A Una Joven Esposa Quiere Divertirse, La Dejan Plantada, y Termina Festejando Mejor De Lo Que Habia Planeado
Relato
La familia de mi madre es o era de la alta alcurnia, eso no impidió que a los 18 se embarazara de mi Hermano Alejandro Augusto, obligándola a casarse con nuestro padre. Al ser ambos de la Alta sociedad, les fue bien al principio. Mi padre fundó y administró varias empresas, llegando incluso a tener un segundo hijo, Erick Iván, el fue planeado; sin embargo años después, en la Depresión Económica, las empresas de mi padre quebraron, una tras otra, obligando a mis padres a administrarse mejor para no sufrir penurias, mis hermanos de 15 y 10 años respectivamente, continuaron en colegios privados, becados gracias a sus calificaciones, disminuyendo la carga de mis padres. Entonces aparecí yo. Cuando mi padre se entero del embarazo, abandono a Mamá, obligándola a ver por nosotros tres. Afortunadamente sus padres, mis abuelos, no la dejaron sola, pues seguía siendo su pequeña. Mamá vendió sus joyas y mis hermanos apoyaron entrando al mundo laboral en cuanto pudieron.
Fue así, que crecí en la clase media, sin ninguna carencia, protegida y consentida por mis hermanos, que hicieron el papel que le correspondía a Papá, el cual nunca conocí ni deseo conocerlo, y con los modales de princesa que me enseño Mamá. Estudiando en los mejores colegios, becada al igual que mis hermanos.
Desde pequeña me enseñaron a vestir con botas altas, faldas cortas y blusas entalladas, al crecer las botas comenzaron a tener tacones, las faldas se hicieron más cortas y entalladas, y las blusas más escotadas. A mamá le gustaba la sencillez y elegancia con que usaba esas prendas, siempre me decía que parecía modelo, mis hermanos de acuerdo, se deleitaban regalándome prendas similares, que me invitaban a modelarles y les gustaba que las estrenara cuando me llevaban a pasear.
En cuanto entre a la adolescencia, por los modales y manera de vestir aumentado por la coquetería natural, los pretendientes no se hicieron esperar, y con ayuda de mis hermanos, no fue difícil lidiar con eso. Fue en la promoción del nivel Básico al nivel Medio de mi educación donde conocí a Víctor Miguel. Víctor Miguel era el típico chico guapo rebelde de último grado, grado que cursaba por 2da vez. Es alto 1.83 m, musculoso, fue Mariscal de Campo del Equipo de Americano, de cara linda y bella sonrisa, Rubio oscuro su cabello y con ojos azules, un verdadero bombón, cosa que sabia y utilizaba para tener a la chica que quisiera.
No sé que le hizo fijarse en mí con tanta mosca rondándolo, yo acababa de cumplir 14 cuando lo conocí, fue en una fiesta de la escuela, una de mis amigas me lo presento. Desde el primer instante me sedujo, bastante simpático me hizo reír durante toda la fiesta, me divertí mucho ese día. Fue por eso que no me negué, cuando al final de fiesta me besó. Fue mi primer beso, el mejor que había recibido en mi vida.
Días después se me declaro, y comenzamos a salir. El se aplico a los estudios y consiguió un buen trabajo al último año de su carrera, yo pronto cumpliría los 17. Fue entonces cuando Víctor Miguel pidió mi mamo a mi Madre y Hermanos, al principio se opusieron, pero después aceptaron poniéndonos de condición que nos casaríamos hasta que yo cumpliera la mayoría de Edad, y él se encargaría de que terminara la Escuela, con todo y título Universitario. En base a esto fijamos la boda para más de un año después, un mes después de mi cumpleaños 18.
La boda fue un éxito, y esa noche hicimos el amor por primera vez. Mi mamá me había explicado varias cosas, pero una cosa es conocer el camino y otra, recorrerlo. Solo puedo decir que fue la mejor Noche de mi vida, la noche en que enamorada me entregue al hombre de mi vida.
Mi vida de casada era buena, no podía quejarme de nada, tenía todo lo que necesitaba y un poco más: Me despertaba temprano todos los días, mi marido me esperaba con el desayuno preparado, me llevaba a la Universidad, al terminar las clases pasaba por mi y comíamos juntos, el se iba al trabajo y yo me ponía a realizar mis deberes de la escuela y después las tareas domesticas, lo esperaba pasadas las 20:00 con la cena lista, para terminar revolcándonos en la cama; los viernes me llevaba a bailar, pues a mí me gusta mucho, y con un poco de alcohol en las venas, la cama ardía más en las noches, los sábados iba al deportivo, y en la tarde-noche el me llevaba de paseo y después a cenar, para terminar revolcándonos en la cama, el domingo un mañanero, antes de ir a visitar a su familia o a la mía. Por dos años esa fue rutina.
Pero mi vida cambio unos meses después. Habían promovido a Víctor, duplicando casi su sueldo, y él estaba feliz, pero todo tiene un precio. Conforme avanza el tiempo, el llegaba cada vez más tarde a casa, y eso cuando llegaba. En las noches cuando llegaba, estaba tan cansado, que solo cenaba y se iba a dormir.
Cuando hable con mi familia de la situación, me indicaron que no podía exigirle tanto a Víctor, que esperara un poco a que la situación se estabilizara, si antes me Víctor me acostumbro a estar entre sus brazos todas las noches y ahora solo era muy esporádico, solo tenía que esperar un poco y estaría en el punto intermedio, lo suficientemente querida, no más, no menos. Yo solo esperaba que no estuvieran equivocados.
Fue un viernes, al terminar las evaluaciones de medio semestre, fueron quince días muy pesados, y ahora que habían terminado, queríamos celebrarlo, quedamos con mis amigas Alice y Diana, y nuestras respectivas parejas, en vernos en la noche en el “7mo Cielo”, el antro al que Víctor me llevaba todos los viernes. Algo que afortunadamente no había perdido.
