mismas características que el anterior, tras lo cual decidí que tenía que conocer a esta persona. Le envié una respuesta adecuada en los mismos términos invitándolo a salir ese próximo viernes. Accedió encantado y arreglamos vernos ese día a la medianoche en la esquina de la Av. Cnel. Díaz y Santa Fe. Dado el contenido de los mensajes y el claro propósito del que me los envió decidí arreglarme de la manera más adecuada para la ocasión, así que me puse mi portaligas blanco con la bombacha y las medias blancas, todo lo que había usado aquella noche en el escenario del boliche pero sin corpiño. Un vestidito de lycra negro sin hombros, muy ajustado y cortito, y mis sandalias negras de taco aguja terminaron con mi vestuario. Luego de bajarme del colectivo 92 caminé hasta el punto de reunión cuando entonces lo vi.

Era alto y morocho, de pelo corto y físico bien formado. Desde su rostro de líneas firmes un par de ojos marrones me identificaron enseguida, recorriéndome lentamente desde los pies hasta los labios, y al acercarme me recibió con una sonrisa.

Sólo de verlo me invadió una repentina ola de calor que me quemó por dentro de pies a cabeza.

Después de hacer las presentaciones pertinentes Javier (que así se llamaba) me invitó un café en un bar de por ahí. Desde que nos encontramos no paró de clavarme la vista en las tetas sin reparar en lo obvio que era, al tiempo que yo le lanzaba las miradas más sugerentes y provocadoras que podía, mordiéndome el labio inferior del deseo. Los dos sabíamos que el café y la trivial charla que sosteníamos eran sólo una formalidad, por lo que decidimos no perder más tiempo. Encaminados a la calle me rodeó los hombros y yo su cintura caminando hacia un lindo albergue que él conocía.

Entramos en la habitación no. 24 del segundo piso y aproveché para arreglarme un poco en el baño. Al salir del baño terminaba de sacarme las sandalias cuando vino a mi encuentro cubierto sólo con el slip, y al llegar a él rodeé su cuello con mis brazos y le estampé un largo beso. Lo besé ansiosa a la vez que él descubría mis enormes pechos debajo del vestido y me comía la boca en un gran beso que terminó mordiéndome el labio. Sin dejar de besarlo agarré su gran bulto, a penas soportado su peso por el slip, moviéndolo y estimulándolo desde afuera mientras sus manos me apretaban las nalgas. Dí media vuelta y con la otra mano acariciaba su rostro, que me besaba el cuello hasta marcarme. Sus manos habían dejado mis pechugas para quitarme el vestido dejándome todo a la vista. Al apoyarme pude sentir a través de la bombacha como su berga crecía con la excitación. Ya estaba ardiendo de la calentura que me provocaban sus manos acariciando mis piernas y apretándome las tetas, cuando me arrodillé de frente a él y le bajé el slip por completo.

Una larga, gruesa y cabezona berga se paraba a centímetros de mi boca, muy colorada de la excitación. Debajo, dos grandes y robustos huevos pendían, anticipándome todos en conjunto una cojida de novela y un placentero final. Al ver semejante miembro se me aceleró el pulso de la emoción y los nervios; lo tomé con una mano y sin vacilar me lo introduje lentamente en la boca, deslizándolo sobre la lengua y corriendo su piel con mis rojos labios, hasta que su gran cabeza se alojó en mi garganta, faltándome todavía un poco para llegar hasta su base. Con la boca llena hice un esfuerzo por tragármela toda entera hasta que mis labios tocaron sus huevos, casi ahogándome.

Luego de tenerla así durante unos segundos la saqué suavemente hasta la cabeza, para comérmela otra vez y otra vez. De vez en cuando me daba unos golpecitos con ella en los labios, le pasaba la lengua un poquito hasta la mitad y se la volvía a chupar de a largos ratos. Me vio sonreír al reconocer que esa pijota era un placer.

