Recuerdo aquellos días arduos de estudio constante para aquel examen. Era un examen de una asignatura bastante dura de mi carrera. Se trataba de un examen práctico de Derecho Administrativo para el que estuve más de un mes preparándome. Fueron días y noches interminables de estudio.
Y al fin fue el examen… La mañana era fría y muy lluviosa. Una mañana ideal para ir en autobús y, encima, sin paraguas. Como estábamos en época de exámenes la chica con la que me iba en el coche tenía otros horarios de exámenes. Así pues, el día comenzaba realmente bien. Nerviosa y aterrorizada por el examen me tenía que cruzar todo el campus para llegar a la facultad con una lluvia intensa. Mi primera idea fue correr desde la parada del autobús hacia la Facultad de Educación y acortar así el camino y así lo hice. Aún así, me quedaba aún una larga caminata bajo aquella asquerosa lluvia que planeaba fastidiarme mi examen. No obstante, me recorrí el campus en un ataque de valentía y desesperación por el temor de llegar tarde…
Tras unos minutos interminables, llegué a mi destino: mi Facultad. Las gotas de la fría agua cubrían mi moreno rostro y me impedían la visión a través de mis gafas con medias monturas al aire de un rosa alilado. Mi cabello castaño y ondulado en exceso por la lluvia estaba empapado, cayendo una cascada de agua sobre mis redondos pechos de talla 95 y el resto de mi esbelta figura. Tenía la blusa blanca y los vaqueros pegados a mi cuerpo, dejando poco a la imaginación de quienes con cara de ávidos depredadores me miraban…
Con este panorama llegué al examen y por fin lo hice…
Unos quince días más tarde…
Karen, han salido las notas de administrativo –me dijo mi compañera Esther.
En ese momento, mi corazón me dio un vuelco y mi pulso se aceleró. Me había salido realmente bien aquel examen, debería de estar tranquila. Pensaba en ello una y otra vez mientras me hacía el trayecto desde la clase, ubicada en el edificio de al lado de mi facultad y separado por unos pocos metros de ella, hasta la facultad y concretamente hasta el tablón donde las notas se encontraban. Crucé la carretera absorta y seguí el camino hasta llegar a la puerta de mi Facultad. Por el camino me encontraba caras desencajadas y otras llenas de ilusión de haber aprobado el examen. Entonces fue mi turno. Miré el tablón y lo ví. Mi cara se descompuso. Había sacado un 4.99. ¡¡Era imposible!! Al menos un cinco…
Mis compañeras al ver sus notas subían a su despacho a hablar con él en la revisión de exámenes. Sin embargo, ante tanta avalancha de alumnos decidió dar hora a cada uno de nosotros y a mí me tocó al día siguiente a última hora.
Al día siguiente…
El reloj apenas marcaba la una del mediodía y aún quedaban diez alumnos esperando su turno para revisar el examen. Pronto tendría que coger el autobús de línea para reunirme con unos amigos con los que había quedado a las dos en un centro comercial para almorzar. Por esa razón, quizás fuera un poco más provocativa de lo normal. Llevaba una blusa blanca que casi se transparentaba muy ajustada a mi cuerpo, una minifalda vaquera, unas medias por los muslos de color negro con unas botas también negras con algo de tacón. Con aquella vestimenta, todos mis compañeros podían apreciar mi esbelta figura y mis redondos y firmes pechos.
Se acercaba la hora del término de la tutoría y aún quedaban cinco personas por revisar el examen y yo. Ante aquel panorama el profesor, un hombre de una treintena de años, alto y atractivo, salió.
¡¡Ufff!! ¿Estos sois los que quedáis aún?
Sí.. –respondimos algunos…
La Facultad, poco a poco, se iba quedando abandonada. Todos se iban a sus casas o a almorzar a la cafetería de la Facultad. Eran las tres del mediodía y yo me encontraba en aquel pasillo aburrida, sola y hambrienta. Mis tripas rujían más con cada minuto que pasaba y mis nervios aumentaban al mismo tiempo.