El 7mo Cielo, en medio año ya era un antro famoso, ligeramente costoso, en donde servían licores de todo el globo y siempre de buena calidad, la música era variada, el ambiente acogedor, y dependiendo la zona, que tanta intimidad podrías obtener. Cuando iba sola con Víctor Miguel, íbamos a la zona VIP del 2do piso, donde había suficiente oscuridad para caldear el ambiente y las bocinas no te rompían los oídos y podías tener una conversación sin necesidad de gritar. Sin embargo con mis amigos de la Universidad, preferíamos las mesas de planta baja, ya que la zona VIP era muy costosa para estos niños que se acababan de desahuciar de sus padres.
Ese día me vestí como solía hacerlo, una playera tipo marinera, blanca con franjas azul cielo, una minifalda de mezclilla que se me entallaba y resaltaba mis curvas, botas negras de tacón que llegaban a la rodilla, con medias a medio muslo azul cielo, y una torera de mezclilla a juego. Un poco de maquillaje y el cabello en una coleta. El look que tanto le gustaba Víctor, me mire al espejo y me di cuenta que no había cambiado nada desde los 17, tal vez la mirada menos inocente, y admire a esa mujer que me mostraba al espejo, la mujer que conquisto a Víctor, mi esposo, sin proponérselo. Una mujer de blanca piel de 1.70 m, con pecho firme y voluptuoso, cintura fina y caderas anchas, que se sostenían en un par de torneadas piernas. Los tacones resaltaban más mi trasero, y ponerme derecha resaltaba mi pecho, me solté el cabello, me veía mejor con cabellera pelirroja casi castaña, rodeando mi rostro, un rostro fino que aun delataba mi edad, con mis ojos verde oscuro brillando, entonces me di cuenta que me faltaba algo, tome un par de arracadas, un par de pulseras y un anillo de cobalto que me regalo Víctor al año de novios.
Esa noche planeaba pasármela bien. Y ya llevaba una hora esperando la llegada de Víctor, cuando sonó el teléfono:
-Hola
-Hola princesa
-¿Dónde vienes?- pregunte.
-Sigo en la oficina- mala señal –por qué no tomas un taxi y yo los alcanzo halla- me sugirió.
-Bueno
-Perdóname, besos.
Víctor nunca llegaba tarde los viernes, desde su promoción el viernes se había convertido en “nuestro día”, y siempre estaba puntual en casa. Me decaí un poco pero tenía ganas de marcha, así que llame un taxi y salí rumbo al 7mo Cielo. Al llegar noté que mis amigos no habían llegado, por lo que decidí esperarlos cerca de la entrada. Estaba acostumbrada a los silbidos y frases soeces, en cuanto baje del taxi, estos no se hicieron esperar; pero el estar acostumbrada no quiere decir que los aceptara y mucho menos que me gustaran; y a pesar de que el 7mo Cielo no es de acceso público por su costo, las frases no eran del tipo que dedicarías a tu hermana o a tu novia, y con tal de no continuar escuchando decidí entrar.
Una vez que el cadenero me dejo pasar, me dirigí a la barra de la izquierda, era la más cercana y su lejanía de la pista la mantenía, a esa hora, casi vacía. Mire el lugar, apenas se iba llenando eran casi las 22:00, en eso sonó el móvil.
-¿Irina?
-Sí, ¿Qué paso Alice?- respondí reconociendo la voz de mi amiga.
-Me apena decírtelo Iris
-¿Qué?- no pude decir esto sin sentir un escalofrió recorrer mi espina dorsal.
-Manuel me convenció de celebrar solos- me sonroje al pensar como lo harían.
-Ok nena, no te apures.
-lo siento (risas) cuídate.
Antes de que colgara, logre distinguir gemidos y otros sonidos que indicaban que ya hace rato que habían empezado la fiesta. Me alegre por ella, pero me sentí incomoda al saber que no vendría. Entonces el cantinero me distrajo, me conto un chiste de bar, sacándome una sonrisa, y me preguntó que iba a beber, le pedí un Midori, desde que probé los midori de ese lugar me encantaban. Al momento que colocaba la bebida frente a mí, recibí un mensaje, era de Diana, me decía que se le había descompuesto el coche a Enrique, su novio, y que mejor pedirían pizas y verían películas en su casa, por la forma de escribir supe que estaría, o ya estaba, celebrando igual que Alice.
Me molesto un poco, pero pensé que era egoísta de mi parte, porque ellos solo eran novios, y no todas las noches la pasaban juntos. Continúe esperando, no sin que se acercara uno que otro muchacho a invitarme a la pista o una bebida, pero los rechace uno tras otro, aunque alguno era bien parecido, Víctor Miguel era celoso, y no quería que me encontrara con otro y después tener que decirle que mis amigos no llegaron.
Fue cerca de la media noche cuando recibí otra llamada, al ver que era Víctor voltee a la entrada, pensando que me estaba buscando, pero el sonido a través del teléfono me indico que no estaba ahí.
-Víctor
-Hola princesa, soy yo otra vez.
-¿Dónde estás? No te veo- intente disimular.
-Lo siento Iris, sigo en el trabajo y no creo poder alcanzarte, aun quedan muchos pendientes... Diviértete, después te compensare
No me dio tiempo de decirle que estaba sola, y el poco dinero que tenía ya se había ido en Midoris. No pude evitar deprimirme al ver que “mi noche de fiesta”, se había ido por el drenaje.
Mientras me acaba mi tercer midori, me puse a pensar en mis opciones: Interrumpir a Alice para que me llevara a casa, llamar a mis hermanos, pedir un taxi y que me llevara con Víctor... Fue entonces cuando sentí un escalofrió, no sabía que lo había provocado pero me saco de mis pensamientos, entonces apareció él.
Media cerca de 1.90 m tal vez un poco menos, de constitución delgada, cabello oscuro, un poco largo para mi gusto pero le quedaba bien, sus ojos... oscuros, brillantes, su mirada inteligente y profunda, de rostro fino, pero muy varonil. Me sonrió, su sonrisa era sincera y limpia, todo un seductor me dije. Me tendió la mano.
-Paul- dijo presentándose.
Sé que es una grosería dejar a alguien con la mano extendida, pero era un total desconocido.
-No muerdo- dijo sin retirar su mano.
Lo mire de arriba abajo, vestía un elegante traje oscuro y una camisa blanca con dos botones desabrochados mostrando todo su cuello, sencillo, sin adornos, ni reloj, anillos, ni colguije alguno. Estaría cerca de los 30’s se notaba que era mayor que Víctor, un porte tipo playboy al estilo James Bond. Un ejecutivo de alguna empresa importante que busca fiesta para terminar bien la semana, me dije.
