Inesperadamente, tras follarme un carpintero, hacemos trio con mi hermana
Relato
El que mis padres regresaran a muy altas horas de la noche, a mi hermana Rocío de 17 años y a mí de 15, nos dejaba tras el regresar de la escuela, todas las tardes a solas, con lo que nos habíamos vuelto libertinas y desenfrenadas, ambas estábamos consientes que la otra, ya había abierto sus piernitas por lo menos un par de veces, por lo que no era difícil espiar a mi hermana, cachondeándose con su novio en la casa y dando lugar a que me pusiera caliente y ganosa. Un día, mientras yo dedeaba mi hinchado chochito y observando oculta cómo chupaban el de Rocío, esperando ver como se la parchaban, me desilusionó escucharla decir repentinamente:
-Mejor en otro lado, vaya a salir Alma y nos vea cogiendo.
Al cerrarse la puerta, mi cuerpo tembló y agité fervorosamente mi dedo, emitiendo libremente plácidos sollozos y dejando mi mano mojada con los fluidos de mi leve orgasmo, queriendo disfrutar más, me interrumpió el timbre de la puerta, molesta la abrí diciendo:
-¡Carajo Rocío, por qué no cargas tus pinches llav… eeees!
Frente a mí, estaba un musculoso hombre de 22 o 23 años, sorprendido por mi recepción, dejó en el suelo una caja con herramienta y dijo sonriente:
-¡Solo vengo a componer el barandal de la escalera!
Aún con excesiva calentura, le di la mano saludándolo y respondiendo:
-¡Ha sí!, mi papá dijo que iba a venir alguien a eso.
Al soltarme, miró el pegajoso néctar con el que estúpidamente lo había embarrado, sonrojada por mi tarugada, lo hice pasar y le mostré el desperfecto, no quería ni verlo al comenzar a trabajar, pero el temor de que se perdiera algo, me hizo sentar en un escalón a media escalera y observar displicentemente su labor, sin percatarme que mi corta falda permitía verme todo, por lo que dijo:
-¡Mira niña, si quieres seguir en lo que estabas, no te preocupes, no tardo mucho en la reparación!
Airadamente contesté:
-¡No soy una niña!, ¿Cuánto vas a tardarte?
Olisqueó su mano diciendo:
-¡Sí, es cierto!, no eres una niña, ¡Me consta por lo que me untaste!, y si fueras más grande, ¡Mucho, para seguir viéndote todo!
Inmediatamente estiré los pies sobre los escalones, hundí la falda entre mis muslos, ruborizada y viendo el bulto que se hacía en su bragueta, cuestioné:
-¿Qué veías?
Volvió a sonreír, me miró fijamente y respondió:
-Haber, me imagino que hace tres años que puse esta chingadera (señaló el barandal), me cogí a tu hermana, ¿Tienes una más grande, verdad?
Asombrada, afirmé con la cabeza y él continuó:
-Tú estás igual que ella, ¡Ganosa y buena!, ¿También quieres coger?
Sus palabras me sorprendieron, la idea de tener una verga adentro me entusiasmó y sin decir nada, encogí los pies, separé las rodillas, apoyando los codos en el siguiente escalón, eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y me recosté en la escalera, sin verlo, sentí levantar mi falda y que sus manos recorrían suavemente mis muslos hasta mis nalgas, al notar que comenzaba a jalar los manchados calzones, me estremecí y levanté mi trasero para colaborar en su acción, apartó más mis piernas y teniendo completamente expuesto mi conejo, pasó lentamente su mano a lo largo de tamal, murmurando:
-¿Ya te aflojaron?
-¡Siiiii, yaaaaal, gemí sintiendo deliciosamente el mimo.
Sus dedos separaron la melena del tupido conejo y su boca se pegó a mi rajada ensalivándola sus labios jalonearon mi clítoris y su lengua picoteó mi chocho dilatándolo, yo estaba enardecida, y meneaba levemente el trasero, cuando deslizó su cuerpo sobre el mío estirando sus brazos junto a mi cabeza, el contacto de su endurecido pito en mi yoyo, me alarmó, lo sentí extrañamente gordo, pero no tuve oportunidad de oponerme, el primer empujón, me hizo abrir los ojos y exclamar:
-¡Aaaaaay gueeeeey, no chingues, está muy choncho!
Jugueteando en la entrada, para amoldarme a su grosor, dijo:
¿Te gusta?
Con la delicia que estaba sintiendo, gemí:
-¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii, dámelo!
Sus pausados empujones, me obligaron a apretar los ojos y emitir leves –Auuuch, auuuuch, auuuch-, hasta que sus greñas se enredaron con las mías, indicando que me lo había hundido hasta el fondo, con la respiración agitada abrí los ojos, él observando mi afligida expresión, indicó:
-¡Ya te lo tragaste todo!, ¿quieres que lo saque?
-No, no, cógeme!
