Roberto Rodríguez tenía bien ganada la fama de cogelón en la escuela Preparatoria donde estudiaba hasta que fue puesto aprueba con un desafío.
Relato
Roberto Rodríguez, como usualmente lo hacía, estaba tras una nueva conquista en la preparatoria donde “estudiaba”. Esta vez se trataba de Yadira, una chica bastante popular por ser una de las más atractivas de la escuela: senos grandes, redondos y firmes; escueta cintura; nalgas paraditas; piernas bien ejercitadas y rostro de finas facciones. Tales características vestían a aquella chica.
Yadira no era ninguna ingenua y sabía sacar partido a sus cualidades que tanto atraían a los chicos. Consciente de su belleza, vestía una camiseta bien pegada al cuerpo y una muy corta minifalda de tipo porrista que combinaba con calcetas blancas y tenis.
—Anda, ¿qué tanto es tantito? Lo vas a gozar, eso es una garantía conmigo.
—¿Ah, sí? Me lo garantizas, así como así.
—Estoy seguro que te dejo tan complacida que me vas a implorar que te dé más.
—¿A poco? Que sea menos.
—¡De veras! Nunca he tenido queja.
Roberto se acercó tanto a Yadira que ésta ya se tragaba su aliento. Él estaba a punto de darle un beso cuando ella le plantó una mano sobre el pecho y con fuerza lo alejó.
—Para mí que tu fama es puro choro.
—Mira, déjame mostrarte que no es así. Ven, acompáñame acá, atrás de los salones, en el fajardín y te lo demuestro.
—Ajá, hasta crees.
—Ven, déjame darte un adelanto. Vas a ver que tú misma me pides que hagamos todo el numerito.
—Ay, ajá. Y tú qué dijiste, ésta se va a bajar los chones solita. No, fíjate.
—Te estás haciendo mucho del rogar. Qué se me hace que eres pura mosquita muerta. No más falta que lo que las otras chicas dicen de ti sea verdad.
Picada en su orgullo, Yadira se prendió.
—¡¿Qué chicas?! ¡¿Qué dicen de mí?!
—Pues nada, por ahí dicen que eres una calienta vergas. Que nomás prendes el boiler y no te metes a bañar.
Por la expresión en su rostro, parecía que Yadira iba estallar de coraje tras verse ofendida. Roberto no sabía si descargaría contra él su enojo con una bofetada, o sí, por el contrario, su estrategia daría resultado y aquella chica le brindaría su cuerpecito nomás para comprobar que dicho chisme no era cierto.
La expectativa terminó cuando Yadira le sugirió un reto para comprobar que él era tan bueno.
—Mira, a menos que me demuestres que eres capaz de provocarle un orgasmo a una chica que ni conozcas yo nomás no aflojo. ¿Qué te parece?
—A ver, ¿cómo? —respondió Roberto, confundido.
—Sí, mira, es fácil. Te reto a que me demuestres que de verdad eres muy picudo. Vez a ese grupo de chavas que están sentadas en aquella jardinera. —dijo Yadira señalando a un grupo de chicas sentadas a unos metros de ellos.
Roberto vio a las cuatro chicas. Ninguna se veía tan buena y sexosa como Yadira, por el contrario, Roberto sabía muy bien que aquellas eran de las más modositas de la escuela. Siempre bien portadas y cumplidas.
—Pues te desafío a que las convenzas para hacer el amor contigo.
—¿Cómo? ¿A todas juntas?
—No seas tonto. A una por una. Enamóralas, hazlas creer, a cada una, que son la mujer de tu vida y date el gusto de un buen acostón para luego dejarlas. Eso es lo que haces, ¿no?
—Ok. Y si lo logro. ¿Qué hay para mí?
—Pues, si de verdad veo que eres tan bueno, te cumpliré todos tus más cachondos deseos y verás que no soy ninguna mosquita muerta.
—Va —le respondió Roberto, animado.