El cantinero llegó a mi rescate, preguntándole que iba a beber.
-Royal Salute... 38- contesto amablemente, retirando la mano y sentándose a mi lado
-¿Te plantaron?- me pregunto, al tiempo que señalaba mi móvil con la mirada.
Guarde mi móvil sin contestarle, pero había algo en él que me impedía salir de ahí. En eso note, al igual que él, que el cantinero no se había movido.
-¿Pasa algo?- pregunto al cantinero.
-Solo en el tercero- dijo señalando la barra del 3er piso, piso al que solo podían accesar los socios.
Me sorprendió la contestación del mesero, Víctor me había dicho que el tipo de bebidas que servían en cada Área era diferente, dirigidos a consumidores específicos. Un coctel servido en el 2do piso, zona VIP, costaba más del doble que el mismo coctel servido en el 1er piso. Una copa exclusiva del 3er piso, debía costar mínimo 5 ó 6 veces, lo que yo ya había gastado en midoris.
El Antro está dividido en cuatro zonas, frente a la entrada cuatro escalones abajo, la zona más amplia: La zona común, una amplia zona para bailar rodeada de varias filas de mesas, redondas y ovaladas, con bancos para sentarse, barras para dispensar las bebidas, una a cada lado y otra central al fondo, la más grande. La Zona preferencial o 1er piso estaba a la derecha, una zona muy similar solo un poco más chica, elevada apenas medio metro con la misma distribución, la entrada por detrás de la barra de la derecha, un par de hileras de mesas redondas al centro, y las mesas ovaladas a la orilla, con sillas en vez de bancos incluyendo los de las barras, el acceso a esa zona costaba el 20% más y te colocaban una pulsera fosforescente, con la cual podías incluso salir del local y regresar, adicional en esa zona además de bebidas, podías pedir botanas, no los clásicos cacahuates y frituras del área común, sino alitas de pollo, hamburguesas pequeñas, carne tártara... al estilo Hooters. La Zona VIP, rodeaba todo el lugar, contaba con varios accesos, una escalera a cada lado de la entrada principal, otra más amplia en cada esquina, y la principal se encontraba justo al centro del lugar, entre la zona común y la preferencial en la pared del fondo, a diferencia de las dos primeras zonas, La VIP era como un balcón, un amplio balcón tres metros arriba del suelo, con barandas de cristal. En esa zona había cinco barras para bebidas y tres parrillas para alimentos, por lo que recibías dos cartas, una para la barra y otra para la parrilla, donde podías pedir algo decente para cenar, una única fila de mesas con butacas pegada a la baranda y otra a la pared, logrando una mayor intimidad y una reducción de ruido que te permitía tener una conversación más cómoda, el acceso te lo permitía una discreta pulsera azul que adquirías a la entrada. Por último los reservados en el tercer piso, Se encontraba al fondo del complejo, del lado derecho, una media luna con reservados al rededor de la barra circular, la que estaba frente a las escaleras que subían desde la zona VIP.
-Pequeño detalle- dijo con una sonrisa al mesero, y después dirigiéndose a mí me dijo, -¿Me acompañas?
No sabía que contestar, quería fiesta y él me la ofrecía. Sus modales denotaban gran educación y un cierto grado de poder, nada común, pero tampoco nada que no hubiera visto antes, sobretodo en la familia de mi madre. No sé si fue su sencillez, su cautivadora mirada o su seductora sonrisa, lo que me hizo encogerme de hombros.
Él lo interpreto como un sí, ya que al momento se levanto y extendió unos billetes al mesero.
-Lo de la señorita
El cantinero me miro, y yo esquive su mirada, por alguna razón me daba vergüenza que un desconocido llegara y pagara mis tragos, y sentía la mirada acusadora del cantinero, como si yo lo hubiera planeado desde principio.
Apenas el cantinero tomo el dinero, él me ofreció su mano, la tome solo para bajar del banquillo. Con la otra mano me cedió el paso, en dirección al 3er piso, vacile unos segundos y me dirigí hacia allá.
La gente a esa hora era demasiada, todo el local ocupado, no podíamos pasar sin que nos cedieran el paso, no sé si esa fue la razón o ya creía tener derecho, que coloco su mano izquierda en mi espalda baja ejerciendo una ligera presión, como si necesitara ayuda para avanzar, o a lo mejor era para no perderme en la multitud. Entonces un grupo de muchachos, ya más que alegre, me empujo, él me rodeo con su brazo alrededor de la cintura y me atrajo hacia él, agradecí el gesto porque me impidió caer, pero me molesto que me abrazara con tanta confianza y me gire a reclamarle. ¡Pésimo Error!
Al girar, su mano que estaba en mi cintura se deslizo por mi trasero, recorriendo mis glúteos quedando sobre el derecho. Lo mire a los ojos, sorprendida, su mirada era seria e impasible, se notaba que no lo había hecho a propósito, pero tampoco le molestaba. Sonrojada y sin poder articular palabra me gire, para salir de ahí lo más rápido posible, él me volvió a rodear con su brazo, pero esta vez más abajo, en la cadera.
Al llegar a la escalera más cercana de la zona VIP, el cadenero nos cerró el paso, él mostro un tarjeta verde esmeralda, el cadenero asintió y nos permitió el paso. Era la primera vez que veía una tarjeta de socio, aquellos que tenían preferencia a la entrada; la tarjeta la tenías que adquirir vía web, y te la llevaban a tu casa, solo podías adquirirla a final del año y era válida solo al siguiente. Cuando Víctor la encontró, me dijo que vendían mucho más tarjetas que reservados tenía el lugar, por lo que tenias que reservar la mesa, de ahí su nombre, por lo menos 24 horas antes. No recuerdo haber visto más de 4 reservados ocupados en una sola noche, por lo que siempre considere que ese lujo era un desperdicio de dinero.
Cuando llegamos al zona exclusiva, una señorita nos recibió y en cuanto nos vio, tomo la carta y se dirigió al reservado que estaba justo detrás de la barra, el reservado central, que no me había percatado era el más alejado del local, y desde el cuál podías observar todo el lugar.
