Desde que se mudaron mis vecinos, Alberto y Fanny, me di cuenta de que él es un simpático gordito, fanático de la jardinería, mientras que su fenomenal esposa no. Ni idea tengo, quien le dio de regaló por su cumpleaños, a Alberto una de esas motosierras, pero apenas llegó el fin de semana, desde bien temprano, sin importarle el ruido que su dichosa máquina hace, comenzó a cortar todos los árboles y arbustos que se encuentran al fondo de su propiedad. Vilma mi esposa, aturdida por tanto ruido, me llamó a la cancha, ya que algunos fines de semana, entreno al equipo juvenil
Relato
. Para decirme que se iba con las niñas, a casa de la creadora de sus días, o sea mi suegra, que Dios la mantenga donde vive. Por lo que cuando llegué al medio día a casa, desde que me bajé de mi auto, comencé a escuchar aquel estruendoso ruido. Me dirigí a mi patio trasero, con la idea de decirle a mi vecino, que ya estaba bueno de tanto ruido. Pero él estaba tan absorto con su nuevo juguete, que no me escuchó, o no le dio la gana de ponerme atención. Por lo que cuando vi a Fanny su llamativa esposa, que estaba tomando el sol, casi desnuda. Bueno estaba usando uno de esos tangas, que el tiro de la parte inferior, desaparece por completo dentro de sus paradas nalgas. Y el sostén apenas y le cubre sus oscuros pezones. Fanny si me puso atención, y de inmediato se dirigió a la verja que separa nuestras propiedades. Justo cuando iba a darle la queja, ella de manera seductora, me dijo. Hay no sabes cómo lamento, todo el ruido que hace Alberto con esa cosa, fíjese vecino, que ya me cansé de pedirle que me ponga bronceador, él prefiere seguir jugando, y haciendo ruido con esa cosa, que complacerme a mí. En ese instante como que vi la luz verde. Y de presentado que soy, me olvidé de aquel ruido, y como todo buen vecino, me ofrecí llevar a cabo, tan ardua labor. Bien coqueta, y sonriendo en todo momento, Fanny viendo en todas direcciones, sin dejar de sonreír, me preguntó por mi esposa. Le dije la verdad, que estaba con su madre, y que quizás regresaría el domingo, ya que no aguataba el ruido de la máquina esa. Y sin dejar de coquetearme, me preguntó con cierta malicia en su tono de voz. Y bien, donde podría ayudarme a ponerme el bronceador, sin que ningún vecino, nos viera. Por lo bocones y chismosos que son, no fueran a mal interpretar lo que pudieran llegar a ver. De inmediato le respondí, que tenía el lugar adecuado, donde además de que podíamos ver, y escuchar a todo el mundo a nuestro alrededor, nadie nos escucharía, ni nos vería a nosotros. Al tiempo que le señalaba el techo de mi casa. Fanny como que no entendió, por lo que le tuve que decir, que por todo eso, mi casa era la que tenía el techo más alto. Discretamente, mientras su marido, seguía cortando árboles, troncos, y ramas, Fanny atravesó la pequeña puerta que comunica nuestras propiedades. Ya en mi casa, subimos por la escalera interior, hasta el techo, donde lo tengo preparado eso, para fiestas. Una especie de glorieta, parrilla, nevera, baño, y hasta sillas de playa, para que mis hijas y mi esposa tomen sol, sin preocuparse de que alguien las esté espiando, ya que además de la media pared a todo alrededor del techo, le tire tres líneas de bloques ornamentales. Fanny estaba encantada, y gustosamente se recostó bocabajo, en una de las sillas playeras. Pero justo cuando yo pensaba comenzar a pasarle el bloqueador solar por su espalda y cintura, sin decirme nada, soltó las cintas del minúsculo sostén, dejando sus hermosos y llamativos pezones al aire. Diciéndome, es que no quiero que se manchen. De momento la motosierra dejó de escucharse, y más que todo por precaución me asomé por uno de los bloques, para ver como Alberto le volvía a llenar el tanque a esa grandiosa máquina, para encenderla de nuevo, y seguir cortando troncos, sin descanso. No tuve que decirle nada a Fanny, ya que cuando volvió a escuchar la motosierra, sonriendo soltó las cintas de la parte inferior, y retirándola dejó sus hermosas nalguitas, al aire también. Yo ensimismado, comencé a pasarle el protector solar, por su espalda, su cintura, y a pedido de ella por sobre sus nalgas, así como por entre los muslos de sus largas, y llamativas piernas. Aprovechando cualquier oportunidad de acariciar, su depilado coño. Ya mi verga estaba por estallar, por lo que de la misma manera que ella, me quité mi ropa, sin decirle nada, y a medida que seguía acariciando su cuerpo, me fui colocando sobre ella, a medida que seguíamos escuchando, el fuerte ruido que producía aquel gran invento, que estaba usando su marido. Quizás por el mismo bronceador, mi verga se deslizó completamente dentro del sabroso coño de Fanny, y casi de inmediato, ella comenzó a pegar fuertes chillidos, que eran opacados, o silenciados, por el fantástico ruido que hace aquella motosierra. Por un buen rato, le seguí empujando toda mi verga dentro de su coño, pero en mi deseo de hacer algo más, le dije que diera la vuelta, y al ella acostase bocarriba, tras separar sus tremendas piernas, yo la volví a penetrar encantado de la vida, al tiempo que no paraba de besarla. Fanny entre sus fuertes chillidos, y profundos gemidos, moviendo sus caderas con fuerza, hizo que tanto ella como yo disfrutásemos de un tremendo clímax. Para luego con toda su santa calma meterse al baño, y despreocupadamente lavar su coño. Al regresar Fanny a mi lado, me di el gusto, y placer de darle una tremenda mamada de coño, para luego, de ponerla a chillar nuevamente, al penetrarla por su sabroso y parado culo. A medida que ella no paraba de mover su cintura, chillando, y pidiéndome que le diera más, y más duro por ese culo, después de eso Fanny se lavó, bajamos, sin que nadie se diera cuenta de su ausencia. Su marido continuaba bien afanado cortando ramas, por lo que ni cuenta se dio. En el siguiente fin de semana, se me ocurrió hacer un experimento, así que le pedí a mi vecino, que me prestase su motosierra, para hacer un trabajo similar al que él hizo en su terreno. Todo iba bien, hasta que por joder, le pregunté por dónde se prendía. Alberto, se me quedó viendo con aires de superioridad, y me dijo. Si quiere que el trabajo quede como el que yo hice, lo mejor es que vayas a entrenar a los jóvenes, que yo me ocupo de eso. Y de inmediato, mi esposa al comenzar a escuchar aquella máquina, volvió a llamar a mi suegra, diciéndole que se iba a pasar nuevamente el fin de semana, con las niñas a su casa. Yo aunque no tenía juego programado, supuestamente salí en dirección a la cancha, cuando Fanny sonriendo, me pidió que la acompañara. Pero en lugar de ir al techo de mi casa, mi vecina me llevó a su propio dormitorio, donde en la propia cama de ellos, volví a penetrar a Fanny, desde donde podíamos escuchar claramente la potente motosierra, mientras que ella y yo, nos disfrutábamos mutuamente.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515281 veces