Con leves, alargadas y ricas fricciones, al iniciar su saca y mete, escuché:
-¿Así le gusta a la pequeña putita?
Sin hacer caso a todas sus palabras, sollocé:
-¡Sí, sí, así, así dámelo!
Al hacer sus raspones más enérgicos, lo abracé del cuello y mi boca buscó sus labios, en el vehemente beso, mi cuerpo vibró y con fuertes contracciones, me provocó un ahogado orgasmo, instantes después, se zafó y me giró, me acomodó en la escalera, con los brazos cruzados en un escalón, la cara en el siguiente y con mis piernas estiradas en otro, en una extraña y rara forma, me dejó de a cañoncito con todo el trasero expuesto. Aunque me agradó, me quedé pasmada cuando chupó mi culo, iba a objetar, pero bajó su rostro paladeando el salido néctar de mi biscocho, separó mis nalgas y acopló nuevamente su camote en mi ganoso chango, con dos embestidas, me lo volví a engullir todo, sus ataques me enajenaron hasta que plácidamente gemí:
-hay cabrón, haaaaay cabrón, me ven…, me ven…, gooooooooooooooooooooooo-, mi potente explosión interna, estimuló que él se estremeciera y sacara repentinamente su pájaro de mi vaina y recibí los fuertes y cálidos chorros de mocos sobre mis nalgas, dejé que terminara y me volvía a recostar en la escalera, contemplando su agitación y el colosal chorizo que me había metido, me enderecé un poco y alcancé a meterlo entre mis labios, sin dejarlo decaer, se lo mamé durante un rato, hasta que me llenó la boca de leche, luego me hizo parar frente a él varios escalones más arriba y desabrochando mi blusa, dijo:
-Lo único que me falta por chupar son tus chiches.
Me las chupó y oprimió unos minutos, luego, dándome un tierno beso en la boca, se puso a trabajar como si nada hubiera ocurrido, yo, levanté mis calzones, me los coloqué y me volví a sentar despatarrada en la escalera a observar su labor, agradeciendo mentalmente la fabulosa cogida.
Estaba juntando su herramienta, cuando entró Rocío, que asombrada, dijo:
-¿Tú eres el que venía a componer el pasamano?
-¡Sí!, ¿algún problema?
-¡No, no!, de haber sabido… ¡Alma, vete al cuarto!, espetó mi hermana.
Riendo, burlonamente le pregunté:
-¿Y tu novio?, ¡Que!, ¿Ya no te hizo nada?
-¡Dije que te subas al cuarto!, insistió.
-Huuuujule, ¡solo te dejó caliente tu “peor es nada” y quieres que este guey te dé lo mismo que hace….. ¿Cuántos años dijiste?
-¡Ya carajo!, me dijo Rocío, y dirigiéndose al tipo, continuó:
-¡Y tú!, ¿Qué milagro?
El hombre, descaradamente la abrazó, le dio un beso en la mejilla y algo susurró al oído, Rocío, animada dijo:
-¡Sí, pero deja llevar a mi hermana a su cuarto!
Rápidamente me paré y desde las escaleras farfullé:
-Ha chingá, ¡Me acaba de parchar a mí, tú le vas a abrir la patas y me quieres mandar a la recámara!, ¡Ni madres, me quedo!
Ante el sobresalto de mi hermana, el tipo me sonrió y mirando a Roció dijo pausadamente:
-¡Es cierto!, ¡pero si coges mientras te ve tu hermana vas a sentir más rico!
Desconcertada, Rocío no objetó cuando el hombre besó su boca, levantando su blusa y sostén, comenzando a acariciar sus descubiertas chiches, luego la llevó a la sala y la recostó en el sillón largo, yo ya no podía ver nada y baje las escaleras ágilmente, me paré en la sala sin que mi hermana lograra verme, él ya había desabrochado el pantalón y comenzado a bajar los jeans, cuando Rocío, sujetó sus manos diciendo:
-¡No, es que…, mi hermana…!
El hombre, sin hacer caso, terminó de quitar el pantalón de Rocío, descubriendo el minúsculo triángulo, de la tanga que escasamente cubría, su panocha, la acarició suavemente y dijo:
-¡Ves, andas fogosa y estás bien mojadita!
-No Abel, no quiero que Alma…
¡Bueno!, por lo menos ya sabía cómo se llamaba el tipo que me había bombeado y estaba a punto de follar con mi hermana, sonriendo, observé que con un pie en el sillón, Abel se bajaba la bragueta y sacaba el enorme chóstomo bien parado, mostrándoselo a Rocío, que ella rápidamente comenzó a mamar, mientras él acababa de retirar su ropa superior.
Con el espectáculo, yo ya me había calentado, ellos estaban completamente desvestidos, mi hermana con una pierna sobre el sillón y la otra colgando al suelo, Abel alejándose tras ensalivarle la concha, se irguió, nos miró a ambas y me dijo:
-¡Ven, quítate la ropa!