Karen. ¡¡Por fin!! La última –exclamó aliviado cuando me vio entrar – bueno, veamos tu examen…
Mi corazón palpitaba a una velocidad pasmosa, apenas podía articular palabra, pero no por el examen, sino porque el profesor y yo estábamos a solas en su despacho. Mientras divagaba en mis pensamientos, mi profesor se levantó sin que me diera cuenta y cerró la puerta con llave. De repente, me encontré con mi profesor sentado enfrente de mí con mi examen en la mano.
¿ Karen te encuentras bien? –preguntó preocupado Diego, mi profesor
Sí.. –respondí tímidamente.
Bueno… Pues el examen realmente no está tan mal pero… - dijo acercando su silla a la mía- mira estas preguntas tienen fallos enormes
Mientras me enseñaba los fallos, yo tenía que acercarme a él para observar cada una de sus aclaraciones. Sin embargo, él tenía las piernas cerradas y cuanto más me acercaba a él para ver el examen, más expuesta quedaba. Así, mis piernas llegaron a estar realmente abiertas sin que me diera cuenta, ya que no estaba acostumbrada a llevar falda.
Poco a poco, Diego me enseñaba y me comentaba todas las preguntas del examen.
Pero… Diego… esta pregunta no está corregida… - dije sorprendida- y ésta tampoco –exclamé atónita.
En ese momento, no podía observar en qué situación estaba: mis piernas tan abiertas como la minifalda lo permitía y la mano de mi profesor en la silla cerca de mi tanga, que debía de estar muy húmedo ya que el solo pensamiento en mi profesor siempre me había excitado.
Ajam… Entonces esas dos preguntas no están corregidas –dijo en un tono provocador y juguetón acercando la mano izquierda a mi tanga negro, el cual estaba totalmente expuesto.
No – negué tragando saliva nerviosa, pensando en que esas preguntas me separaban del aprobado o del suspenso
Entonces me di cuenta. Mi profesor acercó la mano a mi tanga y pasó por él su robusta mano.
¡uyyy..! Sí que estás mojadita, Karen –dijo con sorna pasándome la mano de arriba abajo del tanga – ¡yo que creía que estabas centrada escuchando mis aclaraciones y mira cómo estás! ¡Estás empapada!
No… Esto yo… -titubeé sin saber muy bien qué debía decir y deseando que la tierra me tragase en ese mismo momento.
Tú, ¿qué? –me dijo altivo siguiendo con sus movimientos- Estás empapada como una zorra y lo sabes
¡No te consiento! –protesté
No me consientes que te trate como lo que eres, una zorrita, ¿eso ibas a decir? –dijo con una sonrisa maliciosa mientras con sus piernas separaba aún más las mías y me desplazaba el tanga a un lado.
Diego… Por favor… esto no está bien –le supliqué tomándole la mano
No me llames Diego, zorra. En este momento soy tu profesor y si quieres aprobar el examen vas a tener que demostrarme que eres una buena putita –afirmó con aire triunfal y autoritario mientras me penetraba con los dedos y me tocaba el clítoris con el pulgar. Yo estaba absorta en mis pensamientos y no digería toda aquella situación. Sin embargo eso pronto cambiaría.
De repente, me cogió delicadamente de mi mano y me empujó hacia arriba para levantarme de la silla. Como él se encontraba con las piernas cerradas, me encontré levantada, con sus piernas entre las mías y mis piernas abiertas. Tan absorta en mis pensamientos estaba que me tardé en reaccionar. No podía creer aquella situación, ¿cómo había llegado a eso? Yo, una chica orgullosa, con una fuerza y perseverancia dignas de alabanza, que trabajaba y estudiaba a la vez, estaba en aquella situación. Yo quería mi aprobado por méritos propios y no así. ¡Qué ruin! Eso pensaba mi cabeza. Pero mi cuerpo temblaba de placer y terror a la vez. Había sido una de mis fantasías durante meses y meses. Desde que el año anterior, Diego nos había dado parte del temario de Administrativo I había soñado con él. Con aquel hombre alto, fornido e increíblemente seductor con sus pantalones vaqueros y su blusa de cuello vuelto ambas de color negro. Y estaba en esa posición junto a él.