Roberto Rodríguez caminó hacia el grupo de amigas. Al estar junto a ellas se dirigió a la más callada.
—Hola, disculpa, ¿tú eres Paola?
La chica asintió mientras sus amigas quedaron boquiabiertas al ver que aquel galán se dirigía a la más tímida del grupo.
—Oye, me dijeron que tú eres buena en matemáticas y me preguntaba si me podrías asesorar un poco —continuó Roberto—. Te prometo que te pago, dime cuanto me cobrarías.
La chica inmediatamente se sonrojó y nerviosamente contestó.
—Ah, no, cómo crees. Nada más dime cuáles son tus dudas y veo si te puedo ayudar —le dijo Paola, al mismo tiempo que se ajustaba las gafas.
Roberto, tan atrevido como era, tomó a Paola de una mano y, para sorpresa de ella y de sus amigas, se la llevo de allí.
—Ven, te voy a enseñar cual es mi duda.
Paola apenas si pudo seguir el paso de Roberto quien, sin soltarla, la condujo atrás de unos salones. Allí, alejados de miradas indiscretas, según parecía por lo aislado y los matorrales que le rodeaban, la pareja se quedo mirándose uno frente a otro.
—¿Dónde están tus apuntes? —preguntó ingenuamente Paola.
—Te dije que te iba a enseñar mi duda, perdón, quise decir mi dura, mi dura verga —le respondió con una sonrisa Roberto.
Aquel atractivo muchacho bajó el cierre de su bragueta y sacó su ya tieso miembro. La cabeza se hinchaba cada vez más, como si él la inflara a voluntad. Paola se quedó con la boca abierta y sin decir palabra al ver, por primera vez según parecía, un apéndice como ese.
Asombrada, también, quedó Yadira, quien los espiaba detrás de un arbusto. Si bien ella ya había gozado de diversos y diferentes falos, ese era particularmente largo y grueso. A Yadira se le hizo agua la boca al contemplar dicho instrumento masculino.
Roberto rápidamente se abrazó a aquella chica que tenía enfrente y la besó no dejándola emitir negativa alguna. Paola, prácticamente, se derritió en los brazos de aquel muchacho quien tenía la situación dominada.
Paola que, si bien, no era muy bonita de rostro, sí tenía unas anchas caderas que se antojaban para aferrarse de ellas mientras la atacabas por detrás, y justo eso fue lo que pensó Roberto cuando la giró para colocarla frente a la pared de un salón de clases.
—Oye, ¿qué haces? —preguntó la inocente chica mientras Roberto ya le metía las manos bajo la falda para bajarle los chones.
—Tú sólo ponte flojita y cooperando —le dijo Roberto mientras ya ensalivaba su propio miembro.
Roberto alzó aquella amplia falda y sin decir agua va se la dejó ir hasta el fondo. La chica emitió un grito agudo y una lágrima se le escapó por uno de sus ojos, pero supo mantener la postura. Incluso paró más su trasero cuyas amplias caderas lo hacían parecer enorme.
Yadira, desde donde estaba, se convirtió en una espectadora de aquel desvirgamiento.
—¡Pinche vieja facilota! Cayó muy rápido —dijo Yadira para sus adentros.
—¡Ah, así! ¡Así! —dijo Paola entre sollozos de satisfacción.
—Se ve que te hacía falta, ¿eh, golosa? Pero no te preocupes que para eso estoy yo. Para darte lo que te…
—Lo que te mereces, zorra —Yadira terminó la frase mientras seguía viendo como, inmisericorde, penetraba Roberto a Paola.
Los chasquidos al chocar las carnes eran muy sonoros. Roberto se afianzaba de la escueta cintura de Paola con fuerza mientras horadaba cada vez más rápido aquel antes virginal agujero.
—Sea como sea, no cabe duda que Roberto tiene bien ganada su fama —tuvo que admitir para sí Yadira mientras seguía contemplando a la pareja.
