—Eres hermosa—dijo arrodillándose a los pies de mi cama y tomando mis dos piernas. Las separo e inhalo el olor que desprendía mi coño. —Te voy a comer ese coño jugoso y me pedirás que no pare. Y esas tetas tan grandes pedirán que las lama y muerda cada segundo.
Relato
El Esposo De Mi Madre
—Mi mamá dejo su cena en el horno. —mi voz sonó un poco ronca debido a la reciente gripe que había padecido.
—Ya he cenado. —respondió endureciendo la expresión.
Cesar era un hombre de unos treinta y tres años, alto y fornido. Se podía decir que para la mayoría de la población femenina del pueblo donde vivíamos era el espécimen más guapo de la región. Y una que otra no disimulaban sus suspiros cuando mi madre organizaba las salidas familiares los domingos por el pueblo.
Había llegado a nuestra vida hace unos tres años. Dos estuvo de novio con mi madre y tenia a penas un año de vivir con nosotras, después de la boda.
Mi madre me había preguntado muchas veces sobre si estaba de acuerdo en su relación con césar y siempre le respondí que sí, pues me parecía un buen hombre, un poco reservado, pero se notaba como la quería.
Le di la espalda concentrándome en lavar los vegetales que utilizaría para preparar una ensalada de pollo. Tenía más de un mes de seguir una dieta para rebajar un poco. No es que fuera exageradamente gorda pero tenía unos rollitos que poco a poco iban desapareciendo por la mágica dieta.
— ¿Qué estas preparando? —susurro César tomando entre sus dientes el lóbulo de mi oreja, causando que lanzara un grito por la sorpresa y soltara la lechuga que reposaba en mis manos.
Un sudor frío empezó a recorrer mi cuerpo, el marido de mi madre me estaba tocando. Esto no estaba bien y presentía que terminaría muy mal.
—Inclínate sobre la encimera—ordeno posando sus grandes manos sobre mis caderas.
— ¿Qué haces? —ahogue un sollozo cuando empezó a restregar su pene sobre mis nalgas, tratando de crear fricción. —Suéltame por favor…
—Shhh. . .mi amor. Aquí el que pregunta y da órdenes soy yo. —subió mi vestido hasta la cintura. —Sostenlo.
Acate sus órdenes por miedo a que me hiciera daño. César siempre me causo miedo, quizá por que era muy callado y también porque cada vez que me miraba sentía que me desnudaba con la mirada, pero siempre pensaba que eso era imposible ya que no tenía el cuerpo de una súper modelo, lo único que podría llamar la atención de mi cuerpo eran mis grandes senos.
—Eso es mi amor—dijo acariciando mi vientre. —Te estas comportando de maravilla preciosa.
—No me hagas daño por lo que más quieras. —volví a implorar al tiempo que caían lágrimas por mis mejillas. Sentía tanto miedo. — ¿Porqué me haces esto?
—Pásame el cuchillo con el que estabas cortando las papas cuando llegue. —exigió.
Empecé a temblar de miedo. ¡Un Cuchillo! OH Dios... Acaso pensaba asesinarme después de abusar de mí.
—No te haré daño preciosa, solo quiero hacer algo con el.
En un rápido movimiento le pase el cuchillo que me había indicado y con movimientos precisos corto mis braguitas, dejándome desnuda de la cintura para abajo.
—Abre las piernas. —pidió mientras besaba y lamia mi cuello.
Con un gemido cerré las piernas sin pensarlo siquiera. Tenía los nervios a flor de piel a causa del miedo, y mis piernas eran gelatinas que no lograban sostenerme en pie; en cualquier momento caería al suelo. Él pareció darse cuenta de lo que me ocurría pues recargo mi cuerpo en su pecho. —Vamos amor…Abre esas piernas para papi.
Abrí las piernas un poco. Y en un segundo sentí como sus dedos invadieron mi intimidad. Primero toco todo mi coño como explorando el terreno y luego llego a un botón que no me había percatado que provocaba tantas sensaciones, ya que cuando lo toco me hizo dar un respingo y una corriente traspaso por mi espina dorsal.
—Te estás mojando puta. —observo clavando sus dientes en mi hombro para luego chupar donde había mordido. —Ve a tu recamara, acuéstate en la cama y abre bien las piernas. —me dio una fuerte nalgada que me hizo dar un gritito de la impresión y el dolor que me producío. —En unos minutos estoy contigo.
¡Estaba completamente loco si pensaba que seguiría sus órdenes!
Cuando salí de la cocina eche a correr a la puerta que daba al jardín de la casa, si corría con todas mis fuerzas podría llegar rápido al hospital donde trabajaba mi madre y contarle el violador que tenía por esposo.
¡Maldita sea, esta cerrada! Pensé frustrada.
— ¿A dónde crees que vas? —grito César abofeteándome. —Camina hacia tu recamara sino quieres que te de una buena paliza puta traicionera. —con los ojos oscuros por la rabia tomo un puñado de mi larga melena negra y me llevo a rastras hasta mi recamara tirándome en mi cama con violencia. Llore con mas fuerza, estaba tan aterrada. —Quítate la ropa que te quiero ver desnuda.
— No…te lo ruego—susurre entre hipidos.
— Quítate la ropa. —grito mientras se deshacía de su camisa.
