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En la fiesta

Ana Mireya Relato enviado por : Ana Mireya el 23/09/2013. Lecturas: 6686

etiquetas relato En la fiesta   Infidelidades .
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Resumen
Mientras mi novio disfruta de una fiesta familiar y disfruto aparte.


Relato
Hace 6 meses Antonio, mi pareja, y yo, fuimos a una fiesta de su familia. Ya saben, esas fiestas donde se juntan los primos sobrinos, abuelos, cuñados, etcétera. Un mar de gente. No hay espacio donde quedarse y tienes que apartar la cama lo más temprano para dormir bien y no despertar al día siguiente con dolor de espalda

Yo las detesto, pero Antonio que viene de una familia muégano, le encantan. Lo malo de Antonio es que no puede dejar una fiesta, una vez que se lía en ella se empecina hasta que le pone fin. Yo, a veces puedo seguirle el paso pero hay otras ocasiones en que nomás no. Está fue una de ellas.

Desde temprano me sentí un poco subida de copas y tenía ganas de caer en cualquier lado. Le avisé a la familia que me iba a dormir, y me despedí de todos. Busque en algunos cuartos y la mayoría estaban ocupados. Así que me metí en el cuarto de Ernesto, su hermano. El cuarto estaba vacío así que sin inhibición alguna me desnude por completo y me metí debajo de las cobijas, pensando que si alguien me veía sabría que el lugar era para Antonio y para mí.

Unos minutos después sentí que alguien entraba en la habitación, se quitaba la ropa y se metía a mi lado, por un momento pensé que era Antonio, pero lo conocía muy bien, sabía que a la mañana siguiente todavía seguiría pegado a la botella, así que no podía ser.

Estaba a punto de arrancar de su error a la persona que había entrado pero antes de que yo pudiera decir algo, se volvió a abrir la puerta, alguien más entraba se desnudaba y se metía del otro lado de la cama; me sentí sumamente cohibida, ya no dije nada, temí que la situación se mal interpretara y no supe cómo solucionarla. Quedé, entonces, en medio y sin ganas ni posibilidades de moverme.

La respiración de mis dos acompañantes se sentía en el cuarto. De pronto y sin ninguna señal una mano se posó sobre mi pierna desnuda, apenas la puso encima traté de retirarme, pero el otro cuerpo me detuvo. En cuanto sintió mi peso, se dio la vuelta hacia mí. Supe´ inmediatamente con lo que me había topado. Intente recular pero su brazo se coloco sobre mi costado, abarcando mi muslo. La mano que acompañaba el brazo se plantaba bien, abarcando mi pierna, era cálida y fuerte. Empezó a moverse de arriba debajo de una manera agradable.

Me hubiera gustado gritar, pero la pena y el miedo me lo impidieron. De pronto la persona que estaba frente de mi se volteo, era Daniel, otro de los hermanos de Antonio; pude percibir su mirada en la oscuridad e intuir una sonrisa, entonces se pego más a mí y poso su mano en una de mis tetas y comenzó a acariciarla. Las cuatro manos comenzaron a recorrerme el cuerpo, mis piernas, mis tetas, mi espalda, mis nalgas. El calor estaba llenando el espacio. Se colaba por mis poros y agitaba mi respiración. Daniel busco mi boca y me dio un largo beso. Su lengua penetro mis labios y abrazo mi lengua, su saliva se mezclaba con la mía. La otra boca se coloco en mi oreja, mordisqueando con delicadeza mi lóbulo y el hélix, metiendo la punta húmeda y mojando el interior, haciéndome temblar y sucumbir a las caricias, perdiendo el miedo poco a poco.

El calor hizo que me acomodara, volviendo a sentir esa parte que me había hecho querer huir y que ahora se acomodaba caliente y turgente en medio de mis nalgas. Debía ser una verga fabulosa que se deslizaba entre mis dos glúteos de arriba debajo de una forma acompasada. Mientras aquel miembro viril acariciaba mis nalgas, la mano de Daniel se entretenía con mi vagina, halagando la vulva con deseo y cariño.