« Y se ve que lo hace de maravilla, la pinche Paola se retuerce como tlaconete en sal» —pensó Yadira, al ver como habían cambiado de posición y, mientras Roberto estaba recostado en el pasto, Paola se mataba solita dándose sentones duros y frecuentes sobre aquel enorme falo que la agujereaba sin parar.
En unos minutos más, Roberto cambió de posición nuevamente y colocó a Paola de espaldas al robusto tronco de un árbol inclinado. Mientras él sujetaba a Paola de las corvas, la penetraba furiosamente y, de repente, miró a Yadira y le sonrió evidenciando que sabía de su presencia.
Paola sudaba profusamente y, al tener a su atacador frente a ella, le confesó su sentir.
—Ahh, me encanta. Me encanta cómo me lo haces, cómo me lo metes, lo siento hasta el mero fondo. ¡Ay!
—No es por nada, pero soy el mejor, bebé —le respondió sin asomo de humildad Roberto.
—¡Oh! No pares, no pares. No dejes de moverte que estoy a punto de… ¡aaaah!
Al poco rato, Paola quedaba tendida en el pasto, sin sus pantaletas, y escurriéndole líquidos seminales de su desflorada vagina. Roberto se acomodaba sus ropas y se disponía a retirarse.
—¿Volveré a verte? —preguntó la enamorada chica.
—Claro, tu ten fe —le respondió el sinvergüenza.
Al volverse a topar con Yadira, Roberto sonrió triunfalmente.
—Bueno, misión cumplida.
—Ah, todavía no. Todavía te faltan tres y esta vez quiero que las grabes en video para tener una prueba de ello.
—¿Eso quiere decir que esta vez no estarás de fisgona?
—Bueno, supongo que no a todas te las vas a tirar aquí mismo, ¿verdad?
Roberto sólo sonrió en respuesta y se alejó.
Unas horas más tarde, Roberto se le presentó en casa a Carla, la segunda de aquellas amigas, a quien le dijo que en realidad había abordado a Paola para, a través de ella, averiguar su domicilio.
Roberto le confesó estar enamorado de ella desde hace tiempo y le pidió dejarlo pasar para expresarle tales sentimientos. En poco tiempo, Roberto ya estaba sobre la chica y ésta, a su vez, se recostaba sobre el sillón. Para fortuna del chico los padres no estaban y los hermanitos estaban en casa de amigos, así que pudo actuar a su antojo.
—No, detente Roberto —decía Carla cuando sus pechos ya estaban al aire libre.
Roberto besó y succionó aquellos rosados pezones. No eran unos pechos prominentes, sin embargo, tenían buen tamaño.
—No me pidas que pare, lo necesito, y tú lo necesitas al igual que yo. ¿Quieres que hagamos el amor, no?
Carla guardó silencio.
—El que calla otorga. Además, nadie se va a enterar —el muy descarado le dijo sabiendo que, desde su morral, su celular, previamente acomodado, grababa toda la escena.
La grabación no había sido perfecta, pero cuando se la mostró a Yadira ésta pudo ver el momento en que Carla le entregaba su virgo a Roberto.
—Está bien —dijo Carla antes de desprenderse de su pantalón y, posteriormente, de su ropa íntima—. Pero sé gentil, por favor.
Al quedar expuesto su sexo, Roberto lo besó.
—Qué hermoso tono rosado tiene tu raja, Carla —dijo Roberto.
—No digas eso, me avergüenzas.
Roberto calló sólo para introducir su lengua en aquel hueco virginal jamás antes tratado de esa forma. Su lengua recorrió el túnel privado de aquella chica que en poco se convertiría en mujer. Ella gemía de placer.
Los dedos de Roberto fueron los siguientes invasores en aquella gruta. La intimidad de la chica ya se sentía humeda y tibia.
—¿Estás lista Carla? —preguntó él.
Pese a la pregunta, Roberto no esperó respuesta y, tras colocar la punta de su miembro a la entrada de la vagina de ella, empujó sin detenerse.