Los reservados eran huevitos escarbados en la pared, una butaca circular de piel roja pegada a la pared, con dos mesas pequeñas en cada extremo y al centro una mesa circular, el agujero era casi tres cuartos de circulo, y el arco de la entrada se elevaba tres metros al menos, realmente parecía que estaba dentro de un cascaron de huevo, en el punto más alto y a cado lado de la entrada, lámparas que emitían una tenue y agradable luz roja, iluminaban bastante bien pero no era molesto y parecía más oscuro que el resto del local, a cada lado de la entrada una pesada cortina roja, con vivos dorados.
La señorita se coloco en el lado opuesto al que llegamos, cediéndonos el paso, una vez sentados, él al lado mío, nos entrego la carta, el tomo la suya y la coloco en la mesita lateral, y pidió su bebida.
-Royal Salute 38
Antes de que la mesera, que parecía más edecán de evento internacional, tomara el pedido, llego un mesero de mediana edad, con los hielos, servilletas y varias copas de whisky vacías, una vez el mozo se hubo retirado la mesera me miro, no había mirado la carta, me daba miedo ver el precio de cada bebida, y solo alcance a decir:
-Un Midori.
La mesera o hosts, ya no sabía cuál era su función, se me quedo viendo.
-Adelante- dijo él.
La señorita asintió y antes de retirarse pregunto si cerraba las cortinas, el asintió, al cerrarse las cortinas me sorprendí, solo las lámparas iluminaban el lugar y el ruido de afuera apenas se oía, creando una atmosfera muy agradable... y demasiado intima. Con Víctor hubiera estado a gusto, pero con ese desconocido... me estremecía el solo pensarlo.
El volteo a verme con una sonrisa en la cara, en ese lugar al lado de él sentí algo que jamás había sentido: me sentí desprotegida, y solo pude bajar la mirada sonrojada, esperando que la luz ocultara el rubor de mis mejillas.
Me avergonzó más ese acto reflejo, ni siquiera sabía porque me había sonrojado, no era la primera vez que estaba con un hombre, tampoco estaba ‘sola’, estábamos en un Antro, y solo pude molestarme conmigo misma por mi actitud de niña primeriza, así que subí la mirada buscando sus ojos, esos hermosos y cautivadores ojos. En cuanto nuestra mirada se cruzo sentí un escalofrió recorrer mi espina, no era la situación, ni el lugar, era él; él me hacía sentir una niña pequeña. Su presencia, su mirada, su sonrisa, él derrumbaba cualquier defensa que yo montara, no estaba preparada para esto.
Hice el amago de levantarme, al instante él se puso de pie, lo mire con cierto desconcierto, la misma cara que tenía él. Al ver que yo no me levante él regreso a su asiento, y cuando se iba a sentar, la cortina se abrió.
Era la chica que abría el paso para accediera el mesero, con una botella en la mano y mi bebida en la otra, colocó mi vaso frente a mí sobre un portavaso, y a él le mostro la etiqueta de la botella, él asintió y el mesero procedió a destapar la botella, lleno un vaso con hielos y pulverizo algunos con un pica hielo, para después vaciar el liquido ambarino. No me había percatado, pero no era una botella común, estaba muy adornada, y la luz sacaba destellos de esa botella oscura como jamás había visto, y no pude despegar la mirada de ese líquido mientras llenaba el pequeño vaso. Ahí dentro parecía como si todo para mi fuera nuevo, como si estuviera en un sueño.
Cuando los chicos del servicio se retiraron salí de mi trance, no me había dado cuenta, pero todo el tiempo el estuvo mirándome, los supe cuando nuestras miradas se cruzaron, no pude evitar sonreírle divertida, y ambos soltamos una pequeña carcajada, y de pronto sentí una confianza en él como pocas personas me habían hecho sentir.
El tomo su vaso y yo lo imite, ambos dimos un sorbo mirándonos a los ojos, sonreímos y dejamos los vasos, y nos pusimos platicar como si nos conociéramos desde pequeños, las pausas las aprovechamos para humedecernos las bocas con nuestra respectiva bebida, para después continuar platicando, de política, ciencia, arte, música, moda, platica muy rica y al mismo tiempo completamente intranscendente. Y así nos acabamos la primera bebida.
Era la primera vez que tenía una plática donde mi comensal no despego ni un solo instante sus ojos de los míos, provocando que me sonrojara en varias ocasiones, pero sin despegar mi mirada de la suya.
Mientras sorbía los primeros tragos de mi nueva bebida, no podía despegar los ojos de los suyos, ambos realizamos un gesto, alzando las cejas, y ambos nos reímos, nos acercamos un poco, hasta que nuestras piernas se juntaron, estábamos los dos, frente a frente, él con una pierna sobre el asiento, su pie bajo la rodilla y un brazo sobre el respaldo, con la mano jugando con su cabello tras su oreja, y yo igual solo que recargada sobre mi puño. No pude evitar admirar a ese hombre, y mi mirada lo recorrió de arriba abajo, intentando grabar esa imagen.
Ese tipo no era un adonis, pero su porte... lo hacía parecer salido de una obra de arte, un hombre común y corriente convertido en arte.
Cuando termine de recorrerlo y nuestra mirada volvió a encontrarse, él realizo lo mismo conmigo, mientras yo miraba sus ojos su mirada empezó a recorrerme, bajando lentamente, de pronto vi que abrió más los ojos y el color se le subió, mire hacia abajo, buscando aquello que llamó su atención y coloreo su rostro; Mi pecho estaba bien, se veía el canalillo, y mi brasier solo se podía desde mi ángulo, seguí más abajo y lo supe, por la posición y la mini falda, podía ver mis interiores, claramente podía ver el fiusha de la prenda que me había puesto, una prenda delicada de encaje que estaba estrenando esa noche, desde su ángulo seguro tenía mucha mejor visión. Un escalofrió me recorrió de la coronilla a los pies, no pude evitar humedecerme cuando paso por la parte de mi cuerpo que tenía atrapada su mirada. Lo mire a los ojos y el clavo de inmediato su mirada en los míos, sonrojándose aun más al saberse descubierto. Después de unos infinitos segundos, desvió su mirada de la mía y se tomo el resto de su bebida de un solo trago, y volvió a llenar su vaso, intentando bajar el rojo de su rostro, fue hasta ese momento en que yo reaccione y baje mi pierna, acomodando mi falda que al subirse me había expuesto, tome mi vaso y di un largo trago.
