Me encontraba en la cocina, aun vestida únicamente con mi bata casera, sin más nada abajo, recién levantada, bien molesta, por haberme tenido que levantar para recoger toda el agua que se había chorreado del lavaplatos, cuando llegó mi esposo con Don José el plomero o fontanero, como prefieran decirle. De la misma manera que mi esposo apareció y me dijo. Él es Don José, quien va a destapar la cañería. Tras despedirse y darme un ligero beso en la mejilla, así mismo salió de la cocina, por la puerta que da al patio trasero y la casa de nuestros vecinos, dejándola abierta, para irse a trabajar, con la excusa de que iba tarde.
Relato
Por lo que yo me quedé con el tal Don José, explicándole que alguien no sé quien realmente, había dejado grifo del agua ligeramente abierto, sin esperar a destapar el fregadero. Aparte del mal rato del fregadero, yo estaba bien brava y molesta con mi esposo, ya que temprano apenas se despertó, sé le ocurrió hacerme como él los llama, un rapidito, solo que como de costumbre, a mí me dejó a medio camino, maldiciendo esa mala costumbre de él, y para colmo tras venirse dentro de mi coño, se levantó de la cama, se dirigió al baño para ducharse, mientras que yo, acostada en la cama, con media pijama puesta, con mis piernas abiertas y mirando el techo de nuestra habitación, maldecía por dentro a Edgardo, mi esposo.
Yo tuve que esperar a que él saliera de la ducha, para aparte de darme un buen baño y asearme bien, ya que no hay cosa que más me incomode, que él se venga dentro de mí, sin tan siquiera esperar a que yo pueda satisfacerme aunque sea un poquito.
Por lo que lo cierto es que estaba tan y tan insatisfecha con mi esposo, que hasta pensé en volver a serle infiel con alguno de mis compañeros de trabajo. Pero para completar el mal comienzo del día, surgió lo del fregadero, lo que hizo que me enfureciera y molestara más aun, con Edgardo. Pero estaba tan y tan molesta, que no me di cuenta de que algunos de los botones de mi bata no los había cerrado. Por lo que el viejo ese, a medida que yo le hablaba no quitaba sus ojos de encima de mí, ya que sin intención alguna de mi parte, le estaba mostrando todo mi coño a él.
Cuando me di cuenta de la situación, quizás por el mismo mal rato que estaba pasando, actué como si nada hubiera sucedido, y el viejo fontanero, de inmediato se hizo el desentendido. Lo que me pareció apropiado. Pero cuando él me preguntó, al tiempo que se metía bajo el fregadero, ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Yo sin pensarlo realmente, me paré frente al fregadero, y coloqué mis piernas a cada lado de su cuerpo. En ese instante, me di cuenta de dos cosas, una era de que de seguir así, nuevamente le permitiría al tipo ese, observar todo mi coño, y de lo otro que me di cuenta fue que la puerta que da al patio trasero de casa, se encontraba abierta de par en par. Pero como estaba tan molesta con mi esposo, que realmente no me importó mucho lo que pudiera o no vérseme,o quien me pudiera llegar a ver medio desnuda.
Así que me paré y hasta separando mis piernas un poco más, comencé a decirle al fontanero, lo que sucedía, al mismo tiempo que abrí la llave del grifo, dejando correr algo de agua, para de inmediato cerrarla. Él seguramente puso algo de atención a la cañería, hasta que nuevamente fijó su mirada entre mis piernas, ya que mi bata se volvió abrir, dejando ante sus ojos mi desnudo coño.
En ese instante, sentí los ojos de ese hombre clavados en mi coño, y acordándome nuevamente lo que mi marido me había hecho, no sé precisamente cómo se me ocurrió, pero comencé a pasar mis dedos de manera seductora, por entre los labios de mi vulva, con la certeza, de que el viejo tenía sus ojos bien clavados en mi coño. Yo estaba más que segura que el fontanero me estaba observando, por lo que cuando lo escuché decirme, señora usted perdone, lo que le voy a decir, y si usted gusta me retiro. En ese instante, por su suave manera de hablar. Pensé, la regaste Luisa, el viejo es maricón. Pero al escucharlo decirme. Señora usted tiene un coño que provoca mamarlo.
No me quedó duda alguna, de que sin salir a buscarlo, había encontrado quien apagase el fuego que sentía entre mis piernas. Yo actuado de la manera más puta y seductora que pude, le respondí. De seguro, eso se lo dirá usted a todas las amas de casas, que desean que les destapen la cañería. Y él de inmediato Don José me respondió, diciendo. Si usted me lo permite aquí mismo le mamo el coño, para que vea que no hablo por hablar.