—¡Ay! ¡Para! —gritó la chica al sentir un dolor agudo y horrible.
Roberto hizo caso omiso a la petición de Carla y no se detuvo hasta que su vello púbico hizo contacto con el de ella. Tras unos minutos más, el dolor se convirtió en placer y más placer para aquella delgada chica quien no quería que terminara jamás. Sin embargo, todo tuvo que terminar inesperadamente pues sus hermanitos ya estaban de regreso. Afortunadamente ellos, al ser muy pequeños, no contaban con llave y así tuvieron que tocar el timbre primero, lo que le dio oportunidad a Carla y a Roberto a reincorporarse y vestirse.
Antes de salir de la casa, ella le pidió que volvieran a verse y éste prometió hacerlo, aunque él no esperaba que eso pasara en mucho tiempo.
Cuando Yadira terminó de ver el video se le veía satisfecha.
—Ahora sólo te faltan dos.
—Y no me puedes dar un adelanto —dijo él.
—No, ni se te ocurra. Todo esto va a ser tuyo, pero cuando acabes —Yadira dijo esto último al mismo tiempo que sopesaba sus bien formadas tetas que prácticamente llenaban las palmas de sus manos.
A Roberto se le hizo agua la boca. «Eso sí que era una mujer» pensó para sus adentros. A ella sí la tendría por horas y horas aullando de placer, y en varias posiciones.
Al día siguiente le llegó el turno a Lorena, la menos recatada de las cuatro amigas. Aquella usaba muy cortas minifaldas y, si bien no tenía novio conocido, era evidente que no era ninguna ingenua en cosas del amor. De hecho ella fue más participativa que sus amigas.
En una de las azoteas de la escuela, junto a los tinacos del agua potable, Lorena por cuenta propia agarraba el paquete que Roberto guardaba bajo la entrepierna de su pantalón.
—Duro como roca —así calificó, entre besos, el aparato del chico.
La pareja se besaba con calentura. Parecían tal para cual. Él ya le desabrochaba la blusa y ella desabrochaba su cinturón y le bajaba su pantalón hasta las rodillas.
Lorena no tardó en bajarse a “hablar” con aquel falo que la esperaba ansioso de su contacto.
Roberto gozó con la experta lengua de Lorena. Nunca antes le había llamado la atención debido a que no era muy bonita, aparentemente, sin embargo, ahora veía que se había perdido de una buena mamadora. Ahora que había descubierto las habilidades de aquella compañera no las desaprovecharía. Tomó con fuerza la cabeza de la chica y la obligó a tragárselo por completo. Prácticamente le hizo garganta profunda hasta casi ahogarse.
Yadira estaba más que satisfecha al ver el video grabado en donde, además, podía ver a Lorena sufrir mientras recibía la verga de Roberto vaginalmente. Ella, apoyada sobre sus cuatro miembros, sufría pues, además del enorme aparato sexual que se abría camino en su interior, sus rodillas se raspaban con la arena del suelo. Fue notorio que Lorena terminó con las rodillas heridas pues éstas sangraban cuando ella se incorporó. Yadira al mirar aquello sonrió complacida.
Para la última de las cuatro chicas propuestas, Yadira decidió acudir personalmente para hacer la grabación. Roberto, tras volver a representar el papel de loco y perdido enamorado, se abrió camino en la confianza de Rocío, así como entre sus pliegues vaginales que ya lamía en el cuarto de la chica.
Yadira, quien ya conocía la casa de Rocío, se posicionó en un patio desde donde, a través de una ventanilla podía meter la cámara y así grabar lo que ocurría en el cuarto de la chica.
La escena era muy cachonda: una chica virginal como Rocío (quien siendo hija única era la consentida de sus padres) entregándose a un carcamán como Roberto, experto en los asuntos sexuales, quien ya la tenía medio desnuda mientras le lamía y lamía la estrecha e indemne vagina.