Mis piernas comenzaban a temblarme y mi corazón palpitaba cada vez a más velocidad. Era incapaz de moverme o de emitir cualquier sonido de mi boca, ¿qué me ocurría?
¿Qué te pasa zorrita? Estás temblando –decía con una fingida voz de preocupación mientras posaba una de sus suaves manos en mis glúteos por debajo de mi falda- ¿o es que estás tan excitada que tiemblas? – preguntó con una sonrisa malina mientras me bajaba el tanga un poco e introducía su mano para acariciar mi coño
No… Para… Por favor… -le pedía mientras gemía y mis piernas apenas podían sostenerme
No dice lo mismo tu coño, zorrita. A ver si me acepta un dedo…
En ese momento creí morirme. Mientras con una mano, me introducía primero un dedo y después varios en mi coño, con la otra, sin apenas percatarme procedió a cortarme el tanga con unas tijeras que tenía en su mesa.
Mira cómo estás… mmmm… me encanta –se emociona olisqueando el tanga que acaba de arrancar.
Yo estoy muy caliente y excitadísima. Estoy cerca del clímax, del orgasmo. Ya gimo y suspiro ante sus caricias sin preocuparme porque nos oigan, ni siquiera recuerdo ni cómo ni el porqué he acabado en aquella situación. No obstante, pronto encontraré mi respuesta…
Shhhhhhhhh… No, no, no… Aún no puedes correrte putita ¿o acaso no recuerdas a qué has venido? –dice disfrutando cada una de las palabras que dice mientras sigue con su labor. Entonces, para y mis piernas no soportan el placer que recorre mi cuerpo y caigo sentada encima de sus piernas.
Cuando caigo en la cuenta que estoy sentada en sus piernas sin ropa interior, un calor interno me recorre todo el cuerpo y sube hasta mis mejillas, las cuales se ruborizan sin dilación. Entonces, le miro a la cara por primera vez y veo una expresión de enfado, pero también de triunfo.
¿Qué te crees que estás haciendo? – me inquiere al mismo tiempo que realiza un amago para levantarse para empujarme seguidamente y caerme al suelo.
Entonces, Diego se levanta y se mira los pantalones con dos grandes manchas de mi líquido vaginal. Yo me encuentro en el suelo cabizbaja y sentada del modo más recatado posible para que no se me vea nada.
¿Y ahora qué? ¿Qué vas a hacer, zorra? Me has manchado el pantalón, no contenta con a ver suspendido el examen –dice enojado tomando el examen en su mano y mar chándose a su sillón detrás de la mesa.
La habitación se queda en silencio durante unos minutos. No soy capaz de pedirle disculpas por haber sido tan zorra. ¿Cómo he podido estar al borde del clímax con él en aquella situación? Entonces, dolorida por el empujón me levanté como pude, cogí mi bolso y me encaminé para la puerta. Me había resignado a suspender ese examen…
¿Dónde crees que vas? –me susurró en el oído con voz autoritaria tomándome de los hombros para que no prosiguiera mi camino. Seguidamente, me cogió la mano donde llevaba el bolso y me lo tiró al suelo violentamente.
Tenemos un examen que corregir…
Después de estas palabras, me cogió de la mano y me dirigió a su mesa, donde tenía mi examen. Él no sabía que en ese momento lo único que me importaba era salir de allí, huir de su atracción. A continuación, se sentó en su cómodo sillón giratorio sin brazos y me sentó en una de sus rodillas.