Por un segundo me quedé pensando que hacer, y lo único que se me ocurrió, fue abrir más mi bata, asegurándome que mi coño quedase al alcance de su boca. De inmediato sentí primero sus gruesos dedos, acariciando mi peludo coño, y a los pocos segundos su boca y lengua entrando en pleno contacto con la piel de mi vulva. Sus brazos me sujetaron las piernas. Sus manos, las coló bajo mi bata colocándolas sobre mis nalgas, apretando todo mi coño y mi cuerpo, contra su cara, y a medida que comenzó a lamer, chupar, y mordisquear divinamente todo mi coño, yo abrí mucho más mis piernas.
El placer que me produjo la boca de ese tipo, fue tremendo, sentía sus labios contra los de mi vagina, su lengua lamiendo dentro de mí y hasta sus dientes mordisqueando mi inflamado clítoris. Por un buen y largo rato, estuve disfrutando de la salvaje mamada que me daba el fontanero, hasta que no pudiendo aguantar más, finalmente disfrute de un tremendo y mojado orgasmo, y a medida que continué gritando de placer, de mi coño salió un fuerte chorro de mis fluidos vaginales, como hacía mucho tiempo no lo disfrutaba, ni me sucedía.
Yo quedé como si estuviera ebria, pero bien deseosa de continuar. Por lo que ya como estaba prácticamente desnuda, simplemente dejé caer al piso mi bata casera, y tras ella me tiré al lado del viejo. Manteniendo mis piernas abiertas invitándolo a que me penetrase. En cosa de segundos, José se ha quitado los pantalones con gran habilidad, y con ellos, el largo interior bóxer, que estaba usando.
De inmediato vi su grueso y venoso miembro dirigiéndose directamente al centro de mis piernas. Su saliva así como el flujo de mi coño, permitieron que su verga se deslizase suave felizmente dentro de mi coño al momento de penetrarme. El placer que volví a sentir fue descomunal, además no podía creer que en el medio de mi propia cocina, le estuviera siendo infiel a mi marido.
A diferencia de los maldecidos rapiditos de mi esposo, el fontanero se tomó su tiempo. Al principio sentí como deliciosamente esa gruesa y venosa verga de la que era dueño, me fue penetrando, sin prisa, despacio, y como decía una vieja canción, como quien llega para quedarse.
A medida que él me fue penetrando, contrario a lo que regularmente me pasa con mi esposo, que procuro mantenerme callada y en silencio. Debido a lo súper excitada y caliente que me encontraba, no tan solo gemí de emoción, sino que grite, reí y hasta lloré, pero de placer, mientras que continuaba sintiendo divinamente como entraba y salía toda su sabrosa verga dentro de mi coño, una y otra vez.
Perdí la noción del tiempo, lo único que deseaba era poder seguir continuando teniendo sexo, con él. Yo me movía como hacía mucho tiempo no lo hacía, restregando todo mi coño contra su cuerpo, buscando sentirlo más y más adentro de mí. Mientras que mi repentino amante, me sujetaba con fuerza entre sus brazos. No fue hasta que él me propuso cambiar de posición, que volví a darme cuenta de que ambos estábamos en el medio de mi cocina, y que la puerta que da al patio, y a la casa de nuestros vecinos, se encontraba completamente abierta.
Sentí como su verga salió de mi coño, y de inmediato sin importarme mucho donde nos encontrábamos, me di media vuelta, me recosté boca abajo, y casi de inmediato volví a sentir el sabroso placer de ser penetrada por la verga de José. Deliciosamente la volví a sentir como se deslizaba dentro de mi vulva. Mientras que sus manos sujetándome fuertemente por las caderas me pegaban una y otras vez contra su cuerpo.
Yo a los pocos segundos nuevamente gritaba de placer y felicidad, a medida que mi amante, continuaba acariciando con sus manos, mis tetas, mis nalgas, e introduciéndolas dentro de mi coño, al tiempo que su verga no dejaba de entrar y salir de mí cuerpo. En varias ocasiones a medida que continuaba enterrándome divinamente su verga, lo escuché decirme que también tenía un hermoso culito, y que deseaba enterrarme su verga en el, al tiempo que con sus dedos fue dilatando mi esfínter.