Me había dejado atrapar por la excitación y mi cuerpo entero cooperaba con los hombres que querían hacerme suya. Se movía y se abría a las propuestas que le hacían. Mi vagina, mi coño, se había humedecido por competo, dejando salir ya sus jugos en la cama. La boca de Daniel se aventuro a probar de mis pezones, los besaba locamente, los lengüeteaba, mientras las otras manos levantaban las tetas para acercarlas a su boca y terminara mordiéndolos. Uff, nunca había disfrutado tanto el cortar de unos dientes, como se encajaron suavemente en mi carne y la consintieron después con unos besos.

Entonces mi cuerpo giro por completo, las manos que lo sostenía le dieron vuelta y me enfrentaron a mi otro atacante. Era, como lo había imaginado, Ernesto, el otro hermano de Antonio, me miro con ternura y me recibió con un beso amable, después otro más lleno de pasión y codicia, pasó su lengua por mis labios y los separó, dejando que bailara dentro de mi boca y acariciara a su compañera. Mientras Daniel llenaba de besos y caricias mi espalda, y bajaba los arrumacos hasta mis nalgas. Las apretujo y mordió, le encantaba morder, lo supe en ese instante.

Entre mordida y mordida, su lengua recorría mi ano y lo besaba y succionaba para después meter un dedo ahí y moverlo cadenciosamente. Mis caderas se lanzaron hacia enfrente a causa de un respingo provocado por la sorpresa, y mi vagina sintió apenas el contacto de aquella verga que ya me tenía impresionada, la bese con otros labios y sentí los calores que se combinaban.

Ernesto me dio un beso más, y bajo su mano para palpar mis labios vaginales y abrirlos, entonces guio su enorme verga a través de ellos y la fue metiendo poco a poco hasta golpearme con su vientre. Mientras arremetía con deseo y fuerza contra mí, Daniel nuevamente atendía mi ano metiendo y sacando su dedo.

Cansado, supongo, de acicalar mi ano, se levantó y metió su verga, grande, sí, pero no tanto como para competir con su hermano, en mi boca. La chupe con efusión, tratando de devolver ese placer que hasta hace un rato me había brindado. Era una verga estupenda, se acomodaba bien en mi boca y se metía si furor y si con amabilidad, dejándose hacer y creciendo cada vez más y más en dureza y en calor. Ernesto seguía bombeando dentro de mí, anclando su miembro en mi concha, hasta que finalmente descargo dentro haciendo que me escurriera por las piernas.

Me recosté después de semejante campaña, sin saber que sentir. Había disfrutado bastante el encuentro pero en mi cabeza empezó a pulular el reclamo, que debía haber salido mucho antes, de que los que me habían magreado tan deliciosamente eran los hermanos de mi actual pareja. Mis divagaciones no llegaron a prosperar. La hermosísima verga de Ernesto se metió en mi boca. Estaba bañada de mis jugos y de su esperma, era como un banquete lubrico que reencendió mi lujuria.

Chupé lo mejor que puede ese cuerpo grande y glorioso; la verga de mi ahora entrañable Ernesto no me cabía en la boca así que la recorrí a lengüetazos, probando nuestros sabores, y chupándola con tanta alegría y pasión que volvió a crecer en magnitud. Entonces Daniel, al que había olvidado por un momento me tomó y me hizo que lo cabalgara. Me monté sobre él apreciando la diferencia de las vergas pero aceptando con gusto algo dentro de mí que pudiera calmar mi efusión. Era menos magnifica pero sabía moverse y llenarme, a la par que sus manos apretujaban y acariciaban mis tetas, ufff, era una afortunada.

De pronto Ernesto me presiono la espalda, haciendo que me acostara sobre su hermano pegándole mis tetas al cuerpo y sintiendo como mis pezones se colocaban sobre la piel desnuda. Sentí como mi ano se ampliaba y se abría un poco, intuí lo que pasaría a continuación y con un poco de miedo y un mucho de procacidad acepte, debo decir que con infinito gusto, la verga, no me casaré de repetirlo, hermosamente grande de Ernesto.

Continuamos el resto de la noche en nuestro escarceo. En la mañana me llevé a Antonio a la casa.

Ahora cada vez que Antonio se va a alguna fiesta no pongo reparo alguno, siempre y cuando lo traigan a casa sus dos hermanos.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:09) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:42) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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