No fue hasta que deje mi vaso que el volvió a mirarme, esta vez fui yo la que desvió la mirada, me sentía avergonzada de lo que pudo haber pasado por su cabeza, que hubiera pensado de mi, ni siquiera quería coquetearle y había visto más de lo que nadie antes había visto.
En eso el mesero abrió la cortina, observo que no era necesario y se fue. Cuando se hubo retirado volvimos a mirarnos, su mirada era impasible, sino fuera por el calor y confianza que emitía, diría fría, como un tempano, me sonrió y se estiro sobre el sillón, verlo así me dieron ganas de hacerle travesuras, como se las hacia a mis hermanos y a Víctor, y me acerque a él, el abrió los ojos y me miro, acomodándose en el asiento, con la espalda completamente recargada en el respaldo, fue bajando lentamente sus brazos sin despegarlos de la pared, completamente estirados, completamente entregado, sin desviar su mirada de la mía. Cuando su brazo izquierdo estuvo a la altura de mi cara, estiro los dedos y con la punta apenas rozándome, acaricio mi rostro, cerré los ojos disfrutando la muestra de afecto, bajo por mi cuello, donde la tela de mi prenda separó sus dedos de mi piel, pero él no detuvo su caricia hasta llegar a mi hombro, entonces abrí mis ojos, y lo vi, nunca me habían mirado así, con tanta ternura y deseo, me acerque más a él, que todavía tenía su cuello hacia atrás, recargando la cabeza en el respaldo, me acerque más, el no se movió, era lo que yo necesitaba, era lo que había ido a buscar esa noche a ese lugar, y tomando su cara entre mis manos cerré mis ojos y lo bese.
Fue un beso tierno, mis labios acariciando, chupando los suyos, el no se movía, me dejaba disfrutar de él a mi antojo. Durante varios minutos, solo existimos él y yo.
Me despegue de él respirando rápidamente, nunca un hombre me había calentado tanto, y apenas lo había tocado. Lo mire y tenía los ojos cerrados, trago un poco de saliva y levanto la cara al mismo tiempo que abría los ojos, buscándome, no pude evitar sonreírle de manera coqueta, sonrojándome por lo que había hecho. Entonces él aparto el cabello de mi rostro con la punta de sus dedos de su mano izquierda, para quedar acariciando mi cuello y nuca, y con la derecha repitió la caricia apartando el cabello del otro lado de mi cara, y recorriendo mi mandíbula con la yema de sus dedos, al llegar el índice a mi barbilla lo coloco bajo ella y atrajo mi rostro al suyo, y me besó.
Al principio tierno, sus labios recorriendo los míos, devolviéndome el beso recibido. Segundos más tarde tomo mi cabeza entre sus manos, acercándome más a el, era como si chupara un helado, abriendo su boca para abarcar la mía y solo recorrerla con sus labios, para invitar, un poco más tarde, a sus dientes a participar de la caricia, mis labios recorridos por los suyos, succionados después de un ligero y tierno mordisco, comencé a responder a su caricia, imitándola. Sus manos abandonaron mi rostro y comenzaron a recorrer mi cuerpo, solo sus dedos rozando mi silueta, bajando por mi cuello, siguiendo mi escote, rozando mi pecho, bajando por las costillas a la cintura, recorriendo mis muslos hasta las rodillas. Y entonces de regreso, sus dedos acariciando tras la rodilla, subiendo perfilando mis muslos, acariciando mis glúteos, recorriendo mi espalda hasta llegar al cuello, para regresar por el mismo camino.
Di un respiro largo y profundo para continuar disfrutando, mis suspiros, aumentaron la sensación, la presión de sus labios y dientes aumento, y la ruta de sus dedos cambio, para solo recorrer mi espalda. Fue cuando di un suspiro, un profundo suspiro, y sus manos, colocándose en mi espalda baja y nuca, me acercaron más a él, mientras el abría la boca, abarcando la mía; Y sentí, sentí su lengua, su lengua explorando mi boca, su lengua buscando la mía, metiéndola al fondo, como queriendo llegar a mi campanilla.
Nunca en mi vida me habían besado así, y no me atreví a cerrar la boca, la deje tal cual, dejándolo jugar en mi boca, disfrutando de esa nueva sensación.
Cuando encontró mi lengua, se puso a jugar con ella, recorriéndola, cuando su lengua localizo la punta de la mía... la ternura desapareció, dando paso por completo a la pasión.
Tome su rostro entre mis manos, hasta el momento quietas, y me acerque lo más posible a él ayudada por sus manos, quedando sentada en sus piernas, presionado su pecho contra el mío, sus manos en mi espalda aplastándome contra él. Nuestras bocas una comiéndose a la otra, labios contra labios, dientes contra dientes, lengua contra lengua, cada quien intentando provocar más placer al otro, como dos leones peleando, sin retroceder.
Durante varios y largos minutos, estuvimos besándonos en esa posición, entonces los sentí y voltee, una pareja de cuarenta y tantos parada frente a la entrada, avergonzada me escondí en su cuello, el me abrazo y los invito a sentarse. Platicaron unos minutos, minutos que se me hicieron eternos, quería que se fueran, y empecé a besar su cuello, mi mano en su nuca se perdió en su cabello, acariciándolo. Ellos entendieron el mensaje y se retiraron.
Una vez desaparecieron tras las cortinas él me miro, y yo le sonreí, coqueta, para volver a atacar su boca, quería comérmelo, y reanudamos el beso interrumpido. Nuestros labios acariciándose, nuestros dientes arañando, nuestras lenguas entrelazadas, degustándose; Mis manos perdidas en su cabello, acariciándolo, atrayéndolo; Sus manos acariciando, apretando todo lo que tenían a su alcance, mis muslos, mi espalda, mi pecho, más de una vez sus dedos se colaron bajo mi falda, tocando la prenda y retrocediendo, como un niño cuando toca el timbre y se echa a correr.