Mientras se la mamaba recordé sus descaradas miradas y me junté los pechos con las manos, levantándolos, al tiempo que él ponía su enorme pedazo de carne entre ellos. Alternativamente pasaba la cabeza sobre mis pezones duros, para después frotarse y disfrutar entre mis gordas tetas, que lo tapaban por completo. Minutos después desprendía las ligas para sacarme la bombacha, y sujetándome las medias nuevamente me agaché apoyando las manos sobre la cama. Tenía el culito mojado y medio abierto por la excitación, que se abrió aún más cuando Javier me tocaba la entrepierna y el ano con sus dedos con saliva. Mojada también su berga, empezó a deslizarla de arriba hacia abajo sobre mi agujero abierto hasta que su cabeza se posó sobre él y haciendo presión empezó a abrirlo introduciéndome la punta, para seguir empujando y terminar de metérmela toda completa. Recibí aquella hermosa tranca en mi culito con algunas dificultades, que fueron desapareciendo a medida que el bombeo me iba aflojando.

Me hacía sentir toda su enorme berga con cada entrada, bombeando sin parar y disfrutando los dos cada embestida como si fuera la última.

Estuvimos así unos minutos y cambiamos de posición; Javier se acostó y yo me senté sobre su enorme falo, abriéndome el culo de vuelta y bajando lentamente hasta cubrirlo por completo. Cuando lo tuve clavado a mi satisfacción empecé a moverme excitada, mientras él me agarraba los pechos, pellizcándome los pezones. Mi placer iba en aumento hasta que después de un rato de gemir y gritar me tomó de la cintura y mis movimientos se hicieron frenéticos, haciéndonos gozar como locos. De vez en cuando me inclinaba hacia delante para que me chupe las tetas mientras sentía como su tremenda berga me atravesaba llegándome al fondo en cada empujón, hasta que empezó a gritar cada vez más.

Me levanté enseguida y sin perder tiempo lo masturbé un poco para después comerlo de vuelta hasta que acabe.

Empecé a chuparlo desde la mitad hasta la cabeza y él en un grito llegó a un orgasmo salvaje, al tiempo que un gran chorro de leche espesa y caliente empezaba a inundarme la boca hasta la garganta. Todavía podía sentir los pequeños empujoncitos de su eyaculación, cuando él empezó a moverse y algunos segundos después su tranca me escupía en la cara unas gruesas gotas más que caían en mis pechos.

Me levanté babeando su semen por las comisuras de los labios, con la boca y la cara llenas de semen mientras me tragaba el resto y me pasaba la lengua. Quería frotarme el culo sobre su terrible berga, que sin perder esa espectacular erección todavía andaba con ganas de entrar en mí.

Lo tenía terriblemente dilatado y húmedo sintiendo un poco de dolor por la cogida que me acababa de pegar, cuando para mi sorpresa me acarició las piernas y me pidió que se la chupe de vuelta. Sorprendida, noté que todavía la tenía bien parada y enseguida le di el gusto. Volví a mi posición anterior pero de espaldas a Javier, que mientras me metía la pija en la boca me agrandaba el culo con los dedos. Al cabo de un rato de chupar sin parar la dejé tan colorada y dura que parecía a punto de explotar, y decidí que necesitaba sentir esa tranca en el culo otra vez. Ardiendo de la calentura me levanté, le pedí que se corriera y me puse en cuatro patas de cara a la cabecera de la cama, dejando mi colita a su merced para que me empale de nuevo. La tenía algo colorada y se había cerrado un poco recuperando su estrechez habitual, por lo que él me untó un poco de saliva en el ano y se puso otro poco en el miembro erecto. Se ubicó por encima de mí para montarme, y frotándome la cabezota de la berga como antes me la hundió fácilmente en la colita, pero con un poco de dolor. La tenía hecha un largo y grueso garrote que me estiraba el culo de una manera brutal, abriéndose paso lentamente hasta presionar mi fondo entre gemidos y puntadas. Una vez que su cabeza llegó a tocarme el límite él siguió empujando hasta que sus bolas besaran mi ano, haciéndomela sentir plenamente y después de un par de minutos de tan placentera sensación me la hincó aún más adentro haciéndome lanzar un grito que me dejó con los ojos y la boca abiertos. Al empezar a sacarla para bombearme le supliqué por otro igual, y me dio el gusto algunas veces más, poniéndome fuera de mí del placer.