A ver… No sé si aprobarte o no, porque realmente desconozco si comprendes los recursos administrativos y de revisión. Esas dos preguntas que no te he corregido te pasarían a tener casi un siete y no sé…
En ese momento, al comprobar que todo volvía a la normalidad, me relajé y casi pude olvidar el hecho de estar sentada en las rodillas de un hombre que desprendía personalidad y atractivo sin ropa interior. Me encontraba tranquila hablando del examen y viendo que realmente no lo había hecho tan mal como reflejaba la nota…
Entonces, no sé qué opinarás, pero si eres capaz de responderme estas dos preguntas con la legislación vamos, como en el examen, pero sin tu examen delante pues te puntúo estas preguntas en consecuencia…
Está bien, me parece bien. Aunque si pudieras prestarme una legislación, es que como hoy no tenemos clases de administrativo pues no la tengo aquí.
Muy mal Karen, ¿eh? –me reprende Diego.
En ese instante, al recordarme su voz a la de antes me percaté que tenía mis piernas un poco separadas y su mano derecha en mi muslo derecho. Mi corazón se vuelve a acelerar y mis manos vuelven a temblar.
¡Vaya, otra vez nerviosa! – exclama con dulzura divertido Diego- Como no te has traído la legislación te prestaré la mía, toma. Pero ten en cuenta que por cada matiz que no aprecies tendrás tu castigo
¡¿Cómo?! –exclamé asustada
Tú haz esas preguntas. Tienes diez minutos.
Ok, pero me sentaré allí –dije señalando el sitio donde debería de estar sentada
De eso nada. Comienza.
La orden fue tan seria, con tanta autoridad que no pude más que comenzar con los ejercicios. Mientras yo intentaba realizar esos ejercicios, sus deliciosas manos recorrían todo mi cuerpo. Comenzó con despojarme de mi sujetador tirándolo al suelo. Cuando protesté por ello, me ordenó callar y seguir con mis menesteres señalándome los minutos que me quedaban. Yo intentaba concentrarme con todas mis fuerzas en los ejercicios mientras él se dedicaba a estimularme todos los sentidos. Desabrochó uno a uno los botones de mi camisa blanca con una parsimonia exasperante que hizo que mi coño aún se pusiera más húmedo, dejando mis pechos, no demasiado grandes (una talla 95) al aire. Me tocaba las tetas y los pezones con gran delicadeza y comenzó a tirar de ellos. Uffff cómo me gustaba aquello, ¡pero apenas podía concentrarme en los ejercicios, ¡por dios santo!
A continuación, mientras me tiraba de un pezón fuertemente, me metía los dedos en mi vagina provocándome un placer indescriptible que me impedía no sólo concentrarme sino mantener los ojos abiertos. Quería dejarme seducir y disfrutar de aquel placer. Me sentía una auténtica zorra porque me estaba dejando magrear por un profesor con el único objetivo de aprobar un maldito examen, ¿dónde estaba mi orgullo? Además, mientras me enseñaba el camino del éxtasis y el placer me insultaba diciéndome lo putita que era y que era suya. ¿Cómo que suya? Yo no era de nadie más que de mí misma, sin embargo…
¡Tiempo! –dijo mi profesor de repente, sobresaltándome- Quita de encima, zorra. Me la has puesto dura viendo como eras capaz de escribir cuando te masturbaba. Realmente tienes voluntad.
Supongo que gracias –agradecí confundida mientras me levantaba, recogía mi sujetador y abrochaba mi blusa.
A ver… -dijo mirando lo que había escrito en el papel- no has apuntado que el recurso de reposición es potestativo y tampoco el artículo exacto, te falta el apartado.
En aquel instante yo estaba distraída abrochándome la blusa y no atendí a lo que me comentaba mi profesor. Diego, con cara de enfado, se acercó a mí y me abofeteó.
¿Quién te ha ordenado que te pongas el sujetador y la blusa? –espetó mientras rompía la camisa, me tiraba contra la pared y me ordenaba que pusiera mis manos en la nuca.
Volvía otra vez a ser lo mismo. No podía decirle que me dejara tranquila, su voz tenía un extraño poder en mí. Cuando él me ordenaba algo no podía negarme.
