El diario secreto de mi madre INTRODUCCIÓN

Hoy, 24 de junio de 2009, voy a quemar este diario. No puedo permitir que alguien, algún día, por casualidad, lo lea. Me llamo Adrián, tengo 36 años y soy un autentico fracasado, en lo que se refiere a lo sentimental. Profesionalmente, soy ejecutivo de una importante multinacional, pero en lo que se refiere a lo sentimental, jamás he tenido una relación seria.
No es que sea feo, pero estoy gordo, no me cuido mucho y siempre he sido extremadamente tímido. En el instituto, sufrí de acoso escolar, no perdí la virginidad hasta los 25 y el 90% de las relaciones que he tenido, todas ellas polvos de una noiche, fueron con prostitutas. Soy adicto a las páginas y al porno y en mi juventud, cometía la desfachatez de pensar en mi madre, mientras me masturbaba.
Recordé eso cuando, hace dos semanas, empezó toda esta historia, cuando partí de Madrid a mi pueblo natal, al sur de Andalucía para asistir al entierro de mi madre. Se llamaba Rosario, tenía 56 años y murió de un ataque al corazón. Hacia 10 años que había enviudado, desde que mi padre, patrón de pesca, murió en un trágico accidente en el mar. De jóven siempre pensaba en si mi padre alguna vez le habría puesto alguna vez los cuernos a mi madre, aunque en su barco solo había hombres. Una vez, ellos discutieron porque mi padre habia visitado un puticlub en el puerto de Mauritania, aunque el le dijo que no había hecho nada, ya que las putas negras eran todas horrendas y que solo había ido porque los demás fueron y no quería quedarse solo.
En cuanto a mi madre, yo no sabía como aguantaba las largas temporadas que mi padre, por su trabajo, pasaba fuera. Ella, que había llegado virgen al matrimonio y que vestía de una forma nada llamativa, jamás se le hubiera pasado por la cabeza serle infiel a mi padre. O al menos eso creía yo hasta hace dos semanas.
Después del entierro, fui a mi antigua casa para, antes de ponerla en venta, para recoger algunas cosas de mi madre. En su habitación, encontré el diario que ahora tengo en mis manos. Se lo había regalado yo a los 16 años, el 6 de enero de 1989, por el día de reyer y por su 36 cumpleños que coincidía con esta fecha. Miré las primeras páginas y ni escribía con frecuencia ni contaba mas que gilipolleces.
¿Por esas tonterías lo guardaba y no quería que mi padre y yo lo leyeramos? Entoncés, lo abrí por la mitad y la primera frase que vi fue "Ayer, me pasé la noche entera follando con Oliver". Mi padre no se llamaba Oliver. Volví al comienzo y volví a leer. Y lo leí entero. Eso en vez del estúpido diario de una ama de casa normal y corriente parecía la biografía de Lucía Lapiedra.
He cambiado de opinión. No lo voy a quemar. Necesito pajearme mientras lo leo. Y ustedes también pueden hacerlo. Por eso, he cambiado los nombres y, proximamente, publicaré en esta web, de nuevo con los nombres modificados, el diario secreto de Rosario, la mujer que me dió la vida y ahora, después de muerta, me va a dar el consuelo a las noches de soledad. Muy pronto, ustedes podrán contemplar cómo mi madre pasó de ser una decente y puritana esposa fiel a una autentica PUTA.