Con Edgardo mi esposo, puedo contar con los dedos de una mano, y aun puede que me sobre un dedo, las veces que me ha dado por el culo. Y siempre ha sido porque me ha agarrado durmiendo una borrachera. Pero contrario a las muchas negativas, que le he dado a mi esposo, cuando insistentemente me ha pedido que le dé el culo. Pero cuando el viejo fontanero José me dijo eso, de inmediato le dije que cuando él quisiera.
Quizás por lo morbosa de la situación, José me apretó mucho más contra su cuerpo, y les juro que pude sentir el caliente chorro de su leche inundando todo mi coño por dentro. Por un buen y largo rato ambos no dejamos de movernos, yo buscando sentir más y más su dura verga dentro de mí, y él enterrándomela con mucha mayor fuerza, hasta que los dos quedamos completamente agotados sobre el piso de la cocina.
Pasó un buen rato, y ambos nos fuimos poniendo de pie, sin decir nada, lo tomé de la mano y lo conduje a mi propia cama, antes cerrando la puerta de la cocina, no fuera a ser que mi amiga y vecina debido al alboroto que yo había armado, le diera curiosidad, y quisiera entrar a mi casa para averiguar qué sucedía. En mi vida las veces que le he sido infiel a mi esposo, siempre ha sido fuera de casa, pero no sé que me llevó a llevar a José directamente a nuestra habitación, donde apenas nos recostamos sobre la misma cama en la que duermo con mi marido, yo me dediqué, como nunca se lo he hecho a mi esposo, a mamar la verga de mi amante.
Puedo decir que en fracciones de segundos, aquel mustio miembro, dentro de mi boca, al comenzar a chuparlo, como una loca, volvió a tonificarse. Por espacio de varios minutos continué mama que mama. Me encontraba tan y tan segura en mi propia cama, que realmente poco me importó que mi propio esposo o mi vecina me fuera a descubrir, siéndole infiel a mi marido.
Yo chupaba, y relamía toda su verga, con mi boca, labios, lengua y hasta con mis dientes. Hasta que José dándome una sabrosa nalgada, me hizo saber que deseaba enterrármela por el culo. Yo dejé de mamar su verga, y dándole un beso en su colorado glande, me coloqué en posición, no sin antes agarrar un poco de vaselina y embadurnar mi agujero. Lo cierto es que cuando comencé a sentir que su verga se abría paso dentro de mi apretado esfínter, unas cuantas lágrimas se me corrieron por mis mejillas. Pero una vez que toda su verga se encontró dentro de mi cuerpo, yo comencé a mover mis caderas salvajemente, restregando mis paradas nalgas contra su cuerpo. Fue en ese preciso instante que sentí una de sus grandes manos enterrándose dentro de mi coño.
Yo gritaba como una loca en celo, pidiéndole más y más, mientras que José no cesaba de meter y sacar su verga de entre mis nalgas. No sé cuantos orgasmos disfruté en esos momentos, lo que sí sé es que, parecían que no íbamos acabar nunca. Yo me quedé completamente agotada, acostada boca abajo, en mi cama, con mis piernas abiertas, al igual que mi culo, y mi coño chorreaba una gran cantidad de su semen.
El viejo fontanero, me dejó sobre mi cama, y cuando lo volví a sentir, fue para decirme que el lavaplatos ya estaba funcionando bien. El tiempo en que me quedé en la cama, él destapó la cañería del lavaplatos. Yo me paré, y como cosa rara, ni tan siquiera busqué ponerme una bata encima, nos besamos, y dándome las gracias por el buen rato que ambos pasamos, me comentó que no me cobraría nada por lo de la cañería.
Yo en cambio le pedí que le pasara la factura a mi esposo, que de lo contrario seguramente él sospecharía, que no me llegase a cobrar nada. Pero antes de marcharse, le pregunté con cierto aire de niña traviesa, ¿estas casas son ya algo viejas, verdad? A lo que José me respondió que sí ¿y no es extraño que se le tapen todas las cañerías? José se me quedó viendo, y de manera maliciosa me respondió, en ocasiones es como si se contagiaran, y hay que destapar todas las cañerías una a una, y eso lleva tiempo.
Sin más ni más nos volvimos a besar, y antes de marcharse le dije, acuérdate de decirle eso a mi esposo, cuando te pague. De más está el decirles, que casualmente las cañerías de la casa ocasionalmente, se han seguido tapando, y es el mismo José quien viene solicito a destaparlas.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513554 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299794 veces
Si te ha gustado El fontanero fue el que apagó mi calentura… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar El fontanero fue el que apagó mi calentura….
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:08) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:41) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF leroyal
(10 de October de 2013 a las 04:09) dice:
muy buen relato. felicitaciones
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