Yo conocía la debilidad de mi madre por un cuerpo joven marcando paquete con un ajustado bañador, y aquel muchacho echado sobre la arena reconoció al instante que la reputa que tenía a un palmo, con las piernas separadas y el coño empapado, estaba pidiendo a gritos un buen pollón dentro de ella.
Finalizo la apasionante aventura REAL en la playa de la Malvarrosa (Valencia) de aquel lejano verano de mi niñez.
Relato
Sin tiempo a reaccionar, seguí con la vista como mi madre se alejaba en la moto de aquel desconocido, sujetándose con todas sus fuerzas al musculoso cuerpo de éste. Ambos iban en bañador. Sus tetas apretaban la espalda del muchacho, que no podía disimular su erección bajo aquel ajustadísimo speedo negro. Mi sorpresa fue mayúscula cuando observé que, en vez de encaminarse hacia la carretera para dirigirse al ambulatorio, la moto subía monte arriba hacia las dunas de la playa. Un escalofrío corrió mi espalda. ¿Qué estaba haciendo aquel individuo? ¿Correría peligro mi madre?
No lo dudé un instante. Le pedí a la amable abuelita que estaba tumbada junto a nosotros que vigilase nuestras pertenencias mientras yo iba a interesarme por mi mamá, a lo que accedió gustosamente. Y me dispuse a seguir el rastro de la moto que, gracias al terreno escarpado, no podía ir a mucha velocidad ni alejarse demasiado.
Al rato divisé entre la maleza, en medio de una soledad casi absoluta, a la moto ... y a la pareja. Un poco más alejado había unos carromatos de gitanos. Me acerqué sigilosamente ya convencido que mi madre era cómplice de aquella huida, puesto que no oía ni gritos ni movimientos extraños. Bueno, lo normal era que no escuchase gritos porque cuando me aproximé lo suficiente, escondido entre la maleza para no ser visto, pude observar cómo mi madre engullía el cipote de aquel hombre: él puesto en pie, las piernas separadas y el bañador por los tobillos; ella, de rodillas completamente desnuda chupándole la polla y lamiéndole con deleite los huevos.
- Chupa bien, zorra, que un cipote así no lo tiene el cabrón de tu marido.- le decía aquel hijoputa sujetándola por los cabellos y forzándola a tragar aquel soberbio miembro.
Mamá introducía bien adentro aquella polla mientras la saliva chorreaba por las comisuras de la boca y ella se masturbaba el coño con la mano.
- Quiero sentir tu nabo dentro de mí, hijo de la gran puta - suplicó ella.
El chico la tumbó sobre la hierba, le separó los muslos e introdujo su lengua en la vagina de la mujer.
- Estás más mojada que un vaca - le dijo. Te voy a perforar con mi polla.
Dicho esto, el muchacho sacó del bolsillo del speedo un condón y se lo puso. No tardó en introducirle aquel miembro duro hasta los mismísimos cojones y empezar a taladrarla sin piedad.
Yo desde mi escondite no me perdía detalle. Los gritos de placer de mi madre me ponían a mil. La muy puta pedía "más, más, más ..." mientras se corría de gusto una y otra vez. La resistencia del muchacho me asombraba, tardaba en eyacular. Sin duda pretendía hacer gozar como una perra a aquella mujer casada para que no olvidase aquel encuentro en la vida. En esas estaban, cambiando continuamente de postura y mi madre ante aquellas embestidas salvajes diciendo por momentos: ¡Cuidado, no vaya a romperse el condón, que estoy en días fértiles!, cuando de repente una mano salida de entre los arbustos sujetó por el cabello al muchacho.
- Aquí hay para todos - gritó el gigantón gitano que había descubierto la jodienda - La paya también es para nosotros.