Durante interminables minutos completamente entregados a las caricias, que nuestras bocas y manos proporcionaban, una lucha para ver quien provocaba más placer al otro. Hasta que no aguante más, mi lengua retrocedió, buscando refugio en el fondo de mi boca, pero hasta halla la siguió, su boca se apodero de la mía por completo, el gran vencedor. Y lo sentí, recorriéndome desde la punta de los pies hasta la coronilla, haciéndome temblar a su paso, y me refugie en su cuello, gimiendo... disfrutando, contenta y extasiada.
Sus manos acariciándome sin lasciva, dejándome disfrutar de ese momento, dejando recuperarme de ese orgasmo.
-Eres una delicia
Dijo mirándome, solo atine a sonreír, una sonrisa traviesa y coqueta, y con mis manos, que seguían en su cabellera, lo atraje hacia mí, volviéndolo a besar, beso que el correspondió. Me acomode mejor sobre sus piernas, entre sus brazos, sin dejar de besarlo, en un momento de pausa, nos miramos.
-¿Así que quieres más putita?
¡Putita!..., nadie me había llamado así antes, a cualquiera hubiera respondido con una bofetada y un rodillazo a la entrepierna. Pero él no era cualquiera, y solo pude asentir con la cabeza, mientras bajaba la mirada y volvía a besarlo.
Sus manos recorriendo mi cuerpo, nuestras bocas devorándose, y él dueño de la situación empezó a aprovechar mis suspiros para provocarme más.
-Eres una putita...
Beso
-Eres mi putita...
Beso
-Estas ardiendo putita...
¿Cómo era posible que esa palabra en vez de enfriarme, me calentara más?
-¿Cómo te llamas putita?
Hasta ese momento el no sabía mi nombre, y estas alturas no iba a decírselo, él ya me había bautizado, y aceptando que él me llamara así, respondí:
-Putita
El me beso con más pasión, si es que eso era posible, entonces sentí a su amigo bajo mis piernas, y presa de las sensaciones, entre beso y beso, comencé a gemir.
-¿Putita?
-aja...- respondí con un gemido
-¿Mi putita?
-aj hum...- otro gemido
-¿Te gusta putita?
-Sí...- no podía para de gemir, y eso a él le encantaba
Metió su mano entre mis muslos, los apreté para que no saliera de ahí, pero el interpreto lo contrario y con un poco de esfuerzo la saco. Reanudando sus caricias en mi espalda.
-Eres una putita cachonda
-uhm...
-Eres mía
No era una pregunta, pero aun así respondí, en medio de un gemido
-Sí...
-mi putita cachonda
-Mmm...
-¿te gusta?
-uhm...
-¿te gusta ser mi putita?
-gg...
-¿mi putita cachonda?
-ahg...
Ya no podía articular palabra, y solo seguía besándome, provocándome y besándome.
-¿Estas húmeda?
-¡SÍ!!!...
Grite, grite escondiéndome en su cuello, mientras mis brazos lo rodeaban, aferrándome a él, grite en su cuello mientras me convulsionaba, Explote en un orgasmo, el mayor que había sentido en toda mi vida, ¡Y solo besándome! un delicioso y largo orgasmo, provocado por un desconocido, ¡Y solo me había besado! Claro que nadie me había besado como él, nunca nadie había probado el sabor y textura de mi lengua, nadie me había hecho gemir acariciando mi espalda y devorando mi boca, ni siquiera Víctor. ¡Víctor!
Asustada me separe de él, él me observo muy sorprendido, mi mirada iba de un ojo al otro, conmocionada por lo que yo y ese hombre habíamos hecho. Entonces la cortina se abrió, y yo espantada busque refugio en sus brazos.
Era una pareja joven, él cerca de los 30, ella 5 ó 6 años menos.
-No sabíamos que estabas ocupado, volvemos después- dijo el hombre
-Disculpen la interrupción- agrego ella, Y dieron la vuelta.
-No hay problema- respondí.
Ella giro sonriendo, y acercándose me tendió la mano, acerque la mía esperando un apretón de manos, pero la tomo y la beso.
-Viviana- se presento.
-Carlos- dijo él ofreciéndome su mano, realizando el mismo saludo.
-Iri...- ¡casi me voy de boca!
-¿Iri?- preguntaron ellos
Lo mire a él, y con la mirada me invitó a responder, los mire, y luego de nuevo a él. Y solo pude decir.
-Putita
Sorprendida no supe que hacer, y me acomode mejor entre sus brazos, sobre sus piernas. Todos se me quedaron viendo, yo desconcertada los mire, entonces sonrieron, no era una sonrisa acusadora, era una sonrisa comprensiva, una sonrisa de aprobación. Lo saludaron, ambos con un apretón de manos, él los invito a sentarse.
Ellos comenzaron a platicar en un idioma para mi desconocido, no era ruso, mi lengua natal, tampoco español, lengua que se habla en el país, y tampoco ingles o francés, aprendidos en la escuela. Mientras ellos conversaban le di un trago a mi bebida, y me fije que ella, atenta y curiosa, me observaba; Nos miramos, su mirada era cálida, tierna, como si yo fuera un gatito, un gatito asustado buscando refugio en los brazos de su dueño.
Ella iba vestida con un vestido claro, que tomaba el color carmesí de la iluminación, muy entallado como si se lo hubieran pintado sobre la piel, zapatillas a juego, más o menos de mi altura, y con cuerpo de modelo de pasarela, su cabello negro semi-quebrado rodeaba su rostro, afinando sus rasgos ya de por si femeninos. Carlos iba vestido de traje, con la camisa abierta mostrando su pecho, sobre el que llevaba un dije colgado de una cadena dorada, a diferencia de Paul, Carlos si llevaba adornos, además de la cadenita, tenía un anillo en el dedo medio de cada mano, en la izquierda un reloj lujoso y en la derecha una esclava dorada. Fácilmente hubiera dicho que Carlos superaba económicamente a Paul, pero Paul tenía un porte y unos ademanes claramente superiores. Me recordaba al Abuelo.
Mi abuelo es de carácter fuerte, firme y recio, que siempre cree tener la razón, y solo mi madre se opone a su autoridad; Dentro de su círculo social, con hombres y mujeres poderosos, políticos, empresarios... el abuelo siempre se imponía sin esfuerzo. Así era él, el hombre que en ese momento me tenía entre sus brazos, firme, imperturbable, que claramente no necesitaba desplegar su autoridad para que otros se doblegaran, pero al mismo tiempo cálido, amigable, alcanzable.