Como me había quedado helada el mismo me quito el vestido dejándome en completa desnudez.
Era la primera vez en muchos años que alguien me veía completamente desnuda, desde que nos habíamos mudado con él, ya mi madre no se aparecía por mi cuarto cuando me estaba vistiendo.
—Eres hermosa—dijo arrodillándose a los pies de mi cama y tomando mis dos piernas. Las separo e inhalo el olor que desprendía mi coño. —Te voy a comer ese coño jugoso y me pedirás que no pare. Y esas tetas tan grandes pedirán que las lama y muerda cada segundo.
Negué con la cabeza presa del pánico.
César se lanzo a lamer mi coño, usaba su lengua para recorrer todos los rincones.
Apreté fuerte mis puños ya que un cúmulo de sensaciones embargaba mi cuerpo, sensaciones nuevas que producían que soltara gemiditos y que mi coño votara muchos flujos. Estaba experimentando lo que era sentirse excitada y me odiaba por que aquello me lo producierá mi padrastro.
—Te esta gustando mi amor—alzo la cabeza para mirarme.
—No—escupí en un murmullo.
Su carcajada me hizo dar un respingo y grite cuando empezó a lamer mi clítoris como si su vida dependiera de ello. No sé en que momento puse mis manos sobre su cabello para aprisionarlo sobre mi coño. Lo que me hacia sentir era maravilloso.
Y perdí el control de mi cuerpo cuando penetro con su lengua mi coño, al llegar a la tercera penetración con su lengua unos temblores invadieron mi cuerpo y sentí como explotaba en millones de pedacitos perdiendo la conciencia por unos minutos.
Cuando por fin abrí los ojos él se encontraba chupando mis pezones y mordiéndolos, se alternaba para cada tarea.
— ¿Qué me has hecho? —inquirí avergonzada.
—No te he hecho nada Bianca. —río y tomo uno de mis pezones en su boca succionándolo con fuerza provocando que gimiera con fuerza. —Has tenido un fuerte orgasmo…Hummm..... creo que tu primer orgasmo; porque te ha encantado como te comí el coño; y ahora te encanta como te chupo los pezones. —soplo sobre ellos riendo cuando temblé de excitación.
Tape mi cara muerta de vergüenza, odiaba a mi maldito cuerpo por la forma tan descarada con la que respondía a las caricias de César.
—Colócate a horcadas sobre mí. —ordeno tocándose su entrepierna.
Y allí fue cuando vi su pene, mis mejillas quemaban. Supe que estaba roja hasta la raíz de mi cabello. Su pene era demasiado grande, ni en mis clases de anatomía en el colegio y de educación sexual había visto en fotos un pene como aquel. Temblé de miedo y de excitación, si de excitación; ya no lo podía negar: me encantaba las cosas que él me hacia sentir y ya no lo sentía como una violación, pues yo estaba poniendo mucho de mi parte.
Asentí al tiempo que me colocaba sobre él.
—Ahora tu solita bajaras sobre mi polla…—gemí en protesta. —Tranquila gatita será a tu ritmo, sé que eres virgen. De todos modos dolerá, pero quiero que tú impongas el ritmo esta primera vez. —tomo entre sus dedos uno de mis pezones y lo apretó causando que mi coño se mojara aún más. —Vamos amor baja ese coño para que pueda apretar mi polla.
Con cuidado y muerta de vergüenza tome su pene entre mis manos colocándolo en la entrada de mi coño, y con cuidado baje. Era incomodo ¡Claro que sí! Y por mi puta madre que dolía horrores. No sé si por mi cara de sufrimiento o que pero César tomo mis caderas y me empalo de una sola estocada. Grite por el dolor, pero creo que si hubiera ido poco a poco me hubiera dolido más.
—Tranquila amor el dolor pasara—susurro secando las lágrimas que resbalaban por mis mejillas. —Esperare a que estés lista; recuerda sube y baja déjate llevar…—coloco un dedo sobre mi clítoris y lo masajeo hasta que perdí el control y empecé a cabalgarlo.
Subía y bajaba sobre su pene frenética y una que otra vez el me insto a que lo hiciera con calma que teníamos mucho tiempo para disfrutar, pero no escuchaba estaba segada por el placer que experimentaba mi cuerpo. Su polla como el le llamaba me llenaba por completo y mi coño ni siquiera podía abarcar ni más de la mitad.
—Tienes el coño como un guate amor, es tan estrecho…Me encanta como me lo aprietas. —masajeo mi clítoris. —Tendré que darle mucha caña para abrírtelo aunque sea un poco... Eso así…Que rico amor.
—Estoy cansada…No creo que aguante más —susurré bajito sintiendo como el orgasmo se acercaba.
César tomo con sus manos mis caderas y me giro ahora yo quedando sobre el colchón y el encima. Saco del todo su polla y la volvió a meter de una estocada y aun ritmo frenético me penetro. Embestía en mi coño sin parar y con un grito me corrí sintiendo como las paredes de mi vagina oprimían el pene de César.
Pasaron varios minutos para darme cuenta que él bufaba y gemía como poseído embistiéndome con fuerza y llegado a meter su pollo hasta lo mas hondo…—Bianca me corro—gimió temblando y acelerando sus estocadas inundando mi coño con algo caliente que causo que por tercera vez aquella tarde llegara a otro clímax.