Rocío sólo había conservado la parte superior de su ropa interior y así se entregó, pues Roberto la penetró rompiendo su himen y su inocencia para siempre. Rocío ya no volvería a ser la misma chica que aún dormía con ositos y otros muñecos de peluche regados por su habitación. De hecho, Roberto había tirado al suelo todos los muñecos que habían estado sobre su cama, pues le estorbaban en su faena.
Y vaya faena que le brindó pues, por primera vez en su vida, Rocío supo lo que eran las posiciones sexuales. Supo que al colocarse sobre sus cuatro extremidades, y ofrendar así su trasero, se trataba de la posición comúnmente llamada de perrito o doggy style, como a ella le gustaba más llamarla. También supo a qué le llamaban cabalgar una verga cuando ella misma se convirtió en jinete o, mejor dicho, en vaquerita, pues parecía eso, una experta vaquerita montando una terrible e indómita bestia. Y lo aprendió tan bien que igualmente lo hacía al estilo inverso, con buenos movimientos de su parte.
Yadira, desde el patio y mirando a través de la pantalla de la cámara, pudo darse cuenta del cambio radical en Rocío, quien distaba mucho de aquella inocente chica que destacaba en la escuela por su buen comportamiento y excelentes notas. Nadie se imaginaría el verla así, como ahora la veía Yadira, gimiendo y gimiendo sin parar, víctima de los empellones de una verga tan grande que, daba la impresión, la podría partir en dos.
Rocío cambiaba frecuentemente de posición como si quisiera probar todas las posibles. Abría sus piernas al máximo para dejar entrar al invasor plenamente, las cerraba para capturarlo en su intimidad. Se dejaba caer boca abajo regalando así ese delicioso culito a la insaciable boca de Roberto. Se sentaba sobre el regazo de él para que así, frente a frente, pudiera besarlo. Y todo eso estaba siendo grabado por la cámara de Yadira, quien no se le podía ver más satisfecha.
Al final; previamente de que aquella, antes virginal chiquilla, llegara al culmen de su propio record de orgasmos; expulsó, inevitablemente, un gas intestinal como sonora trompetilla. A Yadira casi le gana la risa al ser testigo de aquello que, para su fortuna, lo tenía guardado en su cámara de video.
«La chica del cuadro de honor echándose un pedo en pleno agasajo sexual, esto sí que va a estar bueno. » —pensó Yadira mientras aún grababa a aquella pareja.
Roberto sostenía con fuerza la estrecha cintura de la chica, quien no dejaba de emitir gemidos y sollozos de placer. Él no dejaba de empalarla con contundencia desde atrás, incluso no lo detuvo aquel gas que con insolencia se disparó, de aquel menudo cuerpo, hacia él. Ella tampoco dejó de gemir por ello. Parecía como si entre todo ese disfrute no tuviera plena consciencia de sí misma.
—¿Se te escapó? —preguntó él.
—¿Qué? ¿Qué cosa? —le respondió casi fuera de sí.
—Pues qué va a ser, ese pedo.
Los dos rieron entre aullidos de pasión expulsados por Rocío.
Yadira se dio por satisfecha y se fue.
Al día siguiente, cuando Roberto Rodríguez llegó a la escuela esperando con ansias encararse con Yadira para exigir su recompensa, se llevó una sorpresa. Resultaba que para ese momento ya, prácticamente, toda la escuela compartía los videos de sus encuentros sexuales con aquellas chicas. Aquellas grabaciones pasaban de celular a celular y era la comidilla de todo el colegio.
En principio, a Roberto no le afectó pues, después de todo, eso elevaba su fama de galán y cogelón, sin embargo, cuando aquellas se enteraron y sufrieron la vergüenza de su vida, éstas enfocaron su furia hacia el joven que las había desvirgado haciéndoles creer que eran el amor de su vida.
Entre todas lo enfrentaron y le advirtieron que lo denunciarían con las autoridades por haberlas grabado de esa forma. Enojado, Roberto fue en busca de Yadira quien, para su sorpresa, sonrió al verlo.