Ella le dio un trago a su bebida, sin dejar de observarme, era como si ambas tuviéramos una plática silenciosa, una plática sobre porque estábamos ambas ahí, note que no traía brasier, y mientras ella jugaba con su collar de manera muy seductora, lo vi, traía un anillo de matrimonio en su mano, igual que yo. Me estremecí y me refugie en sus brazos, subiendo mis piernas me acurruque en las de él, como una niña pequeña. Entonces ella se acerco al oído de su hombre, sin dejar de mirarme le acariciaba el pecho, y le susurro algo al oído, interrumpiendo la conversación que los caballeros tenían, él la beso y se levantaron, se disculparon y se retiraron. Antes de desaparecer tras la cortina, ella volteo a verme y me sonrió.
Paul se giro y me beso en la frente, antes de tomar otro trago de whisky, yo baje mis piernas y me acomode mejor en las suyas, y rodeando su cuello con mis brazos volví a besarlo. Besos cálidos tiernos, mis manos comenzaron a recorrer su torso, intentando descubrir la forma de su cuerpo bajo la ropa, el respondió reanudando sus caricias por mi cuerpo. Cuando le quite el saco, sin dejar de besarnos, el metió sus manos bajo mi blusa, un ligero estremecimiento, delicadamente acariciaba mi espalda, delineaba mi perfil, las mismas caricias pero ahora directamente sobre la piel. Entonces, en uno de sus recorridos, sus dedos llegaron a la parte superior de mi falda y se colaron por dentro hasta el elástico de mi prenda interior, y mientras una de sus manos lo recorría de un lado a otro, la otra subió sobre mi columna, paso mi brasier hasta mi nuca, y con todo su brazo en mi espalda me apretó hacia él al mismo tiempo que abría completamente la boca, queriéndome devorar con ella. Segundos después sus manos intercambiaron, mientras una subía la otra bajaba, recorriendo mi espalda, de los hombros a mi cadera, por toda mi piel. Sus dedos cada vez de colaban más bajo la tela de mi falda, y arquee la espalda, facilitándole la tarea, y ya con una mano completamente bajo mi falda, con la otra comenzó a recorrer la orilla de mi brasier, de un lado a otro, los tirantes, para bajar por mi espalda a mi cintura, donde su otra mano seguía acariciando mi glúteo sobre mi bóxer, bajo mi falda, subió de nuevo hasta mi brasier, y lo recorrió por la orilla inferior, al pasar adelante me estremecí, pero solo recorrió la orilla inferior de la prenda, y cuando emprendía el camino de retorno se detuvo en el centro y bajo por mi vientre, hasta el ombligo, que haciendo círculos dibujaba la orilla, para después meter su dedo y hacer el mismo movimiento.
Yo solo atinaba a acariciar sus hombros y su pecho, nunca había tenido un encuentro tan apasionado y tierno. Con Víctor solo eran caricias sobre la ropa, nunca bajo ella, uno al lado de otro, como el decoro demanda, para después llegar a casa, desnudarnos y meternos a la cama, donde él se subía sobre mí, siempre de frente, siempre a oscuras.
Y ahí estaba yo, sentada en las piernas de un desconocido, con sus manos bajo mi ropa, recorriéndome entera.
Sus manos en mi cintura, ascendiendo por mi espalda, recorriendo mi brasier, hasta que sus manos chocaban para realizar el recorrido en sentido contrario, hasta que sus pulgares se encontraban, bajo mis senos, y regresar a mi espalda. Cada vez que sus manos recorrían el broche de mi brasier, yo solo esperaba que lo quitara, para que sus manos acariciaran la piel que esa prenda escondía, pero sus manos retrocedían, bajando por mi espalda, con la punta de sus dedos recorriendo mi columna. Hasta que bajo hasta mi cadera, sobre la ropa, y me acaricio por los laterales, hasta llegar a mi cara, la que acaricio con las yemas, mis manos en sus brazos, para luego bajar por mi cuello, pero por primera vez no se despego de mi piel, y recorriendo mi piel por la orilla de mi prenda hasta llegar mi pecho. Sus dedos en mi piel y la palma sobre la ropa, apretó haciéndome suspirar, apretó varias veces, delicadamente, dando un largo respiro, me erguí, sin dejar de besarlo, le ofrecí mis senos. Sus dedos continuaron, hasta que se encontraron, y bajando fueron desprendiendo uno a uno los botones de mi blusa, hasta llegar al último, despego sus labios de los míos, abrió los ojos, y tiernamente los volvió a cerrar y abrir, haciéndome un guiño, le respondí del mismo modo, y lentamente bajo su mirada, admirando mi escote. El ultimo botón de mi blusa se encontraba a la misma altura donde terminan mis costillas, por lo que podía ver, mi brasier, desde los tirantes que bajan de mis hombros hasta pasar el moñito que traen al centro, más de la mitad de mis senos se veía, subiendo y bajando al ritmo de mi respiración, mis pezones se apreciaban bajo el delicado encaje.
Con su mano derecha acaricio mi rostro, volviendo a mirarme a los ojos, un dulce beso, baje mi mano a su cintura, dejando descansar mi brazo sobre mis piernas, con su pulgar acaricio mi pómulo, mi nariz, recorrió mis labios, rojos y húmedos, bajo por mi barbilla y con la mano entera acarició mi cuello, bajando después al pecho comenzó a acariciar toda la piel descubierta. Después de varios segundos sus dedos llegaron al centro de mi prenda, y ejerciendo una ligera presión, metió la punta de sus dedos bajo ella, yo asentí con los ojos, disfrutando su caricia, y con su mano en mi espalda me acerco a él, besándome, al mismo tiempo que toda su mano entraba en contacto con mi piel bajo el brasier. Acarició y apretó, comprobando su tamaño y firmeza, su forma y textura; Con la punta de los dedos acaricio la aureola y después directamente el pezón, con todos y cada uno de sus dedos realizo esta caricia, y él respondió endureciéndose con cada caricia que recibía. Una vez que desfilo por todos sus dedos, lo deslizo entre ellos, aprisionándolo y liberándolo mientras avanzaba, al llegar a la unión lo apretó entre sus dedos, y acunando su mano lo jalaba, para después realizar la caricia en sentido contrario, y pasar al siguiente. Mi pezón volvió a pasear entre todos sus dedos, al terminar el pulgar, fue su mano entera la que lo recorrió, para terminar en el centro. Donde aprisiono mi seno entero y comenzó a masajearlo.