No me lo pidió dos veces, ante el estupor de Rocío, me paré junto a ellos encuerada, Abel levantó a mi hermana y nos hizo poner espalda con espalda, y deslizó sus manos por cada cuerpo desde el cuello hasta nuestra almeja, diciendo:
-¡Todo está igualito, la única diferencia son sus coños, uno greñudo y el otro pelón!, ¡pero ambos deliciosos!
Acostó a Rocío boca arriba en la alfombra, separó sus piernas y se acomodó entre ellas, un leve brinco de mi hermana, denotó que ya se la había metido y Abel se empezó a menear lentamente entre apacibles gemidos de ella, luego él me dijo:
-¡Híncate aquí y déjame chupar tus melones!
Me arrodillé sobre la cara de mi hermana, notando los suaves mordiscos de Abel sobre mis tetas, súbitamente, sentí que Rocío me mamaba el húmedo yoyo, enardecida por la deliciosa experiencia, vi que Abel se zafaba de Rocío, haciéndose a un lado, me inclinó sobre mi hermana, dejando su depilado sonrojado y empapado bombón ante mis ojos y se lo comencé a chupar, Abel observó nuestro filial 69, hasta que ambas nos corrimos, luego nos caomodó arrodilladas una al lado de la otra y nos hizo recargar la cara en la alfombra, con los dos traseros a su disposición, sus dedos nos provocaron deliciosos orgasmos, y mientras a mí me continuaba dedeando, se abrochó a Roció por el coño, hasta que los fuertes empujones la hicieron berrear con otro potente orgasmo, instantes después la soltó y acomodándose detrás de mí, me sujeto de las cintura y de un poderoso y certero empellón, abrió mi culo y solté un fuerte y lastimero aullido –Nooooooooooo, gueeeeeeeeeey, por ahí noooooooooooo-, pero ya me había inaugurado por atrás, Rocío al ver salir lágrimas de mis ojos, acarició mis cabellos y dijo:
-¿Por ahí nunca te…?
-¡Noooo, nuuuunca!, sollocé.
¡Tranquiiiiiila putita, ahora las dos lo han tenido en todos sus agujeros!, dijo Abel.
El dolor disminuyó sin desaparecer, instantes después, recibí una fuerte andanada de crema, que inesperadamente interrumpió, al sacar su longaniza y meterla también en el culo de Roció, que se la engulló tranquilamente, hasta dejarla completamente exprimida.
Boca abajo, agotada, adolorida y sin querer moverme, me percaté que Rocío estaba con los ojos cerrados hacia el techo, con piernas y brazos extendidos y que Abel, colocaba un cojín de la sala bajo su trasero, se montaba en ella y se la volvía a joder.
Completamente desguanzadas, vimos vestirse a Abel, reunir sus cosas y salir de casa, Rocío me miró tímidamente y cuestionó:
-¿De veras ya ye había parchado?
-Sí, me lo metió en las escaleras.
-¿En las escaleras?
-Ajá, y sentí delicioso.
-¿Se descargó en tu vagina?
-¡No!, hace rato sobre mi trasero, ahorita si se vació en mi culo. ¿A ti?
-Pues lo que le faltó dejarte atrás, lo dejó en mi asterisco, pero aguantó otra corrida y mira donde la soltó.
Me enderecé leve y trabajosamente, al verle el vientre y el ombligo lleno del espeso líquido, sonreí, diciendo
-¿Quieres que te lo quite?
-¡Ya vas!
Al llegar mis padres y revisar el barandal, mi padre dijo vagamente:
-¡Qué raro, no pasó a cobrar!, pero parece que hizo un buen trabajo, ¿no?
En cómplice mirada conmigo, Rocío dijo sonriente:
-Sí, para nuestro gusto ¡Excelente!
No sé si Roció volvió a ver a Abel, yo, jamás, pero la experiencia que nos hizo pasar, la repetimos varias veces, ya fuera solas o con alguno amigo de cualquiera de las dos.
Atención:
El día 14/05/2015 BARETA envió el relato “Mi resignación tuvo premio”, el cual está adjudicado a ANONYMOUS.
¡Qué pasooooooooooo!
A partir de ese momento ya no pude ver a mi sobrino como tal, sino ya lo veía como un hombre que deseaba cogerme sin control, a cada oportunidad que mi sobrino tenia lo aprovechaba para ver mi cuerpo, esto era cuando me cambiaba, bañaba, entre muchos otros momentos que tenia para verme y lo más lascivo era que yo no hacía nada para evitar que me viera, al contrario cada vez que me bañaba dejaba la puerta abierta para que me viera y así en la ducha con la certeza que me estaba viendo yo hacía movimientos sensuales e incluso con el pretexto de lavarme mi zona intima yo me la tocaba con tanta sensualidad que sin duda sabia que él tenía su pene bien erecto desde donde estaba viéndome.
Relato erótico enviado por putita golosa el 27 de July de 2010 a las 23:14:27 - Relato porno leído 309894 veces
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bareta
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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