Al tiempo que de un tirón separaba al chico del coño de mi madre, otro gitano (este más joven y con el cuerpo delgado pero fibroso lleno de tatuajes y pendientes en las orejas) lo sujetaba con fuerza y rabia para permitir que su compañero se encargase de seguir dándole placer a mami. Mi madre estaba aterrorizada con el cambio de los acontecimientos. Trató de recuperar su bañador y ponerse a salvo pero pronto se vio atrapada por las manos fuertes y callosas de aquel hombre rudo y violento, así que permaneció con la postura de piernas separadas, concha abierta y húmeda y pezones duros y tetas magreadas. La visión de aquel gigantón la hizo temblar a medida que este se iba despojando lentamente de sus ropas. Destacaba su cuerpo musculoso pese a los más de 50 años que debía tener pero sobre todo ... la descomunal poronga, de unos 30 centímetros rematada en un glande cabezón y babeante como nunca había visto. El gitano no se anduvo con rodeos: penetró sin piedad a mi madre, que sintió cómo algo se le rompía dentro. Aquel pollón la estaba desgarrando el útero pero el placer que sentía era infinito. Atenazó con sus piernas el culo del gigante para sentir bien dentro aquel torpedo y el gitano aún se excitó más al percatarse de que aquella zorra estaba gozando como nunca. Retrasó lo que pudo la eyaculación para luego correrse dentro de ella en un estallido feroz. La mujer sintió en sus entrañas aquella ráfaga de leche abundante y caliente dentro de ella y tal fue el éxtasis que sintió que se olvidó de la posibilidad de quedarse preñada.
Mientras, el gitano joven sujetaba por los brazos al pobre bañista, que ante lo visto, se había corrido varias veces dentro del condón. Al poco, lo dejó marchar y como alma que se lleva el diablo se subió a la moto y se largó de allí a toda velocidad. Mi madre permanecía tirada sobre la hierba aún extenuada del placer que había sentido, de su chocho manaban fluidos vaginales mezclados con la abundante lefada del patriarca gitano, que ya se recomponía de aquella follada descomunal con la puta paya. Así estaba cuando el gitano joven pidió paso. No tuvo escrúpulos para empezar a lamer la concha de mamá, llena de fluidos y semen, algo que recalentó de nuevo a la zorra. Cogió al gitano por los aros de las orejas y le apretó bien contra el coño para que sorbiera todo aquel cóctel orgásmico. Pero el hombre quería más: puso a mamá de rodillas y la montó por detrás ... esta vez para darle por el culo.
Yo creía volverme loco entre la maleza. Algo me impedía moverme o emitir palabra: estaba paralizado por el gusto y la emoción que me embargaban. Fue entonces cuando noté algo a mi lado. Una vieja gitana con una colorida pañoleta, llena de abalorios y falda larga y voluminosa me sonreía a un palmo de mi cara (¿Te gusta lo que ves?, me dijo). Asustado como estaba me dejé hacer. Se arrodilló ante mí, bajó mi bañador e introdijo mi pija parada y dura en su desdentada boca hasta hacerme correr dentro mientras presenciaba el último orgasmo de mi puta madre en aquella memorable tarde de playa cuando el gitano se vació en su orto.
La tarde caía. Cuando llegó mamá a nuestro puesto en la playa ya la estábamos esperando mi padre y yo. Se acercó cojeando exageradamente pero a mí me pareció que en realidad lo que le dolían era el coño y el ano. Mi padre se levantó de la toalla y se avalanzó hacia ella llenándola de besos.
- Pero querida, ¿cómo no me avisaste, que vendría de inmediato a socorrerte?
- Todo ha ido bien, mi amor, en el ambulatorio me han echado un producto milagroso y el dedo ya no me duele. Podemos ir a bañarnos antes de volver a casa.
Yo sé muy bien "el producto milagroso" que te han echado en todos los agujeros - pensé para mí - mientras el pobre cornudo la cogía de la mano y la introducía en el agua entre risas y besos.
Bien te va a venir el agua de mar para refrescar la concha y el culo escocidos, gran puta. Y también me metí en el agua para refrescar mi polla, que ya estaba reclamando otro buen pajote.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783546 veces
Si te ha gustado EL FINAL (FELIZ) DE LA INOCENCIA (X) 2ª parte. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar EL FINAL (FELIZ) DE LA INOCENCIA (X) 2ª parte..
xoel
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:57) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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