Agarrándome de las caderas empezó a cogerme con una energía sorprendente, sacándola hasta un poco antes de la cabeza y entrándome hasta los huevos en cada embestida, los que me golpeaban el ano violentamente aumentando mi gozo. Su pijota parecía endurecerse cada vez más a cada minuto, al igual que mi ano parecía estar a punto de romperse de un momento a otro por tan salvaje enculada. Estaba gritando y gozando como una puerca mientras mis tetas se movían fuertemente hacia adelante y hacia atrás por los constantes empujones de Javier, que también gritaba de excitación. Me gustaba tanto que me cogiera de esa forma que deseaba que no acabáramos nunca o al menos dentro de un buen rato, y para eso él me la sacaba entera para frotarse la cabeza babosa en mis ligas y volver a metérmela repitiendo la operación varias veces, dándose el gusto de dilatarme el esfínter hasta vencer su resistencia por completo. El contacto de su berga durísima sobre mis medias lo calentaba de tal manera que no podía parar de cogerme. Luego de esta práctica volvía a enterrármela bien adentro para seguir sodomizándome a su voluntad.

Ya llevaba más de media hora dándomela por el culo y estaba que no podía más del gozo, al punto temblarme las piernas y de poder oír el ruidito de la saliva en mi interior mientras me la daba. Hirviendo de calentura por la increíble culeada que me estaba dando le pedí por más y más fuerte y más adentro, que me la siguiera metiendo así hasta que me desfonde. Su excitación crecía a medida que yo, agarrada fuertemente de la cabecera de la cama, gritaba por recibir las más soberbias envestidas que su pija me haya dado pidiéndole aún más casi en el éxtasis, pidiéndole que me la clave hasta el fondo sin compasión. Al rato empecé a sentir un enorme placer que arrancaba del fondo de mi colita y avanzaba por todo mi cuerpo. Sentía hinchadas mis enormes tetas mientras me ardían los pezones, haciéndome gemir y volviéndome completamente loca de deseo para terminar en varios orgasmos anales como me hicieran sentir pocos. Fueron cerca de tres minutos de gritar y de reventar de placer mientras Javier seguía satisfaciéndome sin parar, cuando inmediatamente después empezó a acelerar el ritmo del bombeo apretándomelas con fuerza mientras gemía, hasta que no se hizo esperar más.

Con un grito de gozo me dio la estocada final lo más adentro que fue capaz y me la dejó así clavada, al tiempo que un enorme chorro de leche, aún más abundante que el primero, empezaba a fluir a borbotones dentro de mi llenándome el culo hasta rebasarlo. De mi enrojecido y profundamente penetrado ano salían hilos de semen que aumentaban su pequeño caudal a medida que Javier seguía bombeándome y eyaculando sin parar. Al terminar de verter todo el contenido de sus gordas bolas en mi colita su gran pijota me dio tres empujones más para escupirme lo último.

Agotada, me dejé caer boca abajo sobre mis pechos para descansar un poco y Javier hizo lo mismo sobre mí, todavía sin sacármela de adentro. Nos quedamos así un rato, hasta escuchamos sonar la alarmita de aviso de fin del turno, tras lo cual dispusimos de diez de los quince minutos de tiempo para arreglarnos y salir. Mientras él se vestía yo me ponía de vuelta el vestidito y con un poco más de trabajo las sandalias, ya que el temblor de mis piernas me dificultaba caminar con tacos tan altos. Una vez que pagamos entre los dos el hotel y salimos, Javier se ofreció muy gentilmente a llevarme a casa en un taxi, lo que le agradeceré eternamente ya que el culo me dolía terriblemente y me fallaban las piernas. Nos despedimos con un beso mientras sentía su mirada en mis piernas y el auto se iba, desapareciendo en el silencio de la noche.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:38) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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