—Eso te pasa por pensar con la cabeza equivocada —le dijo Yadira señalándole su pene—. Sin saberlo me hiciste un gran favor, ¿sabes? Les dimos una lección a esas viejas chismosas.
Roberto, aún furioso, se quedó con una expresión inquisitiva en su rostro.
—Esas viejas eran las que hablaban pestes de mí. ¿Crees que no sabía de quien venía eso de calienta vergas? De esas chismosas, siendo que ellas son las verdaderas mosquitas muertas. Tú ya lo demostraste. Gracias por hacerlo —Yadira le dio un beso en la mejilla y se alejó.
Mientras miraba aquella bella silueta femenina alejarse con marcado contoneo, Roberto era consciente de que no recibiría ninguna recompensa más allá de aquel beso.
FIN
Esto comenzó desde hace 3 años. Yo salgo con una chica que se llama Susan. Ella es bastante bonita (lo digo yo, y lo dicen todos), y valió la pena todo el esfuerzo que hice para conquistarla. Siempre había tenido cierta debilidad por las chicas de colegio privado, por el uniforme, me vuelve loco verlas con pollerita, camisa y corbata. Y cuando comencé a noviar con Susan, ella ya estaba ya en el último año de la secundaria. Ella es rubia, de ojos verdes y alta, un metro setenta. Lo mejor de Susan, y es lo que me enamoro, es la cara de gatita viciosa, con unos labios que ya han hecho un buen labor con su novio. Además, tiene unos pechos que entran perfectamente en mis manos, una cinturita finita y piernas bien torneadas, largas. Y su atributo más deseado por mí, su cola redondita, la cual que todavía no pude hacer que me la entregue, se niega rotundamente al sexo anal.Pasado un año ya de salir con ella, y tener sexo en todas sus variantes menos el sexo anal ya mencionado, Susan salió del colegio y ya no tuve más a mi colegiala en uniforme. Igual, ella se coloca a veces su uniforme que ya le queda chico cuando estamos solos para darme el gusto... un jueguito de novios. Pero después de un año de noviar, comencé a ir a su casa cada vez más seguido, sobretodo estos últimos meses. Sus padres me tienen ya confianza y saben que lo mío con su hija es una relación seria, Pero en estas visitas, cuando cumplía mi rol de novio visitando a su novia, había veces que Susan no estaba, y me quedaba en su casa esperándola. A veces estaba la hermana mayor de Susan, Otilia, una nena de 19 años que está muy buena... o más que buena Es algo hermosa, tiene un cuerpo infernal, con dos tetasas que son enormes)dos sandias
Relato erótico enviado por dj liriko el 21 de April de 2011 a las 01:04:22 - Relato porno leído 371346 veces
soy profesor de educacion primaria en peru, esto que les cuento es real y me paso en iquitos, donde viaje por motivos de trabajo, y conoci lindas y hermosas niñas
Relato erótico enviado por juliovega el 09 de June de 2008 a las 18:22:27 - Relato porno leído 243103 veces
Mi más hermosa y caliente sorpresa fue cuando al entrar al salón el me recibió con una hermosa rosa roja en su mano, yo la olí, su olor lindo aumento mis ganas sexuales hacia él, luego con su tierna voz me dijo que si en verdad lo deseaba entregarle mi virginidad a él y no a mi novio pues sabía de él, yo le conteste con una voz sexy y tierna totalmente convencida ¡Si profe deseo que usted me desflore!, ¡Deseo que me haga gozar como a una puta que es lo que soy, soy su puta! Dicho esto tomo mi falda colegial subiéndola hasta mi cintura, luego me sentó en su escritorio con mis piernas totalmente abiertas, poco a poco retiro mi calzón iniciando a comerme el coño ¡umm, umm! Inicie a gemir como loca.
Relato erótico enviado por Colegiala romántica el 04 de December de 2009 a las 23:15:15 - Relato porno leído 197542 veces
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Cangreburguito
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:51) dice:
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