Seguidamente, me despojó de mi sujetador me quedé desnuda de cintura para arriba. Tan solo me cubría mi minifalda, mis medias hasta los muslos y mis botas negras. Entonces, me dio la vuelta rápidamente dando mi espalda contra la puerta de salida.
Zorra, no vuelvas a hacer nada que yo no te diga explícitamente que hagas, ¿entiendes?
Sí… -dije tímidamente sin que la voz me saliera del cuerpo
Respuesta incorrecta, trátame con el respeto que merezco –me ordenó abofeteándome
Sí, Señor –dije inconscientemente
Eso está mejor. Como eres una zorra estúpida, te han faltado por poner dos matices en la primera pregunta y además te has portado mal, ¿qué voy a hacer con esta zorrita desobediente? –dijo pensativo, pasando unos minutos antes de proseguir- ponte de rodillas para disculparte.
Inmediatamente cedí a sus deseos, estaba tan mojada por la situación y su trato que apenas era capaz de pensar por mí misma.
Abre la boca zorra y mámame la polla. Si lo haces bien, pensaré en perdonarte por esto –me ofreció gentilmente.
Apenas podía creerlo, al instante, abrí la boca y yo misma desabroché sus pantalones ansiosa de encontrar aquel hermoso aparato. Cuando él mismo lo sacó de sus bóxers, me lancé como nunca a comerme su polla. Me había excitado tanto durante todo el tiempo que estuvimos allí, que lo único que deseaba en aquel instante era comérsela. Así pues, comencé pasando mi lengua por su capullo lentamente y después proseguí lamiéndole el tronco de aquella majestuosa polla. De repente, sin darme apenas tiempo de reacción, me cogió mi cabello castaño oscuro que me llegaba hasta los hombros en aquel entonces y al abrir la boca por el daño que me hacía me introdujo salvajemente su polla, follándome la boca.
Pasados unos intensos minutos, en los que él gemía sin cesar…
Mmmm… Lo haces muy bien zorra –me felicitó al tiempo que la retiraba de mi boca – A ver la otra pregunta… Ven…
Entonces yo hice un leve movimiento para erguirme y andar. Razón por la cual me gané una nueva ración de bofetadas.
Ven gateando como la perrita que eres
No podía creerlo. Quería que fuera a gatas. Ya había pasado bastante humillación, me decía yo a mí misma. No obstante, me acerqué a sus pies gateando. ¿Qué demonios hacía?
Mmmm… Veamos esta pregunta… En la otra tienes casi la máxima puntuación… La comes muy bien. Esta pregunta está bien… No te falta nada… -dijo decepcionado por la revelación
Ante aquellas palabras, yo sonreí. Había conseguido responder perfectamente una pregunta mientras me masturbaba. Diego se dio cuenta de mi sonrisa y alegría y me volvió a abofetear.
Tendrás un notable pero sólo si decido ponértelo, zorra. ¿Te parece bonito ponerle a tu profesor la polla dura? ¿eh, zorra? ¿Qué piensas hacer para solucionar esto?
Yo me encontraba confundida. Creí con amargura que aquello se había acabado pero también con alegría puesto que tendría un notable. Entonces, él me levantó y me tumbó bocabajo encima de la mesa, quedando mi culo y mi vagina expuestos. A continuación sacó algo de un cajón y me esposó con ello. Eran unas esposas.
Voy a hacer que me supliques que te folle, zorra
Así, mi profesor comenzó a masturbarme salvajemente y a acercarme la polla por mi coño y mi clítoris. Era una dulce tortura. Cada vez gemía más y más fuerte. Creía que me correría. Sin embargo, de vez en cuando, paraba durante unos segundos para impedirlo.
¡Vamos, suplícame que te folle, putita!
Por favor…
¡No te oigo!
Por favor, fóllame
¿Qué forma es esa de pedirme que te folle, putita?
Folláme, señor – le rogué mientras buscaba su polla.
Pídemelo otra vez
Fóllame, Señor. Se lo suplico.