Solté un gran y profundo suspiro, este hombre sabía perfectamente como tocar a una mujer.
Después de varios minutos que estuvo jugando con mi seno izquierdo paso al derecho, realizando exactamente las mismas caricias, arrancándome suspiros de placer, y para no dejar el otro desatendido lo rozaba con su antebrazo. Cuando me acostumbre a sus caricias sobre mis senos, los dejo. Sin dejar de besarme, recorrió mi pecho con su mano hasta mi cuello, acaricio mi cuello hasta llegar a mi nuca. Y apretándome contra él me beso con más pasión.
Nos despegamos, necesitábamos respirar. Él tomo un trago, yo me relamí los labios, me ofreció de su copa, negué con la cabeza, el dejo su copa y acaricio mi rostro, mirándome a los ojos, su mano estaba fría, la despego demasiado tiempo de mi piel, pero el contraste era agradable, cuando su índice rosaba mis labios, lo bese, él sonrió, presiono un poco y lentamente lo introdujo en mi boca, hasta tocar mi lengua, lamí su punta, y cuando lo sacaba lo chupe, su sonrisa se amplio, complacido por mi acción.
Con el índice húmedo me acaricio, de los labios bajo a la barbilla y recorriendo mi cuello bajo al pecho, en línea recta hacia abajo, paso mis senos y siguió, sobre la blusa hasta mi cintura, contuve la respiración, y el introdujo su dedo bajo mi falda, lo siguió la mano entera, no si fue la posición pero no tuvo obstáculo hasta llegar a mi zona intima, su mano directamente en contacto de mi piel, separe un poco las piernas, si mi ropa no se opuso yo tampoco, acariciándome continuo su avance, hasta que su dedo medio toco mi ano, toda su mano cubriendo mi intimidad.
Nunca nadie me había hecho eso, ni siquiera yo me había tocado sino era para higienizarme. Cada caricia que él me hacía era una sensación nueva por experimentar.
Rodee su cuello con mis brazos, y nos volvimos a besar, apretándome contra él, su mano retrocedió ligeramente, y presiono un poco, su dedo medio se introdujo un poco por toda la longitud de mi intimidad, humedeciéndose; Sin sacarlo, su mano retrocedió un poco más, apreté y afloje mis piernas, besándolo con mayor fervor, su mano en mi espalda se metió bajo mi ropa, acariciándome con las puntas de los dedos y el filo de las uñas, mientras la otra volvía a presionar y lentamente su dedo medio se iba introduciéndose, recorriéndome por dentro, acariciándome de abajo a arriba, cuando llego al final se salió, y con la yema sobre mi clítoris, su mano retrocedió; Cuando su dedo se hubo estirado de nuevo, la siguió, recorriendo la fina línea de vello que me dejaba desde los 15. No eran más de 3 cm, así que cuando llego al final volvió por el mismo camino, arrancándome suspiros de placer, con el dedo medio me rozo por fuera, cuando llego hasta abajo introdujo la punta y la llevo hasta el punto más alto sin introducirlo más, recorriendo por dentro mis labios externos, luego de regreso, prosiguió con los internos, para terminar recorriendo el centro con todo su dedo dentro de mí. Al llegar al punto más alto se le unió un segundo dedo, creo fue el índice, y realizaron la misma caricia: labios externos, internos, por dentro..., cada uno por su lado, mientras uno apreciaba mi lado izquierdo el otro hacia lo mismo del lado derecho, abriéndome, al final de cada recorrido encontrándose, cuando llegaron a mi clítoris lo aprisionaron, igual que habían hecho con mi pezón.
Me tenía con el alma en la punta de sus dedos, suspiraba con cada centímetro que tocaba, me costaba respirar, y cuando llegó a mi clítoris no pude evitar un pequeño grito, que él calló metiendo su lengua hasta mi garganta, no podía respirar y me separe de él; Mi frente sobre la suya, la punta de mi nariz tocando la punta de la suya, nos miramos a los ojos, su mirada traviesa... como la de un niño que está planeando su siguiente travesura, sus dedos dejaron de tocarme, y regresaron con un tercer amigo, asentí con los ojos y él me dio un beso de piquito, los suspiros se convirtieron en gemidos, ligeros y pequeños gemidos conforme a su avance en mi pubis. La caricia fue la misma, pero ahora eran tres los participantes, primero la orilla por dentro, después los internos, ahora por dentro, un vez estuvieron completamente dentro, me recorrieron por dentro todos juntos, de repente hizo un movimiento rápido, una corriente eléctrica me recorrió entera, desde sus dedos, expandiéndose por todo mi cuerpo, deje escapar un pequeño grito, el sonrió, me acomode mejor, otro beso, y sentí que sus dedos se separaban, ya no eran tres moviéndose al unisonó, cada uno se movía independiente, como si tocara una guitarra y cada dedo arrancaba una nota diferente a diferente ritmo, y fue de mi boca de la que salieron los sonidos, cada uno diferente de acuerdo a la sensación que cada uno me transmitía. Ya no podía mirarlo, desvié la mirada y cerré los ojos, concentrándome en su caricia, sus movimientos se aceleraron, apreté mis piernas y estire mi espalda, me costaba respirar, acelero más, tense todo mi cuerpo, no podía respirar abrí la boca y cerré mis ojos, más rápido, un grito ahogado, mil estrellas de colores, perdida de los sentidos, durante varios segundos el mundo desapareció, solo era yo y el infinito.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513657 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299864 veces
Si te ha gustado El Séptimo Cielo vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar El Séptimo Cielo.
Insanity
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
jarco51
(30 de April de 2013 a las 06:07) dice:
demasiado largo, muy trabajado para la pagina, y aunque hablas de sexo no prendes no excitas en fin pero no te apures hay peores
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:40) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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