Dime lo que eres, ¡vamos!
Soy una zorra, Señor
En ese momento, sentí como su polla entraba en mi vagina de una sola vez y me follaba salvajemente. Yo gemía y gemía.
Mmmm… ¡Qué zorra más rica!
Sí, Señor. Fólleme así –dije entre gemido y gemido mientras él me tiraba del pelo.
Así, seguía follándome sin compasión. De una forma que nunca me había follado. De repente, oí cómo el cerrojo de la puerta de abría y la puerta tras de él. Cuando miré me quedé atónita al ver a mi profesor de civil aparecer. Sin embargo, Diego que no parecía asombrarse tanto, seguía con su cometido.
Hola, Juan Carlos
Hola, Diego. ¡Qué bien te lo pasas! ¿no?
En ese instante, me quise morir. Ya no solamente le había suplicado a mi profesor que me follara sino que otro de mis profesores estaba viendo como lo hacía. Entonces, cerró la puerta con llave y se acercó a mi cara.
Me pregunto si la chupará bien –dijo pensativo Juan Carlos, un hombre alto, más mayor que Diego, pero muy atractivo - ¿Cómo lo hace, Die?
Mmmm… Lo hace genial, la muy zorra. Venga putita, chúpasela a tu profe, que sé que te encanta –me ordenó con voz autoritaria dándome unas nalgadas.
Entonces, mi profesor Juan Carlos, sacó su polla, un poco más pequeña, pero más gorda que la de Diego y me la puso cerca de la boca. Tras una de las nalgadas de Diego, abrí la boca y Juan Carlos me la introdujo. Comencé a chupársela con ganas, ya que estaba al borde del orgasmo.
Mmm… ¡Qué bien la chupas, Karen! Sigue así. Mmmmm… Estás hecha toda una zorrita…
Mmmm… me corro… me corroo… -avisó Diego metiéndomela sin previo aviso en el culo empapándome hasta las entrañas de su semen.
Mmmmmm… Me corro… Maldita zorra, ¡qué bien la chupa! Sí, sigue así… mmm…
Vamos, zorra. Pon empeño, que no se diga –me ordenaba Diego siguiendo acribillando a mi culito a nalgazos.
De repente, sacó la polla de mi boca y se corrió en mi cara. Cuando volví a abrir los ojos vi a Diego y Juan Carlos delante de mi cara ordenándome que les limpiara las pollas y así lo hice. Después, me quitó Diego las esposas y me vestí como pude. Sin embargo, cuando fui a coger mi tanga roto…
Esto me lo quedo yo de recuerdo, Karen –me dijo Diego.
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Una semana antes de su cumple mi esposo me pregunto ¿Qué me vas a regalar? prometiste que me darias lo que yo quisiera, yo pense que me diria que tuvieramos sexo anal mas seguido,yo racionaba mucho ese tipo de sexo ya que mi esposo tiene una verga muy gruesa y cada que tenemos sexo anal lo disfruto mucho si pero me queda el culo muy adolorido, el se vuelve loco con mi culito dice que esta muuy apretadito, pero no fue eso lo que el pidió, lo que queria era un capricho mas lujurioso,de plano me dijo -Quiero que invites a mi comadre Lina a tener sexo con nosotros ,no me extraño que me pidiera hacer un trio ya que ese antojo ya lo había pedido de hace tiempo lo que si me saco de onda fue que me pidiera que invitaramos a Lina ,ella ha sido mi amiga desde que eramos niñas
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el acompañar a mi esposo a hacer unas compras en una ferreteria me encontre a un joven atrevido quien me recargo su vergota en las nalgas y me agrado terminando cogiendo riquisimo tenia una vergota como de burro mmmm que rica
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SOMOS UNA PAREJA QUE DESDE MI MARIDO SE ENTERO QUE LE METI LOS CUERNO, LO UNICO QUE QUERIA ERA VERME HACIENDOLO DELANTE DE EL, VESTIDA COMO UNA PUTA..........
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